1.5.25

Simios que hablan: imitando el lenguaje humano

 


El antropólogo Joel Wallman es autor del libro Aping Language (1992), un análisis crítico de los intentos que se hicieron por enseñar lenguaje a los simios a través de diversos experimentos que fueron ampliamente publicitados en su momento. Estos proyectos, aunque ambiciosos, tuvieron resultados limitados en términos de logros lingüísticos. En esencia, el texto profundiza en el polémico tema de si los simios pueden realmente aprender y usar un lenguaje, ofreciendo una perspectiva crítica sobre las investigaciones realizadas en este campo.

Primeros intentos: Proyectos de lenguaje hablado

El autor cuenta que durante la primera mitad del siglo XX , se llevaron a cabo alrededor de media docena de proyectos con el objetivo de otorgar activamente un lenguaje hablado a un simio o bien de observar la posible adquisición "natural" de un mono en un entorno doméstico humano. Los resultados lingüísticos en cada caso fueron desalentadores. Keith y Catherine Hayes (1951) que criaron a un chimpancé llamado Viki en un entorno doméstico durante seis años y medio, lograron el mayor éxito entre estos primeros proyectos. Al final de esa crianza doméstica del chimpancé, los Hayes lograron enseñarle a pronunciar "papa", "mama", "taza" y, con menos éxito, "arriba". Sin embargo, la articulación de Viki era pobre y había poca evidencia de que estas palabras tuvieran un significado simbólico, para ella.

Según el antropólogo norteamericano este fracaso mostró, que los simios no están neurológicamente equipados para el lenguaje hablado, ya que su sistema límbico, responsable de las emociones domina la vocalización de los monos, a diferencia de los humanos, cuyo neocórtex es clave para el lenguaje.

La chimpancé Washoe
 

Cambio de enfoque: El lenguaje gestual

Varios de los primeros investigadores ya habían notado la inclinación natural de los monos hacia los gestos. Este rasgo, junto con la bien conocida inclinación de los simios por la imitación, había llevado a Robert Yerkes, un estudioso del comportamiento primate, a especular en 1925 que se obtendría mayor éxito con un lenguaje gestual no vocal.

Debido a la falta de resultados en los estudios de Hayes y a las observaciones de Yerkes, Wallman señala que la mayoría de las investigaciones posteriores adoptaron una nueva estrategia. Este enfoque se centraba en aprovechar cualquier capacidad lingüística que los simios pudieran poseer, evitando al mismo tiempo la articulación vocal

El proyecto Washoe de Allen y Beatrice Gardner (1971, 1978), el proyecto Koko de Francine Patterson (1978, 1979) y el proyecto Nim de Herbert Terrace (1979; Terrace et al. 1979) fueron los principales proyectos de lenguaje de señas. Estos tres experimentos no diferían significativamente en su concepción (aunque el proyecto Koko se diferenciaba en que su sujeto era un gorila en lugar de un chimpancé). La idea en cada caso era proporcionar al animal un ambiente tan intelectualmente estimulante como el de un niño con juguetes, incluyendo la inmersión en el lenguaje. El lenguaje de señas norteamericano (ASL), el supuesto lenguaje de los proyectos, ofrecía al menos dos ventajas: (1) era compatible con la inclinación del simio por los gestos, y (2) como estándar de comunicación de los sordos norteamericanos, contaba con una población de usuarios humanos para fines comparativos.

De estos estudios, el de Washoe fue el primero y el más influyente, ya que los proyectos posteriores fueron explícitamente influenciados por él en cuanto a concepción y método

Washoe aprendió a usar varios signos, y los Gardner afirmaron que estos tenían un significado referencial, aunque algunos críticos argumentaron que los signos podrían ser simplemente respuestas condicionadas para obtener recompensas.

Otros proyectos notables incluyeron el de Koko, una gorila entrenada por Francine Patterson (1978, 1979), y el de Nim, un chimpancé estudiado por Herbert Terrace (1979). Aunque estos proyectos reportaron avances en la capacidad de los simios para usar signos, surgieron dudas sobre si los animales realmente comprendían el significado simbólico de los gestos o simplemente los repetían para obtener recompensas.

Lenguajes visuales inventados para los experimentos

El autor del libro señala que hubo tres proyectos importantes de este tipo: Sarah, LANA y Kanzi.
 
Proyecto Sarah: El psicólogo norteamericano David Premack (1976) utilizó fichas de plástico para enseñar a una chimpancé llamada Sarah a "construir" oraciones en un tablero magnético. Aunque Sarah aprendió a combinar las fichas que representaban varios objetos, atributos y acciones para formar secuencias en un tablero vertical , se cuestionó si estas tenían un significado simbólico para ella o si eran simplemente respuestas mecánicas a estímulos.
 
