20.4.25

El caso de Phineas Gage y la lobotomía

 

 

El caso de Phineas Gage, un trabajador ferroviario que sobrevivió a una grave lesión cerebral en 1848 cuando una barra de hierro atravesó su cráneo y dañó sus lóbulos frontales, ha sido citado durante mucho tiempo como un pilar en la historia de la neurociencia. Como señalara el destacado psicólogo australiano Malcolm Macmillan, su caso fue importante para el desarrollo de la neurología, pero su influencia en el desarrollo de los procedimientos que se llevaron a cabo a principios y mediados del siglo XX, conocidos como lobotomías frontales, por figuras como Egas Moniz, Walter Freeman y James Watts, ha sido prácticamente inexistente.

En su artículo titulado Phineas Gage's contribution to brain surgery publicado en el Journal of the History of the Neurosciences, el académico afirmaba que algunas interpretaciones erróneas han llegado a conectar el caso de Gage con las intervenciones quirúrgicas que los neurocirujanos Burckhardt y Puusepp implementaron en pacientes psiquiátricos entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Para el autor, tales aseveraciones no tienen fundamento porque no existe ninguna prueba de que estas cirugías tuvieran como objetivo replicar las secuelas que el accidente provocó en Gage, ni que el conocimiento de lo ocurrido al paciente influyera en su justificación. 

Burckhardt

En su libro An Odd Kind of Fame: Stories of Phineas Gage , Macmillan explica que la cirugía para tratar lo que antes se llamaba "locura" comenzó a desarrollarse poco después de las primeras operaciones cerebrales realizadas para extraer tumores. Al principio, estas intervenciones se centraban en problemas concretos y bien definidos, como alucinaciones visuales causadas por un trozo de hueso fracturado del cráneo que presionaba sobre el cerebro. Sin embargo, añade, el psiquiatra suizo Gottlieb Burckhardt fue más allá y trató de usar la cirugía para aliviar los síntomas graves de pacientes con serios trastornos mentales, que hoy probablemente diagnosticaríamos como esquizofrenia u otras enfermedades similares.

Continúa Macmillan diciendo que Burckhardt realizó seis cirugías con el objetivo de evitar que las alucinaciones que experimentaban estos pacientes desencadenaran comportamientos violentos o agresivos. Para lograrlo, intentó crear una especie de "corte" o "trinchera" en el cerebro que separara las áreas encargadas de procesar las sensaciones (sensoriales) de las que controlan los movimientos (motoras). Su razonamiento se basaba en el conocimiento que tenía sobre cómo diferentes funciones del cerebro están distribuidas en regiones específicas.

A pesar de esto, solo una de las seis cirugías involucró los lóbulos frontales del cerebro. Burckhardt explicó que eligió intervenir entre las áreas sensoriales y motoras y el cerebro anterior porque creía que ciertos síntomas mentales asociados con la parálisis general progresiva (una enfermedad que afecta tanto el cuerpo como la mente) estaban localizados en esa parte del cerebro. Sin embargo, nunca mencionó el caso de Phineas Gage ni lo usó como justificación para sus decisiones quirúrgicas. Tampoco hizo referencia a Gage en otros contextos relacionados con su trabajo.

Su enfoque estaba basado en su conocimiento científico sobre el cerebro y no en casos históricos como el de Gage, concluye el autor.

Moniz

Egas Moniz, un neurólogo portugués, desarrolló el procedimiento conocido como leucotomía (posteriormente llamado lobotomía). Para Macmillan , su decisión de operar en los lóbulos frontales fue influenciada por el caso de Joe A., un paciente con un tumor masivo en los lóbulos frontales cuyo comportamiento se volvió menos reprimido después de la cirugía, pero que mantuvo la mayoría de sus funciones cognitivas.Otro factor que influyó a Moniz fue la investigación de Fulton y Jacobsen, quienes observaron una tolerancia reducida a la frustración en chimpancés tras lobectomías bilaterales en los lóbulos frontales. Estos hallazgos llevaron a Moniz a hipotetizar que intervenciones similares podrían aliviar la ansiedad y otros síntomas psiquiátricos en humanos. Una vez más, Gage no fue mencionado en las discusiones sobre estos desarrollos.

Freeman y Watts

El autor del paper señala que Walter Freeman y James Watts mencionaron brevemente a Gage en la introducción a la primera edición de su libro de 1942 sobre psicocirugía, describiéndolo como "el caso más famoso" de lesión en los lóbulos frontales que causaba "síntomas mentales". Sin embargo, no proporcionaron detalles sobre la condición de Gage, y esta breve mención fue omitida en la segunda edición de 1950.

Mas adelante cuenta que, durante una conferencia de prensa en 1936, Freeman invocó a Gage únicamente como una táctica de distracción para ganar tiempo y evitar proporcionar a uno de los periodistas los detalles que ya había compartido con otro.
 

Consenso científico sobre la irrelevancia de Gage

Macmillan nos cuenta que en la reunión de 1930 de la Asociación para la Investigación en Enfermedades Nerviosas y Mentales, se debatieron por primera vez las consecuencias de la cirugía cerebral radical en varios pacientes, incluyendo a Joe A. Solo un asistente preguntó sobre la pertinencia del caso de Gage en relación con los cambios observados tras la remoción del lóbulo frontal, y se le respondió con prontitud que no era posible establecer ninguna comparación. Quince años después, en la reunión de 1947, a la que asistieron nuevamente todos los presentes en 1930, nadie mencionó a Gage.

La naturaleza de la lesión de Phineas Gage —un accidente traumático que involucró daños extensos en los lóbulos frontales— era fundamentalmente diferente de las lesiones quirúrgicas dirigidas creadas durante las leucotomías (Moniz)  o lobotomías (Freeman). Debemos deducir, por tanto, que su caso ofreció poca información práctica sobre los resultados de estos procedimientos.

