20.11.10

CAMINANDO SOBRE BRASAS ENCENDIDAS, por HENRI BROCH


CAMINANDO SOBRE BRASAS ENCENDIDAS

por HENRI BROCH


Fundador del Laboratorio de Zetética de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Niza

Este artículo fue publicado originalmente en la revista "El ojo escéptico" Nº 7-8 (1993)




¿ Se animaría usted a caminar sobre un lecho de carbones ardiendo porque conoce los fundamentos físicos del fenómeno y está seguro de que tiene a la razón de su parte? PROBABLEMENTE NO. PERO NO SE PREOCUPE: EL DR. HENRI BROCH, MIEMBRO DE HONOR DEL CAIRP, YA LO HIZO POR USTED.


En las biografías de numerosos santos, la inmunidad de la que gozaban sobre los efectos del fuego se explica como producto de una intervención milagrosa. Los mediums y sujetos psi no les van en zaga: en el siglo XIX el célebre médium Daniel Dunglas Home jugaba con tizones encendidos en sus manos... En los albores del siglo XX no se alteró la regla. La "caminata sobre el fuego" es un hecho que se repite en el mundo entero (Macedonia, Argelia, Egipto, Polinesia, India, Sri Lanka...) y desde los tiempos más remotos. Se practica sobre brasas, sobre piedras... Desde hace algunos años la pirobacia también invade Europa. Los seminarios que pemitirán, buena suma de dinero mediante, la iniciación en el desarrollo de la "energía vital" necesaria para dominar el fuego, proliferan...

A menudo, el prólogo de las presentaciones acerca de cómo pasar con éxito la prueba de la marcha sobre fuego pretende que se requiere alcanzar un estado especial de conciencia. Las explicaciones para-científicas más recientes insisten en el rol que juega un pensamiento intenso sobre el tejido humano para que éste no arda al exponerse al fuego.

Pero... se ha realizado la prueba que desmiente tales tonterías. La explicación, convalidada por la experiencia, es en sí misma antigua y se remonta por lo menos a comienzos de este siglo.

¿En qué circunstancias "no quema" el fuego?

La explicación se puede dar, como lo hicieron Leikind y Mac Carthy, sobre dos planos: uno físico y otro psicológico. En el primer caso, los autores se preguntan: ¿qué hace que el pie del caminante no se queme? Y en el segundo, ¿qué siente, qué percibe el caminante mientras camina sobre el fuego?

Observemos aquí el primer aspecto. ¿Por qué son posibles estas caminatas?


La primera razón, a la vez la más importante, es que los materiales sobre los que las personas caminan tienen una débil capacidad calorífica y una mala conductividad térmica, en tanto que las plantas de los pies tienen una buena capacidad calorífica. Aclaremos: la capacidad calorífica es la mayor o menor capacidad que posee un cuerpo de encapsular la energía bajo la forma de calor; la conductividad térmica es la aptitud mayor o menor que posee un cuerpo de conducir, de trasvasar o transferir calor en un sentido o en otro.

Tomemos el ejemplo clásico de la cocción de un pollo. Todo, en el interior del horno, está, digamos, a 200º C. Sin embargo, al abrir el horno, ¿se preocupa usted del aire a 200º C? En cambio, ¿quién no se cuida de tocar la asadera, también a 200º C, donde está asando el pollo, o al pollo mismo, que también sale con una temperatura de 200º C? Todo el mundo sabe, por instinto (y sobre todo... ¡por experiencia!), que diferentes materiales, llevados a la misma temperatura, tienen diferentes capacidades bajo los efectos del fuego. Los materiales también tienen diferentes capacidades de transferir el calor. El pollo, por ejemplo, le quemará menos que la asadera que lo contiene.

Capacidad calorífica débil: Significa que los caminantes apoyan sus pies sobre cuerpos que contienen una cantidad de calor relativamente débil por unidad de volumen. Esto es lo que permite que no se caliente demasiado el pié del caminante, que posee una mejor capacidad calorífica. Es decir, que puede encapsular la cantidad cedida por el carbón sin llegar a la temperatura de partida del mismo.

