21.6.25

Por qué la gente cree en las teorías de conspiración y cómo lograr que cambien de opinión

 undefined 

 

El siguiente artículo fue escrito en 2017 por el periodista científico Mark Lorch  y publicado en The Conversation . El original en inglés puede encontrarse aquí.

 

 Por qué la gente cree en las teorías de la conspiración y cómo hacerles cambiar de opinión 

Estoy sentado en un tren cuando un grupo de aficionados al fútbol entra en tropel. Recién salidos de un  partido –su equipo ha ganado claramente– ocupan los asientos vacíos a mi alrededor. Uno recoge un periódico abandonado y se ríe con desdén mientras lee los últimos "hechos alternativos" difundidos por Donald Trump.

Los demás pronto aportan sus opiniones sobre la afición del presidente estadounidense por las teorías conspirativas. La charla rápidamente deriva hacia otras conspiraciones y disfruto escuchando a escondidas mientras el grupo ridiculiza ferozmente a los terraplanistas, los memes sobre estelas químicas (chemtrails)  y la última idea de Gwyneth Paltrow.

Luego se produce una pausa en la conversación, y alguien aprovecha para intervenir con: "¡Esas cosas quizá sean tonterías, pero no intentes decirme que puedes confiar en todo lo que nos dice el sistema! Mira los alunizajes, obviamente fueron falsificados y ni siquiera lo hicieron bien. ¡El otro día leí un blog que señalaba que ni siquiera hay estrellas en ninguna de las fotos!".

Para mi asombro, el grupo aporta otras "pruebas" que apoyan el fraude del alunizaje: sombras inconsistentes en las fotografías, una bandera ondeando cuando no hay atmósfera en la luna y cómo Neil Armstrong fue filmado caminando sobre la superficie cuando no había nadie para sostener la cámara.

Hace apenas un minuto parecían personas racionales, capaces de analizar evidencia y llegar a conclusiones lógicas. Pero ahora la situación está derivando hacia el absurdo. Así que respiro profundamente y decido intervenir.

"En realidad todo eso puede explicarse bastante fácilmente…"

Se vuelven hacia mí horrorizados de que un extraño se atreva a entrometerse en su conversación. 

Continúo impertérrito, asestándoles una ráfaga de hechos y explicaciones racionales.

"¡La bandera no ondeó al viento, solo se movió cuando Buzz Aldrin la plantó! 

Las fotos se tomaron durante el día lunar – y obviamente no puedes ver las estrellas de día.

Las sombras extrañas se deben a los objetivos de gran angular que usaron, que distorsionan las fotos. 

Y ... nadie grabó a Neil bajando la escalerilla. Había una cámara montada en el exterior del módulo lunar que lo filmó dando su gran salto. 

Si eso no basta, la prueba definitiva final proviene de las fotos tomadas por la sonda espacial  Lunar Reconnaissance Orbiter  de los lugares de alunizaje, en las que se pueden ver claramente las huellas que dejaron los astronautas al caminar sobre la superficie lunar".

"¡Asunto arreglado!", pienso para mí.

Sin embargo, parece que mis oyentes están lejos de estar convencidos. Se vuelven contra mí, esgrimiendo afirmaciones cada vez más ridículas. Aseguran que Stanley Kubrick filmó todo, que personas clave han muerto de formas misteriosas, y así sucesivamente.

El tren llega a una estación que no es la mía, pero decido bajarme igualmente para reflexionar sobre lo ocurrido. Expuse varios hechos claros y respaldados con evidencia, pero no lograron cambiar su opinión ni siquiera un poco. Me quedé pensando: ¿por qué, a pesar de los argumentos sólidos, no tuve ningún efecto en ellos?

La respuesta sencilla es que los hechos y los argumentos racionales no siempre son suficientes para modificar las creencias de las personas. Esto se debe a que el cerebro, aunque racional en apariencia, está moldeado por un diseño evolutivo que no siempre favorece la lógica por encima de todo. Una de las razones por las que surgen tan frecuentemente las teorías conspirativas es nuestra tendencia natural a imponer orden al caos y a detectar patrones incluso donde no los hay. De hecho, un estudio reciente encontró una correlación entre el deseo individual de estructura y el grado de susceptibilidad a creer en teorías conspirativas.

