"Estigmas" de Theresa Neumann
Publicación original: Skeptical
Inquirer; Julio, 2000
© 2000 Committee for the Scientific
Investigation of Claims of the Paranormal in association (CSICOP)
con The Gale Group & LookSmart. © 2000 Gale Group
De los supuestos poderes milagrosos, quizás ninguno esté más
notoriamente asociado con la santidad como los estigmas, las heridas de la
crucifixión de Cristo presuntamente reproducidas de forma espontánea en el
cuerpo de un cristiano. De hecho, un sondeo histórico mostró que cerca de una
quinta parte de los estigmatizados terminan siendo beatificados o canonizados
(Biot,1962,23).El año 1999 trajo un renovado interés en el supuesto
fenómeno. Entre las ofertas estuvieron la película "Stigmata" (que
hasta incluía una fugaz imagen de mi libro "Looking for a Miracle"
("Buscando un milagro" [Radford,1999] ); un pseudo-documental
televisivo de la Fox,
"Signs from God" ("Señales de Dios"), que presentó un
importante segmento sobre los estigmas; y la beatificación vaticana del Padre Pietro de Pietralcina,
estigmatizado italiano (CNN y Time,1999). Para un documental que se está
haciendo para la televisión, volví a considerar el tema.
UN FENÓMENO EN EVOLUCIÓN
Después de la muerte de Jesús, alrededor del año 29 ó 30 D.C., los estigmas tardarían casi doce siglos en aparecer, a menos que se tenga en cuenta una críptica referencia bíblica de San Pablo. En Galateos 6:17, escribió: "Llevo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús". Muchos estudiosos creen que San Pablo hablaba en forma figurada, pero en cualquier caso la declaración puede haber sido suficiente para provocar la imitación.
Después de la muerte de Jesús, alrededor del año 29 ó 30 D.C., los estigmas tardarían casi doce siglos en aparecer, a menos que se tenga en cuenta una críptica referencia bíblica de San Pablo. En Galateos 6:17, escribió: "Llevo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús". Muchos estudiosos creen que San Pablo hablaba en forma figurada, pero en cualquier caso la declaración puede haber sido suficiente para provocar la imitación.
Se considera a San Francisco de Asís
(1182-1226) como el primer estigmatizado; o, al menos, el primer
"verdadero" estigmatizado. Su tormento ocurrió sólo dos años
después de que un hombre de Oxford exhibiera las cinco heridas de la
crucifixión, en 1222. Ese hombre decía ser el hijo de Dios y el redentor de
la humanidad, pero fue detenido por impostor, ya que se concluyó que las
heridas habían sido auto-inflingidas.
En 1224, San Francisco, con algunos de sus
"discípulos", subió al monte Alverno en los Apeninos. Al cabo de 40
días de oración y ayuno, tuvo una visión de Cristo en la cruz, luego de la cual
recibió las cuatro heridas de los clavos y la perforación del costado. San
Francisco parece haber desatado un fenómeno de imitación, ya que la
publicación de su supuesto milagro fue seguida de varias apariciones de
estigmatizados "aun entre personas de mucho menos importancia religiosa
que San Francisco, y el fenómeno continúa ocurriendo sin interrupción desde
entonces", según el estudioso católico Herbert Thurston (1952,122-123).
Continúa:
"Lo que yo infiero es que el ejemplo de San Francisco
creó lo que he dado en llamar el "complejo de la crucifixión".
Una vez que los contemplativos vieron que era posible adaptarse físicamente a
los sufrimientos de Cristo llevando las marcas de Sus heridas en las manos, los
pies y el costado, se consolidó en muchos de ellos la idea de esta forma de
unión con el Divino Maestro. De hecho, se convirtió en una obsesión piadosa;
tanto que, en unos pocos individuos excepcionalmente sensibles, la idea
concebida en la mente se plasmó en la carne".