Mala conductividad térmica: Significa que mientras el caminante apoya el pie sobre las brasas, y su pie absorbe una parte del calor contenido en las mismas, esas brasas y las adyacentes no pueden transferir con rapidez la energía a la parte "fresca", es decir, al pié que la cubre (lo que evita un aporte suplementario de calor al pié del caminante).


El tiempo es también un efecto importante (¡si deja la mano dentro del aire del horno un tiempo suficiente, ella terminará cocida a punto!). Los que caminan sobre el fuego, caminan, y no se eternizan sobre las brasas.


Otro factor adicional a tener en cuenta es el aislamiento: puede incluir el grado de sal que contiene la piel, la callosidad o la humedad (ni hablemos de los productos con que se la puede untar). El espesor de la callosidad presente bajo los pies es un factor importante, ya que ésta constituye una protección adecuada.


El estado "esferoidal" es un factor a e-valuar entre las explicaciones: arroje un dedal de agua sobre una plancha de cocción cuando está apenas caliente o mera-mente tibia. Verá al agua extenderse y evaporarse con rapidez. Si en cambio la placa está muy caliente, la misma cantidad de agua se reagrupará bajo la forma de ampolla aplastada y durará un largo minuto. Estos cambios en la duración se explican por el hecho de que, en el segundo caso, el agua no está en contacto con la plancha: una leve capa de vapor se desarrolló entre ambas, y el vapor, como todo gas, tiene una débil conductividad térmica.

De cualquier manera, parecería que este estado específico no es un factor realmente significativo en la caminata sobre el fuego. (Sí lo es, en cambio, en otro tipo de "milagros" con fuego). Si bien es cierto que numerosos caminantes humedecen sus pies de una manera u otra antes de lanzarse a la prueba, otros se los secan concienzudamente antes de la mar-cha, evitando que las brasas no se peguen a sus pies y los quemen.

Qué puede hacer un simple mortal

Mayne Reid Coe, uno de los primeros en ofrecer explicaciones del fenómeno basadas en la experimentación, señaló en 1957 que no era en absoluto necesario pensar en alternativas "paranormales" para entender las caminatas sobre las brasas y otras experiencias ligadas al fuego.

Es así que, por breves momentos, realizó, sin que interviniera milagro alguno, los siguientes actos:

-- tocó hierro ardiente con los dedos y con la lengua,

-- corrió con los pies descalzos sobre un hierro al rojo vivo,

-- marchó sobre piedras ardientes,

-- introdujo sus dedos dentro de plomo, de cobre y de hierro.

-- se puso una pequeña cantidad de plomo fundido dentro de la boca,

-- caminó sobre un lecho de carbones ardientes,

-- colocó su cara, sus manos y sus pies en el fuego por un corto momento.

De igual modo, el ilusionista francés Jean Eugéne Robert Houdin, el padre fundador de la magia moderna, cuenta en sus memorias cómo se lavó las manos en una fuente de agua en fusión, a más de 1.600º C. De manera general, es mejor tocar objetos muy, muy calientes, que objetos moderadamente calientes. Cuanto más calientes estén, mejor se establece el estado esferoidal y su efecto dura un tiempo mayor.

¿QUÉ MÁS DECIR?

Es preciso señalar igualmente que, en el caso del hierro candente o de los metales

fundidos, se trata de calor que se propaga únicamente por radiación, por lo que el estado esferoidal tiene suma importancia. En la combustión del carbón, por el contrario, el calor se obtiene de la reacción química (oxidación) y el estado esferoidal pierde importancia, pues el contacto le priva del necesario combustible.

Tan es así que, al final, de una hoguera, cuando toda la madera termina quemada y convertida en carbón, el colchón de brasas es tan ardiente que resulta difícil aproximarse sin que sintamos la necesidad de cubrir el rostro. En ese momento, si se su-prime el aire sobre los carbones encendidos, la intensidad de la reacción baja inmediatamente. En ese estado, cuando se camina sobre ellos, se los priva del aporte de oxígeno y la incandescencia es momentáneamente interrumpida.