Proyecto LANADuane Rumbaugh y Sue Savage-Rumbaugh entrenaron a una chimpancé  (1977) que también usó un lenguaje creado especialmente para el estudio. El medio físico de este lenguaje era un vocabulario de símbolos abstractos, llamados lexigramas, dispuestos en un conjunto de botones conectados a una computadora dentro de la jaula de Lana, su sujeto chimpancé. Lana podía obtener incentivos deseados de sus compañeros humanos o de dispensadores controlados por computadora al presionar lexigramas en la secuencia adecuada, dictada por la gramática del lenguaje inventado para el proyecto. Aunque Lana mostró cierta capacidad para combinarlos, se argumentó que sus "oraciones" eran en gran medida secuencias memorizadas sin un verdadero entendimiento gramatical.
 
 
Proyecto Kanzi: El sujeto principal de un proyecto posterior de Savage-Rumbaugh (1994) fue un bonobo o chimpancé pigmeo . Los lexigramas que habían sido diseñados para el entrenamiento de lenguaje de Lana también se utilizaron en este proyecto, aunque Kanzi a diferencia de los sujetos anteriores, adquirió lexigramas de manera espontánea, observando a los entrenadores enseñar a su madre Matata. El proyecto Kanzi es el único de los proyectos de lenguaje de simios mencionados aquí que sigue operativo y generando artículos en revistas científicas. Savage-Rumbaugh argumentó que Kanzi mostraba una comprensión más profunda del lenguaje, aunque ciertos críticos señalaron que la mayoría de sus expresiones seguían siendo solicitudes instrumentales, similares a las de otros simios. Eso indicaría un avance significativo en la comunicación, pero no en sus habilidades lingüísticas. (Nota:escribiendo este artículo me enteré de la sorpresiva muerte reciente de Kanzi)

Para Wallman los logros reivindicados en cada uno de estos experimentos no vocales no difirieron significativamente, excepto el proyecto Koko de Patterson, que informó que su gorila producía no solo las declaraciones y preguntas mundanas que informaron los otros proyectos, sino también juegos de palabras, mentiras y metáforas (1980). Todos los estudios hicieron comparaciones explícitas entre la destreza lingüística de sus sujetos y el rendimiento de un niño pequeño típico, y la mayoría de los investigadores afirmaba haber inculcado o descubierto una competencia lingüística equivalente a la de un niño de dos o tres años.

Conclusiones sobre el proyecto LANA

Para Wallman, el proyecto Lana fue un experimento innovador, pero tuvo fallas en su método y en su concepción. Asegura que hay poca evidencia de que los lexigramas (símbolos gráficos) que Lana usaba tuvieran un significado claro para ella. En cambio, parece que sus secuencias de lexigramas eran frases memorizadas, un conjunto limitado de expresiones preestablecidas que usaba en diferentes contextos, cambiando algunos de ellos según la situación o los entrenadores presentes. Además, los casos en los que se sugirió que Lana innovaba intencionalmente en sus construcciones podrían ser simplemente resultados aleatorios. La idea de que ella entendía principios gramaticales también es cuestionable, ya que el uso de colores en las teclas no es claro.

Esta interpretación crítica del comportamiento de Lana es respaldada incluso por algunos de los investigadores que trabajaron en el proyecto. En años recientes, Rumbaugh y Savage-Rumbaugh han reevaluado el proyecto Lana, comparándolo con su trabajo más reciente, el cual consideran que supera los errores del pasado. Ahora reconocen que el proyecto tenía defectos, especialmente por asumir, sin pruebas suficientes, que los lexigramas eran símbolos con significado para Lana, en lugar de simples asociaciones entre estímulos y respuestas. 

Conclusiones sobre el proyecto Sarah

 Wallman afirma que aunque Sarah aprendió a usar símbolos (o "chips") y resolvió ciertos problemas, sus habilidades no demostraron un dominio real del lenguaje. Sus construcciones no mostraban la capacidad de transformar frases en diferentes formas o estructuras, algo esencial en los lenguajes humanos. Además, rara vez aplicaba lo aprendido en un contexto a otro diferente, y casi no combinaba elementos simples y complejos dentro de una misma frase, una característica clave del lenguaje humano.

