30.10.09

Contactando a Houdini en Halloween


Seguramente a Harry Houdini le hubiera gustado la idea. No por nada, poco antes de su fallecimiento ocurrido un 31 de octubre,había convenido con su esposa Bess la palabra clave que tendrían que revelar los espiritistas que adujeran haber contactado con su espíritu. En realidad , "Believe" jamás fue pronunciada por medium alguno pero sí revelada al mundo entero por la depositaria del secreto, antes de su propia muerte.

Es por eso que para la peculiar sesión que se realizará hoy , noche de brujas, a las 9 :PM (hora del Este de E.E.U.U) que se difundirá en vivo en WeirdThings y será protagonizada por destacados magos y escépticos (sí, ha leído bien) se debió elaborar un nuevo mensaje en clave para entenderse con el espíritu. Para su confección (una serie de palabras e imágenes) colaboraron diversos notables que aportaron un elemento. Es así que por ejemplo, Michael Shermer entregó una palabra y solo una.

El portador del mensaje secreto durante el evento será James Randi, quien también lo supervisará . Los asistentes tratarán de hacer contacto con el gran escapista fallecido en 1926 por medio de tablas Ouija, escritura automática y otras herramientas que habitualmente utilizan los espiritistas para tales ocasiones.

Como imaginó Justin Robert Young, el creador de WeirdThings "Si realmente él se comunicara , probablemente lo haría con escépticos y magos como nosotros".

Seguramente a Houdini le hubiera gustado la idea.

24.10.09

"Editorial", cuento de Arturo Belda

Arturo Belda

Editorial


-Me has dicho que hay manera de ganar mucho dinero constituyéndonos en editorial. A ver: ¿cuál es tu proyecto?

-Muy sencillo: promover concursos literarios.

-No veo cómo ello puede producirnos dinero.

-Mediante la edición de libros de cuentos y poesías de los concursantes.

-Eso es un negocio muy trillado y ya hay muchas editoriales que lo hacen.

-No lo que yo propongo. En este caso también hay muchos que lo hacen, pero como el mercado es inagotable, sigue siendo negocio.

-Me imagino que no me hablarías de esto si no lo tuvieras bien pensado.

-Tan bien pensado lo tengo que de ningún modo puede fallar. En primer lugar tenemos que tener una dirección postal, o sea una casilla de correo. Luego haremos una buena publicidad en medios gráficos.”Gran concurso nacional de cuento y poesía” En las bases ponemos un límite a la extensión, lo de práctica. Cada concursante debe enviar la módica suma de diez pesos para gastos de envío. Esos diez pesos ya son ganancia. Si se presentan dos mil nada más, ya son veinte mil pesos, pero esto no sería gran negocio. Hay que hacer una buena publicidad para que se presenten al menos veinte mil.

-Me parece que tus cálculos son muy optimistas.

-No lo son, están de acuerdo con la realidad del país. Hay que tener en cuenta que es mucha la gente que quiere tener un éxito en la vida y lo que parece más fácil es descollar en literatura.

-Es cierto, basta con ver la cantidad de gente que lo intenta y no logra nada.

-Eso nadie lo ve, porque es mucha más la gente que escribe que la que lee.

-Aunque fueran veinte mil los concursantes que aporten diez pesos cada uno, ello nos daría una suma de doscientos mil pesos, que no es nada del otro mundo, porque llevaría mucho tiempo llegar a esa cantidad y habría que descontar gastos.

-Algo de cierto hay en eso, pero el negocio no consiste en recibir solamente los diez pesos, sino en hacer participar a los ganadores en la edición de una antología. Le enviaríamos a cada ganador del concurso un diploma, una medalla de aluminio y una invitación para participar en la edición de la antología. Cada participante colaboraría con doscientos pesos, el que no pone los doscientos pesos no participa. De cada tirada le entregaremos al participante diez ejemplares. Cada antología cuenta con unos cien participantes, lo que hace una suma de veinte mil pesos. Editar dos mil ejemplares de un libro baratito, pegado, nos cuesta no más de seis mil. Ya nos quedan catorce mil por antología. Como a cada ganador le entregamos diez ejemplares, nos quedan mil de reserva por si algún amigo o pariente quiere comprar alguno. La cantidad de antologías no tiene límite, se pueden editar todas las que se quiera, depende exclusivamente de que pongan los doscientos pesos cada uno.

-Por tu manera de hablar se nota que vos estás pensando en que puede haber cientos y cientos de ganadores.

-Así es.

-¿Y quiénes van a ser los jurados?

-Nadie, todos los que manden algo escrito y los diez primeros pesos serán ganadores.

-Eso no puede ser, al ver que son todos ganadores se darán cuenta que se trata de un fiasco.

-Nunca se van a dar cuenta porque no tendrán contacto entre ellos y además a nadie le va a interesar andar investigando.

-Suponiendo que esperáramos a que se acumulen veinte mil participantes, no debemos pensar que, aún siendo todos ganadores, aporten cada uno de ellos los doscientos pesos para integrar la antología.

-No, muchos no tendrán el dinero, calculo que tan solo un cincuenta por ciento lo harán. En ese caso serían: diez mil por doscientos, igual a dos millones. Tendríamos que imprimir cien antologías con un costo de seiscientos mil. Nos quedarían nada más que un millón y cuatrocientos, más la venta de los libros remanentes, que puede ser buena plata.

-Esto no funciona, cien antologías todas iguales van a inundar la plaza y todo el mundo se va a dar cuenta de la maniobra.

-No van a ser iguales, una se llamará “Jorge Luis Borges”, otra “Julio Cortázar”, otra “Isidoro Blaisten” Etc. Además no tendrán edición simultánea sino que se irán editando según tengamos los concursantes y nadie va a notar que son de la misma editorial. Cada concursante al que le editaron algo suyo, inmediatamente se desinteresa de lo que pase con los demás.