¿Por qué  persiste la creencia de que el caso de Gage inspiró la lobotomía?

Para Malcolm Macmillan , la idea de que el accidente trágico de Gage allanó el camino para avances médicos revolucionarios encaja perfectamente en una narrativa más amplia de progreso en neurociencia y medicina. Tales historias son cautivadoras, pero a menudo carecen de precisión histórica.

Además subraya que las narrativas populares tienden a agrupar todos los casos de daño en los lóbulos frontales bajo un mismo concepto, ignorando los contextos específicos y las justificaciones detrás de cada innovación quirúrgica.Concluye el autor afirmando que los procedimientos ideados por Burckhardt, Moniz, Freeman y Watts se basaron en observaciones clínicas contemporáneas y datos experimentales, no en precedentes históricos. Como enfatiza el autor, la creencia de que Gage influyó significativamente en estos pioneros es un mito arraigado en la simplificación excesiva y la narrativa retrospectiva.

12.4.25

Sirenas y tritones durante el Siglo de las Luces

 


Grabado coloreado a mano de 1817 por John Paas, 'Sirenas Exhibidas Sucesivamente en los Años 1758, 1775 y 1795

Durante gran parte del siglo XVIII, los intelectuales occidentales se dedicaron a la búsqueda de tritones y sirenas. El historiador Vaughn Scribner estudia esta búsqueda y revela cómo estos supuestos ancestros acuáticos de la humanidad se convirtieron en extraordinarios objetos donde proyectar teorías sobre diferencias geográficas, raciales y taxonómicas.  El artículo original en inglés está acá .

Sobre el autor:  Vaughn Scribner es profesor asociado de historia británico-americana en la Universidad de Arkansas Central. Es autor de Inn Civility: Urban Taverns and Early American Civil Society (2019) y Merpeople: A Human History (2020). En la actualidad está trabajando en su tercer libro —Under Alien Skies: The Climate of War in Revolutionary America— el cual será la primera monografía de extensión completa sobre historia ambiental de la Revolución Americana.

 

El 6 de mayo de 1736, el sabio multidisciplinario Benjamín Franklin comunicó a los lectores de su Pennsylvania Gazette el avistamiento en Bermuda de un "monstruo marino" cuya "parte superior era semejante en forma y tamaño a un niño de doce años, de cabellera negra y larga, mientras la inferior recordaba a un pez". Al parecer, su "semblante humano" convenció a los captores de perdonarle la vida. De manera similar, la Providence Gazette de 1769 narraba cómo tripulantes de un navío inglés frente a Brest (Francia) vieron "un ser marino con apariencia humana" circundando su barco, deteniéndose ante "la efigie de una hermosa mujer que adornaba nuestra proa". El capitán, el piloto y los "treinta y dos hombres de la tripulación" avalaron el relato.1

Estos casos ejemplifican lo que cualquier británico de la temprana modernidad hallaría en la prensa. Su mera publicación es reveladora: intelectuales como Franklin juzgaban tales encuentros suficientemente verosímiles para divulgarlos en periódicos influyentes. Así, impresores y autores alimentaban una narrativa de lo maravilloso. Imagínese a un londinense leyendo su gaceta (acaso en la Mermaid Tavern —Taberna de la Sirena—) sobre nuevos avistamientos de sirenas: su escepticismo bien pudo transmutarse en curiosidad.2

Los debates filosóficos sobre tritones y sirenas demuestran cómo lo maravilloso se integraba en la indagación sobre los orígenes humanos. Naturalistas analizaban estos híbridos con rigor metodológico, llegando a postular su existencia real como prueba de un pasado acuático del hombre. Como con otros hallazgos de sus expediciones, los eruditos europeos aplicaron teorías de diferencia racial, biológica, taxonómica y geográfica para ubicar —a través de estos seres— la posición humana en el orden natural.3


 "Una 'curiosa y sorprendente Ninfa... capturada en el Año 1784, en el Golfo de Stanchio', y exhibida en la Gran Sala de Spring Gardens, Londres, en 1795." (Reproducida con permiso de los Archivos Metropolitanos de Londres, Ciudad de Londres.)

 La mezcla de curiosidad y expansionismo occidental se plasma de manera vívida en el interés por los seres marinos humanoides. Acaudalados y sociedades eruditas patrocinaron expediciones de naturalistas, botánicos y cartógrafos al Nuevo Mundo, ansiosos por ampliar los horizontes del conocimiento humano. Las cada vez más numerosas investigaciones sobre sirenas y tritones no solo mostraban una fascinación creciente por lo prodigioso, sino que —de forma crucial— evidenciaban la transformación radical de la metodología científica en dos siglos.

Lejos de limitarse a textos clásicos y testimonios dudosos, los naturalistas dieciochescos emplearon herramientas "modernas": redes epistolares globales, publicaciones académicas, viajes transatlánticos, protocolos para preservar especímenes y sociedades científicas, todo para estudiar racionalmente lo que muchos tildaban de quimérico. Así, toda una generación de eruditos simultáneamente perpetuó y cuestionó el ideal ilustrado de racionalidad, aplicando métodos rigurosos al estudio de estos enigmáticos seres. Filósofos como Cotton Mather, Peter Collinson, Samuel Fallours, Carl Linnaeus y Hans Sloane desafiaron —para sus coetáneos y para nosotros— las fronteras entre ciencia, naturaleza y humanidad. Dicho crudamente: las mentes más preclaras del XVIII dedicaron años a perseguir sirenas por el orbe.4

La Royal Society londinense fue piedra angular en esta empresa, funcionando a la vez como archivo y laboratorio de ciencia legítima. Sir Robert Sibbald, eminente médico y geógrafo escocés, conocía bien la sed de descubrimientos de la institución. El 29 de noviembre de 1703 escribió a Sir Hans Sloane, entonces presidente, anunciando que había documentado criaturas anfibias escocesas —incluyendo grabados calcográficos— que deseaba dedicar a la Sociedad. Sabedor de su interés por la vanguardia científica, Sibbald destacaba haber "incorporado diversos registros e ilustraciones de animales anfibios acuáticos, y de algunos híbridos, como las sirenas avistadas ocasionalmente en nuestros mares".5 He aquí a dos gigantes intelectuales del Setecientos discurriendo con seriedad académica sobre seres mitológicos.


