El artículo que sigue fue publicado originalmente en papel en la revista El ojo escéptico Nº 2 , hace casi veinte años. El análisis del autor sigue teniendo plena vigencia. Para ver más artículos de EOE http://www.elojoesceptico.com.ar/revistas
LA PERCEPCION POPULAR DE LA CIENCIA EN NORTEAMERICA
MarioBunge
Foundations and Philosophy of Science Unit, McGillUniversity
Publicado originalmente en Transactions of the Royal Society ofCanadá / Series V/ Volume IV /1989
Traducido del inglés por Ellen Popper
En el período entre el Iluminismo y la segunda guerra mundial, la ciencia gozó del respeto general en los países industrializados. Incluso, asumió un rol seductor luego de la bomba nuclear; su prestigio llegó a la cumbre en 1957, cuando el Sputnik fuera lanzado al espacio, y permaneció en este lugar de la estima pública durante varios años más. Sin embargo, la imagen pública de la ciencia sufrió una alteración dramática desde fines de la década del '60. Para muchos aparece como el villano culpable de la carrera armamentista, la degradación del medio ambiente y el desempleo. Una consecuencia preocupante de este cambio de actitud, es la aguda declinación, en los últimos años, de la inscripción en carreras científicas por parte de norteamericanos, ingleses y rusos.
Tanto los científicos como algunos otros saben, por supuesto, que la masa anticientífica ,se equivoca, que los individuos que procuran comprender el mundo no deben ser culpados por los pecados de quienes intentan dominarlo, y aun destruirlo. Pero aquí no estamos interesados en la ciencia, sino en el modo como ésta es percibida por el lego, y particularmente por la juventud. Debemos tratar de descubrir qué fue lo que modificó la anterior percepción favorable que tenía el público con respecto a la ciencia. Sólo así podremos encontrar respuestas efectivas para corregir las percepciones erróneas, antes del derrumbe de la empresa científica provocado por la falta de interés y desconfianza en la misma.
Analfabetismo científico en la era de la cienciaLo primero que debemos comprender para evaluar correctamente el estado actual de la cultura científica, es el hecho de que el respeto tradicional por la ciencia no era el resultado de una familiaridad con los hallazgos científicos, ni mucho menos con el enfoque científico. La ciencia solía ser respetada de lejos, del mismo modo como hoy se la denigra: a la distancia.
El cambio no ha sido tan notable en cuanto al conocimiento sino a la evaluación. El conocimiento público de la ciencia siempre ha sido descorazonador. El reciente cambio en su valoración simplemente ha empeorado una mala situación.
Cuán calamitosa es la situación en los EE.UU. y en el Reino Unido, fue revelado por una encuesta reciente que mostró que dos tercios de los adultos británicos creen que el sol gira alrededor de la tierra, que el 50 % de los norteamericanos adultos rechaza la teoría de la evolución, y el 80 % cree que la astrología es una ciencia (ver Culliton, 1989).
Otra encuesta, conducida por la Asociación Internacional para la Evaluación del Desarrollo Educacional, entre estudiantes de 14 años de 17 países diferentes, encontró que los EE. UU. ocupan el 15º lugar en logros científicos. Peor aún, desde 1970 los EE. UU. descendieron del 7º lugar a13º contando desde abajo (Hirsch, 1989).
No conozco la existencia de ninguna encuesta realizada en Canadá sobre conocimientos científicos. Sin embargo, el Servicio Americano de Evaluación Educacional, ha conducido un estudio sobre los alcances científicos y matemáticos de estudiantes de 13 años de edad en 4 provincias de Canadá, y 5 países : E E. UU.,Reino Unido, España, Irlanda y Corea del Sur (ver Byrne, 1989). Los coreanos fueron primeros en ambas categorías y los americanos últimos. La Columbia Británica compartió con Corea el nivel más alto en logros científicos.
En matemáticas, los estudiantes provenientes de la Columbia Británica, los angloparlantes de Nueva Brunswick, y los anglo y franco parlantes de Quebec se ubicaron en los segundos 4 niveles de excelencia. Pero no alardeemos de ello pues nuestros estudiantes se hallaban por debajo del nivel de los japoneses, húngaros, holandeses y rusos. Salimos favorecidos de una comparación con los EE. UU., tan sólo porque bajo la presidencia de Reagan éstos se deslizaron a la altura de Tailandia en matemáticas y educación científica.