Tomemos esta secuencia como ejemplo:

0 0 1 1 0 0 1 0 0 1 0 0 1 1

¿Ves un patrón? Es muy probable que sí — y no eres el único. Una encuesta rápida en Twitter, inspirada en un estudio más riguroso, mostró que el 56% de las personas también lo percibieron. El problema es que la secuencia fue creada completamente al azar, lanzando una moneda.

Nuestra necesidad de encontrar orden y nuestra habilidad para detectar patrones pueden llevarnos demasiado lejos. A veces vemos conexiones donde no las hay. Es algo común: como cuando identificamos formas en las nubes, creemos ver figuras en el cielo, o pensamos que las vacunas causan autismo, a pesar de que esa idea carece de fundamento científico.

La capacidad de reconocer patrones fue probablemente una ventaja evolutiva para nuestros ancestros: era mejor equivocarse al detectar la presencia de un depredador que ignorar la señal de un gran felino hambriento. Sin embargo, en nuestro mundo actual, lleno de información y estímulos constantes, esa misma tendencia nos lleva a ver conexiones donde no las hay — como causas y efectos falsos o teorías conspirativas — por todas partes.

Presión social

Una de las razones por las que tendemos a creer en teorías conspirativas es que somos animales sociales. A lo largo de nuestra evolución, mantener una buena posición dentro del grupo ha sido más importante para la supervivencia que tener siempre la razón. Por eso, constantemente comparamos nuestras ideas y comportamientos con los de nuestro entorno y ajustamos nuestros puntos de vista para encajar. Esto significa que si quienes nos rodean creen en algo, lo más probable es que terminemos creyéndolo también nosotros.

Este fenómeno fue demostrado claramente en 1961 por el psicólogo social Stanley Milgram — conocido sobre todo por sus experimentos sobre obediencia a la autoridad — en un experimento sencillo y curioso: el “experimento de la esquina”. Consistía en colocar a una persona mirando hacia el cielo en una calle concurrida. Solo con eso, alrededor del 4% de los transeúntes se detenían a imitarla. Pero cuando el número de personas mirando al cielo aumentaba hasta quince, cerca del 40% de los transeúntes hacían lo mismo. Seguramente has vivido algo similar: en un mercado, por ejemplo, tiendes a acercarte a un puesto que tiene muchas personas observándolo.

Este efecto se extiende también a las ideas. Cuantas más personas creen en una afirmación, más fácil nos resulta aceptarla como verdadera. Si estamos expuestos repetidamente a una idea dentro de nuestro círculo social, esta acaba formando parte de nuestra visión del mundo. En otras palabras, la prueba social —es decir, ver que muchos otros creen algo— suele ser más persuasiva que la evidencia real. De hecho, este principio es tan poderoso que se usa ampliamente en publicidad: frases como "el 80% de las mamás está de acuerdo" no buscan informar, sino influir.

Pero la prueba social es solo una de varias formas en que ignoramos la evidencia a través de falacias lógicas . Otra es el sesgo de confirmación, una tendencia muy común que hace que busquemos y demos crédito a la información que respalda nuestras creencias, mientras rechazamos o ignoramos la que las contradice. Todos somos susceptibles a él. Piensa, por ejemplo, en la última vez que escuchaste un debate político en radio o televisión: ¿qué tanto peso le diste a los argumentos contrarios a los tuyos comparado con los que apoyaban tu postura?

Probablemente, sin importar lo razonables que fueran ambas posiciones, descartaste rápidamente las opiniones opuestas y te sentiste inclinado a aceptar las que coincidían contigo. Este sesgo también se manifiesta en la forma en que elegimos nuestras fuentes de información: solemos preferir aquellas que ya refuerzan nuestras ideas. Y esto explica, en gran parte, por qué tus creencias políticas suelen determinar qué medios de noticias consumes.

 

La diferencia

 

Por supuesto, existe un sistema de creencias diseñado específicamente para reconocer y reducir falacias lógicas como el sesgo de confirmación: la ciencia. A través de la repetición de observaciones y experimentos, la ciencia transforma anécdotas en datos confiables, minimiza los sesgos y permite que las teorías se actualicen cuando aparece nueva evidencia. Esto significa que, a diferencia de otras formas de conocimiento, la ciencia está abierta a revisar y corregir sus propias conclusiones.

Sin embargo, eso no nos inmuniza contra el sesgo de confirmación. Ni siquiera a los científicos. El famoso físico Richard Feynman contó una vez un ejemplo de este sesgo dentro de una de las áreas más rigurosas de la ciencia: la física de partículas. Un campo donde se espera precisión extrema, pero donde incluso los expertos pueden verse influenciados por sus propias expectativas.