Thurston creía que la estigmatización se debía a los efectos
de la sugestión, pero los intentos experimentales para reproducir el
fenómeno, por ejemplo, utilizando la hipnosis, fueron infructuosos, excepto por
un caso relacionado que parece haber sido un engaño. (El psiquiatra informó que
brotaban lágrimas de sangre por debajo de los párpados del sujeto, pero una
fotografía muestra que emergen de la parte exterior de los ojos [ver Wilson,
1988]).
Conforme avanzaba el siglo XIII, empezaron a proliferar las
exhibiciones de estigmas, lo que una autoridad en la materia calificó como una
"especie de explosión" (Biot,1962,18). En los cien años que siguieron
a la muerte de San Francisco, hubo más de veinte casos. La tendencia continuó
en los siglos subsiguientes; para el año 1908, se registraban al menos 321
estigmatizados. No sólo eran invariablemente católicos, sino que más de un
tercio provenía de Italia y el resto mayormente de Francia, España y Portugal,
lo que demuestra que "los países católicos apostólicos romanos -en su
mayoría con influencia latina y mediterránea- han predominado en la historia de
los estigmas" (Harrison, 1994, 9; Wilson, 1988,10).
Sin embargo, el registro de estigmatizados del siglo XX
"muestra un cambio en el patrón". Italia predominó un poco menos y se
informaron casos en Gran Bretaña, Australia y los Estados Unidos"
(Harrison, 1994,9). Allí (en 1972), hubo una niña afroamericana de diez años
llamada Cloretta Robinson, bautista y por ende uno de los muy pocos casos de
cristianos no católicos que exhibieron estigmas (incluidos al menos tres anglicanos;
Harrison,1994, 9, 87).
Otra prueba de que los estigmas representan un fenómeno en
evolución proviene de la forma de las heridas. Curiosamente, las heridas
de San Francisco (excepto la herida del costado) "no eran heridas
sangrantes sino impresiones redondas y negras de las cabezas de los clavos
como grabadas en la carne" (Harrison 1994, 25). Desde entonces, aunque las
heridas sangrantes han sido típicas, ha habido enormes variaciones, lo que
demuestra "falta de semejanzas que sugirieran, siquiera remotamente,
réplicas de un único patrón original") (Wilson, 1988,63). Por ejemplo,
algunas heridas han sido cortes diminutos o en líneas rectas; otras, simples
cruces, marcas de cuchilladas múltiples, o sangrados (incluso en el caso de Teresa Neumann, con el tiempo las heridas fueron
cambiando de redondas a rectangulares, probablemente cuando supo cuál era la
verdadera forma de los clavos romanos. En algunos casos, no había lesiones
visibles debajo de los sangrados (o posiblemente ¡falsas aplicaciones!" de
sangre).(Wilson,1988,64; Harrison 1994,70; Nickell, 1999).
De igual modo, la herida en el costado (que representa el lanzazo
del soldado romano- Juan 19:34- ) ha aparecido en diferentes lugares, ya
sea a la derecha o a la izquierda, o bien con formas distintas (como abertura
lateral, semicircular, en forma de cruz, etc.) o no ha aparecido en absoluto.
Algunos estigmatizados han exhibido heridas en la frente (como si hubieran sido
causadas por una corona de espinas) ( Juan 19:2); otros, marcas en la espalda (representando
azotes, Juan 19:1) o raspaduras en el hombro (como de cargar una cruz) y así
sucesivamente, mientras que otros no las han exhibido. Incluso hay señales
simbólicas, como, por ejemplo, una "vívida cruz" que apareció dos
veces en la frente de la estigmatizada Heather Woods
(un fenómeno ya experimentado en el siglo XVII por la estigmatizada Jeanne des Anges). Y estigmas como "letreros en
la piel" (incluidos los nombres de José, María y Jesús) aparecieron y
reaparecieron en la mano izquierda de Des Anges (1602-1665) (Wilson 1988,
64,131-148; Harrison 1994, 2, 52).