-Si nos quedan mil ejemplares de cada una de las cien antologías, son cien mil ejemplares, si vendemos nada más que un diez por ciento seguiremos teniendo en nuestro poder noventa mil de ellos, esto es una cantidad abrumadora. ¿Qué hacemos con ellos?

-Se venden muy baratos en el mercado, a diez o veinte centavos y nos queda como último recurso venderlos como papel para reciclar.

-No me gusta, me parece que es una estafa, que es abusarnos de la buena fe de la gente, que, en definitiva es hacerles un daño.

-Nada más lejos de la verdad. Estafa sería si una vez desembolsados los doscientos diez pesos, no le entregáramos nada al participante. En cambio nosotros le entregaremos un diploma y una medalla que acredita que fue ganador de un importante concurso, lo transformamos de la noche a la mañana en autor édito y además le damos sin cargo extra, diez ejemplares, que con un valor de solo veinte pesos por ejemplar ya serían los doscientos que él paga. Desde el punto de vista económico no lo estamos estafando para nada, los diez primeros pesos se van en el diploma, la medalla y el franqueo. En cuanto a lo moral o a lo ético, no solo no le hacemos ningún daño sino que enaltecemos su autoestima, de un plumazo lo pasamos de triste desconocido a autor con libro impreso, diploma y medalla, que podrá exhibir, pletórico de orgullo entre sus parientes y amistades. Con el tiempo podremos crecer y transformarnos paulatinamente en una gran editorial que edite libros que la gente compre en las librerías y que hasta los lea.

Arturo 3/06


18.10.09

Curiosidades y anécdotas, por Manuel Calvo Hernando

Manuel Calvo Hernando
(autor del artículo)

Curiosidades y anécdotas

Un pueblo es el rodeo que da la naturaleza
para llegar a seis, a siete grandes hombres.
Sí, y para eludirlos luego.

Nietzsche


1. NO LE CREO, PERO TOMESE UNA COPA

Las anécdotas y curiosidades sobre los grandes hombres podrían llenar un libro. Empiezo por una cuya veracidad no estoy en condiciones de asegurar. Se refiere al filósofo Ludwig Wittgenstein. Una vez se enfrascó en una discusión con una colega en el andén de la estación de Cambridge. El revisor tocó el silbato, pero ellos no se dieron cuenta hasta que el tren empezaba a alejarse. Entonces WIttgenstein echó a correr en su persecución, con su colega detrás. Saltó a bordo, pero ella se quedó desconsolada en el andén.

No importa, cariño le dijo un mozo, amable ; dentro de diez minutos sale otro.

Usted no lo entiende replicó ella ; él había venido a despedirme.

Cuentan esta anécdota Philip N. Johson Laird y Ruth M. J. Byrne en la "Revista de Occidente".

Hay otras muchas, como el dato que cuenta David Suzuki (1987). Estuvo en un simposio celebrado en la Universidad de Chicago con motivo del centenario de la publicación de "El origen de las especies". Uno de los grandes científicos asistentes fue J.H. Muller. Después de una de las sesiones, Suzuki tomó el autobús para ir a su casa y se encontró sentado detrás de Muller y su esposa. "Me incliné hacia adelante -cuenta- deseoso de escuchar su conversación y esperando oir una serie de profundas observaciones en relación con alguna de las conferencias. En cambio, oí a su mujer que le reñía porque llevaba la corbata torcida".

Otra fuente de anécdotas ha sido el astrónomo y físico británico Fred Hoyle. Su estilo combativo no le ayudaba a granjearse amistades en la comunidad científica, tanto en Inglaterra como en Estados Unidos. Su teoría sobre el estado estacionario (el universo no tenía principio ni fin) ha quedado arrollada por el big-bang, después de haber cautivado los corazones de los científicos para quienes la majestuosidad del universo dependía de que fuera eterno e infinito. En 1948, Hoyle visitó a Hubble en Pasadena. Según Greenstein, el físico Charles Lauritson dijo a Hoyle en una fiesta:

-No creo nada de lo que usted dice, pero tómese una copa.

El físico y escritor científico George Gamow -Joe para los amigos- fue el paladín de la teoría del Big Bang sobre el origen del universo y, entre otras cosas, predijo la radiación de fondo cuando todavía no había sido descubierta. Gamow fundó el Club de la Corbata de RNA. Se trataba de un club muy selecto y él mismo decidía quiénes eran sus miembros.

El club tenía sólo veinte socios, uno para cada aminoácido, y cada socio no solo recibía una corbata, hecha según diseño de Gamow por un camisero de Los Angeles, sino también un alfiler de corbata con el símbolo abreviado de su propio aminoácido. El club nunca llegó a reunirse, pero se había hecho un papel con membrete en el que figuraban sus cargos (Crick, 1989).


2. ARISTOTELES Y LOS EMBRIONES DE POLLO

Rom Harré, filósofo de la ciencia en la Universidad de Oxford, habla del estudio de Aristóteles sobre embriones de pollo, que sorprenderá a quienes creen que Aristóteles fue un filósofo que se limitó a observar pasivamente la naturaleza. También cita los casos de Teodorico de Friburgo, que en el siglo XIV, época que antes se consideraba ajena a la ciencia empírica, reprodujo el abanico del arco iris con un globo de vidrio lleno de agua para mostrar cómo se forman los colores y por qué el arco es circular, y de Galileo, que no dejó caer cuerpos pesados desde la Torre de Pisa, como cuenta la tradición, sino que hizo rodar bolas de bronce sobre pulidas ranuras de madera, para demostrar que todos los cuerpos caen a la misma velocidad y derivar luego la fórmula de su aceleración.