 Ilustración de 'Pesce Donna' (Pez Mujer) de la obra de Giovanni Antonio Cavazzi titulada 'Istorica descrizione de' tre' regni Congo, Matamba, et Angola' (Una descripción histórica de tres reinos: Congo, Matamba y Angola), 1687 

 

El 5 de julio de 1716, Cotton Mather dirigió una carta a la Royal Society londinense —gesto habitual en el naturalista bostoniano, acostumbrado a compartir sus observaciones científicas. Pero el contenido era singular: bajo el título "Un Tritón", la misiva revelaba su auténtica fe en la existencia de seres marinos humanoides. El miembro de la Royal Society confesaba que, hasta poco antes, consideraba a tritones y sirenas tan ficticios como "centauros o esfinges". Había recopilado decenas de testimonios históricos, desde el griego Demóstrato —que vio un "Tritón disecado... en Tanagra"— hasta las afirmaciones de Plinio el Viejo. Pero dado que "los plinianismos carecen de crédito hoy",6 admitía haber descartado inicialmente estos relatos.

Sus "sospechas" sobre estos seres "cobraron vigor" al descubrir registros antiguos citados por eruditos europeos como Boaistuau y Belonio. La duda persistió hasta el 22 de febrero de 1716, cuando "tres hombres dignos de fe" navegando de Milford a Branford (Connecticut) avistaron un tritón. Al recibir el testimonio directo, Mather proclamó: "mi credulidad ha capitulado por fin, obligándome a admitir la existencia del tritón".

La criatura huyó, pero no antes de que los testigos observaran su "cabeza, rostro, cuello, hombros, brazos, pecho y espalda totalmente humanos... [con] parte inferior pisciforme, plateada como un pez macarela (caballa) ". Este encuentro zanjó la cuestión para Mather. Jurando veracidad, prometió informar a la Royal Society sobre "todo fenómeno natural insólito".7


 Una ilustración del 'Tritón de Martinica' de The Universal Magazine of Knowledge and Pleasure [La Revista Universal del Conocimiento y el Placer], vol. XXIX (1761)

 

El célebre naturalista Carl Linnaeus también se sumergió en la investigación de sirenas y tritones. Tras leer artículos periodísticos sobre avistamientos de sirenas en Nÿkoping (Suecia), Linnaeus envió una carta a la Academia de Ciencias de Suecia en 1749 instando a organizar una expedición para "capturar este animal vivo o conservado en alcohol". Linnaeus admitía que "la ciencia no tiene una respuesta definitiva sobre si la existencia de sirenas es un hecho o una fábula producto de la imaginación ante algún pez oceánico". Sin embargo, en su opinión, la recompensa superaba el riesgo, pues el descubrimiento de tal fenómeno "podría convertirse en uno de los mayores logros que la Academia podría alcanzar y por el cual el mundo entero debería agradecerle". ¿Acaso estas criaturas podrían revelar los orígenes de la humanidad? Para Linnaeus —reconocido mundialmente por sus contribuciones a la clasificación taxonómica—, este antiguo misterio debía resolverse.8

El artista neerlandés Samuel Fallours también afirmó haber descubierto seres acuáticos en tierras lejanas, desencadenando así un debate que se prolongó durante décadas a través de continentes y medios. Fallours vivió en Ambon (Indonesia) entre 1706 y 1712 como asistente clerical de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales. Durante su estancia en una "isla de las especias", realizó dibujos de la flora y fauna local. Una de sus imágenes representaba una sirena o "sirenne". La "sirenne" de Fallours se asemejaba a la clásica representación de una sirena: cabello largo verde marino, rostro agradable y torso desnudo que se transformaba en una cola azulverdosa a la altura de la cintura. No obstante, su piel era oscura (con un ligero tono verdoso), sugiriendo un parecido con la población indígena local.9

En las notas que acompañaban el dibujo original, Fallours declaró haber "tenido a esta sirena viva durante cuatro días en mi casa de Ambon, dentro de una tina con agua". Su hijo se la había traído desde la cercana isla de Buru, "donde la compró a los negros a cambio de dos varas de tela". Finalmente, la criatura murió de hambre, "rechazando todo alimento: ni peces, ni mariscos, ni algas o hierbas". Tras su muerte, Fallours "tuvo la curiosidad de levantar sus aletas delanteras y traseras, [descubriendo] que tenía forma de mujer". Afirmó que el espécimen fue enviado a Holanda y se perdió. Sin embargo, la historia de esta sirena de Ambon apenas comenzaba.10


 Acuarela de una 'Sirenne' [Sirena] por Samuel Fallours, ca. 1706-1712

 


'Sirenne', según Fallours, y 'Ecrevisse' (cangrejo de río) de la segunda edición de Poissons, ecrevisses et crabes [Peces, cangrejos de río y cangrejos] (1754) de Louis Renard

 

Años antes de que el librero Louis Renard —francés afincado en Ámsterdam— publicara la sirenne de Fallours en su Poissons, ecrevisses et crabes (1719), esos dibujos ya circulaban profusamente. Pero sus colores estridentes y criaturas fantásticas sembraron dudas. El propio Renard cuestionaba su veracidad: "Temo que este monstruo llamado sirena... requiera rectificación".11

La pintura de Fallours generó tanto entusiasmo como escepticismo. En el prólogo a la edición de 1754, Aernout Vosmaer —director de las colecciones zoológicas y gabinetes del Estatúder— tachó de "endebles" los argumentos contra estos seres. Alegó que su rareza se debía a que, siendo híbridos, "eludían mejor las trampas humanas".12 Además, por su similitud anatómica con nosotros, se descomponían más rápido que otros peces, explicando su ausencia en museos.