Otra tendencia en la evolución del fenómeno (representada, por
ejemplo, por James Bruse, sacerdote de Virginia) es la ubicación de las
heridas de los clavos en las muñecas. Otros las han tenido mayormente en
las palmas de las manos, por lo que las marcas de Bruse en las muñecas
parecen ser instructivas. Como observa Harrison (1994,40), los estigmas
en las muñecas sólo aparecieron a partir de que la fotografía "reveló las
heridas allí ubicadas en el sudario de Turín". En realidad, mientras
que las manos en la figura del sudario están dobladas, de modo que se puede ver
una sola herida de salida, pareciera verse en la palma, aunque el flujo de
"sangre" se extiende hasta la muñeca, por lo que en apariencia la
herida estaría localizada allí" ( Nickell,1983). Los que creen en la
autenticidad del sudario (a pesar de la contundente prueba científica en su
contra, Nickell, 1998) tienen interés en dar a conocer el sitio de la
muñeca. Ellos apuntan a los experimentos con cadáveres que supuestamente
demuestran que los clavos en las manos no pueden soportar el peso de un
cuerpo y, por consiguiente, lo desgarrarían (Barbet, 1950). (Se han
encontrado restos de sólo una víctima de crucifixión del siglo I, de un hombre
llamado Jehohanan. Un raspón en el extremo inferior del radio derecho indica
que un clavo había penetrado entre el radio y el cúbito. Es interesante notar
que se había introducido un clavo a través de los huesos del talón de un
costado, lo que indica que a Jehohanan lo habían forzado a adoptar
"algo así como una posición de sentado", bastante diferente a la
imagen familiar de Jesús en el arte cristiano (Wilson,
1979,50,illus.fol.p.128).
En cualquier caso, si es verdad que la ubicación de la mano es
anatómicamente insostenible (a pesar de los evangelios, Juan 20:25-27 y Lucas
24:40) se podría argumentar que todos los estigmas en las manos son, por
consiguiente, falsos (un juicio que excluiría a la mayoría de los casos
reportados). Ciertamente, el cambio de ubicación hacia las muñecas (para
mantener una mirada moderna) no es sorprendente. Asimismo, los estigmatizados
de la Edad Media,
"se provocaban heridas que se correspondían con las pinturas de Cristo
sufriente que tenían a su alcance" (Harrison, 1994, 128). Del mismo modo,
la visión de la crucifixión de 1974 de Ethel Chapman, durante la cual se aduce
que aparecieron sus estigmas, "se basó en las ilustraciones de una Biblia
que le habían dado" ( Harrison, 1994,128; Wilson,1988,147). Tan sólida
conexión entre imágenes populares y la naturaleza de los estigmas es una
evidencia poderosa de que el fenómeno es imitativo.
PERFIL DEL ESTIGMATIZADO
Una mirada a los estigmas como un fenómeno en evolución también echa luz sobre las personas involucradas. El censo previamente mencionado de 321 estigmatizados revela "una interesante proporción de siete mujeres por hombre." No sólo eran casi todos Católicos Apostólicos Romanos, sino que "una proporción muy alta eran sacerdotes enclaustrados o monjas", como lo fue, claro, el primer estigmatizado, San Francisco, y estigmatizados del siglo XIII como la beata Helena de Veszprim (1237); Santa Cristina de Stommeln (1268); y otros (Harrison 1994, 10, 27-28; Wilson 1988, 131-133). De hecho, de los 321 estigmatizados, 109 provenían de la orden de los dominicos y 102 de los franciscanos: un porcentaje global de 66 por ciento proveniente de órdenes religiosas contra 34 por ciento de laicos (Biot 1962, 20).