"Millikan midió la carga de un electrón mediante un experimento con gotas de aceite en caída y obtuvo un resultado que ahora sabemos no es del todo correcto. Es un poco inexacto, porque usó un valor incorrecto para la viscosidad del aire. Es interesante observar la historia de las mediciones de la carga del electrón después de Millikan. Si las graficas como función del tiempo, encuentras que una es un poco mayor que la de Millikan, y la siguiente es un poco mayor que esa, y la siguiente un poco mayor que esa, hasta que finalmente se estabilizan en un número más alto."

"¿Por qué no descubrieron de inmediato que el nuevo número era mayor? Es algo de lo que los científicos se avergüenzan – esta historia – porque es evidente que la gente hizo cosas como esta: Cuando obtenían un número demasiado por encima del de Millikan, pensaban que algo debía estar mal y buscaban y encontraban una razón por la que algo podría estar mal. Cuando obtenían un número más cercano al valor de Millikan, no buscaban con tanto ahínco."

Errores de desmitificación

Es posible que te sientas tentado a seguir el ejemplo de los medios populares y tratar las ideas erróneas y teorías conspirativas con el enfoque de desmitificación. Presentar el mito junto con la realidad parece una buena forma de confrontar los hechos con las falsedades cara a cara, para que la verdad quede en evidencia. Pero nuevamente, este enfoque resulta ser contraproducente: parece generar lo que se conoce como el efecto contraproducente, "backfire effect" en inglés, un fenómeno en el cual el mito termina siendo más recordado que el hecho real.

Uno de los ejemplos más llamativos de esto se vio en un estudio que evaluaba un folleto titulado"Mitos y hechos" sobre vacunas contra la gripe. Inmediatamente después de leer el folleto, los participantes recordaban con precisión los hechos como hechos y los mitos como mitos. Pero apenas 30 minutos después esto se había invertido completamente, siendo mucho más probable que los mitos fueran recordados como "hechos".

Simplemente, el mencionar los mitos en realidad ayuda a reforzarlos. Y luego, a medida que pasa el tiempo, olvidas el contexto en que escuchaste el mito –en este caso durante un desenmascaramiento– y solo queda el recuerdo del mito en sí.

Para empeorar las cosas, presentar información correctiva a un grupo con creencias firmes puede en realidad terminar fortaleciendo su opinión previa,incluso cuando la nueva información la contradice. La nueva evidencia genera inconsistencias en nuestras creencias y solemos recurrir a la autojustificación y desarrollar aún más rechazo hacia ideas contrarias, lo que nos hace aferrarnos  con más fuerza a nuestras posturas. A esto se lo conoce como el "efecto boomerang", y representa un gran obstáculo cuando se intenta guiar a las personas hacia comportamientos más adecuados. 

 

Por ejemplo, estudios han demostrado que los mensajes de información pública dirigidos a reducir el hábito de fumar, consumo de alcohol y de drogas habían tenido todos el efecto contrario.

Haz amigos

Si no puedes confiar en los hechos,entonces ¿cómo consigues que la gente descarte sus teorías conspirativas u otras ideas irracionales?

La alfabetización científica probablemente ayude a largo plazo. Con esto no me refiero a conocer hechos, cifras o técnicas específicas, sino más bien a entender el método científico y desarrollar pensamiento analítico. De hecho estudios muestran que descartar teorías conspirativas está asociado con un pensamiento más analítico. La mayoría de la gente nunca hará ciencia propiamente dicha, pero se encuentra y usa la ciencia a diario, por lo que los ciudadanos necesitan habilidades para evaluar críticamente afirmaciones científicas.

Por supuesto, modificar el currículo nacional no servirá para resolver mi discusión en el tren. Para un enfoque más inmediato, es clave darse cuenta de que pertenecer a un grupo o tribu ayuda mucho. Antes de empezar a difundir un mensaje, busca puntos en común.

Mientras tanto, para evitar el efecto contraproducente, ignora los mitos. No los menciones ni los reconozcas. Simplemente presenta los puntos clave: las vacunas son seguras y reducen entre un 50 % y un 60 % las probabilidades de contraer gripe, y ya está. No hables de los conceptos erróneos, porque suelen recordarse mejor que los hechos.