En síntesis, cualquiera puede caminar sobre brasas; aun-que hay un punto en el que hay que extremar las precauciones: no arrastrar partículas de brasas entre los pliegues de la piel. No es para nada necesario poseer "poderes" de ninguna naturaleza paranormal, aún cuando ciertas personas se jacten de ello. Nada de lo concerniente a la caminata sobre el fuego está más allá de la realidad.

El dolor (es decir, la percepción del daño corporal sufrido, no el daño en sí) puede efectivamente silenciarse mediante técnicas de distracción de la atención, por ejemplo produciendo imágenes mentales de gran intensidad, un esfuerzo físico, una respiración acelerada o aún el canto.

Del mismo modo, al hablar de "temperatura", muchas personas entienden "calor", y es en este efecto donde reside, tal vez, el núcleo del poderoso impacto psicológico que provoca la marcha sobre el fuego. Por el hecho de que se le adjudique una temperatura de varios cientos de grados, la gente interpreta: "¡es un calor insoportable!" Olvidan simplemente que si un calor infernal trae aparejada una alta temperatura, una alta temperatura no supone necesariamente un calor enorme.

Después de la teoría... ¡la experimentación!

Ciertamente, los participantes de una caminata sobre las brasas también se queman (con menor frecuencia y provocando daños de mucha menor gravedad de lo que es dable suponer a priori). Pero el poder, o no-poder, mental o psicológico de la persona quemada no tiene nada que ver, ya que no siempre todos los parámetros son controlables.

El verdadero problema se presenta cuando la gente, honesta y sinceramente, puede pensar que sin el seminario (pago) intensivo en el que ha participado, o sin el auxilio mental del gurú, se hubiera quemado cruelmente, o que las leves quema-duras experimentales fueron producidas por sus mentes desconcentradas y por su propia culpa.

Pero la mejor manera de convencer al gran público de la validez de nuestras propias afirmaciones, es hacer la demostración en vivo.

Así es como, en mayo del ‘92, al finalizar una conferencia sobre los fenómenos para-normales, en la sede del CNRS (Centro Nacional de Investigación Científica) en Marsella, Francia, y hallándome en compañía de M. Antoine Bagady, profesor de karate y récord absoluto de caminata sobre fuego, me encontré con mis pies desnudos frente a las brasas...

El hecho de saber que la física está de nuestra parte no evita que uno se ponga sumamente nervioso antes de pasar la prueba de los carbones encendidos a una temperatura --medida-- superior a los 800º C. Igualmente, esto aumenta la aprehensión natural y uno sabe que, aún conociendo los principios implicados para lograr cierto efectismo, existen diversas técnicas o procedimientos (¡que los debutantes ignoran!) que se deben seguir para correr el mínimo riesgo. Además, para rematarlo, el apoyo de la encantadora mujercita no contribuye a apaciguar esa extraña sensación en la boca del estómago: "Y si la cosa falla, no cuentes conmigo para empujar la silla de ruedas..."

Es por eso que, para que "la fuerza esté conmigo", he efectuado la caminata sobre el fuego mientras leía el capítulo de mi libro El corazón de lo extraordinario, que da la explicación física del fenómeno. El problema fue que, con los pies plenamente a salvo al fin de este cálido experimento, me hago una pregunta inquietante... ¿y si mi libro da verdaderamente el poder de caminar sobre las brasas? EOE

Traducción: Ellen Popper

BIBLIOGRAFÍA:

Broch, H. (1991); "Au Coeur de l’Extra-Ordinaire", éd. L’Horizon Chimérique, Bordeaux, France.

Cherfas, J. (1985); New Scientist, 20 junio, p. 26.

Coe, M.R. Jr. (1958); Journal of the American Society for Psychical Research, vol. 52, N° 3, p. 85.

Dennet, M.R. (1985); Skeptical Inquirer, vol. X, N° 1, Otoño, p. 36.

Gibson, W. (1987); "Les Secrets del grands magiciens", éd. du spectacle, Strasbourg, France.

Leikind, B.J., McCarthy, W. (1985); Skeptical Inquirer, vol. X, N° 1, Otoño, p. 23.

Robert-Houdin. J.E. (1878); "Comment on devient sorcier". rééd. Slatkine, Geneve, 1980.

Tiraspolsky, M. (1988); Karaté, N° 145, marzo, p. 27.