Las cosas fueron muy diferentes al comienzo de los '60, cuando, luego del Sputnik, el gobierno de los EE. UU. hizo un esfuerzo intenso y exitoso para elevar la calidad de la enseñanza en ciencias y matemáticas. Las cosas tendrán un cariz más negativo para Canadá si nuestros gobiernos provinciales y federales continúan brindando mayor atención a los temas lingüísticos y constitucionales que a los educativos. Pocos notarán el deterioro si no tenemos relevamientos nacionales periódicos del grado de conocimientos y de la actitud pública hacia la ciencia. ¿Es ilusorio esperar que la Royal Society de Canadá conduzca o encargue una encuesta de este tipo , que sirva de herramienta para los planificadores de la política científica y de la educación?
Confundiendo ciencia con tecnología y tecnología con poder
Es probable que el lego crea que la planta nuclear, la computadora, y el aparato de respiración artificial, son logros científicos. Hay quien cree que Einstein inventó la bomba atómica y la maquina para viajar en el tiempo, y muchos otros llegaron a pensar que, en general, la ciencia es maligna y los científicos son locos que se proponen dominar el mundo. En suma, hay un doble malentendido, al equiparar erróneamente a la ciencia con la tecnología y a ésta con la industria y el gobierno.
¿Quién es el culpable de estos malentendidos?. Yo opino que ciertos filósofos son los creadores originales. Por ejemplo, Francis Bacon, el fundador del empirismo moderno, quiso reemplazar la escolástica "filosofía de palabras" con lo que llamó "filosofía de obras".
Dos siglos más tarde, Auguste Comte, el padre del positivismo moderno, acuñó el famoso dicho "Savoir pour prévoir, prévoir pour pouvoir" ("Saber para prevenir, prevenir para poder”). Esta filosofía pragmática alcanzó su punto máximo con William James, quien sostenía que todo lo que tiene valor económico es verdadero. Ninguno de los tres filósofos distinguía entre ciencia y tecnología, ni entendía que la tecnología puede ser usada tanto para bien como para mal.
Los científicos saben, por supuesto, que ciencia y tecnología no son la misma cosa: que sólo los tecnólogos diseñan aparatos o procesos que pueden tener una utilidad práctica. Los científicos saben que el objetivo de la investigación científica es la comprensión del mundo, no su dominio. Sin embargo, cuando escriben propuestas de pedido de becas para la investigación, pocos resisten la tentación de mencionar una utilidad práctica sustancial. La mayor parte de las veces tales pretensiones son directamente falsas, dichas para persuadir a los burócratas, quienes imaginan que la ciencia otorga poder industrial o político en forma directa. -En cualquier caso, contribuyen a la confusión entre tecnología y ciencia.
Si se le reprocha la mentira, es probable que un científico argumente que todos los medios son legítimos para promover el avance del conocimiento. (Muchos físicos que descreen de la posibilidad ola moralidad del proyecto de la “guerra de las galaxias" usan la misma excusa: que "el dinero no tiene olor"). Yo opino que esta estrategia maquiavélica es inmoral y prácticamente perjudicial. Moralmente por" que uno nunca debería hacer nada bajo falsos pretextos. En la práctica, porque los burócratas y políticos eventualmente descubrirán que las afirmaciones de su utilidad fueron exageradas y porque, además, es el deber de los científicos el educar a los servidores públicos, a los políticos y a los que pagan impuestos deben enseñar que la ciencia es un bien en sí mismo y que exigirle utilidad práctica inmediata significa cortarle las alas a la imaginación científica.
El dogmatismo religioso
El dogmatismo es, por supuesto, lo opuesto a la actitud científica, la cual es esencialmente creativa y crítica. El dogmatismo religioso es el mayor obstáculo a la adopción de una actitud científica no sólo porque repudia a la investigación, sino también porque afirma la existencia de lo sobrenatural que, por vía de hipótesis, está más allá del alcance de la ciencia.
La ciencia es naturalista en el sentido de que sólo estudia las cosas concretas y busca leyes, no milagros. Más aún, la ciencia lo hace sin recurrir a revelaciones y sin apoyarse en la autoridad indiscutible. No es extraño, pues, que el adoctrinamiento religioso en la temprana edad sea el obstáculo más efectivo para el desarrollo de una mentalidad científica.
Por cierto, una actitud científica puede coexistir con una sincera fe religiosa –hasta cierto punto. Un conflicto entre ambas es inevitable al examinar cuestiones tales como la evolución del universo, el origen de la vida, la progenie humana, la naturaleza de la mente, el origen de las religiones, y la existencia de un más allá, que son precisamente los interrogantes que más interesan al común de los mortales. Las respuestas a estas preguntas determinan si uno desarrolla una cosmovisión científica o no. Como prueba, la evolución es un buen caso.
Entre los años 1880 y 1960 aproximadamente, parecía que la mayoría de las iglesias cristianas habían hecho las paces con la biología evolutiva. Lamentablemente, esto sólo fue un interludio en la lucha inmemorial entre religión y ciencia. Admitamos que hoy la evolución es negada en bloque sólo por los fundamentalistas y, en los E.E.U.U. por aproximadamente la mitad de la población adulta. Pero, por más liberal que sea, un religioso no puede admitir que la evolución ha sido un proceso enteramente natural; si es coherente debe afirmar que el proceso evolutivo ha sido guiado desde lo alto y que tiene un propósito definido. Al hacer esta afirmación distorsiona totalmente la biología evolutiva. De igual modo puede conceder la utilidad de la neurociencia para la psicología, en tan lo pueda considerar al cerebro como un instrumento del alma inmaterial, inmortal y misteriosa, lo cual se contradice con la psicología fisiológica y la biología evolutiva.
Para generalizar: la preocupación por resguardar a la religión conduce inevitablemente a la mutilación de la investigación científica y a la distorsión de la enseñanza de la ciencia.
Una consecuencia de la aceptación a medias de la ciencia entre quienes se aferran a las creencias tradicionales es que ninguna organización religiosa tiene dificultad alguna en hallar laureados Nobel para que la patrocinen. Otra consecuencia es que la ciencia es a menudo enseñada codo a codo con la religión, como si fueran conceptualmente compatibles. Alcock (1981, p. 30) halló que más de la mitad de los alumnos de ciencia en Mc Gill University creen en Dios y en la inmortalidad del alma; apenas un 15% de ellos rechazaba estas creencias.
Evidentemente, la mayoría de nuestros estudiantes mantiene un enfoque no científico aun cuando logren dominar técnicas e ideas científicas. No extraña que rara vez se animen a enfrentar asuntos controvertidos tales como evolución vs. Creación, el problema mente cuerpo, y las raíces de la creencia en lo sobrenatural. Como lo hubiera dicho Wilhelm Von Humboldt, reciben Unterricht (instrucción) y no Bildung (formación).
La creencia en lo paranormal
A pesar del espectacular éxito de la ciencia y el extendido uso de artefactos, y a pesar de la urbanización y la educación obligatoria, la creencia en lo paranormal es desenfrenada.
Hay toda una industria de lo paranormal y muchos periódicos, canales de televisión y editoras son parte de ella. Por ejemplo, miles de diarios en el mundo entero publican periódicamente horóscopos y difunden profecías de astrólogos y visiones de médiums -pero no se toman el trabajo de informarnos si tales alegatos se han visto refrendados luego por los hechos.
Yo mismo he tenido tres relevantes encuentros con la empresa de comunicaciones CRC. Una vez me solicitaron que sugiriese nombres de personas quienes estarían interesadas en participar en un programa de parapsicología.
Cuando sugerí un profesor de psicología v un mago profesional, el periodista se puso 'suspicaz y preguntó si tales personas eran escépticos. A1 escuchar mi respuesta afirmativa exclamó: "Ah, pero vea, el público quiere creer, no desea escuchar críticas". La segunda vez me solicitaron para aparecer durante media hora en un programa de la CBC francesa, pero mi entrevistador se tornó ostensiblemente nervioso a medida que avanzaba en mis críticas, por lo que a los 15 minutos me interrumpió diciendo: "Ya basta, ya basta, gracias profesor". Más recientemente otro equipo de la CBC, el "Citybeat", me entrevistó durante una hora en mi casa inquiriendo mis puntos de vista sobre el pretendido hallazgo de una casa embrujada en Montreal, y so6re la creencia en lo paranormal en general.
Lo que finalmente emitieron fue una larga entrevista con los dueños de la casa embrujada y con el exorcista que habían llamado (el actor principal, el fantasma, no se dignó a aparecer en el show). Lo único que apareció de la entrevista que me realizaron fue un comentario final: "Por supuesto, alguna gente cree que la creencia en fantasmas es parte de la cultura barata de descarte" [junk culture].
Por suerte no todos los medios son irresponsables cuando se trata de informar sobre ciencia y pseudociencia. Hay algunos espléndidos programas de ciencia por televisión, tales como Nova y The Nature of Thíngs ["La naturaleza de las cosas"], así como una cantidad de series ocasionales de la BBC. Sin embargo, la audiencia que las sintoniza es pequeña comparada con la de las comedias 'kitsch". Por otra parte, algunos diarios y semanarios de influencia no se asocian con lo oculto y ellos, particularmente los periódicos financieros, proveen información fidedigna cuando informan sobre ciencia.
Por ejemplo The Wall Street Journal y The Economist han sido sumamente cautos con el alegado descubrimiento de la fusión en frío, en marzo pasado. Pero estos medios son leídos por una minoría y pocos de sus lectores son jóvenes que pueden ser atraídos por la ciencia. El periodismo masivo se desentiende de la ciencia por completo, o presenta una visión distorsionada dando preeminencia a charlatanes. Incluso la revista Discover publicó avisos de página entera de la Iglesia de la Cientologia. En suma, la popularidad de las creencias en lo paranormal, junto al incremento del fundamentalismo religioso, señalan el renacer del pensamiento mágico, una marcha atrás del die Entzauberung der Welt, el cual Max Weber consideraba como la característica de la cultura moderna.
La contracultura
Anteriormente la mayor parte de los intelectuales respetaban la ciencia, aun sin tener una comprensión cabal de la misma. Más recientemente, el grueso de la inteligentsia estaba dispuesta a conceder que la ciencia es el motor de la moderna cultura intelectual. En la actualidad un gran número de autodenominados intelectuales se han enrolado en la contracultura, movimiento rebautizado como "New Age" [Nueva Era]. La mayoría de los seguidores de esta nueva moda rechazan la ciencia; otros proclaman que el misticismo oriental es la clave de la ciencia moderna y no pocos rechazan de plano todo argumento racional.Sus palabras gancho son "insight", "holismo","espíritu', "sinergia", "natural", y "ecológico"; unos pocos se aventuran a usar en sentido equivocado los términos "información", "catástrofe" y recientemente, "caos".
Toda esta gente afirma que la cultura "oficial" es superficial y está muerta, que no hay desórdenes mentales sino sociedades enfermas, que la ciencia es responsable de los armamentos modernos y de la degradación ambiental. Respaldan a quiromantes, homeópatas, acupunturistas, psicoanalistas, y hasta curadores "por la fe y brujos. Compran cinturones magnéticos, péndulos, cristales, y toda clase de adminículos que suponen sirven para diagnosticar y aun curar enfermedades de todo tipo, desde el resfrío común y dolores de espalda hasta el cáncer y el SIDA. Forman, así, la clientela de la "medicina alternativa" (médécine douce ) y de la logoterapia.
Las críticas a la ciencia por ser racional, analítica y reduccionista no provienen sólo de los pseudointelectuales, ni son los únicos que profieren especulaciones falsas o incontrastables.
Por ejemplo, el eminente topólogo René Thom, afirma haber construído una teoría biológica totalizadora que nos permitiría cerrar sin más todos los laboratorios de biología. El exitoso inventor James E. Lovelock propuso la doctrina Gaia, según la cual nuestro planeta es un sistema vivo autorregulado capaz de cuidarse de cualquier cantidad de polución. Sir John Eccles, quien ganó un premio Nobel por sus trabajos en neurociencia, dice que la mente es una entidad inmaterial que actúa sobre las neuronas vía telequinesis. Eugene Wigner, otro laureado con el premio Nobel, enseña que todos los procesos nucleares, atómicos y moleculares son gobernados por la mente del experimentador. El científico politico Samuel Huntington, de Harvard, escribe ecuaciones pseudomatemáticas utilizando símbolos que representan variables tales como "movilización social" y "frustración social", a las cuales no se toma el trabajo de definir. De modo similar, el profesor Robert Axelrod, conocido autor de una teoría de la evolución de las normas, asigna valores numéricos a variables matemáticas indefinidas tales como "nivel de tentación" y "valentía" con las que alimenta la computadora.
Más aún, la comunidad académica misma no es sólo consumidora sino productora de pseudociencia. Y no se trata de que sea indiferenciable de la ciencia como algunos filósofos afirman. Lo que sucede es que los especialistas sí suelen equivocarse cuando salen de su campo de experiencia; particularmente si tienen una motivación ideológica. Si tales desviaciones de la actitud científica fueran examinadas con ojo crítico dentro del campo académico antes de salir al encuentro de divulgadores y filósofos, serían relativamente inocuas. Como están las cosas, contribuyen a una visión anticientífica del mundo, tal como la propugnada por la "New Age".
Filosofía irracionalista
El componente filosófico de la contracultura es el irracionalismo, esto es, la familia de doctrinas según las cuales la razón es traicionera y peligrosa, mientras que el instinto, el sentimiento visceral, la fe y la intuición son confiables. La más extrema versión del irracionalismo contemporáneo es el existencialismo.
Heidegger y sus imitadores son irracionalistas totales; son ininteligibles, al punto tal que los escritos de Heidegger esperan aún su traducción del alemán. Siendo una filosofía hermética, o más bien una pseudofilosofía, el existencialismo nunca hubiera llegado a ser popular. En razón de su esoterismo, todo lo que el público sabe sobre el existencialismo proviene de las reflexiones de Woody Allen sobre el ser y la muerte. Sin embargo, una cosa está clara: los existencialistas odian la ciencia y la lógica, y ésta es una de las razones por las cuales se explica el apoyo que diera Heidegger al nazismo.
El ataque que hace el existencialismo a la razón y a la ciencia es confuso y torpe y suena como si hubiera sido escrito en el siglo XII. Hay otra táctica más sutil y efectiva: el ataque subjetivista y antirrealista montado contra la ciencia por el historiador de la ciencia Thomas S. Kuhn y por el filósofo de la ciencia Paul K. Feyerabend, en los años '60 y '70. Estos escritores populares sostienen que no hay verdad objetiva, que el científico crea él mismo los hechos, que las teorías científicas son aceptadas o rechazadas como si fueran modas, que los sucesivos puntos de vista científicos son mutuamente "inconmensurables", esto es, no comparables uno con otro, que no hay criterios definidos de aceptación de teorías, que cada revolución científica destruye todas las adquisiciones anteriores, que -aun en el caso de Feyerabend- no hay diferencias entre la ciencia por un lado y la pseudociencia y la ideología por otro; por ejemplo, entre la biología evolutiva y la "ciencia creacionista", entre psicología y parapsicología, entre medicina y curaciones por la fe, y aun entre ciencia y magia.
Publicaciones serias sobre filosofía de la ciencia han sido desplazadas por libros como Against Method [Contra el método], The Social Construction of Reality [La construcción social de la realidad], Ways of World Making [Las maneras de hacer el mundo ], Farewell to Reason [Adiós a la razón], y La science comme mythe [La ciencia como mito].
Estos enfoques irracionalistas y subjetivistas de la ciencia se han vuelto populares especialmente entre gente que halla los standards científicos demasiado altos, así como entre gente joven bien intencionada que culpa a la ciencia por los problemas globales que amenazan la supervivencia de la humanidad. Es sin embargo fácil demoler tales heterodoxias de moda; por ejemplo, median te el análisis de cómo se comparan las teorías científicas entre sí v con los datos experimentales (ver Bunge, 1983). Pero esto no tiene importancia en esta encrucijada. Lo que cuenta en relación a la percepción popular de la ciencia es que el irracionalismo y el subjetivismo no sólo distorsionan la imagen de la ciencia sino que también contribuyen a su descrédito. Moraleja: si le importa la ciencia, no pase por alto su filosofía.
La escuela
No es novedad que la escuela elemental y media no enseñan suficiente ciencia y lo que enseñan tienden a hacerlo de manera dogmática.
Esto es, habitualmente presentan la ciencia como un cuerpo de creencias más que como el proceso de cuestionamiento, conjetura y prueba y de descubrimiento e invención que es en realidad. Más aún" cuando hay algún trabajo en el laboratorio, es por lo general "sin tocar" ["hands off'], y lo que tocan ["hands on"], lo hacen ciegamente, sin la preparación teorica necesaria. Los resultados son el aburrimiento, la extinción de la curiosidad natural, y la incapacidad de afrontar nuevos problemas cognitivos.
Parte del problema es, por supuesto, que la mayoría de los maestros de ciencia han estudiado muy poco sobre el tema y no se sienten cómodos enseñándolo (ver Atkin, 1983). Por ser graduados de facultades de la educación, han pasado años aprendiendo cómo enseñar, diseñar currículums y manejar escuelas, más que familiarizándose con la ciencia. ¿Cómo se puede esperar que transmitan un entusiasmo que ellos mismos no sienten? (ver Hirsch, 1989).
El libro de texto de ciencia típico no ayuda a modificar esta situación. Por el contrario, es parte del problema: voluminoso y aburrido, a menudo erróneo, rara vez con relevancia a los problemas que se encuentran en la vida real, o con contenido entretenido. En particular, la industria del libro de texto de los EE.UU., a diferencia de su par británica, se destaca en la producción de textos voluminosos (y por lo tanto caros) y aburridos. Pero reciben tanta promoción que son elegidos habitualmente con preferencia sobre sus mejores rivales, en especial los que cuentan con el respaldo –sobre todo en los años anteriores a la era de Reagan- del gobierno federal o las organizaciones profesionales. Por ejemplo, en los años '70, sólo el 5% de los distritos escolares inspeccionados usaron materiales para matemáticas aportados por entidades federales, y ningún texto de ciencias naturales con respaldo federal fue usado en más del 25% de los distritos inspeccionados (Jackson, 1983).
Como consecuencia de una pobre preparación profesional pocos maestros de ciencias en las escuelas elementales o secundarias de Norteamérica han adoptado la actitud científica. Para peor, la poca ciencia que han aprendido ha sido con frecuencia insufíciente para arrancarlos de las creencias tradicionales e inmunizarlos contra las supersticiones más en boga.
Por ejemplo, una investigación reciente sobre creencias de los profesores de biología en colegios secundarios de los EE.UU. revela que el 34% de ellos cree que Adán y Eva fueron los primeros seres humanos y que fueron creados por Dios; el 20% cree que la Biblia es una fuente autorizada y confiable con respecto a temas científicos tales como la edad de la tierra y el origen de la vida; el 22% cree que el relato bíblico de la creación debe ser enseñado en la escuela pública como explicación de los orígenes y el 29% cree que Satán es una persona real trabajando actualmente en el mundo (Eve & Dunn, 1989). Sería interesante hacer un relevamiento similar en Canadá, particularmente en Quebec y en las Praderas canadienses.
La creencia en lo paranormal no está menos extendida entre los maestros de ciencia. Alcock (1981,p. 25)halló que tan sólo alrededor del 30% de los profesores de ciencia natural y social en la Universidad York eran escépticos sobre la percepción extrasensorial, y encontró que tan sólo el 8% de los estudiantes de ciencia en la Universidad de McGill (en los cursos de tercer año) eran escépticos. No sería sorprendente si encontrásemos resultados similares entre los maestros de escuela elemental.
Cuando mi hija cursaba el tercer grado en una buena escuela privada de Montreal, la mayoría de los libros de la biblioteca de la clase tenían como temas la percepción extrasensorial, el triángulo de las Bermudas y otros del mismo tenor. En 10 años ha recibido más enseñanza en la así llamada educación moral y religiosa, que en física o química. Y, por supuesto, el conocimiento de la historia de Quebec y su geografía se considera más importante que el conocimiento de la historia y geografía universales, para no hablar de las ciencias naturales.
En resumen, nuestras escuelas elementales y medias no ofrecen enseñanza científica adecuada. No es que carezcan de fondos, material, o personal apropiados; nunca han tratado de hacerlo presumiblemente porque las autoridades educacionales no han aprendido aún que la ciencia es el núcleo y el motor de la cultura contemporánea intelectual.
¿Qué hacer?
¿Qué se puede hacer para corregir la errónea percepción popular de la ciencia? Sólo una cosa puede hacerse, y es mejorar la enseñanza de la ciencia y de la historia y filosofía de la ciencia. Esto puede y debe hacerse en los 3 niveles de aprendizaje, y también en los medios de difusión y en la industria editorial. Necesitamos una reforma escolar radical que pueda llevar a nuestras escuelas al nivel de las mejores de Europa y del Lejano Oriente. Esto se puede obtener con un mejor entrenamiento de los maestros, mejores elementos de enseñanza --en particular laboratorios, equipos de experimentación científica y libros de texto- y el doble de horas semanales dedicadas a la ciencia y a las matemáticas en todas las escuelas primarias y secundarias.
No obtendremos mejores maestros de ciencia de las existentes facultades de educación y de los colegios de estudios superiores de enseñanza, puesto que éstos son por lo general bastiones del conservadurismo y enfatizan el método de enseñanza a expensas del contenido. Más aún, algunos tales como la Facultad de Educación de la Universidad de McGill, ni siquiera ofrecen un grado de Bachiller en Profesorado de Ciencias o de Matemáticas. En lugar de eso, ofrecen programas de religión (protestante, católica, judía); francés como segundo idioma, inglés como segundo idioma, educación física, economía doméstica, etc. No están actualizados.
Si queremos elevar la enseñanza de la ciencia v las matemáticas debemos pasar por alto las facultades de Educación y los Profesorados en los Colegios de Estudios Superiores y estimular a las escuelas para que tomen a gente competente como maestros que enseñen tales materias, por ejemplo graduados en matemáticas, ciencia o ingeniería. Estos individuos pueden inicialmente carecer de habilidad didáctica, pero la obtendrán con la práctica. Al menos sabrán de lo que están hablando, y cuando se les haga preguntas que no sepan contestar, tendrán el coraje de admitir ignorancia, y la voluntad y competencia para encontrar las respuestas. Los libros de texto sólo se pueden mejorar si son los científicos quienes los escriben. Hay algunos ejemplos imitables en este campo, como los textos de ciencia elemental británicos, mejicanos y cubanos.
El experimento mejicano es particularmente interesante. Cerca de dos décadas atrás, el Ministerio de Educación de Méjico comisionó a algunos de los mejores matemáticos, científicos naturales v científicos sociales del país a escribir libros de texto de nivel elemental. Estos resultaron excelentes: no sólo exactos sino también comprensibles y. atractivos. El gobierno los publicó y distribuyó libremente entre la población escolar. Lamentablemente este esfuerzo prontamente se frustró por la carencia de maestros calificados, la falta de medios adecuados y de aulas abarrotadas. Ninguna reforma puede tener éxito si sólo abarca un sector. Cada componente del sistema tiene que ser reformado. Podemos concebir e implementar tal reforma. ¿Porque no lo hacemos?
Para mejorar el nivel de cobertura del tema científico en diarios, revistas, televisión y radio habría que jerarquizar la profesión de periodismo científico. El reportero en ciencias debe estar mejor educado y recibir una mejor paga. No tenemos suficiente periodismo científico en Canadá. Es cierto que hay una excelente revista de ciencia popular, Québec Science, pero es provincial y Le devoir ha incorporado recientemente a un buen periodista en el área de ciencias, pero sólo le dan una página por semana. La Gazette de Montreal, también tiene su página semanal de ciencias, pero toma su contenido de las agencias de noticias del país vecino. Parece no existir una publicación nacional sobre temas de ciencia dirigida a maestros y estudiantes de escuelas elementales o medias. En contraste, el gobierno de Colombia publica CIMPEC, un excelente mensuario dirigido a ese público: ¿Podría el consejo en ciencias de Canadá hacer algo similar?
Otra cosa que puede y debe hacerse para mejorar la imagen pública de la ciencia es multiplica r el número de centros y museos de ciencia. Necesitamos un centro en cada ciudad de importancia en Canadá que atraiga miles de visitantes que puedan experimentar, ver espectáculos de ciencias y escuchar conferencias y cursos en temas científicos. Toronto y Ottawa tienen sus museos de ciencia popular y un grupo privado de Montreal está planeando construir un Carrefour de ciencias, técnicas e industrias. Pero necesitamos muchos más centros como ése, y todos deberían hacer muestras anuales para atraer a un gran número de visitantes.
Finalmente, a las ciencias de la ciencia, la historia, sociología, la filosofía de la ciencia, se les debería dar más importancia, ya que son las disciplinas que brindan la imagen formal de la ciencia. Hace 350 años, la Royal Society de Londres fue creada a base del modelo propuesto por el filósofo Francis Bacon. Hoy la ciencia es menospreciada apoyándose en caricaturas dibujadas por los filósofos de la contracultura.
Los hombres de negocios saben que el envoltorio, la comercialización v la publicidad de sus productos es tan importante como los productos mismos. ¿Cuándo aprenderán los científicos y los profesores de ciencias que esto también se aplica a sus productos? ¿Cuándo cesarán de sentir desprecio por las ciencias de la ciencia, mientras mantienen obsoletos puntos de vista filosóficos, históricos y sociológicos de la ciencia?
Conclusión
La ciencia y la tecnología se encaminan a una grave crisis en Norteamérica. Se estima que en los EE. UU. harán falta medio millón de científicos e ingenieros a comienzos del próximo siglo (Powledge,1989). Asumiendo que el caso canadiense sea similar, podemos esperar un déficit de alrededor de 50.000 científicos e ingenieros para el comienzo del siglo XXI.
Este déficit se debe a diversas causas: la declinación de la natalidad, el menor apoyo gubernamental a la educación, el aumento del gasto militar y su correlativo desperdicio de talentos, la diseminación de la contracultura y la crecientemente negativa imagen popular de la ciencia. Este último factor no debe ser subestimado, ya que la elección de una carrera es un asunto psicológico determinado en gran medida por el status adjudicado socialmente a cada carrera. ¿Por qué deberían los jóvenes dedicar sus vidas a la ciencia si se les dice que la ciencia es aburrida, no muy diferente de una ideología, responsable de todos los problemas corrientes del globo, y ni siquiera muy prestigiosa? ¿Por qué deberían volcarse a una carrera científica si sus líderes filisteos los exhortan a buscar fortuna y poder antes que conocimiento y servicio? ¿Y por qué deberían sufrir un largo y penoso entrenamiento si pueden hacer buen dinero rápidamente con un título utilitario?
No es milagro que alrededor del 60% de la plana mayor de los profesores y de los graduados en matemáticas, ciencias naturales e ingeniería de las universidades norteamericanas sean extranjeros. Hasta ahora la huída de cerebros del tercer mundo compensaba nuestro déficit en materia gris. De ahora en más no deberíamos contar con el aporte de cerebros extranjeros porque la mayor parte de los países del tercer mundo ha comenzado a declinar rápida, profunda y tal vez irremisiblemente en la mayoría de los casos. Si no entrenamos a nuestros propios matemáticos, científicos naturales e ingenieros nadie lo hará por nosotros.
Afortunadamente, tenemos los medios para evitar la amenaza de decadencia científica y tecnológica. Nos podemos preparar para la paz y así liberar enormes recursos humanos y materiales para aplicarlos a lo social. Podemos mejorar el respaldo a la ciencia básica.
Podemos mejorar la enseñanza de la ciencia reclutando maestros de los programas de ciencia más que de las facultades de educación. Podemos mejorar la calidad de los libros de texto y la cobertura periodística, interesando a los científicos en la educación científica y en la popularización de la ciencia. Y también sería de interés para la industria, que está sufriendo una severa escasez de personal técnico (ver Pearson, 1989).
Resumiendo, la imagen pública de la ciencia se ha herrumbrado en las dos décadas pasadas. Sin embargo, los países industrializados tienen los medios para corregir esta distorsión y evitar el amenazante descenso de la ciencia y la tecnología a través de la acción individual y colectiva. ¿Lo harán a tiempo para evitar la caída irreversible de la civilización industrial? En particular, los gobiernos federales y provinciales de Canadá ¿se darán cuenta a tiempo que Canadá no entrará en el próximo siglo como una nación civilizada si continúa siendo el país industrializado con la menor inversión en investigación y desarrollo y cuyas autoridades educativas muestran pocos signos de preocupación sobre el penoso estado de la ciencia y la tecnología?
Referencias:
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El presente artículo fue reproducido del "TRSC" con expresa autorización del autor.