Además, no provoques una reacción defensiva en tus oponentes al cuestionar directamente su visión del mundo. En lugar de eso, ofrece explicaciones que sean compatibles con sus creencias previas. Por ejemplo, los conservadores que niegan el cambio climático estarán más dispuestos a cambiar de opinión si se les presentan opciones que incluyan beneficios empresariales y protección al medio ambiente.

Una sugerencia más: usa historias para explicar tu punto. La gente se involucra mucho más con narrativas que con diálogos argumentativos o descriptivos. Las historias conectan causa y efecto de manera natural, haciendo que las conclusiones que quieres transmitir parezcan casi inevitables.

Todo esto no quiere decir que los hechos y el consenso científico no sean importantes. Al contrario, son fundamentales. Pero entender las fallas en nuestro propio pensamiento nos permite comunicar nuestras ideas de forma mucho más efectiva y convincente.

Es fundamental cuestionar los dogmas, pero en lugar de unir puntos sin conexión para crear teorías conspirativas, debemos exigir evidencia a quienes toman decisiones. Pide ver los datos que respaldan una creencia y busca información que la respalde o la refute. Parte de este proceso es reconocer nuestros propios sesgos, limitaciones y errores de razonamiento.

Entonces, ¿cómo podría haber sido mi conversación en el tren si hubiera seguido mi propio consejo? Volvamos al momento en que noté que la charla empezaba a tomar un rumbo conspirativo. Esta vez, respiro hondo y digo:

—Oye, gran resultado en el partido. Lástima que no conseguí entradas.

Pronto estamos inmersos en una conversación mientras discutimos las chances del equipo esta temporada. Unos minutos después, me dirijo al teórico de la conspiración lunar:

—Oye, estaba pensando en lo que dijiste sobre los alunizajes. ¿No se veía el sol en algunas fotos?

Asiente.

—Entonces era de día en la Luna. Y al igual que acá en la Tierra, ¿esperarías ver estrellas en el cielo?

—Ajá, supongo que no, no lo había pensado. Quizá ese blog que consulté antes no tenía toda la razón. 

10.6.25

La dama marrón de Raynham Hall


Durante una sesión fotográfica realizada el 19 de septiembre de 1936 en la mansión campestre Raynham Hall en Norfolk, Reino Unido , el fotógrafo Hubert C. Provand de la publicación Country Life y su colaborador Indre Shira documentaron lo que se convertiría en una de las imágenes fantasmales más famosas de la historia. Mientras trabajaban en la escalera principal del edificio, Shira reportó haber observado una aparición etérea con forma femenina que se desplazaba hacia ellos. En respuesta a esta observación, Provand procedió a realizar una exposición fotográfica que, al revelarse,  mostró la enigmática figura conocida como la "dama marrón".

El relato de este incidente, acompañado de la polémica imagen , fue difundido por Country Life en su edición del 26 de diciembre de 1936, y posteriormente reproducido en la revista Life el 4 de enero de 1937.
Sin embargo, expertos en fotografía paranormal, como Joe Nickell, han señalado que la imagen es probablemente resultado de una doble exposición (técnica común en la época), o  podría tratarse de un reflejo o manipulación deliberada.

La leyenda de la "Dama marrón"  de Raynham Hall se cuenta entre las historias de fantasmas más famosas de Inglaterra. Según el relato popular, Lady Dorothy Walpole (1686–1726) habría muerto encerrada en Raynham Hall  por orden de su esposo, Charles Townshend, 2.º Vizconde Townshend, tras descubrirse una supuesta infidelidad. No obstante, un análisis riguroso de fuentes históricas revela que esta historia carece de fundamento.

Dorothy Walpole nació en 1686, hija de Robert Walpole (destacado político) y hermana de Sir Robert Walpole, considerado el primer Primer Ministro de Gran Bretaña. En 1713, se casó con Charles Townshend, 2.º Vizconde Townshend, un influyente político whig. La pareja tuvo siete hijos, lo que sugiere una relación estable durante años.Según registros históricos, Dorothy falleció el 29 de marzo de 1726, a los 40 años a causa de viruela como confirma el Oxford Dictionary of National Biography (ODNB) 

Los archivos familiares (Townshend Manuscripts, en el Norfolk Record Office) no mencionan ningún castigo o  encierro en la mansión. Además, Charles Townshend mantuvo una relación política cercana con el hermano de Dorothy, Sir Robert Walpole, después de su muerte, lo que hace improbable la existencia de un conflicto familiar grave.