Una mirada a los estigmas como un fenómeno en evolución también echa luz sobre las personas involucradas. El censo previamente mencionado de 321 estigmatizados revela "una interesante proporción de siete mujeres por hombre." No sólo eran casi todos Católicos Apostólicos Romanos, sino que "una proporción muy alta eran sacerdotes enclaustrados o monjas", como lo fue, claro, el primer estigmatizado, San Francisco, y estigmatizados del siglo XIII como la beata Helena de Veszprim (1237); Santa Cristina de Stommeln (1268); y otros (Harrison 1994, 10, 27-28; Wilson 1988, 131-133). De hecho, de los 321 estigmatizados, 109 provenían de la orden de los dominicos y 102 de los franciscanos: un porcentaje global de 66 por ciento proveniente de órdenes religiosas contra 34 por ciento de laicos (Biot 1962, 20).
Muchos estigmatizados (como San Francisco) parecen haber
tenido una juventud que podría definirse como notablemente "mundana",
antes de llegar a creer que habían sido llamados para servir a Dios. De joven,
San Francisco, hijo de un adinerado comerciante, era "alegre, aventurero,
generoso y popular" (Coulson 1958) y pasaba su tiempo libre en
"extravagancias hedonistas" (Jones 1994), y sus amigos hasta lo
coronaron "rey de los rebeldes" ("Francis" 1960). Él más
tarde declaró haber oído la voz de Cristo pidiéndole que reconstruyera una
iglesia, después de lo cual se dedicó de lleno al servicio religioso: adoptó la
vida de un ermitaño y creó luego la orden de frailes que lleva su nombre (los
franciscanos; Coulson 1958).
Entre otros que pasaron de mundanos a austeros puede incluirse a
la beata Angela de Foligno (1250-1309), quien se casó y tuvo varios hijos pero
los perdió a todos después de la muerte de su marido. Después de vender todas
sus posesiones, donó el dinero recaudado a los pobres y pasó a integrar la Tercera Orden de San
Francisco (Wilson 1988, 132). Otro ejemplo es el de Santa Catalina de Génova
(1447-1510), quien se casó a los dieciséis años, pasó "diez años de su
existencia en una búsqueda de placer hedonista", y luego, con su marido,
consagró su vida a la atención de enfermos en un hospital local (Wilson 1988,
133).
Un ejemplo más reciente es el del Padre James Bruse (el sacerdote
de Virginia con las heridas en las muñecas ya mencionado). Antes de su
ordenación, Bruse fue incluido en el Libro Guiness de Récords Mundiales
en 1978 por andar en montaña rusa durante cinco días seguidos. Se ordenó como
sacerdote católico al año siguiente pero, más tarde, advirtió que había caído
en la rutina. Entonces vinieron los sucesos "dramáticos" de 1991-1992
en los cuales no sólo experimentó los estigmas sino que descubrió estatuas que
lloraban en su presencia (Harrison 1994, 80-87).
Además, es característico de muchos (sino de la mayoría) de los
estigmatizados el padecimiento de una variedad de síntomas que "van desde
lo que se ha descrito como 'místico' a lo 'histérico" ' (Harrison 1994,
31). Tomemos lo histérico primero: Margarita del Bendito Sacramento (Marguerite
Parigot, 1619-1648) fue presa de "devastadores ataques claramente
diabólicos", mientras que Anna Maria Castreca (1670-1736) "se lanzaba
violentamente por el cuarto" y "su lenguaje y comportamiento"
volvían a ser "los de una niña", y en sus primeros años el Padre Pío
(1887-1968) fue "perturbado emocionalmente". Unos pocos
estigmatizados recibieron, supuestamente, la compañía de "apariciones fantasmales"
(poltergeist phenomena) (desórdenes atribuidos a "espíritus ruidosos"
pero que a menudo se trata de travesuras de adolescentes); entre ellos estaba
Johann Jetzer (c. 1483-c. 1515) y Teresa Helena Higginson (1844-1905) (Wilson
1988, 131-148).