Hacia 1750, médicos y eruditos no solo creían en sirenas, sino que especulaban sobre sus implicaciones evolutivas. G. Robinson (1764) admitía que, aunque muchos naturalistas las consideraban fabulosas, "los testimonios acumulados hacen plausible su existencia".13 El reverendo Smith fue más allá en 1768: "hay pruebas suficientes para zanjar el debate". Pero sus "pruebas" seguían siendo relatos antiguos o conjeturas. Se necesitaban bases científicas.

Dos estudios clave en el Gentleman's Magazine (1759-1775) marcaron un hito. El primero presentaba un grabado de una sirena exhibida en la Feria Saint-Germain (París, 1758), "dibujada del natural por el célebre Gautier".14 Jacques-Fabien Gautier —académico de Dijon y maestro de ilustración científica— aportaba credibilidad al describirla como un ser de 60 cm, "vivaz y ágil" en su tanque de agua. Su metodología rigurosa distinguía este trabajo, incluso sin su firma.


 Aguatinta en color de la ilustración de una sirena de Jacques Fabien Gautier d'Agoty, ca. 1758

 

Gautier registró, en consecuencia, que "su postura, cuando estaba en reposo, era siempre erguida. Era una hembra, y sus rasgos eran horriblemente feos". Como se muestra en detalle en la ilustración adjunta, Gautier describió su piel como "áspera, las orejas muy grandes, y la parte trasera y la cola estaban cubiertas de escamas". Según la imagen, esta no era la sirena que durante mucho tiempo había adornado las catedrales de Europa. Tampoco coincidía con la descripción transmitida por tantos otros naturalistas y descubridores a lo largo de la historia. Mientras que la mayoría había visto una figura femenina llamativa, distinguida por su cabello azul verdoso fluido, la sirena de Gautier era completamente calva, con orejas "muy grandes" y rasgos "horriblemente feos". La nereida del ilustrador también era mucho más pequeña que las sirenas tradicionales, con solo sesenta centímetros (dos pies) de altura. Más que nada, la sirena de Gautier reflejaba el enfoque de mediados del siglo XVIII para estudiar los aspectos maravillosos de la naturaleza: el francés empleó técnicas científicas muy respetadas —en este caso, una inspección detallada de la anatomía de la criatura y un dibujo adjunto preciso (muy similar a los de otras criaturas ilustradas de la época)— para presentar como realidad lo que muchos aún consideraban fantasía.15

Los eruditos utilizaron la publicación de Gautier para reflexionar sobre la legitimidad de los seres humanos marinos. Un colaborador anónimo de la edición de junio de 1762 de The Gentleman’s Magazine exclamó que la imagen de Gautier "parece establecer el hecho de manera incontrovertible, que tales monstruos existen en la naturaleza". Pero este autor tenía más pruebas. Una edición de abril de 1762 del Mercure de France informó que en junio del año anterior, dos niñas que jugaban en una playa de la isla de Noirmoutier (cerca de la costa suroeste de Francia) "descubrieron, en una especie de gruta natural, un animal de forma humana, apoyado en sus manos". En un giro bastante morboso de los acontecimientos, una de las niñas apuñaló a la criatura con un cuchillo y observó cómo "gimió como una persona humana". Las dos niñas procedieron luego a cortar las manos de la pobre criatura, "que tenían dedos y uñas bien formados, con membranas entre los dedos", y buscaron la ayuda del cirujano de la isla, quien, al ver la criatura, registró:

era tan grande como el hombre más corpulento... su piel era blanca, semejante a la de una persona ahogada... tenía los pechos de una mujer de senos abundantes; una nariz chata; una boca grande; la barbilla adornada con una especie de barba, formada por finas conchas; y por todo el cuerpo, mechones de conchas blancas similares. Tenía cola de pez, y en su extremo una especie de pies.

Una historia así —cuando fue verificada por un cirujano capacitado y de confianza— solo reforzó la investigación de Gautier. Para un número creciente de británicos del siglo XVIII, los seres humanos marinos existían, guardaban un sorprendente parecido con los humanos y necesitaban ser estudiados a fondo.16

En mayo de 1775, The Gentleman’s Magazine publicó un relato sobre una sirena "capturada en el Golfo de Stanchio, en el Archipiélago o Mar Egeo, por un mercante que comerciaba con Natolia" en agosto de 1774. Al igual que la "sirena" de Gautier de 1759, este espécimen fue dibujado y descrito en detalle. Sin embargo, el autor también se distanció de Gautier, señalando que su sirena "difiere notablemente de la exhibida en la feria de Saint-Germain algunos años atrás". En un giro especialmente interesante, el autor utilizó una comparación de las dos ilustraciones de sirenas para especular sobre cuestiones de raza y biología, argumentando que "hay razones para creer que existen dos géneros distintos, o más propiamente, dos especies del mismo género, una semejante a los negros africanos, la otra a los blancos europeos". Mientras que la sirena de Gautier "tenía, en todos los aspectos, el semblante de un negro", el autor encontró que su sirena mostraba "los rasgos y tez de un europeo. Su rostro es como el de una joven; sus ojos de un fino azul claro; su nariz pequeña y bien formada; su boca pequeña; sus labios delgados".17

 

Una lámina miscelánea incluida en Gentleman's Magazine, and Historical Chronicle [Revista del Caballero y Crónica Histórica], vol. XLV (1775). La segunda ilustración representa a la sirena 'capturada en el Golfo de Stanchio

