Aunque no hay un único autor que haya acuñado el término "modernidades espectrales", su desarrollo teórico se debe a múltiples contribuciones en el campo de los estudios culturales y literarios, con Jacques Derrida como una influencia temprana clave. Este autor en su obra "Spectres of Marx" (1993), es donde introdujo el concepto de "hauntology" (espectrología o hauntología), que examina cómo el pasado "espectral" persiste y afecta el presente.
Contrariamente a la idea de que la Modernidad fue un periodo histórico-social que en Occidente, antepuso la razón a la religión, existe amplia evidencia de que en ese período, lo sobrenatural y sus variaciones coexistían con la lógica.
El historiador irlandés Shane McCorristine, estudioso de lo oculto, secreto y misterioso, considera que estos aspectos normalmente vinculados a lo sobrenatural fueron en realidad fundamentales para que las personas, especialmente en las sociedades occidentales, se percibieran a sí mismas como "modernas".
El autor del ya clásico Spectres of the Self utiliza el concepto de "modernidades espectrales" para referirse "a la persistencia, adaptación y transformación de prácticas, creencias y representaciones vinculadas a lo sobrenatural dentro del contexto de la modernidad".
En la Introducción de su monumental obra en cinco tomos Spiritualism, Mesmerism and the Occult, 1800-1920. Mc Corristine desarrolla esta idea.
A continuación hago un examen explicativo del concepto tratando de ser lo más fiel posible al texto original.
Modernidades espectrales
En lugar de considerar estas manifestaciones como vestigios de un pensamiento premoderno que debería haber desaparecido con el avance del racionalismo y la ciencia, para Mc Corristine el término "modernidades espectrales" reconoce que lo espectral, lo mágico y lo oculto han coexistido y evolucionado junto con la modernidad. El pensamiento mágico y las creencias en lo sobrenatural continúan formando parte del entramado cultural y social de sociedades consideradas modernas.
La "Modernidad", en este contexto, se define como un proceso histórico y cultural caracterizado por el desarrollo del racionalismo, la ciencia, la industrialización y el pensamiento secular. Se asocia con el auge de las instituciones modernas, como el Estado-nación, la educación formalizada y el progreso tecnológico, así como con la transformación de las formas de conocimiento y experiencia. Sin embargo, lejos de ser un fenómeno homogéneo y lineal, la modernidad ha sido un espacio de tensiones, contradicciones y adaptaciones en el que lo tradicional, lo mágico y lo irracional no han desaparecido, sino que-por el contrario- han encontrado nuevas maneras de manifestarse e integrarse en la vida cotidiana.
El diálogo entre lo racional y lo oculto en el siglo XIX
Para el autor de Spectres of the Self, a lo largo del siglo XIX, el mundo occidental experimentó un auge tanto en la ciencia como en el pensamiento racionalista, pero también en el interés por lo oculto, lo paranormal y la magia. A diferencia de lo que argumentaban ciertas teorías evolucionistas del conocimiento que postulaban una línea progresiva de pensamiento donde la superstición debía ser erradicada por la razón, el fenómeno de las modernidades espectrales evidencia, según él, cómo lo mágico no solo sobrevivió sino que se reinventó dentro de la modernidad.
McCorristine nos explica que el espectáculo de magia de John Henry Anderson, (el "Mago del Norte" llamado así por su origen escocés), ilustra esta relación entre ciencia y magia, ya que su arte combinaba elementos de la química, la dinámica, la acústica, la óptica y la electricidad. Su espectáculo no era una simple remanencia del pensamiento mágico arcaico, sino una expresión de cómo lo mágico se integraba y reinterpretaba en la modernidad a través del entretenimiento y la tecnología emergente. Anderson era famoso por sus ilusiones espectaculares que combinaban ciencia y prestidigitación. Uno de sus trucos más célebres era "La bala atrapada", en el que aparentaba atrapar con los dientes una bala disparada desde un mosquete, un acto que desafiaba la lógica y la percepción del público. También realizaba elaboradas levitaciones y trucos con espejos que aprovechaban principios ópticos para crear ilusiones de desaparición y transformación. Anderson popularizó el uso de dispositivos mecánicos ocultos en el escenario, lo que le permitía realizar efectos de aparición y desaparición instantánea de objetos y personas. Además, empleaba la electricidad en algunos de sus actos, generando chispas y efectos lumínicos que asombraban a la audiencia y reforzaban la idea de que la magia y la ciencia podían entrelazarse en el espectáculo moderno.