La enfermedad es otra característica frecuente. Rene Biot, en su
"El enigma de los estigmas" (1962, 57), exclama con asombro:
"¡Cuántos estigmatizados han estado postrados!". Señala que Santa
Lidwina (d.1433) tenía tantas supuestas enfermedades que era "una especie
de museo patológico"; de hecho, "un museo de horrores". De forma
similar, Teresa Neumann experimentó períodos de convulsiones, ceguera, sordera,
mutismo, parálisis, etcétera; efectos que parecen haberse debido a hipocondría
histérica, o (lo que es más probable), directamente a falsedades, ya que los
supuestos malestares evadían el diagnóstico (Rogo 1982, 65-66; Nickell 1993,
227-228). Dadas así las cosas, un investigador notó los paralelos entre los
estigmas y el síndrome de Munchaussen (un trastorno emocional en que se
finge o provoca enfermedad) (Schnabel 1993).
Aun así, otros estigmatizados (Santa Verónica Giuliani (c.
1640-1727), Victoire Claire (c. 1808-1883), junto con muchos otros) a menudo
caían en estados de éxtasis (aparente trance que surge del fervor religioso).
Después de San Francisco, quien supuestamente recibió los estigmas a partir de
una visión de la crucifixión de Jesús, vinieron varios emuladores, incluso
Passitea Crogi quien, en el Domingo de Ramos de 1589, cayó en un éxtasis y
después describió una visión de Cristo golpeado y sangrante. Otros que
afirmaron haber recibido sus estigmas como consecuencia de visiones fueron
Johann Jetzer,Therese Neumann (1898-1962) y James Bruse.
Un gran número de estigmatizados fue bendecido, supuestamente,
con otros fenómenos sobrenaturales, incluidos los poderes de profecía y
sanación, levitación, bilocación (estar presumiblemente en dos lugares al mismo
tiempo), e inedia (supuesta habilidad de abandonar la ingesta de alimento).
Como ejemplo de esto último, Angela de Foligno (1250-1309), según se informó,
estuvo doce años sin comer. Después de muertos, se descubrió que los cuerpos de
algunos estigmatizados eran "incorruptibles" (no se descompusieron).
Además, la sangre de las heridas estigmáticas de PassiteaCrogi preservada en frascos supuestamente vuelve a licuarse en
ocasiones. (Wilson 1988, 131-148). Quizás sea innecesario decir que todo esto
no ha sido probado y puede atribuirse al folklore, a errores perceptivos y
malentendidos nacidos de la superstición y fraudes píos (Nickell 1993).
FRAUDES PROBADOS
Está bien establecido que muchos casos de estigmatizados fueron falsos. Por ejemplo, Magdalena de la Cruz, en 1543, enferma y temerosa de morir en el pecado, confesó que sus estigmas, inedia y otros fenómenos eran engaños deliberados. Otra, María de la Visitación, conocida como "la monja santa de Lisboa", fue acusada por una hermana religiosa que la vio pintándose una herida falsa en la mano. Aunque inicialmente fue defendida por médicos en 1587, fue llevada ante la Inquisición, donde le lavaron las heridas y la coloración desapareció; así, se pudo ver "la carne inmaculada" (Wilson 1988, 26).
Está bien establecido que muchos casos de estigmatizados fueron falsos. Por ejemplo, Magdalena de la Cruz, en 1543, enferma y temerosa de morir en el pecado, confesó que sus estigmas, inedia y otros fenómenos eran engaños deliberados. Otra, María de la Visitación, conocida como "la monja santa de Lisboa", fue acusada por una hermana religiosa que la vio pintándose una herida falsa en la mano. Aunque inicialmente fue defendida por médicos en 1587, fue llevada ante la Inquisición, donde le lavaron las heridas y la coloración desapareció; así, se pudo ver "la carne inmaculada" (Wilson 1988, 26).