 

Los escritores ingleses de la Edad Moderna se apoyaron en dos estereotipos para mercantilizar y denigrar los cuerpos de las mujeres africanas, como ha demostrado la historiadora Jennifer L. Morgan. Primero, "convencionalmente contraponían la figura femenina negra a una que era blanca —y por lo tanto hermosa". Aquí este autor de 1775 sigue perfectamente esta línea, comparando la sirena "negra" y "horriblemente fea" de Gautier con su propia sirena hermosa, de "rasgos y tez de un europeo". Segundo, los europeos de la Edad Moderna se concentraron en la supuesta "barbarie sexual y reproductiva" de las mujeres africanas para finalmente volverse hacia "las mujeres negras como evidencia de una inferioridad cultural que acabó codificándose como diferencia racial". No solo estaban los naturalistas usando la ciencia de los seres humanos marinos para obtener un entendimiento más profundo del orden natural de las criaturas marinas, sino que también utilizaban sus interpretaciones de estos seres misteriosos para reflexionar sobre el lugar de los humanos —especialmente de los blancos— en un marco racial y biológico en constante cambio.18

Carl Linnaeus y su discípulo Abraham Osterdam complicaron aún más la narrativa de clasificación y legitimidad. Aunque la Academia Sueca no halló nada en su búsqueda de la sirena de Linnaeus en 1749, Linnaeus y Osterdam tomaron el asunto en sus propias manos al publicar una disertación sobre la Siren lacertina (La Sirena Lagarto) en 1766. Tras detallar una larga lista de avistamientos de sirenas a lo largo de la historia en las páginas iniciales de esta disertación, relataron luego innumerables casos de "animales y anfibios maravillosos" que se parecían mucho a criaturas de leyenda y, en consecuencia, hacían difícil la clasificación. Al final, juzgaron que esta criatura similar a una sirena era "digna de un animal que debería mostrarse a los curiosos, porque representa una nueva forma". El "padre de la clasificación" aparentemente había descubierto una pieza "digna" del rompecabezas natural, y esta vinculaba a los humanos (aunque fuera de manera distante) con los animales del mar. La Siren lacertina también, de manera importante, desdibujó aún más las líneas de clasificación que Linnaeus había desarrollado con tanto orgullo, sugiriendo que quizás los seres humanos podrían encontrar algún parentesco lejano con criaturas anfibias.19


 Ilustración de 'Siren lacertina' y 'Siren Bartholini' de Amoenitates academicae [Amenidades académicas] de Carl Linnaeus, vol. VII (1789)

Los estudios de los filósofos del siglo XVIII sobre seres humanos marinos representaron tanto la perduración del asombro como el surgimiento de la ciencia racional durante la Ilustración. Habiendo estado antes en el centro de los mitos y en los límites mismos de la investigación científica, ahora las sirenas y tritones atraían cada vez más la atención de los filósofos. Al principio estas investigaciones se relegaban a artículos de periódicos, breves menciones en relatos de viajeros o rumores, pero para la segunda mitad del siglo XVIII, los naturalistas comenzaron a abordar a los seres humanos marinos con metodología científica moderna, diseccionando, preservando y dibujando estas misteriosas criaturas con el máximo rigor. Hacia el final del siglo XVIII, las sirenas y tritones se convirtieron en algunos de los especímenes más útiles para entender los orígenes marinos de la humanidad. La posibilidad (o, para algunos, la realidad) de la existencia de seres humanos marinos obligó a muchos filósofos a reconsiderar medidas de clasificación anteriores, parámetros raciales e incluso modelos evolutivos. Mientras más pensadores europeos creían —o al menos contemplaban la posibilidad— de que "tales monstruos existen en la naturaleza", los filósofos ilustrados combinaron lo maravilloso y lo racional para comprender el mundo natural y el lugar de la humanidad en él.


3.4.25

Geomitología: ¿Pueden los geólogos relacionar antiguas historias de grandes inundaciones con eventos reales?

 

 

"El Diluvio", por Francis Danby, óleo sobre lienzo creado alrededor de  1840

Geomitología: ¿Pueden los geólogos relacionar antiguas historias de grandes inundaciones con eventos reales? por David R. Motgomery publicado en inglés en The Conversation

Las sociedades modernas han reflexionado durante mucho tiempo sobre las antiguas narraciones de grandes inundaciones. ¿Relatan acontecimientos reales de un pasado remoto o son mitos surgidos de la imaginación? Para muchos en Occidente, la historia del diluvio de Noé es la más conocida. Sin embargo, culturas de todo el mundo han transmitido sus propias versiones sobre desastres naturales devastadores.

Una reciente investigación, publicada en Science por un equipo de científicos, en su mayoría chinos y encabezados por Qinglong Wu, aporta pruebas geológicas de un evento que, según proponen, podría haber dado origen a la historia china de una gran inundación. Este estudio profundiza en el campo de la geomitología, disciplina que vincula las tradiciones orales y el folklore con fenómenos naturales como terremotos, erupciones volcánicas e inundaciones.

 Una vista del Desfiladero Jishi, río arriba de la represa formada por un deslizamiento de tierra que, según los investigadores, desencadenó una gran inundación en China hace casi 4.000 años. Depósitos de limo gris son visibles a decenas de metros por encima del agua. Wu Qinglong, CC BY-NC

 

La historia del Emperador Yu, el fundador legendario de la primera dinastía de China, se centra en su habilidad para drenar las persistentes inundaciones de las tierras bajas, trayendo orden al territorio. Esta antigua narración de inundación destaca el triunfo del ingenio y el esfuerzo humano sobre las fuerzas caóticas de la naturaleza. A diferencia de otras tradiciones sobre diluvios, su héroe no se limitó a sobrevivir a una catástrofe que destruyó el mundo, sino que llevó a cabo obras de ingeniería fluvial que estabilizaron el territorio y facilitaron el desarrollo de la agricultura en las tierras bajas. Sin embargo, surge la pregunta: ¿Fue el Emperador Yu una figura histórica real y, de ser así, qué evento desencadenó la gran inundación que ocupa un lugar central en su historia?