En nuestro tiempo, se cita el caso singular de R. William Gosper, Jr., de Symbolics, Inc, una pequeña firma de Palo Alto, California, calculó el valor de pi hasta 17 millones de dígitos, mediante el empleo de las expansiones de fracción continua de su propia invención y de un pequeño ordenador doméstico. En enero del año siguiente, este record fue superado por el hallazgo de los primeros 29.360.128 dígitos de pi. Un superodenador hizo el trabajo en veintiocho horas. El record tuvo corta vida. En 1986, un grupo de la Universidad de Tokio amplió la expansión a 134.217.700 dígitos y en 1987 llegaron a los 201.326.000. (Gardner, 1992).



3. EXPERTO EN JEROGLIFICOS, ROMPECABEZAS Y ADIVINANZAS

El gran científico y extravagante persona Richard P. Feynman confesó que en cada problema tenía que seguir hasta el final y descubrir definitivamente lo que pasaba. Era una especie de compulsión para resolver rompecabezas y acertijos, que después le llevaría a descifrar jeroglíficos mayas y a abrir las cajas fuertes más seguras en Los Alamos durante la fabricación de la bomba atómica.

Su estancia en Los Alamos (Nuevo México) para participar en el Proyecto Manhattan, del que saldría la bomba atómica, le causó algunos problemas por causa de las fuertes medidas de seguridad y censura allí implantadas. Feynman solía escribir largas cartas a su esposa, las partía en trozos muy pequeños y los metía en el sobre. Cuando la censura le preguntaba por qué lo hacía, él contestaba que se trataba de una terapia para su esposa embarazada.

Siendo estudiante, tenía la costumbre de consultar a su tutor por las noches. Si el profesor y su familia habían salido, el joven Richard se introducía furtivamente en la casa, utilizando una ganzúa, para poder usar la biblioteca.

"Todas las adivinanzas, por absurdas y enrevesadas que fueran, las conocía yo". Y siempre le han encantado los rompecabezas y el descubrimiento de cómo ganar al contrario mediante trucos. En la escuela inventaba problemas y teoremas, entre ellos una serie sobre triángulos rectángulos. Aprendió a efectuar muy deprisa los cálculos algebraicos, lo que le vino muy bien después, en la Universidad. Inventó asimismo un conjunto de símbolos para la máquina de escribir, para poder utilizarla en la escritura de fórmulas.


4. HUBBLE: PAPELERA DE IDA Y VUELTA

Con motivo del lanzamiento del telescopio espacial que lleva su nombre, Hubble (1889-1953) es hoy relativamente conocido fuera de la astronomía. Pero pocas personas se imaginarán que quien fue capaz de estudiar más de doscientas nebulosas espirales y creó el "efecto Hubble", fue boxeador, oficial del Ejército, profesor de enseñanza media y entrenador de baloncesto antes de sucumbir al atractivo de las nebulosas. Vestía como un lord inglés y un acento de Oxford-Cambridge se había superpuesto de algún modo a su nativa lengua de Missouri.

Uno de sus trucos cuando alguien le visitaba era barrer con un movimiento imperioso del brazo todos los papeles que tenía sobre la mesa y echarlos a la papelera. Cuando el visitante se había marchado, podía verse a Hubble escarbando para recuperar del cesto sus papeles valiosos.

Hubble llevaba corbata incluso cuando iba al telescopio de Monte Wilson, llamado el monasterio porque no se permitía la entrada a mujeres. En la cima de la montaña, los astrónomos se vestían cada noche para cenar y en la mesa del comedor se sentaban siempre atendiendo a una jerarquía precisa e inalterable. Quien tenía el turno para observar aquella noche con el telescopio de 2,54 metros, ocupaba el lugar de honor. A continuación se sentaba el observador del telescopio de 1,52 metros, y así sucesivamente, hasta llegar a los doctorandos y ayudantes.

En el comedor había un servilletero de madera para cada uno de los miembros del equipo de Monte Wilson, con su nombre; estudiantes y visitantes usaban pinzas de tender la ropa. Uno de los importantes ritos de iniciación en la vida de un astrónomo joven era pasar de una pinza a un servilletero de madera con su nombre inscrito en él (Overbye).


5. DENTRO DE 50.000 MILLONES DE AÑOS

Allan Sandage, sucesor de Hubble y uno de los grandes astrónomos del siglo XX, escuchaba ópera en los ratos muertos de las observaciones y desde arriba del todo, podía pensar en los datos que estaban llegando y reflexionar sobre ellos, en una soledad creativa bajo el espectáculo del cielo estrellado. Sus aficiones eran la música y la jardinería, aunque después también le interesó la cocina.

La talla de Sandage en astronomía superaba casi toda medida. A mediados del decenio de 1970, hacía más de veinte años que Sandage era Don Cosmología. Algunos le llamaban "Super-Hubble". Era una fuerza de la naturaleza y no sólo aceptaba toda clase de proyectos de investigación, sino que se pasaba una parte de su vida escrutando el cielo y le quedaba tiempo para escribir numerosos artículos sobre la constante de Hubble, el parámetro de desaceleración y mil temas más (Overbye).

En 1975, Jesse Greenstein contó al escritor científico Timothy Ferris:

-La mayor parte de lo que Sandage hace, lo lleva haciendo desde hace tanto tiempo que a cualquier persona le costaría años ponerse al día, y nadie se planteará volver a examinar su trabajo, porque se le considera un hombre de una absoluta integridad.

Sandage utilizó los grandes telescopios como si fueran martillos de geólogo que permitían abrir a golpes los cúmulos globulares y descubrir en su interior la naturaleza de las estrellas.

Sólo para divertirse, Sandage intentó calcular lo que podría ver un futuro astrónomo que viviera dentro de 50.000 millones de años, "cuando el globo del universo empezara a desincharse".