Otro fraude fue el de Paula María Matarelli, quien no sólo
exhibió los estigmas sino que además "milagrosamente" hizo
aparecer hostias en su lengua. El Papa Pío IX
la acusó de fraude en forma privada; declaró que tenía la prueba en el cajón de
su escritorio y agregó: "Ha engañado a toda una multitud de almas pías y
crédulas" (citado en Wilson 1988, 42). Una condenación más pública le
aguardaba a Gigliola Giorgini (nacida en1933):
desacreditada por las autoridades de la Iglesia, en 1984 una corte italiana la condenó
por fraude (Wilson 1988, 42, 147).
La autenticidad de algunos estigmas puede cuestionarse a la luz
del carácter del místico. Por ejemplo, Teresa HelenaHigginson (1844-1905), una estigmatizada inglesa, fue despedida como
maestra por acusaciones de robo, embriaguez y conducta impropia. Y Berthe
Mrazek, una artista de circo nacida en Bruselas que se convirtió en
estigmatizada, fue primero considerada con seriedad, pero las dudas llegaron en
1924 cuando fue arrestada por fraude y e internada en un hospital
psiquiátrico (Nickell 1993, 223). Se debe considerar a otros estigmatizados
a la luz de su propensión al autocastigo y a la automutilación. Aquí se
incluye a la masoquista del siglo XIII Lukardis de Oberweimar, quien, antes de
exhibir los estigmas, "tenía el hábito de clavarse las uñas en la
palma de las manos" (Wilson 1988, 132)!.
Las circunstancias que rodean a los dos estigmatizados más
conocidos del siglo XX, Teresa Neumann y el Padre Pío (ambos mencionados
arriba), hacen dudar aún más sobre la autenticidad del fenómeno. Por ejemplo,
un profesor de apellido Martini dirigió una supervisión de Teresa Neumann y
observó que la sangre fluía de las heridas sólo en las ocasiones en que éste
era convencido a abandonar el cuarto "como si ella tuviera que
esconder algo para evadir la observación". Martini agregó: "Fue por
la misma razón que yo detestaba sus frecuentes manipulaciones por detrás de las
mantas (de la cama) levantadas" (hubo sospechas similares sobre sus
supuestas demostraciones de poderes de médium) (Wilson 1998, 53, 114-115).
En cuanto al Padre Pío, el clero Católico Apostólico Romano local
acusó a su monasterio de exhibirlo por dinero. Ciertamente, alrededor de
él se generó un culto y los mercachifles del pueblo les vendían a sus crédulos
discípulos supuestas reliquias que en realidad eran telas embadurnadas de
sangre de pollo. Algunos médicos creyeron que sus heridas eran superficiales
pero su comprobación era difícil debido a sus supuestos dolores y por
estar cubiertas de "espesas costras" de lo que se pensaba que era
sangre. Un distinguido patólogo enviado por la Santa Sede notó que más
allá de las costras faltaba "todo signo de edema, penetración o
enrojecimiento, aun cuando se las examinaba con una buena lupa". De
hecho, concluyó que la "herida" del costado no había penetrado la
piel en absoluto. Y mientras que en vida Pío siempre mantuvo ocultas sus
"heridas" (llevaba puestos unos mitones), a su muerte sólo había piel
inmaculada (Ruffin 1982, 146-154, 305).
Muchos estudiosos católicos han expresado escepticismo acerca de
la autenticidad de los estigmas. Uno fue un neuropsiquiatra que había observado
personalmente treinta casos de estigmatización y en ninguno de ellos "pude
eliminar, de manera absoluta y definitiva, algún tipo de acción
artificial" (citado en Biot 1962, 102-103). Aunque atribuyó la mayoría de
los casos más a la sugestión que al fraude, Herbert Thurston (1952, 100) no
encontró "ningún caso satisfactorio de estigmatización desde San Francisco
de Asís".