"Diagrama del proceso hipotético de ruptura de la presa en la garganta de Jishi." Wu Qinglong, CC BY-ND

 

En su reciente análisis, Wu y su equipo se basan en investigaciones previas sobre deslizamientos de tierra en la garganta de Jishi, donde el río Amarillo desciende desde la meseta tibetana. Recolectan evidencia geológica y arqueológica para sostener que, cuando una presa formada por un deslizamiento de tierra colapsó, una inundación devastadora arrasó el río Amarillo alrededor del año 1920 a.C. Datando sedimentos lacustres atrapados aguas arriba de la presa y sedimentos de inundación depositados aguas abajo, identificaron restos a elevaciones de hasta 50 metros sobre el nivel del río. Estimaron que el colapso de la presa liberó casi medio millón de metros cúbicos de agua por segundo, una corriente que se precipitó a lo largo del río Amarillo y atravesó la antigua China. Además, destacan que esta inundación coincide temporalmente con una significativa transición arqueológica del Neolítico a la Edad de Bronce en las tierras bajas situadas aguas abajo del río Amarillo.


  Detalle de un pergamino colgante del Emperador Yu. Ma Lin

El estudio publicado en Science no solo presenta evidencia de una gran inundación en el momento y lugar adecuados para corresponder con la inundación de Yu, sino que también señala su coincidencia con un cambio previamente identificado en el curso del río Amarillo hacia una nueva desembocadura a través de la llanura del norte de China. Los investigadores sugieren que la inundación pudo haber roto los diques en el río de las tierras bajas y desencadenado esta alteración en su curso.

Este fenómeno, a su vez, ayudaría a explicar un aspecto singular de la historia de la inundación de Yu. Un gran río redirigido a un nuevo cauce podría haber provocado inundaciones persistentes en las tierras bajas. Una trayectoria más extensa hacia el mar habría generado una pendiente más suave, favoreciendo la acumulación de sedimentos, obstruyendo el canal y dividiendo el flujo en múltiples ramificaciones, lo que habría exacerbado aún más las inundaciones en la región. Este escenario encaja con la narración del prolongado trabajo de Yu para drenar las aguas y encauzarlas hacia el mar.

 

Relatos de inundaciones de culturas de todo el mundo

Las historias de inundaciones están presentes en culturas de todo el mundo. Al investigar los posibles orígenes geológicos de estos relatos para mi libro "Las rocas no mienten: un geólogo investiga el diluvio de Noé", quedé impresionado por cómo la geografía de detalles aparentemente curiosos en muchos mitos locales coincidía con los procesos geológicos que causan inundaciones desastrosas en distintas regiones. Incluso en el valle del Nilo, donde la inundación anual es predecible, la ausencia de historias sobre inundaciones resulta coherente con el hecho de que, en el antiguo Egipto, el verdadero peligro no era el exceso de agua, sino la sequía. Allí, la falta de inundación habría sido catastrófica.

En el Pacífico, una región propensa a tsunamis, los relatos sobre inundaciones describen olas gigantescas que emergen del mar. Los primeros misioneros cristianos se sorprendieron al notar que las tradiciones de las islas del Pacífico Sur no mencionaban los 40 días y noches de lluvia del relato bíblico, sino grandes olas que golpeaban sin previo aviso. Una historia tradicional de la costa de Chile cuenta cómo dos grandes serpientes competían para ver cuál podía hacer subir más el nivel del mar, provocando un terremoto y enviando una ola gigante hacia la costa. De manera similar, los relatos de los nativos americanos en las comunidades costeras del noroeste del Pacífico narran batallas épicas entre el Pájaro del Trueno y la Ballena, enfrentamientos que sacudían la tierra y generaban olas colosales que azotaban la costa. Estas historias parecen descripciones precientíficas de un tsunami: una ola desencadenada por un terremoto que puede inundar catastróficamente las costas sin previo aviso.

 

 

Los glaciares pueden ceder inesperadamente, liberando cantidades masivas de agua que habían sido retenidas por el hielo

 Otros relatos de inundaciones evocan la ruptura de represas de hielo y escombros en los márgenes de los glaciares, que liberan repentinamente los lagos que contenían. Un ejemplo de ello es una historia de inundación escandinava que narra cómo Odín y sus hermanos mataron al gigante de hielo Ymir, provocando una gran inundación que arrasó con personas y animales. No se requiere mucha imaginación para ver cómo este relato podría estar describiendo la ruptura de una represa glacial.

 Las inundaciones más mortíferas y perturbadoras serían tema de conversación durante años. Aquí, los aztecas realizan un ritual para apaciguar a los dioses enojados que habían inundado su capital.

 

 No esperen pruebas definitivas

Por supuesto, los intentos de aplicar la ciencia para vincular relatos antiguos con eventos reales están inevitablemente cargados de especulación. Sin embargo, es evidente que las historias de grandes inundaciones se encuentran entre las más antiguas de la humanidad. Y el patrón global de tsunamis, inundaciones por desbordamientos glaciares e inundaciones catastróficas en tierras bajas encaja bastante bien con detalles inusuales presentes en muchas de estas narraciones.