Otro caso que vale la pena recordar es el de John Wheeler , maestro de Stephen Hawking. En una conferencia en Nueva York, en 1967, dió un golpe maestro de relaciones públicas al acuñar el término agujero negro para describir los resultados del apocalipsis gravitatorio. Y fué un acierto porque establece una relación o conjura muchas neurosis humanas. Hawking subrayó que si se hubiera adoptado la denominación rusa, estrella congelada, no se habría producido esa reacción de miedo, ese terror humano ante la posibilidad de ser destruído, devorado (Overbye).

Dando en sentido inverso la manivela del tiempo, se encuentran curiosidades dignas de anotarse. El gran astrónomo W. Herschell descubrió en 1781, cuando realizaba un catastro del cielo conocido, otro planeta, que se añadía así a los cinco que ya conocían los hombres prehistóricos, visibles sin telescopio. Herschell descubrió Urano con un telescopio, pero Le Verrier (1811-1877) descubrió Neptuno con un papel y un lápiz (Battaner, 1991).

Muchos grandes descubrimientos de la física se han realizado con lápiz y papel. Así descubrió Maxwell las ondas de radio.


6. AVENTURA EN EL MUSEO DE ZOOLOGÍA

El gran paleontólogo y escritor científico Stephen Jay Gould, autor de libros de divulgación de éxito notable como "El pulgar del panda", "La sonrisa del flamenco", "La vida maravillosa y "Brontosaurus y la nalga del ministro", cuenta, en esta última obra, que cuando obtuvo su actual trabajo de conservador de invetebrados fósiles en el Museo de Zoología Comparada de Harvard, había ya reunido cinco cajas de cartón repletas de fósiles y estaba orgulloso tanto de la cantidad como de su calidad. Entonces descubrió que su nueva administración se extendía a 15.000 cajones de fósiles.

-Puse mis cajas en un rincón escondido de mi despacho, hace de esto más de veinte años. Nunca las he abierto. Yo, con mis cinco cajas de cartón, frente a estos 15.000 cajones... pavoroso.

Y continúa:

-Tenía 15.000 cajones que abrir, cada uno de los cuales albergaba un descubrimiento o una idea en potencia. Pasé dos semanas abriendo todos y cada uno de los cajones, y encontré un conjunto de objetos dispares que han alimentado desde entonces mi placer estético e intelectual.

Quizá lo más curioso de esta historia es que encontró objetos y recortes preciosos, utilizados... para guardar los fósiles: cajas de boticarios de fines del siglo XVIII, cajas de cigarros victorianas de recargado diseño cubano... Además, pases para conferencias de cien años antes; invitaciones a un baile en honor de Napoleón III; tarjetas de visita de comerciantes del Cincinnati victoriano... todo ello (en sus reversos en blanco) para etiquetar bien los fósiles.

Y había más. Páginas del catálogo de Sears de 1903, recortes de periódicos del siglo XIX, también para envolver los fósiles. La noticia más interesante, un titular de un diario de Cincinnati del 11 de julio de 1881, que decía "El coraje de Garfield", y la noticia de que el presidente, aunque gravemente herido en un reciente intento de asesinato, "se encuentra de nuevo en el lado soleado de la vida" y que casi con seguridad se iba a recuperar. El presidente James A. Garfield murió a consecuencia de las heridas recibidas en el atentado del 19 de septiembre de aquel año.

En su libro, Gould se refiere también a Jane Goodall, que ha pasado un cuarto de siglo con los chimpancés de Gombe, un caso singular de dedicación científica combinada con resultados pasmosos, que le ha permitido especificar y cuantificar los principales determinantes del futuro de su población. Curiosamente, la demografía de los chimpancés de Gombe no ha sido establecida primariamente por los ritmos cotidianos de nacimiento, alimentación, sexo y muerte, sino por tres "raros acontecimientos" (palabras de Goodall) que implican calamidad o desastre: una epidemia de poliomielitis, la carnicería que una sub banda hace en otra y un relato de canibalismo de dos ejemplares, madre e hija.

Jane Goodall ha contado todo esto en "The chimpanzees of Gombe," Harvard University Press, 1986.


7. UN FÍSICO POPULAR

Impresionante también, aunque en otro sentido, el caso del gran físico soviético (entonces el país era la URSS) L. D. Landau. En 1962 sufrió un gravísimo accidente de carretera que conmovió al mundo científico. Para salvar su vida se movilizaron todos los recursos de su país y la generosa ayuda de otros muchos. El combate duró seis años y concluyó con la muerte de Landau a los sesenta años de edad.

Al conocerse la noticia del accidente, acudieron al hospital centenares de personas ansiosas de hacer todo lo que pudieran para ayudar a los médicos. Estudiantes recién graduados y miembros de la Academia de Ciencias se turnaron día y noche manteniéndose en contacto con los lugares más remotos para lograr el material y el equipo necesarios.

El secreto de su extraordinaria popularidad radicaba en que, además de ser un gran físico, era un hombre recto y afable, de personalidad poderosa y brillante, ajeno a la pompa y la solemnidad. Tenía una enorme habilidad para reducir a términos sencillos las cuestiones más abstrusas y poseía una mente crítica por excelencia. En las discusiones era incisivo pero nunca desconsiderado, irónico pero nunca sarcástico, desmintiendo así un cartel que una vez colgó de la puerta de su despacho y en el que podía leerse: "L. Landau. Cuidado, muerde" (Boletín OIEA).


8. EL COFRE DE LOS MANUSCRITOS DE DESCARTES

Otras veces, lo curioso no está en la vida o en las acciones de los grandes hombres, sino en las circunstancias que confluyeron en su vida o en su muerte.

Así, el cofre que contenía los manuscritos inéditos de Descartes, fueron enviados a París tras su muerte prematura en Estocolmo, el 11 de febrero de 1650. El embajador francés, Pierre Chanut, los embarcó con destino a Francia, donde había de hacerse cargo de ellos su cuñado, Claude Clerselier. La carga llegó a Ruán sin contratiempos y la trasladaron a una barcaza que debía remontar el Sena. A las afueras de París, la barca se hundió y el cofre de los manuscritos permaneció tres días y tres noches en el agua antes de que Clerselier pudiera rescatarlo.