Sin embargo, el autor aclara que estos límites no son culpa de Sarah, ya que su sistema de entrenamiento era muy restringido: solo podía usar los chips específicos de cada sesión, lo que le impedía demostrar habilidades sintácticas de manera espontánea. Esto hace poco probable que Sarah entendiera que sus acciones o las de su entrenador tuvieran un propósito comunicativo. Además, el enfoque limitado de cada sesión y las pocas opciones disponibles sugieren que Sarah podría haber memorizado respuestas correctas en lugar de comprender el significado de los símbolos.

El antropólogo muestra que estudios comparativos respaldan la idea de que los logros de Sarah no eran lingüísticos. Por ejemplo, personas con graves problemas de lenguaje, como adultos con afasia o niños con trastornos del desarrollo, han aprendido sistemas similares al de Sarah. Esto indica que las habilidades necesarias para usar estos sistemas no son las mismas que las requeridas para el lenguaje humano.

Finalmente, David Premack, el investigador que trabajó con Sarah, reconoció las diferencias clave entre el desempeño de Sarah y el lenguaje humano. Premack explica que ella solo sustituía símbolos en estructuras fijas, en lugar de crear relaciones transformacionales entre estructuras, algo fundamental en la sintaxis del lenguaje natural. En resumen, aunque Sarah mostró habilidades impresionantes, estas no equivalen a un verdadero entendimiento o uso del lenguaje.

 

Palabras y oraciones 

El autor del libro aclara que cualquier comparación entre los logros lingüísticos de los simios utilizados en los experimentos y los de los niños debe incluir, al menos, estas dos preguntas: ¿Tienen palabras? y ¿Tienen oraciones? A estos interrogantes el autor del libro dedicará los capítulos 5 y 6 de su análisis.
 
El capítulo referido a las palabras explora el desarrollo de la capacidad lingüística en los niños y los simios, centrándose en el concepto de referencia (el uso de palabras para señalar o nombrar objetos). En los niños, la referencia no está presente al nacer, pero emerge de manera natural después del primer año, sugiriendo que es una habilidad innata de la especie humana. Sin embargo, no hay mucha evidencia de que esta capacidad ocurra de forma natural en otras especies.

En cuanto a los proyectos de lenguaje con monos, para el autor, los resultados no contradicen esta idea, Los símbolos y gestos producidos por los simios son fundamentalmente diferentes a los de los humanos. Muchos de los gestos que usan podrían ser parte de su comportamiento natural en lugar de símbolos lingüísticos aprendidos. Además, Wallman  asegura que afirmaciones como la de Savage-Rumbaugh sobre que el bonobo Kanzi descomponía palabras en fonemas carecen de sustento, y los intentos de los Gardner por demostrar que los simios entendían los componentes de los signos del lenguaje de señas (ASL) tienen fallas metodológicas. La limitada destreza física de los simios también dificulta la articulación de ciertos elementos distintivos en los gestos, lo que lleva a una "homogeneización" de su vocabulario, donde muchos signos solo pueden distinguirse por el contexto.

Joel Wallman concluye que aunque los simios pueden formar conceptos similares a los humanos, hay una clara diferencia entre los conceptos y su expresión lingüística. Los símbolos de los monos parecen ser más performativos (acciones efectivas) que referenciales (con significado). Su comportamiento está ligado a estímulos específicos y carece de referencia desplazada (la capacidad de hablar sobre cosas que no están presentes), lo que respalda la idea de que sus acciones son más hábitos aprendidos que comunicación significativa.

El autor analizó el trabajo experimental de Savage-Rumbaugh y sus colegas sobre la comunicación referencial en simios , pero las interpretaciones de sus resultados no son concluyentes. Aunque Kanzi muestra el mejor ejemplo de uso referencial de símbolos aprendidos por un simio, su comportamiento sigue siendo más instrumental (enfocado en obtener algo) que lingüístico, lo que lo acerca más a otros simios que a los niños en términos de uso del lenguaje.

Concluye el capítulo diciendo  aunque los simios pueden aprender a usar símbolos de manera efectiva, su capacidad lingüística dista mucho de la de los humanos, especialmente en lo que respecta a la referencia y el significado.

El capítulo referido a las oraciones explora la sintaxis (las reglas que gobiernan cómo se combinan los elementos en un sistema de representación, como el lenguaje) y compara las habilidades sintácticas de los niños con las de los simios en los proyectos de lenguaje. Se define la sintaxis como un conjunto de reglas que especifican cómo se relacionan los elementos en un sistema, y se discute si las categorías gramaticales en los niños son de naturaleza semántica o puramente sintáctica.