Y aunque la evidencia geológica descartó la idea de una inundación global hace casi dos siglos, existen alternativas plausibles para una explicación racional del diluvio bíblico. Una posibilidad es la inundación catastrófica que los oceanógrafos Bill Ryan y Walter Pitman proponen que tuvo lugar cuando el aumento del nivel del mar tras el deshielo glacial rompió el Bósforo, vertiendo las aguas del Mediterráneo en un valle de agua dulce en tierras bajas, dando origen al Mar Negro. O tal vez podría estar relacionada con inundaciones catastróficas en las tierras bajas de la Mesopotamia estuarina, como la que en 2008 anegó el delta del Irrawaddy, cobrándose la vida de más de 130.000 personas.

 

28.3.25

El engaño del experimento Filadelfia

 


En los círculos del misterio de la segunda mitad del siglo XX, circuló un mito urbano sobre un presunto experimento secreto de camuflaje tecnológico llevado a cabo por la Marina estadounidense. La leyenda, inicialmente difundida a través de las afirmaciones del marino mercante Carl Meredith Allen, quien se decía testigo del evento, en su correspondencia con el ufólogo Morris K. Jessup relata que durante la Segunda Guerra Mundial, el buque de guerra S.S Eldridge fue objeto de un experimento naval con el objetivo de hacerlo invisible a la detección de radares y submarinos enemigos, lo cual habría resultado en una supuesta teletransportación accidental.

Según el relato de Carl Allen, en un astillero de la costa este de los Estados Unidos, científicos e ingenieros habrían desarrollado un dispositivo capaz de generar un campo electromagnético de ocultamiento visual que haría desaparecer cualquier rastro del navío. Supuestos testigos, incluido Allen, afirmaron haber presenciado un evento en el que el buque desapareció por completo. El individuo añadió que el destructor habría sido teletransportado al puerto de Norfolk, a unos 600 kilómetros de distancia, y luego habría regresado a su punto de origen.

Pero las consecuencias del supuesto experimento, habrían sido devastadoras para la tripulación. El autoproclamado testigo habla de marineros fusionados con la estructura metálica, personal que se desvaneció sin dejar rastro, marinos congelados y sobrevivientes que padecieron alteraciones mentales inexplicables .

La narrativa del Experimento Filadelfia, alcanzó mayor notoriedad en 1979 con la publicación del libro 'El misterio Filadelfia: proyecto de invisibilidad' escrito por el autor bestseller  Charles Berlitz. La obra se basa en gran medida en las cartas de Allen recopilando diversos testimonios de supuestos testigos y participantes del experimento, incluyendo relatos de marineros que aseguraban haber sido parte del proyecto. El escritor argentino  Pablo Capanna asegura que el libro es un plagio de la novela publicada dos años antes  "Aire claro", de George R. Burger y Neil R. Simson. Cinco años después se filmó la película de John Carpenter "El experimento Filadelfia", con guión del mismo Berlitz y el agregado de tripulantes viajeros en el tiempo.

La cuestión se vuelve aún mas delirante gracias a Alfred Bielek , que vinculó al experimento Filadelfia con el Proyecto Montauk, otra teoría conspirativa que afirma que en esa base de la Fuerza aérea norteamericana se hacen experimentos de  guerra psicológica , incluyendo viajes en el tiempo.

Como es típico en los círculos militares, cualquier información sobre estas cuestiones ha sido sistemáticamente negada, alimentando precisamente por esta misma razón décadas de especulaciones y teorías conspirativas entre los denominados "investigadores del misterio" y teóricos de la conspiración, quienes han explorado sin descanso los supuestos límites de la tecnología secreta involucrando a Einstein, Tesla y Von Neumann. La muerte de un ufólogo vinculado involuntariamente con la historia del Experimento Filadelfia incluyó en esta narrativa, el oscuro accionar de los "hombres de negro" .

No habrá ninguna desmentida o prueba que convenza a los teóricos de la conspiración y exploradores del misterio que quieran creer en la verosimilitud del supuesto proyecto. Para el ufólogo Jacques Vallée la historia que dio comienzo al bulo (porque se trata de eso) surgió de exageraciones y distorsiones de "hechos reales" vinculados a)  supuestos experimentos de invisibilidad por radar o bien b) la supuesta desmagnetización de barcos para ayudar a eludir las minas magnéticas alemanas.

Sin embargo, es difícil imaginar como un sujeto común y corriente (como veremos adelante) pudo haber tenido acceso a información secreta clasificada de la marina de los EEUU.

 

Las cartas de Carl Allen

En 1955, Morris K. Jessup (1900-1959), un vendedor de repuestos de automóviles y astrónomo aficionado, publicó el libro The Case for the UFO y emprendió una gira promocional de la obra. El texto, sugirió que la investigación continua sobre la Teoría del Campo Unificado de Einstein podría eventualmente explicar los sistemas de propulsión que supuestamente estaban siendo utilizados por los ovnis.

Según Pablo Capanna, durante una de sus conferencias, un individuo que se identificó posteriormente como Carlos Miguel Allende comenzó a enviarle cartas a Jessup, afirmando haber presenciado el Experimento Filadelfia. Carl Allen, quien adoptó el seudónimo de "Carlos Allende" para dar mayor credibilidad a sus relatos, había sido dado de baja de la Armada cuatro meses antes del supuesto incidente y declaró haber estado a bordo de un barco mercante el día en cuestión. Jessup, preocupado por la información sensible contenida en las cartas, las entregó a la Marina.". En la correspondencia, Allen(de) se extendía en detalle sobre la teletransportación, hombres invisibles, recuerdos hipnóticos, telepatía y temas similares, aunque ofrecía muy pocos detalles específicos sobre el supuesto "experimento" que había presenciado. Posteriormente, una copia del libro de ovnis de Jessup apareció en la Oficina de Investigación Naval en Washington, supuestamente “anotada” por tres personas diferentes, “Mr. A,” “Mr. B,” y “Jemi.”Los autores de estas anotaciones afirmaban ser seres extraterrestres. Esta versión fue reproducida más tarde en copias mimeografiadas por la Compañía Varo Manufacturing de Garland, Texas y se conoce como la “Edición Varo” del libro de Jessup.