Thurston y otros defienden a San Francisco por su piedad y
carácter; sin embargo, su decidido afán de imitar a Jesús, su "inmensa
capacidad para el sacrificio" y el hecho de que fuera "hijo de la Iglesia hasta la
médula" (Coulson 1958, 188) pueden haberlo llevado a adoptar una pía
impostura (algo que a muchos les ha sido claramente imposible resistir).
UN CASO RECIENTE
"Señales de Dios", de la cadena Fox, difundió los supuestos milagros de la boliviana Katya Rivas, en cuyo repertorio no sólo hubo estigmas sino también la producción de un inusual "estado delta" en un EEG, escritura automática en idiomas que ella aducía no conocer y un "centelleo de luz" multicolor en una imagen de la Virgen de Guadalupe que había en su hogar. (Para una reseña ver Nickell 1999). El show fue conducido por el periodista australiano Michael Willesee, quien, durante un accidente aéreo en 1998, "volvió a abrazar la fe católica" en una conversión instantánea (Randi 1999).
"Señales de Dios", de la cadena Fox, difundió los supuestos milagros de la boliviana Katya Rivas, en cuyo repertorio no sólo hubo estigmas sino también la producción de un inusual "estado delta" en un EEG, escritura automática en idiomas que ella aducía no conocer y un "centelleo de luz" multicolor en una imagen de la Virgen de Guadalupe que había en su hogar. (Para una reseña ver Nickell 1999). El show fue conducido por el periodista australiano Michael Willesee, quien, durante un accidente aéreo en 1998, "volvió a abrazar la fe católica" en una conversión instantánea (Randi 1999).
Rivas sostuvo que había recibido un mensaje de Jesús en que le
decía que aunque ella no fuera a producir estigmas como se esperaba para el
Viernes Santo (el día en que los cristianos conmemoran la crucifixión de Cristo),
la paciencia sería recompensada. Un mensaje posterior anunció que la
estigmatización completa tendría lugar al día siguiente de Corpus Christi (una
fiesta católica que conmemora la
Eucaristía o la
Cena del Señor). La noche anterior al día en que debían
aparecer los estigmas, Rivas dio una muestra de su sangre como control,
porque se especulaba que la sangre de los estigmas podía no ser sólo de ella.
Llegado el momento señalado, se invitó a los incautos
espectadores a un evento que tenía toda la apariencia de haber sido organizado.
Rivas fue acostada, de una manera que recordaba a Teresa Neumann, y las
sábanas proporcionaban un amplio escondite si es que había trampa. Ningún
médico estaba presente. Michael Willesee hizo un examen superficial de las manos
y los pies de Rivas y se refirió a las cicatrices de los estigmas anteriores.
Estas se veían en sus pies pero no estaba muy claro si también había marcas
anteriores en las manos. (Esto es significativo a la luz del desarrollo de los
acontecimientos, como veremos).
Durante el sufrimiento, real o fingido, Rivas exhibió, primero,
marcas similares a pinchazos y sangrado en la frente (como causados por una
corona de espinas), aunque al parecer no en los costados o en la parte
posterior de la cabeza, lo que sugería que las marcas eran sólo para el
espectáculo. Luego se vio (posiblemente) una marca rosada en la palma izquierda
seguida por una cruz diminuta en el dorso de la mano que inicialmente no tenía
sangre. Luego surgieron "heridas" sangrientas en ambos lados de las
manos y los pies. Willesee usó algodones para obtener muestras de sangre para
el análisis. Nunca apareció ninguna herida lateral ni tampoco hubo otras marcas
de la crucifixión. Al final de la experiencia (o demostración), Rivas exhibió
los paroxismos de una agonía mortal imitativa de la crucifixión de Jesús.
Las heridas de Rivas nunca se vieron en el momento de su
surgimiento espontáneo; en cambio, se fueron mostrando en imágenes sucesivas
después de cada aparición, como ocurriría en caso de ser autoinfligidas
durante momentos de ocultamiento. Entre otros elementos sospechosos estaba la
discrepancia entre heridas de "entrada" y "salida" (las del
pie izquierdo no estaban alineadas). Además, las de las palmas y plantas de los
pies eran, hasta donde podía verse, sólo manchas de sangre.