El origen del mito se remonta a mas de un siglo después de la muerte de Dorothy, durante el siglo XIX, cuando el interés por lo sobrenatural alcanzaba su apogeo en la Inglaterra victoriana. En 1835, el escritor Frederick Marryat (autor de "El buque fantasma") afirmó haber visto el fantasma de Dorothy en Raynham Hall, según relata su hija en el libro There is no death. Este testimonio sensacionalista ayudó a popularizar el mito, asociando la leyenda con una figura vestida de marrón (de ahí el nombre "Brown Lady"), que supuestamente vagaba por la mansión. Sin embargo, el incidente más conocido ocurrió en 1936 con la publicación de la controvertida fotografía en Country Life.

Tom Ruffles en su análisis  The Brown Lady of Raynham Hall - Re-examination of a Classic Ghost Photograph and a Possible Explanation señala que Shira no era simplemente un fotógrafo social que tropezó casualmente con un fantasma mientras documentaba una mansión señorial. Su previo entusiasmo por los aspectos espectrales de la casa y el comportamiento de su esposa hacen que su declaración en Country Life sobre no estar interesado en fenómenos psíquicos resulte  sospechosa. Los fantasmas ocupaban claramente la mente de Shira.

Ruffles propone una explicación técnica  detallada sobre cómo pudo realizarse la fotografía. 

La silueta de la figura guarda similitud con una estatua de la Santísima Virgen María con la cabeza cubierta y un manto que caía hacia abajo sobre una túnica. Un método para producir tal figura dentro de la fotografía habría utilizado terciopelo negro. En este escenario, Provand habría tomado primero la fotografía de la escalera, luego en el estudio colocado una estatua frente a un fondo de terciopelo negro. Quizás seleccionaron una Virgen porque sabían que Lady Townshend tenía fuertes creencias religiosas, o porque era fácil de conseguir. Con una fuente de luz uniforme para reducir el modelado, se tomaría una fotografía sobreexpuesta de la estatua, dejando poco detalle pero principalmente una forma brillante. Esto produciría un negativo mayormente blanco (gracias al terciopelo) con la forma más oscura.

Ruffles añade:

Los dos negativos se superpondrían y al imprimirse, la escalera se vería a través del otro negativo, haciendo parecer que la figura estaba parada en uno de los peldaños. El tamaño de la figura podría ajustarse moviendo la cámara frente a la estatua hasta lograr la proporción correcta respecto a las escaleras (aunque en términos de escala parece más bien pequeña), y los negativos podrían moverse para asegurar la posición correcta. El compuesto resultante se volvería a fotografiar para crear un nuevo negativo, siendo la única desventaja una ligera pérdida de detalle, como lo que ocurre con los paneles y barandillas.

En otras palabras, todo apunta a un trucaje deliberado.

Entonces, ¿por qué persiste el mito? En primer lugar debido al indudable gusto británico por las historias de fantasmas. En segundo término, por el atractivo poder que mantienen los relatos anecdócticos por sobre la evidencia desmitificadora rigurosa. Y en tercer lugar, por el redituable interés en el turismo paranormal:  aunque Raynham Hall (aún en manos privadas) se abre al público ocasionalmente y  su sitio web oficial enfatiza su valor  arquitectónico e histórico antes que su fama de lugar encantado , lo cierto es que muchos visitantes acuden al lugar atraídos por su reputación de sitio embrujado, como lo demuestran diversos blogs y guías turísticas  de Norfolk

1.6.25

Creencias y experiencias anómalas ante la neurociencia

 

 


Los neuropsicólogos suizos Peter BruggerChristine Mohr escribieron la introducción al monográfico de la revista Cortex del año 2008  dedicado a la neuropsicología de las creencias y experiencias paranormales, que explora la conexión entre la función cerebral y la tendencia a creer o experimentar fenómenos de este tipo. A continuación presento una reseña de dicho artículo que se titula "La mente paranormal: cómo el estudio de las experiencias y creencias anómalas puede aportar información a la neurociencia cognitiva "

 

¿Por qué estudiar las creencias en lo paranormal? 

Aunque las creencias paranormales han sido generalmente ignoradas en la investigación neurocientífica, los autores sostienen que analizarlas puede ayudar a comprender mejor los mecanismos cognitivos y cerebrales involucrados en la formación de creencias, tanto en personas sin trastornos mentales como en aquellas que sufren condiciones psiquiátricas.

Estudiar estas creencias, piensan, es relevante por varias razones. En primer lugar, pueden funcionar como un puente entre la psicología normal y la psicopatología. Mientras que la neuropsiquiatría ha puesto el foco tradicionalmente en delirios patológicos —como los que aparecen en la esquizofrenia—, examinar creencias paranormales en individuos sanos puede revelar mecanismos comunes, lo que amplía nuestra comprensión sobre cómo y por qué las personas llegan a creer en ciertas cosas.

En segundo lugar, agregan, es posible que estos modos de pensar hayan cumplido funciones adaptativas o hayan facilitado soluciones innovadoras a problemas cotidianos.

¿Qué son las creencias "paranormales"?

Brugger y Mohr señalan que no existe una definición universalmente aceptada del término “paranormal”, la mayoría de los estudios suelen definirlo según el instrumento o contexto específico que utilizan para medirlo. Los autores prefieren la definición que propone la Parapsychological Association "los fenómenos paranormales pueden entenderse como “anomalías aparentes de comportamiento y experiencia que no tienen una explicación clara dentro de los mecanismos científicamente conocidos” (Irwin, 1999).

Para los autores del texto , las creencias paranormales pueden surgir tanto de errores en la interpretación de eventos cotidianos (por sesgos cognitivos) como de experiencias perceptivas anómalas. Lejos de requerir explicaciones sobrenaturales, estas creencias pueden entenderse como resultado de procesos cerebrales normales que, en ciertas circunstancias, llevan a conclusiones incorrectas. 

a) Creencias basadas en la mala interpretación de experiencias normales

Este tipo de creencias surgen cuando situaciones comunes se interpretan como sobrenaturales debido a sesgos cognitivos o errores en el procesamiento de la información. Para los autores, algunos ejemplos de esas creencias son:

Estas creencias suelen estar mediadas por una serie de sesgos cognitivos, entre ellos destacan:

b) Creencias basadas en la mala interpretación de experiencias anómalas

En este segundo grupo, las creencias paranormales surgen a partir de experiencias inusuales o alteradas de la realidad, que luego se interpretan como pruebas de fenómenos sobrenaturales. Algunos ejemplos que dan en el texto:

Los redctores aclaran que estas ideas suelen estar vinculadas a experiencias sensoriales o psicológicas poco comunes, tales como:

 

Las coincidencias y la construcción de creencias

Brugger y Mohr afirman que las coincidencias son eventos reales que ocurren con frecuencia. Aunque estas experiencias son comunes, su interpretación varía enormemente según la perspectiva de quien las vive.El significado de una coincidencia no reside en el evento en sí, sino en la interpretación subjetiva que cada individuo hace de él. Es esta atribución personal lo que puede dar lugar a creencias que no están respaldadas por la evidencia científica.

Cuentan que lo largo de la historia, incluso personas inteligentes han sentido la necesidad de buscar patrones o reglas detrás de las coincidencias. Por ejemplo los estudios de Kammerer (1919), quien intentó encontrar leyes generales que explicaran estos fenómenos. Adler y Carl Jung, vieron en las coincidencias elementos de un orden simbólico o trascendental.

Este fenómeno, según los autores, forma parte de una tendencia más amplia del pensamiento humano: la capacidad de encontrar significado en configuraciones aleatorias, ya sean visuales, auditivas o espaciales. 

Al igual que un paciente puede ver formas en imágenes ambiguas durante una prueba proyectiva, enfatizan Mohr y Brugger que los investigadores científicos pueden proyectar significados sobre datos experimentales. En consecuencia, "ver cosas donde no las hay" no es exclusivo del pensamiento mágico, sino una manifestación común de los sesgos cognitivos humanos. 

No todas las creencias paranormales se basan en coincidencias; algunas surgen de la mala interpretación de experiencias cotidianas.Un ejemplo ilustrativo añaden,  es el fenómeno psiquiátrico conocido como delirio de control alienígeno, pero que también se observa en prácticas como la radiestesia (uso de varillas para localizar agua), la utilización del péndulo o la participación en sesiones con tableros ouija. Estas actividades se explican por el efecto ideomotor: movimientos involuntarios, aunque reales, que son malinterpretados como resultado de fuerzas externas.