Los criados ayudaron al cuñado de Descartes a extender las hojas en varias habitaciones, para secarlas. Durante los diecisiete años siguientes, Clerselier habría de ordenar pacientemente las estropeadas páginas y publicaría tres volúmenes con la correspondencia de Descartes, además de su Tratado del hombre, El Mundo y el Tratado de la formación del feto.

Se suele creer que Clerselier reconstruyó los desmembrados escritos de Descartes con acierto suficiente, "pero yo no puedo evitar -dice William R. Shea, de quien tomamos estos datos- que su labor me parezca un símbolo de las dificultades con las que habrá de tropezar cualquiera que pretenda casar las distintas partes de la variada actividad de Descartes como filósofo, matemático, teólogo y científico natural, y que no dejará nunca de acecharle el peligro de que el concierto que logre sea más aparente que real" (Shea, 1993).


9. EL DESCUBRIMIENTO DE UN PORTENTOSO MATEMATICO

En su libro "Nueve hombres del siglo XX", C.P. Snow cuenta cómo el gran matemático G.H. Hardy "descubrió" a uno de los genios matemáticos de la humanidad, Ramanujan. Una mañana, a principios de 1913, encontró entre sus cartas, en la mesa del desayuno, un sobre ancho y sucio decorado con sellos de la India. Al abrirlo, encontró unas hojas de papel, en las que, con una caligrafía muy poco inglesa, había líneas y líneas de símbolos. Estaba acostumbrado a recibir manuscritos de extraños demostrando la sabiduría profética de la Gran Pirámide, las revelaciones de los Sabios de Sion o los criptogramas que Bacon había intercalado en las obras de Shakespeare.

Hardy miró la carta, escrita en un inglés vacilante, firmada por un indio desconocido, que le pedía su opinión sobre sus descubrimientos matemáticos. Estos consistían en teoremas, la mayoría de los cuales tenían un aspecto extraño y fantástico. No había demostraciones de ningún género. Se sintió no sólo aburrido sino irritado, dejó la carta y siguió su rutina diaria.

Si no tenía clase, trabajaba de nueve a una en sus propias matemáticas. Solía decir que cuatro horas de trabajo creativo en un día es el límite para un matemático. Tomaba una comida ligera y después jugaba al tenis en el patio de la Universidad. A última hora de la tarde, volvía a sus habitaciones dando un paseo.

Aquel día, aunque no alteró su horario, sus pensamientos no eran los habituales. En el fondo de su mente se había instalado el manuscrito indio. Teoremas fantásticos. Teoremas como nunca había visto ni imaginado. De regreso a su alojamiento en el Trinity, volvió a examinar la carta. Avisó a su colega Littlewood para que fuera a verle. Antes de media noche, sabían que el autor de la carta era un hombre genial. Después, Hardy vió que era un matemático digno de compararse con Gauss y con Euler.

Hardy decidió que Ramanujan debería ser trasladado a Inglaterra. Llegó en 1914. Su asociación fue conmovedora, dice Snow. Hardy nunca olvidó que se hallaba en presencia de un genio, pero de un genio que incluso en matemáticas estaba sin cultivar. Le enseñó matemática formal, como si fuera candidato a una beca, y después realizarían juntos cinco trabajos de primera categoría.
Inglaterra concedió a Ramanuján todos los honores posibles.

Cuando enfermó Ramanujan, Hardy solía visitarle en el hospital donde había sido internado en grave estado. Iba en taxi, su método de transporte preferido. Entró en el cuarto de Ramanujan y le dijo, probablemente sin saludar y seguramente sin otra clase de preámbulos: "El número de mi taxi era el 1.729. Me pareció un número bastante soso". A lo cual Ramanujan replicó:

-¡No, Hardy, no! Es un número muy interesante. Es el menor número que expresa la suma de dos cubos de dos maneras diferentes.


10. FOUCAULT: UN EXPERIMENTO INSÓLITO

El físico francés Leon Foucault realizó en 1851 un insólito experimento. Era la época en que aún no se tenía la prueba experimental de que la Tierra giraba sobre sí misma. Para hacer su demostración, Foucault suspendió una piedra muy pesada de una larga cuerda cuyo extremo quedaba fijado a la bóveda del Panteón. El experimentador disponía así de un péndulo de gran tamaño, que un buen día de primavera fue puesto en marcha. Con gran asombro, Foucault comprueba que en realidad el plano de opscilación de su péndulo -es decir, la dirección de sus idas y venidas- no está fijo, sino que gira alrededor de un eje vertical.

El péndulo, que había comenzado a oscilar en dirección este-oeste, unas horas después se mueve en dirección norte-sur. ¿Por qué razón? La respuesta de Foucault fue sencilla: este cambio de dirección era sólo una ilusión. Era la Tierra la que realmente giraba, mientras el plano de oscilación del péndulo permanecía rigurosamente fijo.

La conclusión que se extrae del experimento de Foucault es pasmosa: indiferente a las masas -considerables, sin embargo- de los soles y galaxias próximas, el plano de oscilación del péndulo se alinea con objetos celestes que se encuentran en el horizonte del universo, a vertiginosas distancias de la Tierra. En la medida en la totalidad de la masa visible del universo se encuentra en los miles de millones de galaxias lejanas, esto significa que el comportamiento del péndulo está determinado por el universo en conjunto y no solamente por los objetos celestes que están próximos a la Tierra (Igor Bogdanov).


11. DEMOSTRACIÓN DE QUE LA LUZ SE MUEVE

Hace poco más de trescientos años, un científico danés escribió un tratado de solamente página y media, pero que le valió un puesto inamovible en la historia de la ciencia. El 7 de diciembre de 1676, el Journal des Savants publicaba un trabajo con este título: "Demostración de que la luz se mueve", por el Sr. Romer, de la Real Academia de Ciencias".

El astrónomo Ole Römer (1644-1710) fue el primero en darse cuenta de algo hoy tan sabido como que la Tierra es redonda y se mueve: el hecho de que la luz necesita tiempo para trasladarse en el espacio. Y este breve trabajo es la única obra salida de su mano que se haya publicado, a pesar de haber realizado a lo largo de su vida infinidad de observaciones. Parece que era muy escrupuloso y crítico sobre su labor. A ello se añadiría que en el incendio de Copenhague (1728) desaparecieron muchos de sus papeles y anotaciones. Hoy se conservan las observaciones hechas en 1706.

El descubrimiento de Römer causó sensación en el mundo científico y fue la base de las teorías sobre la luz del holandés Christian Huygens y del inglés Isaac Newton.


12. UN MATEMÁTICO QUE NUNCA EXISTIÓ

Uno de los nombres colectivos más conocidos de la ciencia fue "Nicolas Bourbaki". Como es sabido, se trataba de un grupo de matemáticos que en los años treinta de este siglo, en Francia, considerando que había llegado el momento de la construcción unificada de la totalidad de esta ciencia, tomaron como fundamento la teoría de los conjuntos y publicaron una serie de obras que habrían de distinguir toda una época en este campo. El grupo ha elaborado una gran síntesis de la matemática moderna y ha tenido gran influencia en el desarrollo de esta disciplina.

Uno de los aspectos más curiosos y menos conocidos de este hecho es que, al acabar la segunda guerra mundial, un soldado norteamericano de origen griego, llamado Nicolás Bourbaki, tuvo la gran sorpresa, al llegar a París con las tropas de liberación, de ver en las librerías obras de matemáticas firmadas con su nombre. Entró en contacto con el editor de los libros, quien le remitió al matemático Henri Cartan, y éste invitó al joven estadounidense a una reunión llamada "congreso Bourbaki".

Nicolás Bourbaki pudo comprobar en la reunión que ninguno de los participantes llevaba su nombre y que el autor de los tratados científicos no era otro que un grupo de investigadores creado diez años antes, en 1935. Casi todos ellos procedían de la famosa Escuela Normal Superior de la calle de Ulm: Jean Delsarte y André Weil (promoción 1922), Henri Cartan y René de Possel (promoción 1923), Jean Dieudonné (promoción 1924) y Claude Chevalley (promoción 1926).

La idea inicial del grupo era escribir un tratado de análisis matemático destinado a servir de referencia a los estudiantes universitarios y también a los matemáticos.

Bourbaki ha sido un caso excepcional en la ciencia contemporánea, pero no el único. BBGKY es el acrónimo de los nombres de cinco físicos: Born, Bogoliubov, Green, Kirkwood e Yvonne, autores de una teoría sobre el crecimiento de las perturbaciones y las ondas de choque en gases parecidos a los que probablemente componían el universo primitivo. En otro campo, la biología y especialmente la sociobiología, se registra asimismo un seudónimo colectivo, George Maximin, utilizado para escribir ensayos sobre sociobiología y otros temas semejantes. Además de Edward O. Wilson, que da la noticia en su libro "El naturalista", formaban parte de este grupo, entre otros, los biólogos MacArthur y Slobodkin, en los Estados Unidos. Según afirma Wilson, el grupo falleció de muerte prematura y fueron cuestiones personales las que acabaron con él.

Overbye (1991) cita a los Siete Samurais, un grupo formado por jóvenes doctorandos o en fase de postdoctorado en Santa Cruz (Estados Unidos) y que eran Sandra Faber, que dirigía el grupo; David Burstein, Alan Dressler, Donald Lynd-Bell, Roger Davies, Roberto Terlevich y Gary Wegner.


13. CIENTIFICOS DE CURSO LEGAL

Mientras que las monedas metálicas, por su variedad limitada, suelen reproducir iconografías de monarcas o presidentes de gobierno, en el papel-moneda aparecen efigies del más diverso signo y pocas veces las de científicos. Empiezan, sin embargo, a darse casos de esta presencia de grandes investigadores en los billetes, lo que Miguel Angel Almodóvar ha llamado "científicos de curso legal".

En la historia reciente había ya algunos ejemplos, como los de Newton en Gran Bretaña, Pasteur y Pascal en Francia, Liebig en la Alemania de preguerra o Cajal en la Segunda República Española.

Hoy, la imagen de dos científicos, Ehrlich y Volta, aparece en billetes de la Europa Comunitaria, el primero en un billete de dos marcos alemanes y el segundo en uno de diez mil liras. El biólogo alemán Paul Ehrlich (1854-1915) descubrió el salvarsán, para el tratamiento de la sífilis, y fomuló una teoría de la inmunidad. El físico italiano Alessandro Volta (1745-1827) descubrió el metano y señaló que el paso de la corriente se debía al contacto entre dos metales que constituían el circuito. En 1799 inventó el primer generador no electrostático, la pila que lleva su nombre (Miguel Angel Almodóvar, "Científicos de curso legal", en A Ciencia Cierta, Madrid, noviembre 1990).


14. ARREGLABA APARATOS DE RADIO

De adolescente, Richard P. Feynman, Premio Nobel de Física en 1965, hacía aparatos con motores eléctricos y construyó un amplificador para una fotocélula que se compró y con la que hacía sonar un timbre al taparla con la mano. Compraba radios en traperías y cacharrerías. Sus habilidades en este campo empezaron a ser conocidas y la gente, que por causa de la Depresión no tenía dinero para reparar sus radios y oían hablar de un chaval que seguro que se lo arreglaría por menos dinero, empezaron a llamarle.

En una de estas ocasiones, con un aparato especialmente difícil de arreglar, empezó a darle vueltas al asunto. El cliente se impacientaba y le dijo: "¿Pero qué haces? Te traje para arreglar la radio y te pasas el tiempo yendo de un lado para otro".

-Yo le digo: "Estoy pensando". Y luego, para mis adentros: "Vale, saco las lámparas y las enchufo en el aparato en orden contrario". La radio se calienta y empieza a funcionar.

-El cliente me consiguió otros trabajos y no hacía más que decirle a todo el mundo que yo era un verdadero genio, diciendo: "Arregla las radios pensando".

Feynman montó también un laboratorio en su propia casa: un viejo cajón de embalaje, de madera, en el que puso unos estantes. Tenía un acumulador, una batería de lámparas y un hornillo, en el que se freía patatas a todas horas. No se trataba, pues, de un laboratorio en el sentido habitual del término, sino de un sitio para jugar, aunque unos juegos no habituales en los niños.

También tenía un microscopio de juguete e igualmente disfrutaba observando insectos y otros bichos. Alguna vez su confianza en la letra impresa le hizo quedar muy bien con sus amigos. En un libro sobre insectos leyó que los caballitos del diablo no pican, son inofensivos. Un día, en la playa, llegó uno de estos animalillos y él siguió sentado, diciendo que no había que preocuparse, porque no picaba. Y en efecto, uno de ellos se posó en su pie y no le picó. "El libro tenía razón, pero pasé un mal rato". Tenía entonces unos 13 años.


15. SERENDIPIA, NUEVA PALABRA PARA UN HECHO DE SIEMPRE

¿Qué tienen de común el velcro, la penicilina, la dinamita y los manuscritos del Mar Muerto? La serendipia, es decir, todas estas cosas, y otras muchas más en la historia de la ciencia y de la tecnología, que hacen nuestra vida más conveniente, placentera, saludable e interesante, y que fueron descubiertas por accidente. Todo ello ha venido a nosotros como resultado de la serendipia, o sea el regalo de encontrar cosas valiosas o agradables no buscadas, o bien "la facultad de hacer descubrimientos afortunados e inesperados por accidente" (definición de un diccionario no español, ya que la palabra no figura ni en la edición de 1989 de la Academia ni en el completo y útil "Diccionario Actual de la Lengua Española", de Vox).

Hasta que la Real Academia no diga otra cosa, utilizamos el término serendipia (correspondiente al inglés "serendipity"), acuñado por Sir Horace Walpole, segundo conde de Oxford, hijo de Sir Robert Walpole, primer ministro británico de 1721 a 1742 y que nos ha dejado una correspondencia numerosa (más de tres mil epístolas cruzadas sólo con madame du Deffand, que recibía a Walpole en París en la intimidad de su gabinete) y un conjunto de obras eruditas y literarias (Luis Alberto de Cuenca, introducción de Cuentos jeroglíficos, Alianza Editorial, 1995).

En 1754 como consecuencia de la impresión que le produjo la lectura de un cuento de hadas sobre las aventuras de "Los tres príncipes de Serendip", que hacían continuamente descubrimientos, por accidente y por sagacidad, de cosas que no se habían planteado. Walpole usó el término para referirse a algunos de sus propios descubrimientos accidentales.

Esta palabra ha sido redescubierta hace poco y se utiliza cada vez más. A partir de 1974 empieza a aparecer en diccionarios del idioma inglés. Royston M. Roberts ha acuñado el término pseudoserendipia para designar descubrimientos accidentales que logren rematar una búsqueda, en contraste con la (verdadera) serendipia, que describe descubrimientos accidentales de cosas no buscadas.

Charles Goodyear, por ejemplo, descubrió el proceso de vulcanización del caucho cuando por accidente dejó un trozo de caucho mezclado con azufre sobre una estufa caliente. Durante muchos años, Goodyear había estado obsesionado por encontrar una manera útil de hacer el caucho. Debido a que fue una casualidad lo que llevó al proceso con éxito, Roberts habla de un descubrimiento pseudoserendípico.

En contraste, George de Mestral no tenía intención de inventar un cierre (velcro) cuando miraba a ver por qué algo se le pegaba a su ropa.


16. ACCIDENTES FORTUITOS CON GRANDES CONSECUENCIAS

Royston M. Roberts considera algunos de estos accidentes fortuitos: una manzana cae al suelo a los pies de Newton; Wöhler produce urea en lugar de cianato amónico; Perkin obtiene un color violeta; un cavador de pozos italiano encuentra estatuas en lugar de agua; un soldado francés se encuentra una piedra con una inscripción extraña mientras reparaba un fuerte en Egipto; un chico palestino lanza una piedra a una cueva oscura y escucha un sonido inesperado; Pasteur obtiene cristales de una forma única debido a que la temperatura en el alféizar de la ventana estaba por debajo de los 26 grados.

Y hay otros muchos casos más. Una pantalla fluorescente reluce en la oscuridad y unos cristales fosforescentes exponen una placa fotográfica envuelta en papel negro; la resistencia de una ordeñadora a una espantosa enfermedad es advertida por un médico rural y se descubre la vacuna; una espora cae en la placa de Fleming y se encuentra la penicilina; un corte accidental en un dedo lleva a Alfredo Nobel a descubrir la gelatina explosiva.

Cualquiera de estos accidentes pudo haber pasado inadvertido, pero gracias a la sagacidad de las personas que se encontraron con ellos, tenemos hoy explicaciones de las leyes que gobiernan el movimiento de los planetas; el fundamento de la química orgánica sobre una base racional; el comienzo del entendimiento de la relación de la estructura molecular con la actividad fisiológica; unos bellísimos colorantes que cualquiera, y no sólo los afortunados, puede permitirse; una profundización en la cultura y el lenguaje de las civilizaciones antiguas; los rayos X para el diagnóstico y el tratamiento médico; la vacuna contra la viruela y otras enfermedades, etc.

Pero todo ello con una condición, expresada ya por Pasteur: "En los campos de la observación, el azar favorece sólo a la mente preparada".