Más aún, se podía distinguir que tales heridas no parecían
puntazos sino más bien cortes múltiples, incluida la cruz en el dorso de la
mano izquierda (figura 1) y una serie de cuchilladas encima de cada pie. Los
últimos estaban curiosamente en pares (ver figura 2) como si hubieran sido
causados por un instrumento de doble filo, como el anillo de bordes filosos
con forma de cáliz que Katia Rivas tenía puesto durante el evento.
Supuestamente, sólo 24 horas más tarde, la cámara grabó a
Willesee inspeccionando las heridas de Rivas. Al parecer, las de las palmas y
plantas del pie habían desaparecido completamente (pero no se las mostró
específicamente) y las marcas que permanecían parecían estar en un avanzado
estado de cicatrización. Willesee destacó el hecho como algo notable, aunque
otra interpretación es que la desaparición de algunas "heridas"
indicaba que nunca habían ocurrido en primer lugar, y que la mayoría de las
marcas (sino todas) eran viejos cortes de los estigmas previamente
falsificados.
Un elemento genuino del asunto fue la sangre misma, que, según se
probó con un análisis de ADN, provenía de Katya Rivas. Desgraciadamente para
Willesee, el periodista vendedor de milagros (quien insistió en que la sangre
podría ser de Cristo en forma parcial o total), se probó que la sangre sólo
era de Rivas.
Cuando me pidieron aparecer en un documental para televisión
sobre estigmas y discutir sobre el caso de Rivas, decidí experimentar de
antemano infligiéndome las heridas. Usé una afilada hoja de afeitar para
cortar una cruz en el dorso de mi mano izquierda. Esta herida superficial
sangró lo suficiente como para producir el efecto de una herida mayor (figura
3) e incluso (por transferencia) para causar una "herida" en la palma
(figura 4). Al día siguiente, esta última, por supuesto, había desaparecido, y
la cruz había empezado a cicatrizar. Hay ciertas preparaciones medicinales que
pueden aplicarse para promover la cicatrización y, como pude comprobar, cremas
cosméticas que por su poder de ocultamiento pueden en apariencia
adelantar la cicatrización o directamente eliminar la herida. [1]
Mi análisis del video que muestra la supuesta estigmatización de
Katya Rivas y los experimentos simples que realicé me persuadieron no sólo de
que sus estigmas no pudieron ser autenticados, sino que, de hecho (como otros
casos de supuestos fenómenos a lo largo de la historia), no pueden ser
diferenciados de fraudes píos.
Nota:
1) También descubrí que se puede producir el efecto contrario, al renovar el sangrado de un corte realizado muchas horas antes, pasándose agua oxigenada. Esto tiene implicaciones en los casos de estigmas en donde se informó que hubo sangrado por un período extenso, aunque hay muchas maneras de lograr tal efecto.
1) También descubrí que se puede producir el efecto contrario, al renovar el sangrado de un corte realizado muchas horas antes, pasándose agua oxigenada. Esto tiene implicaciones en los casos de estigmas en donde se informó que hubo sangrado por un período extenso, aunque hay muchas maneras de lograr tal efecto.
Referencias:
Barber, Pierre. 1950.
A Doctor at Calvary, edición francesa.;
traducción al inglés. Garden
City, N.Y.: Image Books, 1963, 103-120.
Biot, Rene.
1962. The Enigma of the Stigmata. New York: Hawthorn Books.
Coulson, John,
ed. 1958. The Saints: A Concise Biographical Dictionary. New York:
Hawthorn Books, 187-188.
"Francis of
Assisi, St." 1960. Enciclopedia Británica.
Harrison, Ted.
1994. Stigmata: A Medieval Phenomenon in a Modern Age. New York: St.
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