El 20 de abril de 1959, Jessup fue encontrado muerto en su automóvil , en lo que se declaró oficialmente como un suicidio por inhalación de monóxido de carbono.Algunos teóricos de la conspiración han argumentado que Jessup no se suicidó, sino que fue asesinado para silenciarlo por hombres de negro. Anna Lykins Genzlinger aseguró que Jessup fue víctima de entidades gubernamentales secretas, preocupadas por su conocimiento especial en temas como el Experimento Filadelfia

Por otro lado, quienes apoyan la teoría del suicidio destacan que Jessup enfrentaba dificultades personales y profesionales en ese momento. Su carrera como escritor ufológico no le proporcionaba estabilidad económica, su esposa lo había abandonado en 1958, y un grave accidente automovilístico había afectado su salud y estado emocional. Estos factores, combinados con su obsesión por temas controvertidos y su posible declive mental, podrían haberlo llevado a tomar la decisión de quitarse la vida.

El investigador escéptico Joe Nickell expresa que 

Las pruebas in situ dejaron pocas dudas sobre lo que realmente ocurrió. La camioneta de Jessup tenía una manguera conectada al tubo de escape que atravesaba una ventana trasera parcialmente abierta. El coche se había dejado en marcha, lo que permitió que se acumularan gases tóxicos en el interior. La muerte se declaró oficialmente como suicidio (Clark 1998, 1:546; Oberg 2001). El único detalle que nos hace dudar es que el coche se dejó en un lugar que pudiera llamar la atención. Esta situación podría sugerir, más que algo nefasto, la posibilidad de que Jessup albergara la secreta esperanza de que alguien interviniera, y eso fue lo que ocurrió, aunque trágicamente demasiado tarde.

A finales del verano de 1969, la organización de investigación de fenómenos aéreos APRO (Aerial Phenomena Research Organization) informó que Carl Allen había visitado sus oficinas en Tucson, Arizona, llevando consigo una copia de la Edición Varo. Allen confesó que el "Experimento Filadelfia" era un engaño. El director de APRO, Jim Lorenzen, escribió al investigador de ovnis Kevin Randle que Allen, quien se dirigía a Denver, Colorado, debido a lo que él creía ser una enfermedad terminal, se detuvo en la sede de APRO en Tucson y, tras conversar durante horas, admitió haber inventado toda la historia del Experimento Filadelfia. Lorenzen añadió que obtuvieron una declaración firmada por Allen confirmando que se trataba de un engaño (Randle 1989, 93). Además, el director de APRO señala que, con el tiempo, Carl(os) Allen(de) se sintió resentido por la publicidad no deseada generada por sus cartas y por el hecho de que otros se beneficiaran de su historia. En 1969, como acto de venganza, le entregó un ejemplar de la Edición Varo de Morris Jessup (El caso de los ovnis) junto con una confesión escrita que está resumida en Allende Letters A Hoax?

El escéptico Robert Sheaffer cuenta en su artículo sobre el experimento Filadelfia escrito para La enciclopedia de lo paranormal que :

El ufólogo Gray Barker grabó una entrevista con Carl(os) Allen(de), que fue vendida al público (Barker 1978). En ella, Allen(de) no solo admite haber escrito las supuestas anotaciones extraterrestres de la Edición Varo, sino que también ofreció a Barker y a su colega James Moseley, también presente, muestras de su propia escritura como prueba de que coincidían. Sin embargo, se mantuvo en su historia original sobre haber presenciado cómo un barco de la Marina—el Destructor Escolta (DE) 173, para ser precisos—desaparecía el 18 de octubre de 1943 a las 5:05 p.m. exactas. No se dijo nada sobre supuestos viajes en el tiempo o contacto con extraterrestres. Como cuando habló con APRO casi una década antes, Allen(de) en la grabación nuevamente se presentó a sí mismo al borde de la muerte: “Tengo 53 años, estoy demacrado, no me queda mucho tiempo de vida.”  Sin embargo, Allende aún no tenía una enfermedad terminal y continuó viviendo por muchos años más.

Otro escéptico, Brian Dunning relata que su amigo, el investigador de lo paranormal Robert Goerman, descubrió que Allen era hijo de un amigo cercano de la familia. Así descubrió que Carl Allen era una especie de oveja negra de la familia, un solitario creativo e imaginativo, conocido por anotar cualquier cosa en la casa y enviar escritos y afirmaciones extravagantes a todos los miembros de la familia para cualquier ocasión.

Desde nuestro punto de vista, es posible que Allen haya presentado pseudología fantástica o mitomanía, un trastorno psicológico caracterizado por la creación de historias elaboradas y fantásticas, que los afectados pueden llegar a creer como reales.

Por último, Pablo Capanna hace la siguiente revelación. En el cuento "El pequeño Antón", publicado en 1949 (seis años antes de que Allende abordara a Jessup en aquella conferencia) por el escritor Reginald Bretnor, un personaje llamado Schimmelhorn aparece trabajando para la marina en un proyecto avalado por su amigo Einstein, en los buques de guerra usando un revolucionario sistema electrónico que los hará “invisibles” al radar. Ante el asombro de todos, un acorazado británico desaparece en alta mar y reaparece unas horas más tarde en New Haven. Es el “efecto Schimmelhorn”, que resulta de conjugar los sistemas electrónicos con los poderes mentales de Antón, el sobrino del genio, quien envía el barco “a otra dimensión” por unas horas. Cualquier parecido con la realidad, se diría que no es casual.

El escritor argentino concluye su artículo sugiriendo que quizás nos encontremos ante otra de las perversiones de la ciencia ficción, fuente de inspiración para numerosas pseudociencias