14.5.25

El legendario Dr. Elliotson 1° parte

 

 La que sigue es una reseña del artículo "La leyenda de Elliotson", publicado en 1911 en The British Medical Journal . Anon, "The Elliotson Legend", The British Medical Journal, Vol.2, No.2654, (11 November 1911), pp. 1313–1314.

A lo largo de la historia de la medicina —y de la ciencia en general— ha persistido una narrativa romántica: la del pionero incomprendido, perseguido o ridiculizado por una comunidad científica reacia al cambio. Esta imagen del "visionario" que desafía al consenso establecido, solo para ser castigado por su audacia, ha calado hondo en el imaginario popular. 

El caso de John Elliotson, un médico inglés del siglo XIX, es un ejemplo clásico de cómo se construye una leyenda de persecución, incluso cuando la evidencia contemporánea no respalda esa versión. Al igual que otras leyendas médicas, su figura ha sido deformada por la narrativa del mártir científico.

John Elliotson fue un médico londinense respetado, con una sólida formación académica y reconocido por sus contribuciones científicas y pedagógicas. Fue uno de los primeros en adoptar y defender el uso del estetoscopio, un instrumento que en su tiempo aún despertaba recelo entre algunos médicos ingleses conservadores- el instrumento médico había sido creado en 1816 por el médico francés René Laennec- .Esta actitud abierta hacia la innovación marcó su carrera, pero también lo condujo por senderos que finalmente erosionarían su credibilidad profesional.

La figura de Elliotson es fundamental para comprender los debates médicos del siglo XIX: en él confluyen el racionalismo científico, el interés por las terapias alternativas, y una fascinación creciente por los fenómenos del magnetismo animal, también conocido como mesmerismo.

El mesmerismo, propuesto por Franz Anton Mesmer a fines del siglo XVIII, postulaba la existencia de un fluido invisible que podía ser manipulado para curar enfermedades. Aunque en gran parte desacreditado por la medicina ortodoxa, el mesmerismo sobrevivía en ciertos círculos alternativos, y fue reactivado por figuras como Elliotson.

La Inglaterra del siglo XIX era un hervidero de cambios científicos, tecnológicos y filosóficos. En el campo de la medicina, se vivía una transición crucial desde las explicaciones mágicas y espirituales hacia una medicina más empírica y fisiológica. No obstante, en ese proceso quedaban amplios márgenes de ambigüedad. La psiquiatría aún era incipiente, la neurología estaba en pañales y las enfermedades mentales y nerviosas eran poco comprendidas.

Además, la era victoriana tenía una gran apertura hacia lo espiritual y lo místico. El espiritismo, las sesiones mediúmnicas, el hipnotismo y otras prácticas alternativas coexistían con la ciencia moderna. En este terreno híbrido, figuras como Elliotson podían moverse con cierta legitimidad durante un tiempo, hasta que el rigor científico se imponía y los dejaba al margen.



El estetoscopio y el falso mito de la persecución

Una de las primeras afirmaciones desacreditadas por el artículo es que Elliotson habría sido perseguido por introducir el estetoscopio en Inglaterra, nada menos que desde Francia. Un autor de la revista literaria English Review de 1910 sostuvo que el uso del estetoscopio por parte de Elliotson “provocó la ira de la Sociedad Médica, como cuerpo colectivo”, una declaración que es calificada en éste artículo como absurda.

De hecho, aunque algunos médicos británicos fueron lentos en adoptar este instrumento de origen francés, no hay evidencia contundente de que Elliotson haya sido perseguido por usarlo. Es más, su carrera temprana fue distinguida y respetada. Por tanto, la persecución no surgió de su práctica médica ortodoxa, sino de sus creencias y prácticas poco científicas posteriores, particularmente el mesmerismo y su asociación con médiums.

El mesmerismo y las hermanas O’Key

El episodio más infame de la carrera de Elliotson tiene como protagonistas a las hermanas O'Key, jóvenes que actuaban como médiums en sesiones organizadas por el propio médico en el University College Hospital. Estas mujeres mostraban fenómenos supuestamente sobrenaturales: convulsiones provocadas por metales, trances hipnóticos, clarividencia, transferencia de síntomas, y la capacidad de prever la muerte de pacientes mediante la aparición del espíritu de “Great Jacky”.

Elliotson estaba convencido de que estos fenómenos podían usarse como herramientas diagnósticas y terapéuticas. Lo que él veía como pruebas de una dimensión psíquica de la medicina, sus colegas lo consideraban una deriva supersticiosa e incluso peligrosa.