Los autores advierten que incluso dentro de la ciencia pueden surgir errores similares al atribuir agencia o intención donde no existe. Un caso emblemático es la llamada “comunicación facilitada” con personas autistas, promovida como técnica terapéutica en los años 90. Consistía en que un terapeuta guiaba la mano del paciente sobre un teclado, interpretando que era el paciente autista quien se comunicaba. Investigaciones posteriores demostraron que los mensajes provenían del terapeuta, no del paciente. Este ejemplo para ellos, pone de relieve cómo la ilusión del control ajeno puede llevar no solo a errores conceptuales, sino también a prácticas éticamente problemáticas.

El texto invita a ir más allá del análisis individual de los errores cognitivos, proponiendo una "neuropsicología de la creencia" que busque comprender los mecanismos cerebrales responsables de la formación de creencias infundadas, así como la forma en que estas se consolidan no solo a nivel personal, sino también en estructuras sociales e institucionales, incluida la propia ciencia. 

 

¿Que son las experiencias "paranormales"?

Para Brugger y Mohr , muchas creencias paranormales se originan en lo que se conoce como "experiencias anómalas": vivencias inusuales que no encajan fácilmente dentro de los marcos explicativos científicos actuales. Aunque suelen estar asociadas a ciertos trastornos mentales, estas experiencias también ocurren en personas sin patología psiquiátrica, lo que amplía su relevancia más allá del ámbito clínico y las convierte en un objeto de estudio valioso para comprender fenómenos subjetivos extraordinarios, independientemente de su veracidad objetiva.

Un ejemplo destacado de este tipo de experiencia es la experiencia extracorporal (out-of-body experience , OBE), definida como la sensación de observar el propio cuerpo desde una posición externa, como si el “yo” se hubiera separado físicamente del cuerpo. Aunque esta experiencia puede ser puramente ilusoria, tiene un impacto profundo en quien la vive. Su relevancia radica en que puede alimentar creencias como la existencia de una vida después de la muerte: si el “alma” o el “yo” puede separarse del cuerpo durante la vida, ¿por qué no podría hacerlo tras la muerte?

Thomas Metzinger (2005) señala que esta experiencia refuerza la idea intuitiva de que el yo puede existir independientemente del cerebro, lo cual sustenta creencias sobre su supervivencia más allá de la muerte física. Lo interesante es que, pese a diferencias culturales o neurológicas, la descripción central de la experiencia —la percepción de estar fuera del cuerpo— es muy similar tanto en individuos sanos como en aquellos con condiciones neurológicas o psiquiátricas (Blackmore, 1986).

Lejos de ser un fenómeno moderno o exclusivo de ciertas sociedades, cuentan los autores, las experiencias extracorporales han sido reportadas a lo largo de la historia humana y en múltiples culturas (Sheils, 1978). Esta continuidad sugiere que se trata de una experiencia profundamente arraigada en la condición humana, aunque poco frecuente. Por ello, su estudio puede proporcionar valiosas pistas no solo sobre las bases de las creencias paranormales, sino también sobre la estructura misma de la conciencia.

Otro caso paradigmático de experiencia anómala es la parálisis del sueño , un estado intermedio entre el sueño y la vigilia en el que la persona despierta consciente pero es incapaz de moverse, a menudo acompañado de alucinaciones visuales o auditivas. En la actualidad, algunas personas interpretan estas alucinaciones como intentos de abducción extraterrestre, una explicación que refleja el contexto cultural contemporáneo. 

Para entender estas vivencias Brugger y Mohr distinguen entre “componentes hardware” y “componentes software” . Los primeros se refieren a los aspectos biológicos y neurológicos universales compartidos por todos los humanos, como la parálisis natural durante el sueño REM. Los segundos representan las interpretaciones culturales que se superponen a esa base común, dando lugar a significados diferentes según el momento histórico y el contexto social (como los espíritus medievales frente a los alienígenas modernos).

Para los autores, estas experiencias:

  • Son reales en el sentido de que son percibidas con intensidad y convicción por quienes las viven.
  • Son universales y antiguas, apareciendo en distintas culturas y momentos históricos.
  • Pueden dar lugar a creencias erróneas cuando no se comprenden adecuadamente sus bases neurológicas y psicológicas.

Como corolario señalan que el análisis de las experiencias anómalas no solo ayuda a entender el origen de muchas creencias paranormales, sino que también ofrece una ventana única para explorar los fundamentos de la percepción, la identidad y la propia naturaleza de la conciencia humana.