En los lenguajes humanos, como el inglés, el orden de las palabras es crucial para indicar roles semánticos (quién hace qué), mientras que otros idiomas usan inflexiones (cambios en las palabras) o una combinación de ambos. En el caso de los simios que aprendieron lenguaje de señas (ASL), las críticas iniciales se centraron en la falta de regularidad en el orden de sus señas. Los investigadores respondieron argumentando que los simios sí seguían un orden y que usaban alternativas específicas del ASL para expresar relaciones semánticas.

Sin embargo, se demostró que los simios no seguían un orden gramatical consistente. Sus supuestas "reglas" eran en realidad hábitos léxicos o imitaciones de las señas de sus entrenadores. Además, aunque el ASL tiene un orden canónico (sujeto-verbo-objeto, como en inglés), los simios no mostraban evidencia de usar este orden de manera sistemática. Tampoco había pruebas sólidas de que los simios adquirieran las modulaciones gramaticales del ASL. Por ejemplo, las combinaciones de lexigramas (símbolos) que usaba Kanzi carecían de estructura gramatical y a menudo consistían en un lexigrama acompañado de gestos manuales, sin una construcción sintáctica clara.

En contraste, los niños que aprenden ASL muestran un uso temprano y consistente de reglas gramaticales, como el orden de las señas y la concordancia espacial de los verbos, incluso antes de los tres años y medio. Mientras que los simios parecen combinar señas de manera mecánica, los niños demuestran una comprensión profunda de las relaciones semánticas y sintácticas.

Wallman agrega que los estudios sobre la capacidad sintáctica de los simios, como los de Washoe, Air y Kanzi, fueron revisados, y se concluyó que los resultados no respaldan las interpretaciones de los investigadores. Por ejemplo, las respuestas de los simios a preguntas complejas o su capacidad para describir objetos no demostraron un entendimiento real de la sintaxis.

Finalmente, se critica a los defensores del lenguaje de los simios por enfocarse en criterios mecánicos y cuantificables, ignorando las diferencias fundamentales entre el lenguaje humano y el comportamiento de los simios. Aunque los simios pueden imitar ciertos aspectos del lenguaje, su capacidad no se equipara a la de los niños, que desde el principio muestran un uso creativo y estructurado del lenguaje. El autor concluye que mientras los simios pueden aprender a usar símbolos de manera efectiva, su comprensión y uso de la sintaxis dista mucho del lenguaje humano.

Comparaciones con el desarrollo lingüístico humano

Este capítulo comienza analizando posibles explicaciones para la ausencia de lenguaje en los primates no humanos en la naturaleza y su incapacidad para adquirirlo en cautiverio. Wallman concluye que ni las deficiencias del entorno pedagógico ni la falta de inteligencia son respuestas convincentes. Esto sugiere, según él, que el lenguaje es una función única de la biología humana, y se presentan argumentos basados en la adquisición del lenguaje en niños para respaldar la idea de que el lenguaje es innato .

Los estudios comparativos entre simios y niños han revelado diferencias significativas. Mientras que los niños desarrollan rápidamente la capacidad para usar palabras de manera referencial y combinar palabras en oraciones gramaticales, los simios tienden a usar signos de manera instrumental, principalmente para obtener recompensas. 

Además, los infantes muestran una clara progresión en el uso del lenguaje, desde palabras aisladas hasta oraciones complejas, mientras que los simios parecen estancarse en un nivel básico de comunicación.

En el capítulo siguiente analiza las características de la comunicación natural de los primates y las compara con el lenguaje humano, destacando las diferencias fundamentales entre ambos sistemas. El autor concluye que la comunicación natural de los primates no humanos es principalmente instintiva, emocional y multisensorial, con poca o ninguna capacidad para el control consciente, la referencialidad o la sintaxis compleja. En cambio, el lenguaje humano se evidencia como un sistema de comunicación altamente evolucionado y basado en el aprendizaje, la referencia y la estructura sintáctica.

Conclusiones del autor 

Aunque los proyectos de lenguaje con simios han aportado datos importantes sobre sus habilidades cognitivas, la evidencia indica que no logran alcanzar el nivel de competencia lingüística de los humanos. Los simios pueden aprender a usar signos o símbolos para comunicarse, pero su capacidad lingüística está limitada por factores neurológicos y cognitivos. Además, la falta de acuerdo sobre qué se considera "lenguaje" complica la evaluación definitiva de estos experimentos.

Para Wallman estos estudios han ayudado a entender mejor las diferencias entre la comunicación humana y la de otros primates, destacando la complejidad única del lenguaje humano y su papel clave en nuestra identidad como especie. Sin embargo, también han generado cuestionamientos éticos sobre cómo se realizan estos experimentos y el bienestar de los animales involucrados.

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