Uno de los puntos críticos fue cuando las hermanas aseguraron que podían prever la muerte de los pacientes viendo a “Jacky” sobre sus camas. Este tipo de espectáculo causó gran conmoción entre los enfermos y también entre los estudiantes del hospital, muchos de los cuales acudían más por curiosidad que por interés clínico.

 

La intervención de Wakley y el descubrimiento del fraude

El escándalo llegó a su clímax con la intervención de Thomas Wakley, editor de la influyente revista médica The Lancet y un férreo defensor del empirismo y la medicina basada en pruebas. En 1838 Wakley decidió poner a prueba las supuestas habilidades mediúmnicas de las hermanas O'Key mediante un experimento cuidadosamente diseñado para desenmascararlas.

El experimento consistió en verificar si una de las hermanas caía en convulsiones solo al ser tocada por níquel, y no por otros metales como el plomo. Elliotson había afirmado que esa era la reacción típica. En presencia del propio Elliotson, Wakley preparó la prueba:

  1. Le pidió a Elliotson que le diera discos de níquel y plomo supuestamente cargados con “magnetismo animal”.
  2. Sin que Elliotson se diera cuenta, Wakley le pasó el disco de níquel a un colega, quien lo guardó en su bolsillo y se alejó.
  3. Wakley tocó la mano de la médium únicamente con el plomo, pero un asistente previamente instruido murmuró en voz alta “¡Cuidado, no apliques el níquel con demasiada fuerza!”.
  4. Al escuchar esto, la médium cayó en convulsiones, convencida de que había sido tocada con níquel.

El éxito del engaño fue rotundo. Elliotson quedó impactado, pero se negó a aceptar la evidencia. Sostuvo que “de algún modo, el poder del níquel debía haber estado presente en la habitación”. Esta negación de los hechos incluso ante una demostración empírica fue el punto de quiebre.

Cuando The Lancet sus conclusiones, la reputación de Elliotson quedó gravemente dañada. Pero el golpe final fue al llevar a Elizabeth Okey a una sala del hospital, donde ella predijo que dos pacientes morirían pronto.Como resultado de este escándalo, las autoridades del University College Hospital prohibieron la práctica del mesmerismo en sus instalaciones. Elliotson, lejos de retractarse o someterse al criterio institucional, renunció a su cargo en el hospital. A partir de allí, su carrera entró en un declive progresivo. 

Con su reputación hecha trizas, Elliotson organizó demostraciones en su propia casa. Fundó la Enfermería Mesmérica de Londres para ofrecer esa práctica a pacientes de bajos recursos. Además, lanzó su propia revista, The Zoist A Journal of Cerebral Physiology & Mesmerism, and Their Applications to Human Welfare, para promover los tratamientos mesméricos.

Aunque continuó practicando como consultor durante algunos años, su reputación ya estaba profundamente afectada. Los médicos lo evitaban, y la comunidad científica lo consideraba un hombre que había sacrificado su juicio profesional en aras de una creencia infundada.

En lugar de corregir el rumbo, como lo haría más tarde otro pionero del mesmerismo —Jean-Martin Charcot, quien abandonó la hipnosis tras descubrir sus limitaciones y sesgos—, Elliotson se aferró a su fe en el magnetismo animal y las capacidades sobrenaturales de sus médiums.

La creación del mito

A pesar de los hechos, con el paso del tiempo surgió una narrativa alternativa: la del doctor Elliotson como mártir del pensamiento innovador, un adelantado incomprendido por una profesión conservadora. Esta visión fue alimentada por autores que, décadas después, reconstruyeron su biografía desde un lente favorable al esoterismo y las terapias alternativas.

Uno de estos defensores fue el psiquiatra ForbesWinslow, quien en una carta afirmaba que “Elliotson fue arruinado profesionalmente por intentar introducir la psicoterapia en Inglaterra”. Esta afirmación, aunque bien intencionada, confunde la psicoterapia moderna con el mesmerismo y la mediumnidad, que eran prácticas de base completamente distinta.

El artículo deja claro que Elliotson no fue perseguido por defender la psicoterapia —término que ni siquiera existía en el sentido actual—, sino por sustentar sus diagnósticos y tratamientos en fenómenos fraudulentos e indemostrables.

Elliotson fue, según sus contemporáneos, un hombre de buena fe, pero se convirtió en víctima de su propia necesidad de creer. Según el articulista anónimo su historia no debe ser ni exaltada como la de un héroe perseguido ni denigrada sin matices. Fue, más bien, la de un médico brillante que se extravió por caminos donde la pasión por "lo oculto" venció al juicio clínico.

No hay comentarios.: