20.11.10

CAMINANDO SOBRE BRASAS ENCENDIDAS, por HENRI BROCH


CAMINANDO SOBRE BRASAS ENCENDIDAS

por HENRI BROCH


Fundador del Laboratorio de Zetética de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Niza

Este artículo fue publicado originalmente en la revista "El ojo escéptico" Nº 7-8 (1993)




¿ Se animaría usted a caminar sobre un lecho de carbones ardiendo porque conoce los fundamentos físicos del fenómeno y está seguro de que tiene a la razón de su parte? PROBABLEMENTE NO. PERO NO SE PREOCUPE: EL DR. HENRI BROCH, MIEMBRO DE HONOR DEL CAIRP, YA LO HIZO POR USTED.


En las biografías de numerosos santos, la inmunidad de la que gozaban sobre los efectos del fuego se explica como producto de una intervención milagrosa. Los mediums y sujetos psi no les van en zaga: en el siglo XIX el célebre médium Daniel Dunglas Home jugaba con tizones encendidos en sus manos... En los albores del siglo XX no se alteró la regla. La "caminata sobre el fuego" es un hecho que se repite en el mundo entero (Macedonia, Argelia, Egipto, Polinesia, India, Sri Lanka...) y desde los tiempos más remotos. Se practica sobre brasas, sobre piedras... Desde hace algunos años la pirobacia también invade Europa. Los seminarios que pemitirán, buena suma de dinero mediante, la iniciación en el desarrollo de la "energía vital" necesaria para dominar el fuego, proliferan...

A menudo, el prólogo de las presentaciones acerca de cómo pasar con éxito la prueba de la marcha sobre fuego pretende que se requiere alcanzar un estado especial de conciencia. Las explicaciones para-científicas más recientes insisten en el rol que juega un pensamiento intenso sobre el tejido humano para que éste no arda al exponerse al fuego.

Pero... se ha realizado la prueba que desmiente tales tonterías. La explicación, convalidada por la experiencia, es en sí misma antigua y se remonta por lo menos a comienzos de este siglo.

¿En qué circunstancias "no quema" el fuego?

La explicación se puede dar, como lo hicieron Leikind y Mac Carthy, sobre dos planos: uno físico y otro psicológico. En el primer caso, los autores se preguntan: ¿qué hace que el pie del caminante no se queme? Y en el segundo, ¿qué siente, qué percibe el caminante mientras camina sobre el fuego?

Observemos aquí el primer aspecto. ¿Por qué son posibles estas caminatas?


La primera razón, a la vez la más importante, es que los materiales sobre los que las personas caminan tienen una débil capacidad calorífica y una mala conductividad térmica, en tanto que las plantas de los pies tienen una buena capacidad calorífica. Aclaremos: la capacidad calorífica es la mayor o menor capacidad que posee un cuerpo de encapsular la energía bajo la forma de calor; la conductividad térmica es la aptitud mayor o menor que posee un cuerpo de conducir, de trasvasar o transferir calor en un sentido o en otro.

Tomemos el ejemplo clásico de la cocción de un pollo. Todo, en el interior del horno, está, digamos, a 200º C. Sin embargo, al abrir el horno, ¿se preocupa usted del aire a 200º C? En cambio, ¿quién no se cuida de tocar la asadera, también a 200º C, donde está asando el pollo, o al pollo mismo, que también sale con una temperatura de 200º C? Todo el mundo sabe, por instinto (y sobre todo... ¡por experiencia!), que diferentes materiales, llevados a la misma temperatura, tienen diferentes capacidades bajo los efectos del fuego. Los materiales también tienen diferentes capacidades de transferir el calor. El pollo, por ejemplo, le quemará menos que la asadera que lo contiene.

Capacidad calorífica débil: Significa que los caminantes apoyan sus pies sobre cuerpos que contienen una cantidad de calor relativamente débil por unidad de volumen. Esto es lo que permite que no se caliente demasiado el pié del caminante, que posee una mejor capacidad calorífica. Es decir, que puede encapsular la cantidad cedida por el carbón sin llegar a la temperatura de partida del mismo.

Mala conductividad térmica: Significa que mientras el caminante apoya el pie sobre las brasas, y su pie absorbe una parte del calor contenido en las mismas, esas brasas y las adyacentes no pueden transferir con rapidez la energía a la parte "fresca", es decir, al pié que la cubre (lo que evita un aporte suplementario de calor al pié del caminante).


El tiempo es también un efecto importante (¡si deja la mano dentro del aire del horno un tiempo suficiente, ella terminará cocida a punto!). Los que caminan sobre el fuego, caminan, y no se eternizan sobre las brasas.


Otro factor adicional a tener en cuenta es el aislamiento: puede incluir el grado de sal que contiene la piel, la callosidad o la humedad (ni hablemos de los productos con que se la puede untar). El espesor de la callosidad presente bajo los pies es un factor importante, ya que ésta constituye una protección adecuada.


El estado "esferoidal" es un factor a e-valuar entre las explicaciones: arroje un dedal de agua sobre una plancha de cocción cuando está apenas caliente o mera-mente tibia. Verá al agua extenderse y evaporarse con rapidez. Si en cambio la placa está muy caliente, la misma cantidad de agua se reagrupará bajo la forma de ampolla aplastada y durará un largo minuto. Estos cambios en la duración se explican por el hecho de que, en el segundo caso, el agua no está en contacto con la plancha: una leve capa de vapor se desarrolló entre ambas, y el vapor, como todo gas, tiene una débil conductividad térmica.

De cualquier manera, parecería que este estado específico no es un factor realmente significativo en la caminata sobre el fuego. (Sí lo es, en cambio, en otro tipo de "milagros" con fuego). Si bien es cierto que numerosos caminantes humedecen sus pies de una manera u otra antes de lanzarse a la prueba, otros se los secan concienzudamente antes de la mar-cha, evitando que las brasas no se peguen a sus pies y los quemen.

Qué puede hacer un simple mortal

Mayne Reid Coe, uno de los primeros en ofrecer explicaciones del fenómeno basadas en la experimentación, señaló en 1957 que no era en absoluto necesario pensar en alternativas "paranormales" para entender las caminatas sobre las brasas y otras experiencias ligadas al fuego.

Es así que, por breves momentos, realizó, sin que interviniera milagro alguno, los siguientes actos:

-- tocó hierro ardiente con los dedos y con la lengua,

-- corrió con los pies descalzos sobre un hierro al rojo vivo,

-- marchó sobre piedras ardientes,

-- introdujo sus dedos dentro de plomo, de cobre y de hierro.

-- se puso una pequeña cantidad de plomo fundido dentro de la boca,

-- caminó sobre un lecho de carbones ardientes,

-- colocó su cara, sus manos y sus pies en el fuego por un corto momento.

De igual modo, el ilusionista francés Jean Eugéne Robert Houdin, el padre fundador de la magia moderna, cuenta en sus memorias cómo se lavó las manos en una fuente de agua en fusión, a más de 1.600º C. De manera general, es mejor tocar objetos muy, muy calientes, que objetos moderadamente calientes. Cuanto más calientes estén, mejor se establece el estado esferoidal y su efecto dura un tiempo mayor.

¿QUÉ MÁS DECIR?

Es preciso señalar igualmente que, en el caso del hierro candente o de los metales

fundidos, se trata de calor que se propaga únicamente por radiación, por lo que el estado esferoidal tiene suma importancia. En la combustión del carbón, por el contrario, el calor se obtiene de la reacción química (oxidación) y el estado esferoidal pierde importancia, pues el contacto le priva del necesario combustible.

Tan es así que, al final, de una hoguera, cuando toda la madera termina quemada y convertida en carbón, el colchón de brasas es tan ardiente que resulta difícil aproximarse sin que sintamos la necesidad de cubrir el rostro. En ese momento, si se su-prime el aire sobre los carbones encendidos, la intensidad de la reacción baja inmediatamente. En ese estado, cuando se camina sobre ellos, se los priva del aporte de oxígeno y la incandescencia es momentáneamente interrumpida.

En síntesis, cualquiera puede caminar sobre brasas; aun-que hay un punto en el que hay que extremar las precauciones: no arrastrar partículas de brasas entre los pliegues de la piel. No es para nada necesario poseer "poderes" de ninguna naturaleza paranormal, aún cuando ciertas personas se jacten de ello. Nada de lo concerniente a la caminata sobre el fuego está más allá de la realidad.

El dolor (es decir, la percepción del daño corporal sufrido, no el daño en sí) puede efectivamente silenciarse mediante técnicas de distracción de la atención, por ejemplo produciendo imágenes mentales de gran intensidad, un esfuerzo físico, una respiración acelerada o aún el canto.

Del mismo modo, al hablar de "temperatura", muchas personas entienden "calor", y es en este efecto donde reside, tal vez, el núcleo del poderoso impacto psicológico que provoca la marcha sobre el fuego. Por el hecho de que se le adjudique una temperatura de varios cientos de grados, la gente interpreta: "¡es un calor insoportable!" Olvidan simplemente que si un calor infernal trae aparejada una alta temperatura, una alta temperatura no supone necesariamente un calor enorme.

Después de la teoría... ¡la experimentación!

Ciertamente, los participantes de una caminata sobre las brasas también se queman (con menor frecuencia y provocando daños de mucha menor gravedad de lo que es dable suponer a priori). Pero el poder, o no-poder, mental o psicológico de la persona quemada no tiene nada que ver, ya que no siempre todos los parámetros son controlables.

El verdadero problema se presenta cuando la gente, honesta y sinceramente, puede pensar que sin el seminario (pago) intensivo en el que ha participado, o sin el auxilio mental del gurú, se hubiera quemado cruelmente, o que las leves quema-duras experimentales fueron producidas por sus mentes desconcentradas y por su propia culpa.

Pero la mejor manera de convencer al gran público de la validez de nuestras propias afirmaciones, es hacer la demostración en vivo.

Así es como, en mayo del ‘92, al finalizar una conferencia sobre los fenómenos para-normales, en la sede del CNRS (Centro Nacional de Investigación Científica) en Marsella, Francia, y hallándome en compañía de M. Antoine Bagady, profesor de karate y récord absoluto de caminata sobre fuego, me encontré con mis pies desnudos frente a las brasas...

El hecho de saber que la física está de nuestra parte no evita que uno se ponga sumamente nervioso antes de pasar la prueba de los carbones encendidos a una temperatura --medida-- superior a los 800º C. Igualmente, esto aumenta la aprehensión natural y uno sabe que, aún conociendo los principios implicados para lograr cierto efectismo, existen diversas técnicas o procedimientos (¡que los debutantes ignoran!) que se deben seguir para correr el mínimo riesgo. Además, para rematarlo, el apoyo de la encantadora mujercita no contribuye a apaciguar esa extraña sensación en la boca del estómago: "Y si la cosa falla, no cuentes conmigo para empujar la silla de ruedas..."

Es por eso que, para que "la fuerza esté conmigo", he efectuado la caminata sobre el fuego mientras leía el capítulo de mi libro El corazón de lo extraordinario, que da la explicación física del fenómeno. El problema fue que, con los pies plenamente a salvo al fin de este cálido experimento, me hago una pregunta inquietante... ¿y si mi libro da verdaderamente el poder de caminar sobre las brasas? EOE

Traducción: Ellen Popper

BIBLIOGRAFÍA:

Broch, H. (1991); "Au Coeur de l’Extra-Ordinaire", éd. L’Horizon Chimérique, Bordeaux, France.

Cherfas, J. (1985); New Scientist, 20 junio, p. 26.

Coe, M.R. Jr. (1958); Journal of the American Society for Psychical Research, vol. 52, N° 3, p. 85.

Dennet, M.R. (1985); Skeptical Inquirer, vol. X, N° 1, Otoño, p. 36.

Gibson, W. (1987); "Les Secrets del grands magiciens", éd. du spectacle, Strasbourg, France.

Leikind, B.J., McCarthy, W. (1985); Skeptical Inquirer, vol. X, N° 1, Otoño, p. 23.

Robert-Houdin. J.E. (1878); "Comment on devient sorcier". rééd. Slatkine, Geneve, 1980.

Tiraspolsky, M. (1988); Karaté, N° 145, marzo, p. 27.

13.9.10

La percepción popular de la ciencia en norteamerica




El artículo que sigue fue publicado originalmente en papel en la revista El ojo escéptico Nº 2 , hace casi veinte años. El análisis del autor sigue teniendo plena vigencia. Para ver más artículos de EOE http://www.elojoesceptico.com.ar/revistas


LA PERCEPCION POPULAR DE LA CIENCIA EN NORTEAMERICA

MarioBunge

Foundations and Philosophy of Science Unit, McGillUniversity

Publicado originalmente en Transactions of the Royal Society ofCanadá / Series V/ Volume IV /1989

Traducido del inglés por Ellen Popper


En el período entre el Iluminismo y la segunda guerra mundial, la ciencia gozó del respeto general en los países industrializados. Incluso, asumió un rol seductor luego de la bomba nuclear; su prestigio llegó a la cumbre en 1957, cuando el Sputnik fuera lanzado al espacio, y permaneció en este lugar de la estima pública durante varios años más. Sin embargo, la imagen pública de la ciencia sufrió una alteración dramática desde fines de la década del '60. Para muchos aparece como el villano culpable de la carrera armamentista, la degradación del medio ambiente y el desempleo. Una consecuencia preocupante de este cambio de actitud, es la aguda declinación, en los últimos años, de la inscripción en carreras científicas por parte de norteamericanos, ingleses y rusos.

Tanto los científicos como algunos otros saben, por supuesto, que la masa anticientífica ,se equivoca, que los individuos que procuran comprender el mundo no deben ser culpados por los pecados de quienes intentan dominarlo, y aun destruirlo. Pero aquí no estamos interesados en la ciencia, sino en el modo como ésta es percibida por el lego, y particularmente por la juventud. Debemos tratar de descubrir qué fue lo que modificó la anterior percepción favorable que tenía el público con respecto a la ciencia. Sólo así podremos encontrar respuestas efectivas para corregir las percepciones erróneas, antes del derrumbe de la empresa científica provocado por la falta de interés y desconfianza en la misma.



Analfabetismo científico en la era de la ciencia

Lo primero que debemos comprender para evaluar correctamente el estado actual de la cultura científica, es el hecho de que el respeto tradicional por la ciencia no era el resultado de una familiaridad con los hallazgos científicos, ni mucho menos con el enfoque científico. La ciencia solía ser respetada de lejos, del mismo modo como hoy se la denigra: a la distancia.

El cambio no ha sido tan notable en cuanto al conocimiento sino a la evaluación. El conocimiento público de la ciencia siempre ha sido descorazonador. El reciente cambio en su valoración simplemente ha empeorado una mala situación.

Cuán calamitosa es la situación en los EE.UU. y en el Reino Unido, fue revelado por una encuesta reciente que mostró que dos tercios de los adultos británicos creen que el sol gira alrededor de la tierra, que el 50 % de los norteamericanos adultos rechaza la teoría de la evolución, y el 80 % cree que la astrología es una ciencia (ver Culliton, 1989).

Otra encuesta, conducida por la Asociación Internacional para la Evaluación del Desarrollo Educacional, entre estudiantes de 14 años de 17 países diferentes, encontró que los EE. UU. ocupan el 15º lugar en logros científicos. Peor aún, desde 1970 los EE. UU. descendieron del 7º lugar a13º contando desde abajo (Hirsch, 1989).

No conozco la existencia de ninguna encuesta realizada en Canadá sobre conocimientos científicos. Sin embargo, el Servicio Americano de Evaluación Educacional, ha conducido un estudio sobre los alcances científicos y matemáticos de estudiantes de 13 años de edad en 4 provincias de Canadá, y 5 países : E E. UU.,Reino Unido, España, Irlanda y Corea del Sur (ver Byrne, 1989). Los coreanos fueron primeros en ambas categorías y los americanos últimos. La Columbia Británica compartió con Corea el nivel más alto en logros científicos.

En matemáticas, los estudiantes provenientes de la Columbia Británica, los angloparlantes de Nueva Brunswick, y los anglo y franco parlantes de Quebec se ubicaron en los segundos 4 niveles de excelencia. Pero no alardeemos de ello pues nuestros estudiantes se hallaban por debajo del nivel de los japoneses, húngaros, holandeses y rusos. Salimos favorecidos de una comparación con los EE. UU., tan sólo porque bajo la presidencia de Reagan éstos se deslizaron a la altura de Tailandia en matemáticas y educación científica.

Las cosas fueron muy diferentes al comienzo de los '60, cuando, luego del Sputnik, el gobierno de los EE. UU. hizo un esfuerzo intenso y exitoso para elevar la calidad de la enseñanza en ciencias y matemáticas. Las cosas tendrán un cariz más negativo para Canadá si nuestros gobiernos provinciales y federales continúan brindando mayor atención a los temas lingüísticos y constitucionales que a los educativos. Pocos notarán el deterioro si no tenemos relevamientos nacionales periódicos del grado de conocimientos y de la actitud pública hacia la ciencia. ¿Es ilusorio esperar que la Royal Society de Canadá conduzca o encargue una encuesta de este tipo , que sirva de herramienta para los planificadores de la política científica y de la educación?


Confundiendo ciencia con tecnología y tecnología con poder

Es probable que el lego crea que la planta nuclear, la computadora, y el aparato de respiración artificial, son logros científicos. Hay quien cree que Einstein inventó la bomba atómica y la maquina para viajar en el tiempo, y muchos otros llegaron a pensar que, en general, la ciencia es maligna y los científicos son locos que se proponen dominar el mundo. En suma, hay un doble malentendido, al equiparar erróneamente a la ciencia con la tecnología y a ésta con la industria y el gobierno.

¿Quién es el culpable de estos malentendidos?. Yo opino que ciertos filósofos son los creadores originales. Por ejemplo, Francis Bacon, el fundador del empirismo moderno, quiso reemplazar la escolástica "filosofía de palabras" con lo que llamó "filosofía de obras".

Dos siglos más tarde, Auguste Comte, el padre del positivismo moderno, acuñó el famoso dicho "Savoir pour prévoir, prévoir pour pouvoir" ("Saber para prevenir, prevenir para poder”). Esta filosofía pragmática alcanzó su punto máximo con William James, quien sostenía que todo lo que tiene valor económico es verdadero. Ninguno de los tres filósofos distinguía entre ciencia y tecnología, ni entendía que la tecnología puede ser usada tanto para bien como para mal.

Los científicos saben, por supuesto, que ciencia y tecnología no son la misma cosa: que sólo los tecnólogos diseñan aparatos o procesos que pueden tener una utilidad práctica. Los científicos saben que el objetivo de la investigación científica es la comprensión del mundo, no su dominio. Sin embargo, cuando escriben propuestas de pedido de becas para la investigación, pocos resisten la tentación de mencionar una utilidad práctica sustancial. La mayor parte de las veces tales pretensiones son directamente falsas, dichas para persuadir a los burócratas, quienes imaginan que la ciencia otorga poder industrial o político en forma directa. -En cualquier caso, contribuyen a la confusión entre tecnología y ciencia.

Si se le reprocha la mentira, es probable que un científico argumente que todos los medios son legítimos para promover el avance del conocimiento. (Muchos físicos que descreen de la posibilidad ola moralidad del proyecto de la “guerra de las galaxias" usan la misma excusa: que "el dinero no tiene olor"). Yo opino que esta estrategia maquiavélica es inmoral y prácticamente perjudicial. Moralmente por" que uno nunca debería hacer nada bajo falsos pretextos. En la práctica, porque los burócratas y políticos eventualmente descubrirán que las afirmaciones de su utilidad fueron exageradas y porque, además, es el deber de los científicos el educar a los servidores públicos, a los políticos y a los que pagan impuestos deben enseñar que la ciencia es un bien en sí mismo y que exigirle utilidad práctica inmediata significa cortarle las alas a la imaginación científica.


El dogmatismo religioso

El dogmatismo es, por supuesto, lo opuesto a la actitud científica, la cual es esencialmente creativa y crítica. El dogmatismo religioso es el mayor obstáculo a la adopción de una actitud científica no sólo porque repudia a la investigación, sino también porque afirma la existencia de lo sobrenatural que, por vía de hipótesis, está más allá del alcance de la ciencia.

La ciencia es naturalista en el sentido de que sólo estudia las cosas concretas y busca leyes, no milagros. Más aún, la ciencia lo hace sin recurrir a revelaciones y sin apoyarse en la autoridad indiscutible. No es extraño, pues, que el adoctrinamiento religioso en la temprana edad sea el obstáculo más efectivo para el desarrollo de una mentalidad científica.

Por cierto, una actitud científica puede coexistir con una sincera fe religiosa –hasta cierto punto. Un conflicto entre ambas es inevitable al examinar cuestiones tales como la evolución del universo, el origen de la vida, la progenie humana, la naturaleza de la mente, el origen de las religiones, y la existencia de un más allá, que son precisamente los interrogantes que más interesan al común de los mortales. Las respuestas a estas preguntas determinan si uno desarrolla una cosmovisión científica o no. Como prueba, la evolución es un buen caso.

Entre los años 1880 y 1960 aproximadamente, parecía que la mayoría de las iglesias cristianas habían hecho las paces con la biología evolutiva. Lamentablemente, esto sólo fue un interludio en la lucha inmemorial entre religión y ciencia. Admitamos que hoy la evolución es negada en bloque sólo por los fundamentalistas y, en los E.E.U.U. por aproximadamente la mitad de la población adulta. Pero, por más liberal que sea, un religioso no puede admitir que la evolución ha sido un proceso enteramente natural; si es coherente debe afirmar que el proceso evolutivo ha sido guiado desde lo alto y que tiene un propósito definido. Al hacer esta afirmación distorsiona totalmente la biología evolutiva. De igual modo puede conceder la utilidad de la neurociencia para la psicología, en tan lo pueda considerar al cerebro como un instrumento del alma inmaterial, inmortal y misteriosa, lo cual se contradice con la psicología fisiológica y la biología evolutiva.

Para generalizar: la preocupación por resguardar a la religión conduce inevitablemente a la mutilación de la investigación científica y a la distorsión de la enseñanza de la ciencia.

Una consecuencia de la aceptación a medias de la ciencia entre quienes se aferran a las creencias tradicionales es que ninguna organización religiosa tiene dificultad alguna en hallar laureados Nobel para que la patrocinen. Otra consecuencia es que la ciencia es a menudo enseñada codo a codo con la religión, como si fueran conceptualmente compatibles. Alcock (1981, p. 30) halló que más de la mitad de los alumnos de ciencia en Mc Gill University creen en Dios y en la inmortalidad del alma; apenas un 15% de ellos rechazaba estas creencias.

Evidentemente, la mayoría de nuestros estudiantes mantiene un enfoque no científico aun cuando logren dominar técnicas e ideas científicas. No extraña que rara vez se animen a enfrentar asuntos controvertidos tales como evolución vs. Creación, el problema mente cuerpo, y las raíces de la creencia en lo sobrenatural. Como lo hubiera dicho Wilhelm Von Humboldt, reciben Unterricht (instrucción) y no Bildung (formación).


La creencia en lo paranormal

A pesar del espectacular éxito de la ciencia y el extendido uso de artefactos, y a pesar de la urbanización y la educación obligatoria, la creencia en lo paranormal es desenfrenada.

Hay toda una industria de lo paranormal y muchos periódicos, canales de televisión y editoras son parte de ella. Por ejemplo, miles de diarios en el mundo entero publican periódicamente horóscopos y difunden profecías de astrólogos y visiones de médiums -pero no se toman el trabajo de informarnos si tales alegatos se han visto refrendados luego por los hechos.

Yo mismo he tenido tres relevantes encuentros con la empresa de comunicaciones CRC. Una vez me solicitaron que sugiriese nombres de personas quienes estarían interesadas en participar en un programa de parapsicología.

Cuando sugerí un profesor de psicología v un mago profesional, el periodista se puso 'suspicaz y preguntó si tales personas eran escépticos. A1 escuchar mi respuesta afirmativa exclamó: "Ah, pero vea, el público quiere creer, no desea escuchar críticas". La segunda vez me solicitaron para aparecer durante media hora en un programa de la CBC francesa, pero mi entrevistador se tornó ostensiblemente nervioso a medida que avanzaba en mis críticas, por lo que a los 15 minutos me interrumpió diciendo: "Ya basta, ya basta, gracias profesor". Más recientemente otro equipo de la CBC, el "Citybeat", me entrevistó durante una hora en mi casa inquiriendo mis puntos de vista sobre el pretendido hallazgo de una casa embrujada en Montreal, y so6re la creencia en lo paranormal en general.

Lo que finalmente emitieron fue una larga entrevista con los dueños de la casa embrujada y con el exorcista que habían llamado (el actor principal, el fantasma, no se dignó a aparecer en el show). Lo único que apareció de la entrevista que me realizaron fue un comentario final: "Por supuesto, alguna gente cree que la creencia en fantasmas es parte de la cultura barata de descarte" [junk culture].

Por suerte no todos los medios son irresponsables cuando se trata de informar sobre ciencia y pseudociencia. Hay algunos espléndidos programas de ciencia por televisión, tales como Nova y The Nature of Thíngs ["La naturaleza de las cosas"], así como una cantidad de series ocasionales de la BBC. Sin embargo, la audiencia que las sintoniza es pequeña comparada con la de las comedias 'kitsch". Por otra parte, algunos diarios y semanarios de influencia no se asocian con lo oculto y ellos, particularmente los periódicos financieros, proveen información fidedigna cuando informan sobre ciencia.

Por ejemplo The Wall Street Journal y The Economist han sido sumamente cautos con el alegado descubrimiento de la fusión en frío, en marzo pasado. Pero estos medios son leídos por una minoría y pocos de sus lectores son jóvenes que pueden ser atraídos por la ciencia. El periodismo masivo se desentiende de la ciencia por completo, o presenta una visión distorsionada dando preeminencia a charlatanes. Incluso la revista Discover publicó avisos de página entera de la Iglesia de la Cientologia. En suma, la popularidad de las creencias en lo paranormal, junto al incremento del fundamentalismo religioso, señalan el renacer del pensamiento mágico, una marcha atrás del die Entzauberung der Welt, el cual Max Weber consideraba como la característica de la cultura moderna.


La contracultura

Anteriormente la mayor parte de los intelectuales respetaban la ciencia, aun sin tener una comprensión cabal de la misma. Más recientemente, el grueso de la inteligentsia estaba dispuesta a conceder que la ciencia es el motor de la moderna cultura intelectual. En la actualidad un gran número de autodenominados intelectuales se han enrolado en la contracultura, movimiento rebautizado como "New Age" [Nueva Era]. La mayoría de los seguidores de esta nueva moda rechazan la ciencia; otros proclaman que el misticismo oriental es la clave de la ciencia moderna y no pocos rechazan de plano todo argumento racional.Sus palabras gancho son "insight", "holismo","espíritu', "sinergia", "natural", y "ecológico"; unos pocos se aventuran a usar en sentido equivocado los términos "información", "catástrofe" y recientemente, "caos".

Toda esta gente afirma que la cultura "oficial" es superficial y está muerta, que no hay desórdenes mentales sino sociedades enfermas, que la ciencia es responsable de los armamentos modernos y de la degradación ambiental. Respaldan a quiromantes, homeópatas, acupunturistas, psicoanalistas, y hasta curadores "por la fe y brujos. Compran cinturones magnéticos, péndulos, cristales, y toda clase de adminículos que suponen sirven para diagnosticar y aun curar enfermedades de todo tipo, desde el resfrío común y dolores de espalda hasta el cáncer y el SIDA. Forman, así, la clientela de la "medicina alternativa" (médécine douce ) y de la logoterapia.

Las críticas a la ciencia por ser racional, analítica y reduccionista no provienen sólo de los pseudointelectuales, ni son los únicos que profieren especulaciones falsas o incontrastables.

Por ejemplo, el eminente topólogo René Thom, afirma haber construído una teoría biológica totalizadora que nos permitiría cerrar sin más todos los laboratorios de biología. El exitoso inventor James E. Lovelock propuso la doctrina Gaia, según la cual nuestro planeta es un sistema vivo autorregulado capaz de cuidarse de cualquier cantidad de polución. Sir John Eccles, quien ganó un premio Nobel por sus trabajos en neurociencia, dice que la mente es una entidad inmaterial que actúa sobre las neuronas vía telequinesis. Eugene Wigner, otro laureado con el premio Nobel, enseña que todos los procesos nucleares, atómicos y moleculares son gobernados por la mente del experimentador. El científico politico Samuel Huntington, de Harvard, escribe ecuaciones pseudomatemáticas utilizando símbolos que representan variables tales como "movilización social" y "frustración social", a las cuales no se toma el trabajo de definir. De modo similar, el profesor Robert Axelrod, conocido autor de una teoría de la evolución de las normas, asigna valores numéricos a variables matemáticas indefinidas tales como "nivel de tentación" y "valentía" con las que alimenta la computadora.

Más aún, la comunidad académica misma no es sólo consumidora sino productora de pseudociencia. Y no se trata de que sea indiferenciable de la ciencia como algunos filósofos afirman. Lo que sucede es que los especialistas sí suelen equivocarse cuando salen de su campo de experiencia; particularmente si tienen una motivación ideológica. Si tales desviaciones de la actitud científica fueran examinadas con ojo crítico dentro del campo académico antes de salir al encuentro de divulgadores y filósofos, serían relativamente inocuas. Como están las cosas, contribuyen a una visión anticientífica del mundo, tal como la propugnada por la "New Age".


Filosofía irracionalista

El componente filosófico de la contracultura es el irracionalismo, esto es, la familia de doctrinas según las cuales la razón es traicionera y peligrosa, mientras que el instinto, el sentimiento visceral, la fe y la intuición son confiables. La más extrema versión del irracionalismo contemporáneo es el existencialismo.

Heidegger y sus imitadores son irracionalistas totales; son ininteligibles, al punto tal que los escritos de Heidegger esperan aún su traducción del alemán. Siendo una filosofía hermética, o más bien una pseudofilosofía, el existencialismo nunca hubiera llegado a ser popular. En razón de su esoterismo, todo lo que el público sabe sobre el existencialismo proviene de las reflexiones de Woody Allen sobre el ser y la muerte. Sin embargo, una cosa está clara: los existencialistas odian la ciencia y la lógica, y ésta es una de las razones por las cuales se explica el apoyo que diera Heidegger al nazismo.

El ataque que hace el existencialismo a la razón y a la ciencia es confuso y torpe y suena como si hubiera sido escrito en el siglo XII. Hay otra táctica más sutil y efectiva: el ataque subjetivista y antirrealista montado contra la ciencia por el historiador de la ciencia Thomas S. Kuhn y por el filósofo de la ciencia Paul K. Feyerabend, en los años '60 y '70. Estos escritores populares sostienen que no hay verdad objetiva, que el científico crea él mismo los hechos, que las teorías científicas son aceptadas o rechazadas como si fueran modas, que los sucesivos puntos de vista científicos son mutuamente "inconmensurables", esto es, no comparables uno con otro, que no hay criterios definidos de aceptación de teorías, que cada revolución científica destruye todas las adquisiciones anteriores, que -aun en el caso de Feyerabend- no hay diferencias entre la ciencia por un lado y la pseudociencia y la ideología por otro; por ejemplo, entre la biología evolutiva y la "ciencia creacionista", entre psicología y parapsicología, entre medicina y curaciones por la fe, y aun entre ciencia y magia.

Publicaciones serias sobre filosofía de la ciencia han sido desplazadas por libros como Against Method [Contra el método], The Social Construction of Reality [La construcción social de la realidad], Ways of World Making [Las maneras de hacer el mundo ], Farewell to Reason [Adiós a la razón], y La science comme mythe [La ciencia como mito].

Estos enfoques irracionalistas y subjetivistas de la ciencia se han vuelto populares especialmente entre gente que halla los standards científicos demasiado altos, así como entre gente joven bien intencionada que culpa a la ciencia por los problemas globales que amenazan la supervivencia de la humanidad. Es sin embargo fácil demoler tales heterodoxias de moda; por ejemplo, median te el análisis de cómo se comparan las teorías científicas entre sí v con los datos experimentales (ver Bunge, 1983). Pero esto no tiene importancia en esta encrucijada. Lo que cuenta en relación a la percepción popular de la ciencia es que el irracionalismo y el subjetivismo no sólo distorsionan la imagen de la ciencia sino que también contribuyen a su descrédito. Moraleja: si le importa la ciencia, no pase por alto su filosofía.


La escuela

No es novedad que la escuela elemental y media no enseñan suficiente ciencia y lo que enseñan tienden a hacerlo de manera dogmática.

Esto es, habitualmente presentan la ciencia como un cuerpo de creencias más que como el proceso de cuestionamiento, conjetura y prueba y de descubrimiento e invención que es en realidad. Más aún" cuando hay algún trabajo en el laboratorio, es por lo general "sin tocar" ["hands off'], y lo que tocan ["hands on"], lo hacen ciegamente, sin la preparación teorica necesaria. Los resultados son el aburrimiento, la extinción de la curiosidad natural, y la incapacidad de afrontar nuevos problemas cognitivos.

Parte del problema es, por supuesto, que la mayoría de los maestros de ciencia han estudiado muy poco sobre el tema y no se sienten cómodos enseñándolo (ver Atkin, 1983). Por ser graduados de facultades de la educación, han pasado años aprendiendo cómo enseñar, diseñar currículums y manejar escuelas, más que familiarizándose con la ciencia. ¿Cómo se puede esperar que transmitan un entusiasmo que ellos mismos no sienten? (ver Hirsch, 1989).

El libro de texto de ciencia típico no ayuda a modificar esta situación. Por el contrario, es parte del problema: voluminoso y aburrido, a menudo erróneo, rara vez con relevancia a los problemas que se encuentran en la vida real, o con contenido entretenido. En particular, la industria del libro de texto de los EE.UU., a diferencia de su par británica, se destaca en la producción de textos voluminosos (y por lo tanto caros) y aburridos. Pero reciben tanta promoción que son elegidos habitualmente con preferencia sobre sus mejores rivales, en especial los que cuentan con el respaldo –sobre todo en los años anteriores a la era de Reagan- del gobierno federal o las organizaciones profesionales. Por ejemplo, en los años '70, sólo el 5% de los distritos escolares inspeccionados usaron materiales para matemáticas aportados por entidades federales, y ningún texto de ciencias naturales con respaldo federal fue usado en más del 25% de los distritos inspeccionados (Jackson, 1983).

Como consecuencia de una pobre preparación profesional pocos maestros de ciencias en las escuelas elementales o secundarias de Norteamérica han adoptado la actitud científica. Para peor, la poca ciencia que han aprendido ha sido con frecuencia insufíciente para arrancarlos de las creencias tradicionales e inmunizarlos contra las supersticiones más en boga.

Por ejemplo, una investigación reciente sobre creencias de los profesores de biología en colegios secundarios de los EE.UU. revela que el 34% de ellos cree que Adán y Eva fueron los primeros seres humanos y que fueron creados por Dios; el 20% cree que la Biblia es una fuente autorizada y confiable con respecto a temas científicos tales como la edad de la tierra y el origen de la vida; el 22% cree que el relato bíblico de la creación debe ser enseñado en la escuela pública como explicación de los orígenes y el 29% cree que Satán es una persona real trabajando actualmente en el mundo (Eve & Dunn, 1989). Sería interesante hacer un relevamiento similar en Canadá, particularmente en Quebec y en las Praderas canadienses.

La creencia en lo paranormal no está menos extendida entre los maestros de ciencia. Alcock (1981,p. 25)halló que tan sólo alrededor del 30% de los profesores de ciencia natural y social en la Universidad York eran escépticos sobre la percepción extrasensorial, y encontró que tan sólo el 8% de los estudiantes de ciencia en la Universidad de McGill (en los cursos de tercer año) eran escépticos. No sería sorprendente si encontrásemos resultados similares entre los maestros de escuela elemental.

Cuando mi hija cursaba el tercer grado en una buena escuela privada de Montreal, la mayoría de los libros de la biblioteca de la clase tenían como temas la percepción extrasensorial, el triángulo de las Bermudas y otros del mismo tenor. En 10 años ha recibido más enseñanza en la así llamada educación moral y religiosa, que en física o química. Y, por supuesto, el conocimiento de la historia de Quebec y su geografía se considera más importante que el conocimiento de la historia y geografía universales, para no hablar de las ciencias naturales.

En resumen, nuestras escuelas elementales y medias no ofrecen enseñanza científica adecuada. No es que carezcan de fondos, material, o personal apropiados; nunca han tratado de hacerlo presumiblemente porque las autoridades educacionales no han aprendido aún que la ciencia es el núcleo y el motor de la cultura contemporánea intelectual.


¿Qué hacer?

¿Qué se puede hacer para corregir la errónea percepción popular de la ciencia? Sólo una cosa puede hacerse, y es mejorar la enseñanza de la ciencia y de la historia y filosofía de la ciencia. Esto puede y debe hacerse en los 3 niveles de aprendizaje, y también en los medios de difusión y en la industria editorial. Necesitamos una reforma escolar radical que pueda llevar a nuestras escuelas al nivel de las mejores de Europa y del Lejano Oriente. Esto se puede obtener con un mejor entrenamiento de los maestros, mejores elementos de enseñanza --en particular laboratorios, equipos de experimentación científica y libros de texto- y el doble de horas semanales dedicadas a la ciencia y a las matemáticas en todas las escuelas primarias y secundarias.

No obtendremos mejores maestros de ciencia de las existentes facultades de educación y de los colegios de estudios superiores de enseñanza, puesto que éstos son por lo general bastiones del conservadurismo y enfatizan el método de enseñanza a expensas del contenido. Más aún, algunos tales como la Facultad de Educación de la Universidad de McGill, ni siquiera ofrecen un grado de Bachiller en Profesorado de Ciencias o de Matemáticas. En lugar de eso, ofrecen programas de religión (protestante, católica, judía); francés como segundo idioma, inglés como segundo idioma, educación física, economía doméstica, etc. No están actualizados.

Si queremos elevar la enseñanza de la ciencia v las matemáticas debemos pasar por alto las facultades de Educación y los Profesorados en los Colegios de Estudios Superiores y estimular a las escuelas para que tomen a gente competente como maestros que enseñen tales materias, por ejemplo graduados en matemáticas, ciencia o ingeniería. Estos individuos pueden inicialmente carecer de habilidad didáctica, pero la obtendrán con la práctica. Al menos sabrán de lo que están hablando, y cuando se les haga preguntas que no sepan contestar, tendrán el coraje de admitir ignorancia, y la voluntad y competencia para encontrar las respuestas. Los libros de texto sólo se pueden mejorar si son los científicos quienes los escriben. Hay algunos ejemplos imitables en este campo, como los textos de ciencia elemental británicos, mejicanos y cubanos.

El experimento mejicano es particularmente interesante. Cerca de dos décadas atrás, el Ministerio de Educación de Méjico comisionó a algunos de los mejores matemáticos, científicos naturales v científicos sociales del país a escribir libros de texto de nivel elemental. Estos resultaron excelentes: no sólo exactos sino también comprensibles y. atractivos. El gobierno los publicó y distribuyó libremente entre la población escolar. Lamentablemente este esfuerzo prontamente se frustró por la carencia de maestros calificados, la falta de medios adecuados y de aulas abarrotadas. Ninguna reforma puede tener éxito si sólo abarca un sector. Cada componente del sistema tiene que ser reformado. Podemos concebir e implementar tal reforma. ¿Porque no lo hacemos?

Para mejorar el nivel de cobertura del tema científico en diarios, revistas, televisión y radio habría que jerarquizar la profesión de periodismo científico. El reportero en ciencias debe estar mejor educado y recibir una mejor paga. No tenemos suficiente periodismo científico en Canadá. Es cierto que hay una excelente revista de ciencia popular, Québec Science, pero es provincial y Le devoir ha incorporado recientemente a un buen periodista en el área de ciencias, pero sólo le dan una página por semana. La Gazette de Montreal, también tiene su página semanal de ciencias, pero toma su contenido de las agencias de noticias del país vecino. Parece no existir una publicación nacional sobre temas de ciencia dirigida a maestros y estudiantes de escuelas elementales o medias. En contraste, el gobierno de Colombia publica CIMPEC, un excelente mensuario dirigido a ese público: ¿Podría el consejo en ciencias de Canadá hacer algo similar?

Otra cosa que puede y debe hacerse para mejorar la imagen pública de la ciencia es multiplica r el número de centros y museos de ciencia. Necesitamos un centro en cada ciudad de importancia en Canadá que atraiga miles de visitantes que puedan experimentar, ver espectáculos de ciencias y escuchar conferencias y cursos en temas científicos. Toronto y Ottawa tienen sus museos de ciencia popular y un grupo privado de Montreal está planeando construir un Carrefour de ciencias, técnicas e industrias. Pero necesitamos muchos más centros como ése, y todos deberían hacer muestras anuales para atraer a un gran número de visitantes.

Finalmente, a las ciencias de la ciencia, la historia, sociología, la filosofía de la ciencia, se les debería dar más importancia, ya que son las disciplinas que brindan la imagen formal de la ciencia. Hace 350 años, la Royal Society de Londres fue creada a base del modelo propuesto por el filósofo Francis Bacon. Hoy la ciencia es menospreciada apoyándose en caricaturas dibujadas por los filósofos de la contracultura.

Los hombres de negocios saben que el envoltorio, la comercialización v la publicidad de sus productos es tan importante como los productos mismos. ¿Cuándo aprenderán los científicos y los profesores de ciencias que esto también se aplica a sus productos? ¿Cuándo cesarán de sentir desprecio por las ciencias de la ciencia, mientras mantienen obsoletos puntos de vista filosóficos, históricos y sociológicos de la ciencia?


Conclusión

La ciencia y la tecnología se encaminan a una grave crisis en Norteamérica. Se estima que en los EE. UU. harán falta medio millón de científicos e ingenieros a comienzos del próximo siglo (Powledge,1989). Asumiendo que el caso canadiense sea similar, podemos esperar un déficit de alrededor de 50.000 científicos e ingenieros para el comienzo del siglo XXI.

Este déficit se debe a diversas causas: la declinación de la natalidad, el menor apoyo gubernamental a la educación, el aumento del gasto militar y su correlativo desperdicio de talentos, la diseminación de la contracultura y la crecientemente negativa imagen popular de la ciencia. Este último factor no debe ser subestimado, ya que la elección de una carrera es un asunto psicológico determinado en gran medida por el status adjudicado socialmente a cada carrera. ¿Por qué deberían los jóvenes dedicar sus vidas a la ciencia si se les dice que la ciencia es aburrida, no muy diferente de una ideología, responsable de todos los problemas corrientes del globo, y ni siquiera muy prestigiosa? ¿Por qué deberían volcarse a una carrera científica si sus líderes filisteos los exhortan a buscar fortuna y poder antes que conocimiento y servicio? ¿Y por qué deberían sufrir un largo y penoso entrenamiento si pueden hacer buen dinero rápidamente con un título utilitario?

No es milagro que alrededor del 60% de la plana mayor de los profesores y de los graduados en matemáticas, ciencias naturales e ingeniería de las universidades norteamericanas sean extranjeros. Hasta ahora la huída de cerebros del tercer mundo compensaba nuestro déficit en materia gris. De ahora en más no deberíamos contar con el aporte de cerebros extranjeros porque la mayor parte de los países del tercer mundo ha comenzado a declinar rápida, profunda y tal vez irremisiblemente en la mayoría de los casos. Si no entrenamos a nuestros propios matemáticos, científicos naturales e ingenieros nadie lo hará por nosotros.

Afortunadamente, tenemos los medios para evitar la amenaza de decadencia científica y tecnológica. Nos podemos preparar para la paz y así liberar enormes recursos humanos y materiales para aplicarlos a lo social. Podemos mejorar el respaldo a la ciencia básica.

Podemos mejorar la enseñanza de la ciencia reclutando maestros de los programas de ciencia más que de las facultades de educación. Podemos mejorar la calidad de los libros de texto y la cobertura periodística, interesando a los científicos en la educación científica y en la popularización de la ciencia. Y también sería de interés para la industria, que está sufriendo una severa escasez de personal técnico (ver Pearson, 1989).

Resumiendo, la imagen pública de la ciencia se ha herrumbrado en las dos décadas pasadas. Sin embargo, los países industrializados tienen los medios para corregir esta distorsión y evitar el amenazante descenso de la ciencia y la tecnología a través de la acción individual y colectiva. ¿Lo harán a tiempo para evitar la caída irreversible de la civilización industrial? En particular, los gobiernos federales y provinciales de Canadá ¿se darán cuenta a tiempo que Canadá no entrará en el próximo siglo como una nación civilizada si continúa siendo el país industrializado con la menor inversión en investigación y desarrollo y cuyas autoridades educativas muestran pocos signos de preocupación sobre el penoso estado de la ciencia y la tecnología?


Referencias:

Alcock, J. (1981) Parapsyehology: Science or Magic? Oxford and New York: Pergamon Press.

Atkin, J. M. (1983) The improvement of science teaching. Daedalos 112 (2): 167-87. •

Berger, S., M. L. Dertoukos, R. K. Lester, R. M. Solowand L. C. Thurow (1989) Toward a new industrial America. Scientific American 260 (6): 39-47.

Bunge, M. (1983) Treatise on Rasie Philosophy, Vol. 6: Understanding the World. Dordrecht and Boston: Reidel.

Byrne, G. (1989) Overhaul urged for math teaching. Science 24.,: 729.

Chatillon, G. (1987) Les Professeurs de I'UQTR et la croyance au paranormaI. Sceptiques du Québec Nll 3: 5-8.

Culliton, B. J. (1989) The dismal state of scientific literacy. Science 243: 600.

Eve, R. A. & D. Dunn (1989) High school biology teachers and pseudoscientifIc belief: passingon it? Skeptical Inquirer 13: 260- 63.

Hirsch, E. D., Jr (1989) The primal scene of education. New York Review of Rooks, March 2, pp. 29-35.

Jackson, P."W. (1983) The reform of science education: a cautionary tale. Daedalus 112 (2): 143-66.

Pearson, R. (1989) Turning the switch on skill. Nature 337:488.

Powledge, T. M. (1989) What shall we do about science education?

The AAAS Observer, supplement to Seience 5, May 1989.

El presente artículo fue reproducido del "TRSC" con expresa autorización del autor.

5.8.10

La novena cruzada, por Arturo Belda

Cuando el venerable e inefable Moisés subió (supongo que con gran esfuerzo) a la montaña, no lo hizo por meras razones deportivas, sino porque llevaba una misión fundamental por cumplir. Él debía recibir nada menos que la palabra de Dios, con el fin de informar a su pueblo acerca de la voluntad de este.

Tal vez supiera, puesto que era un iluminado, las consecuencias que traería a la humanidad su acción, pues a lo largo de los años, la religión del pueblo elegido dio lugar al nacimiento del cristianismo y pocos siglos después, también al islamismo. De esta manera varios miles de millones de habitantes del planeta padecieron las consecuencias. Quiero decir que se vieron beneficiados con el infinito amor de las llamadas religiones judeo-cristianas.

Allá por el año 313, más o menos, otro inefable y gran creador, Constantino el Grande, iluminado tanto como el mejor, tuvo la feliz idea de inventar el cristianismo. Para ello rescató los recuerdos fósiles de un revolucionario judío que había bregado hacía tres siglos por la liberación parcial de los esclavos. El problema de Constantino era que su decadente imperio se estaba quedando sin mano de obra y como ya carecía de suficiente poder militar como para arriar a los bárbaros, puesto que más bien eran ellos quienes podrían arriar a los romanos, tuvo que arbitrar los medios para resolver esta situación. Con la disminución del caudal de esclavos, su economía amenazaba con venirse abajo. Así fue que inventó el cristianismo.

Para ello fabricó un cristo héroe, hijo de Zeus y una mujer terrena, virgen por añadidura. Pero este no fue un héroe digno de su padre, como Hércules, Teseo y otros; lo pintó como un héroe manso, dócil, dulce y débil, amigo de los romanos y que por sobre todas las cosas admitiría que había que pagarles tributo. A este héroe lo convirtió en dios, lo que es natural puesto que los héroes al morir siempre iban a ubicarse al lado de su padre, ya fuera en El Olimpo, El Cielo u otro distinguido lugar. En este caso era distinto puesto que sería él mismo, tan dios como su progenitor. Un dios que tuviera las cualidades de un ser humilde y servicial y que era el modelo perfecto del esclavo que tanta falta les hacía. Así todo el pueblo del imperio, salvo, claro está, la aristocracia, quedaba voluntariamente convertido en esclavo a imagen y semejanza de su propio dios-hombre.

Esta idea brillante de Constantino se entretejió con toda la infraestructura de una religión como Dios manda, el judaísmo. Los judíos siempre fueron expertos en materia religiosa y tenían ya en aquel entonces una, tan buena, orquestada con todas las de la Ley

Tres siglos después les surgió un competidor, el Profeta, quien por el momento no resultaba problemático para Occidente.

El cristianismo creció con firme pujanza, fue tan efectivo para domesticar a los pueblos y reducirlos a la esclavitud “voluntaria”, que no solo lo adoptó el Imperio, sino también los díscolos bárbaros. Tuvo además un efecto unificador y terminó reuniendo bajo un único poder a todos los restos dispersos de lo que fue Roma. Así, junto con Bizancio, volvió a ser tan importante como en sus mejores tiempos.

También el Islam fue creciendo en forma considerable, avasallando sin piedad a las demás creencias, incluso los elegidos de Dios o sea los judíos, cosa que no molestó demasiado al sumo pontífice cristiano. Este crecimiento no solo se produjo en Asia sino también en el sur de Europa y el norte de África, originando un serio motivo de preocupación para los príncipes cristianos.

Alrededor del año 1.000 en adelante, las huestes islámicas iban en constante aumento, amenazando seriamente al poderoso Imperio cristiano de Constantinopla. Esto preocupó sobremanera no solo a los papas sino también a príncipes y señores feudales. Los turcos selyúcidas habían conquistado vastos territorios pertenecientes a Bizancio y se extendieron hasta la mismísima Jerusalén.

Se imponía tomar una seria determinación. Después de largos cabildeos y cruentas desavenencias, por fin se logró el objetivo programado: la primera cruzada. Su propósito fundamental era rescatar la Ciudad Santa para la cristiandad e impartir al mundo el piadoso beneficio de la verdadera religión, o sea el cristianismo.

Los ejércitos de Dios, compuestos principalmente por fuerzas de Francia, el reino de Sicilia y otros, conquistaron parte de Siria, Líbano y Palestina. Para ello no tuvieron más remedio que exponerse a algunos pequeños daños colaterales, como ser, el asesinato de miles y miles de húngaros, judíos, mahometanos y otros, incluyendo cristianos, tanto hombres como mujeres y niños, algún que otro robo o fugaz latrocinio, incendios, desastres y otras menudencias.

Fundaron así el reino cristiano de Jerusalén y diversos dominios donde se asentaron. Esta situación duró un cierto tiempo en que no solo los príncipes, sino también los señores feudales, realizaron muy buenas operaciones comerciales. Hay que tener en cuenta que en el siglo XI estaba todavía muy lejana la vuelta al mundo de Magallanes, el comercio con Oriente estaba colapsado por causa del Islam y las extensas estepas del Asia Central eran intransitables a raíz de la existencia de los mongoles. Así las cosas, la presencia de posesiones cristianas en Asia Menor brindaba formidables posibilidades al intercambio comercial.

Los turcos a todo esto, no estaban ni ociosos ni tranquilos. Saladino no se quedaba para nada de brazos cruzados, lo que ocasionaba permanentes vaivenes en las fronteras, arruinándoles los negocios. Como consecuencia de esta perversa acción, surgía la necesidad de nuevas y piadosas cruzadas.

Según opinión de serios y responsables historiadores, las cruzadas formales fueron nada más que ocho y terminaron junto con el siglo XIII, con resultados más que discutibles, puesto que en ocasiones los turcos han llegado a estar dentro mismo de Europa. Para evaluar este cómputo de las solamente ocho, no se han tomado en cuenta movimientos bélicos ordenados, inspirados o simplemente consentidos por la cristiandad, que revisten características de auténticas cruzadas. Algunas de ellas se dirigieron contra eslavos paganos, contra cátaros, husitas y valdenses y, en general, contra enemigos del Papa. También fueron consideradas como tales, las etapas de la reconquista de España contra el reino moro, la guerra civil española contra la república (sospechada de comunista), la segunda guerra mundial en la que el auténtico sumo pontífice austríaco, don Adolfo, la emprendió contra judíos, gitanos, negros, homosexuales y comunistas, bajo el amparo espiritual de la Santa Cristiandad y tal vez gracias a la convergencia de poderosos intereses económicos.

Si admitimos que las cruzadas del medioevo fueron nada más que ocho, hoy, en pleno siglo XXI, nos enfrentamos a la novena cruzada.

Los judíos de todo el mundo, a lo largo de la historia tuvieron que soportar toda clase de vejámenes y persecuciones por parte de los cristianos, aunque también de otros credos. Hoy en día, digamos que a partir de mediados del siglo XX, esta situación se revirtió. Gracias a Dios y a la Virgen (aunque no sé por qué a muchos cristianos no les cae bien la figura de la madre de Dios), bueno, diría que gracias a Dios, el gran imperio cristiano europeo norteamericano, se ha reconciliado después de dos milenios con los judíos y los tiene por aliados. Se cierra así una larga historia de desencuentros y malentendidos. La novena cruzada va dirigida como de costumbre contra el Islam. Los impiadosos musulmanes han inventado la máquina cruel del terrorismo, tiene el tupé y la desvergüenza de no aceptar el proteccionismo liberador occidental y se niegan a reconocer las indiscutibles bondades de la democracia. Manifiestan su egoísmo reteniendo su petróleo y otros recursos naturales, ignorando de intento cuánta falta les hacen estos elementos a los pobres europeos y norteamericanos. Pretenden que la Ciudad Santa sea de ellos, aduciendo que viven allí solo desde unos miles de años. Son tan soberbios y belicosos que quieren equiparse con armamento similar al de sus enemigos pro-occidentales.

El pobre, aunque poderoso, mundo occidental y cristiano que abarca toda Europa, junto con su imponente provincia ultramarina Estados Unidos, Japón, Australia, parte de Corea, parte de China, el Estado de Israel y varios estados orientales y occidentales comprensivos, este mundo cristiano es el que instrumenta la actual novena cruzada. Esperemos que, si Dios quiere, logre cuanto antes la conquista, no de la Ciudad Santa, puesto que ya la tiene, sino del Sagrado Recurso, el Santo Objetivo que yace bajo las plantas de los impíos musulmanes, que es tan necesario y que se está acabando en todo el resto del mundo.

Arturo julio del 2010



22.4.10

Ejercicios de computadora, en tela de juicio

Ejercicio de razonamiento de la prueba (imagen gentileza BBC)

Ejercicios de computadora, en tela de juicio

por Nora Bar (publicado en el diario La Nación)

Un estudio británico que hoy publica Nature pone en tela de juicio los efectos positivos que el llamado "entrenamiento mental computarizado" (brain training, en inglés) tendría sobre las funciones cognitivas. El trabajo también puede agregar una pizca de confusión a los mensajes que nos instan a mantener la mente activa para preservarla en buen estado hasta bien entrados los años.

Adrian Owen, de la Unidad de Ciencias Cognitivas y del Cerebro de la Universidad de Cambridge, decidió poner a prueba el uso regular de las pruebas de entrenamiento de computadora que, afirma, constituyen una industria de "millones de libras", pero carecen de evidencia científica que los respalde. Y lo hizo con un elegante experimento: reclutó a 11.430 voluntarios de entre 18 y 60 años a través de un programa de divulgación científica de la BBC (Bang goes the theory), les hizo una prueba de inteligencia general (capacidad verbal, espacial, memoria y razonamiento) y los dividió en tres grupos. Al primero les hizo preguntas de cultura general y a los otros dos les pidió que jugaran con este tipo de ejercicios por lo menos 10 minutos, tres veces por semana durante seis semanas. Al final, les repitieron las pruebas y compararon los resultados.

El estudio , escriben Owen y colegas "no ofrece evidencia de que el uso regular de entrenamiento computadorizado mejore el funcionamiento cognitivo general en personas sanas más allá de las tareas concretas en las que se practica".

Según expertos locales, sin embargo, el equipo británico no analiza si los beneficios registrados se vuelcan, o no, en actividades de la vida cotidiana.

"Prueba si estos entrenamientos en un área específica, como la memoria, enriquecen otras funciones y arroja un resultado negativo cuenta Teresa Torralva, jefa de Neuropsicología del Instituto de Neurología Cognitiva y del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro. Nosotros tenemos una colaboración con Adrian Owen y alentamos estos ejercicios, pero sostenemos que la ejercitación a través de la computadora es sólo una herramienta más dentro del entrenamiento cognitivo general. Es un instrumento que tiene que darse dentro de un contexto."

Según Torralva, ya se había mostrado que, por ejemplo, cuando uno se entrena en ejercicios de lógica, mejora... en la resolución de problemas de lógica.

¿Pero esas mejoras se transmiten a otras áreas? ¿Si uno se ejercita en la memorización de listas de palabras, luego recuerda mejor las fechas de cumpleaños de sus personas cercanas, las películas que acaba de ver?

"En definitiva, eso es lo que le interesa a uno, pero el trabajo no lo prueba dice Torralva ,porque no se evaluaron actividades cotidianas, sino rendimiento en pruebas de computadora. Por otro lado, los programas de entrenamiento tienen que estar diseñados particular y específicamente para cada persona."

Y enseguida aclara: "Para el cerebro de un ajedrecista, probablemente jugar al ajedrez no resulte un gran desafío. Cuando hablamos de entrenamiento de las funciones cognitivas, siempre tenemos en cuenta tres conceptos claves: desafío, cambio y aprendizaje. La computadora es muy válida, pero siempre dentro de un programa más completo. Pensémoslo de este modo: ¿ir al gimnasio, nos hace tener un mejor estado físico general? Sabemos que el entrenamiento con computadoras probablemente sirva para algunas funciones específicas, pero no lo hace a uno más inteligente. Cuánto impacta en la vida de las personas no se sabe, porque no se estudió."

"Ya es sabido que ser experto o rendir bien en un tipo de memoria, en un laboratorio, no se extiende a otras funciones cognitivas o en la vida diaria coincide el doctor Facundo Manes, director del Instituto de Neurología Cognitiva y del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro . Pero esto no contradice los datos que existen a favor de la reserva cognitiva: una mayor educación y desafío intelectual disminuye el riesgo de deterioro."

Por su parte, el joven investigador argentino Tristán Bekinschtein, que trabaja en la misma unidad que Owen, en la Universidad de Cambridge, y participó en las discusiones sobre el diseño del trabajo, subraya que es importante hacer investigaciones serias como ésta, con muchísima gente, que permiten trabajar con estadística muy sólida. "Cuando la muestra es muy grande, la población está mejor respresentada ,explica. Ese es el caso cuando se estudian más de 11000 personas, en lugar de tres grupos de 20, como ocurriría en un estudio habitual de ciencias cognitivas."

"Es importante destacar , agrega, que la gente mejora en las tareas específicas, pero que eso no se transfiere a otras funciones. Es decir que sí hay efecto de práctica, pero esas redes neurales no parecen estar más flexibles para otras tareas... Lo que hace falta ahora es seguir probando tipos de entrenamiento hasta encontrar una estrategia que sí se transfiera. Parece que lo que funciona es la ejercitación persona-persona, porque se puede aprovechar el aspecto motivacional y se siente la presión de cumplir. Hace falta mucho trabajo en esto para empezar a generar conclusiones más generales de cómo entrenamos las redes neurales para que quede una traza de velocidad o efectividad de procesamiento general para la resolución de problemas."



19.4.10

Bunge y la psicología en Argentina

Mario Bunge (Foto gentileza de Alejandro Agostinelli)


NACE LA PSICOLOGIA EN ARGENTINA

Por Mario Bunge

Argentina tiene 50.000 licenciados en psicología, 38.000 de los cuales trabajan en Buenos Aires. (“Eso de que trabajan es un eufemismo: en realidad no hacen sino escuchar mucho y hablar un poco.) Dicho de otro modo: el país tiene 150 profesionales por cada 100.000 habitantes, y la Capital Federal tiene unos 800. Esto es más que cualquier otro país latinoamericano.
La psicología es la tercera carrera en popularidad en la Universidad de Buenos Aires. El país tiene varias facultades de psicología, más que facultades de ciencias. Y en esas facultades se enseña exclusivamente psicoanálisis: nada de psicología experimental, en particular psicobiología. Que es como si las facultades de ciencias sólo enseñaran física aristotélica, alquimia y biología medieval.


¿Å qué se debe semejantes hipertrofia y unilateralidad? Supongo que a dos motivos: a que la profesión rinde, y a que la psicología criolla, copia de la vienesa o de la parisién, es fácil de aprender y de enseñar. En efecto, esta seudopsicología no involucra razonamientos rigurosos ni trabajos de laboratorio. Sus practicantes no prosperarían en Derecho, Veterinaria, ni ningún otro campo serio, en que las pruebas valen más que las fábulas y las anécdotas.
El psicomacaneo es la única carrera íntegramente hablada, en la que basta creer lo que dicen algunos libros cuya lectura está al alcance de cualquiera que sepa leer en castellano. No sólo no requieren conocimiento médico alguno, sino que exigen ignorar la medicina moderna, que sabe que los procesos menales son cerebrales, y que el cerebro está íntimamente conectado con los sistemas endocrino e inmune.

Por este motivo en el campo de marras hay tantos licenciados y ningún doctor: porque todo doctorado serio presupone investigación original, y los psicoanalistas no investigan. Ni siquiera leen revistas científicas. En particular, no estudian el cerebro, que es como si los cardiólogos ignorasen el corazón y se limitaran al tomar el pulso.

No fue siempre así. En efecto, en 1898 Humberto Piñeyro fundó el primer laboratorio latinoamericano de psicología. Pocos años después, José Ingenieros y unos pocos médicos más hicieron psiquiatría. (En aquélla época no había casos intermedios entre la sanidad y la locura.) Además, hubo algunos neurobiólogos, tales como el Profesor Christofredo Jacob. Esos pioneros no hicieron investigaciones psicológicas, pero al menos no macanearon; e Ingenieros fue el primer sudamericano en popularizar la psicología fisiológica.

El descalabro comenzó en la década del 1930 con la difusión, en los kioskos de subte, de algunas obras de Freud que se vendían por monedas. Al mismo tiempo abrieron sus consultorios los primeros psicoanalistas porteños, tales como Arminda Aberastury y su hermano Federico. (Yo fui amigo Federico poco antes de que enloqueciese, e incluso presencié una sesión con una pareja de pacientes suyos.)

La noche psicoanalítica, que cayera en Buenos Aires hacia 1935, persiste aun hoy, mucho después que clareara en New York y otras grandes urbes. Alguien tendría que averiguar por qué no se han avistado complejos de Edipo en Arroyo del Medio ni otras poblaciones rurales. ¿Será el aire puro o más bien el bajo ingreso de sus inocentes habitantes, que aun no saben que la manera más barata de lidiar con problemas personales es confesarse con un psicoshamán?

Durante mi reciente visita a la patria dí una decena de conferencias y concedí otras tantas entrevistas. Cada vez que me preguntaban la razón de mi rechazo al psicoanálisis replicaba que nadie había abierto un laboratorio psicoanalítico desde el nacimiento de ese negocio en 1900. Y agregaba que las facultades de psicología criollas se parecen al proverbial restorán que sirve guiso de liebre sin liebre, de modo que estafan a sus alumnos y a los contribuyentes. Y cuando me preguntaban por los psicólogos argentinos, contestaba que no los hay.


La víspera de mi regreso tuve que retractarme de esta segunda opinión. Esto ocurrió gracias a que Dr. Daniel Flichtentrei, figura central de la prensa médica argentina, me presentó al Dr Facundo Manes. En efecto, desde hace unos años Manes y sus colaboradores en el Instituto de Neurología Cognitiva y en la Universidad Favaloro han estado haciendo investigaciones psicobiológicas. Y, como cuadra a todo investigador de buen nivel, han estado publicando regularmente artículos originales en las mejores revistas internacionales.

La próxima publicación del Profesor Manes y algunos de sus colaboradores versará nada menos que sobre el libre albedrío, tema tan importante como descuidado por los psicólogos científicos. Su tesis es una que he sustentando durante medio siglo: que el libre albedrío no es una fantasía teológica sino una realidad. Hoy día se lo puede explicar como uno de los rasgos de la actividad espontánea (no provocada por estímulos externos) de la corteza prefrontal.

En suma, en Argentina ha nacido finalmente la psicología científica. Y ésta está destinada a crecer a menos que la proscriba alguna dictadura.

No teman los 50.000 licenciados en psicolabia, porque ésta tiene cuerda para rato, ya que la macana seguirá siendo más fácil que la ciencia. Al fin y al cabo, la medicina no ha desplazado a la homeopatía ni a la curandería. Hay una película sobre el Padre Mario (a quien aplacé cuando rindió examen de epistemología), pero no sobre el Profesor Houssay.Tampoco tienen por qué temer los filósofos de la mente que, como Freud, siguen especulando sobre ésta al margen de la neurociencia. (Wittgenstein dictaminó que es peligroso afirmar que se piensa con la cabeza.) A los estudiantes de filosofía no se les exige leer publicaciones de científicos ni de filósofos vivos: para ser estudiado en una facultad criolla de humanidades es preciso exhibir el acta de defunción.