Magia, espiritismo y fantasmagoría
Asimismo, el historiador nacido en Dublin asegura que la emergencia del espiritismo en el siglo XIX generó una curiosa inversión en la relación entre lo mágico y lo moderno. Mientras que los magos e ilusionistas comenzaron a desacreditar a médiums y psíquicos que afirmaban poseer habilidades sobrenaturales, curiosamente algunos de estos magos (por ej: Washington Irving Bishop y Harry Houdini) fueron acusados de poseer dones genuinos, evidenciando la ambigüedad y la permeabilidad entre el escepticismo racionalista y la fascinación por lo oculto.
Otro aspecto central de las modernidades espectrales para McCorristine es la relación entre el espiritismo y el género. Diana Basham en The Trial of Woman ha señalado cómo las mujeres, al actuar como médiums, podían hablar con autoridad y ser escuchadas en un ámbito donde tradicionalmente se les negaba una voz pública.
La académica Terry Castle, por su parte, ha analizado la "invención de lo inquietante" en la cultura de la Ilustración, mostrando cómo el auge de la fantasmagoría —espectáculos que recreaban apariciones espectrales mediante proyecciones y efectos ópticos— contribuyó a la persistencia de lo sobrenatural en la cultura moderna. A pesar de que estas tecnologías pretendían desenmascarar las ilusiones y explicar los fenómenos fantasmales, paradójicamente terminaron reforzando la experiencia emocional del encuentro con lo espectral. Esta paradoja refleja el núcleo de las modernidades espectrales: la coexistencia del escepticismo con la continua fascinación por lo sobrenatural.
Imaginación y percepción: el poder de lo intangible
Además de la teatralidad y la representación, otro aspecto clave de las modernidades espectrales , según McCorristine es el papel de la imaginación en la percepción de lo sobrenatural. La imaginación no solo era entendida como una facultad subjetiva, sino también como un medio para influir en la realidad. Desde la medicina temprana hasta el mesmerismo o doctrina del magnetismo animal del siglo XIX, se creía que la imaginación tenía efectos físicos tangibles y podía actuar a distancia, estableciendo una conexión entre la mente y fenómenos que escapaban a la explicación racional. Los debates sobre la imaginación en el mesmerismo contribuyeron a la formulación de preguntas fundamentales sobre la mente humana, la percepción y la relación entre el cuerpo y el espíritu, cuestiones que aún resuenan en la psicología moderna.
Lo sobrenatural como una dimensión integral de la experiencia contemporánea
El autor más adelante señala que el ocultismo no solo resistió la modernidad, sino que también contribuyó a la formación de nuevas epistemologías y subjetividades modernas
Para él, el espiritismo y otras prácticas sobrenaturales del siglo XIX fueron interpretadas de diversas maneras: como formas de resistencia al racionalismo extremo, como respuestas a la pérdida de estructuras religiosas tradicionales, o como manifestaciones de nuevas epistemologías que integraban el conocimiento intuitivo y la experiencia subjetiva en el estudio de la mente. McCorristine añade que la historiografía reciente ha enfatizado la necesidad de superar la dicotomía entre modernidad y superstición para comprender la continuidad y transformación de lo mágico en distintos contextos.
Siguiendo esta línea, el etnógrafo norteamericano David J.Hufford autor de The terror that comes in the night : an experience-centered study of supernatural assault traditions ha sugerido que la investigación sobre lo sobrenatural no debe limitarse a determinar si tales experiencias son verdaderas o falsas, sino a analizar las razones por las cuales las personas creen en ellas y cómo estas creencias estructuran su comprensión del mundo.
McCorristine culmina concluyendo que el ocultismo ha sido reinterpretado en la historiografía reciente como un fenómeno que no solo resiste la modernidad, sino que también la configura. Es así como el historiador Thomas Laqueur ha argumentado que el ocultismo desempeñó un papel central en la creación del "yo moderno", al ofrecer una alternativa a las epistemologías racionalistas y liberales que caracterizaron el pensamiento ilustrado. De manera similar, la historiadora canadiense Alison Butler ha señalado que la magia y las creencias esotéricas estuvieron ampliamente integradas en la sociedad victoriana, desafiando la idea de que lo oculto era una esfera separada de la modernidad.
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