17. OTROS HECHOS INSÓLITOS Y CURIOSOS

La historia de la ciencia contiene aspectos curiosos sobre la vida y el trabajo de los científicos. Debemos a un hábil ebanista del siglo XVIII, sin estudios de física, un gran número de aparatos y mecanismos, muchos de los cuales constituyen auténticas piezas de precisión. Entre los inventos del inglés Joseph Bramah figura una cerradura de seguridad que no pudo ser violentada durante 67 años, y la maquinaria que creó para elaborarla fué probablemente el primer caso de producción en cadena de todo el mundo.

Cuando era pequeño, Bramah había mostrado ya una notable habilidad para los más precisos trabajos de marquetería y hasta había hecho a mano un violín de bastante mérito. En 1795 desarrolló con notable concisión casi todos los principios de la hidráulica. Describió la prensa hidráulica e hizo de la mecánica de precisión algo cotidiano y preparó el camino para que una nueva generación de inventores perfeccionaran y completasen sus ideas.

* Otro caso insólito fué el del ornitólogo James Bond, muerto en 1989 a los 89 años de edad, y cuyo nombre escogió el escritor Ian Fleming para su célebre agente 007. Clasificó más de 300 especies de aves y su libro, "Pájaros de las Indias Occidentales", se reveló como el primer exponente significativo sobre las aves de las Antillas. Su esposa, la novelista Mary Wickham Lewis, escribió un libro para explicar el origen del nombre del agente 007: a Fleming se le ocurrió al leer un libro del ornitólogo.

* Otro naturalista, Philip Jackson Darlington, un clásico de la zoología de campo, fue acometido por un cocodrilo en una charca de Nueva Guinea. Darlington intentó sujetarle las mandículas y consiguió agarrarlas en un primer intento, pero el cocodrilo se soltó. Tenía 39 años y pesaba 85 kilos.El cocodrilo pesaba varios cientos de kilos y estaba en su elemento. Atrapó al científico y lo arrastró al fondo. Darlington consiguió zafarse y llegar hasta la orilla, pero resbaló y el cocodrilo atacó de nuevo. Pero consiguió trepar de nuevo y refugiarse en la espesura de la selva. Sólo entonces sintió dolor y la debilidad provocada por la pérdida de sangre. Tenía desgarrados los músculos y ligamentos de ambos brazos y varias fracturas en los huesos del brazo derecho. Además, los dientes de la fiera le habían acribillado las dos manos.

El naturalista estuvo varios meses escayolado, pero aquel hombre era incapaz de permanecer inactivo y no tardó en perfeccionar una técnica para recolectar insectos con la mano izquierda. Tardó varios meses en recuperar el uso de brazos y manos, pero en todo este tiempo no dejó de recolectar e investigar y consiguió reunir una colección de importancia mundial (Wilson, 1995).

* En astronomía, donde el siglo XX ha registrado avances espectaculares, abundan los casos insólitos. He aquí uno de ellos. Cuando Hubble dió el gran salto hacia las profundidades, recurrió a patrones de distancia cada vez más desesperados. Primero fueron las estrellas variables cefeidas, pero son tan débiles que no pueden observarse en galaxias situadas más allá del grupo local. Hubble tomó como estrellas patrón las más brillantes de cada galaxia, y finalmente utilizó galaxias enteras (Overbye).

* Richard Bergland, jefe de neurocirugía del Hospital Beth Israel de Nueva York y autor de libros de divulgación, ha contado su interés especial, en los últimos veinte años, por la glándula pituitaria, ese pequeño órgano con forma de guisante que está suspendido del cerebro sobre una copa especial en la base del cráneo. "No estoy seguro -dice- qué fuerza apareció en mi vida para obligarme a profundizar en las relaciones entre el cerebro y la pituitaria, pero en un momento dado, llegué al punto en que ya sabía más acerca de esta minúscula parte del cuerpo que nadie en la Tierra" (1985).

* La historia de la ciencia registra muchos casos curiosos, entre ellos los de Henri Becquerel, que descubrió la radiactividad por haber elegido una sal de uranio como sustancia fluorescente, y el de Donald Glaser y su cámara de burbujas, que se originó en un vaso de cerveza.

* Leibniz hizo cerraduras, se ocupó del desarrollo de submarinos y diseñó, para el zar Pedro I, un canal que habría de unir el Volga y el Don, y trabajó como historiador y bibliotecario de los príncipes electores de Hannover, donde vivió cuarenta años.

* Charles Darwin inició su vida científica escribiendo un pequeño trabajo sobre las lombrices y el último suyo que se publicó fue La formación de la tierra vegetal por la acción de las lombrices. Se ha dicho de Darwin que fue el beneficiario de mil cadenas de circunstancias improbables (Gould, 1991).

* La reacción de Friedel-Crafts tómo el nombre de los dos químicos, Charles Friedel y James M. Crafts, quienes observaron un resultado inesperado de un experimento en el laboratorio de Friedel en París, en 1877, y se dieron cuenta de la importancia práctica potencial de su descubrimiento accidental. Consiguieron las patentes en Francia e Inglaterra sobre unos procedimientos para la separación de hidrocarburos y acetonas. Su visión resultó plenamente acertada y ha afectado en gran medida a nuestra vida cotidiana.
Probablemente, ninguna reacción orgánica ha sido de mayor valor económico e industrial. Los principales procesos para la producción de gasolina de alto octanaje, caucho sintético, plásticos y detergentes sintéticos son aplicaciones de la "química de Friedel-Crafts" (Roberts, 1989).

* En 1922, Fleming descubrió por casualidad un antibiótico que mataba bacterias pero no a los glóbulos blancos. Una vez, estando con un fuerte catarro, hizo un cultivo de alguna de sus propias secreciones nasales. Cuando examinaba el plato de cultivo, lleno de unas bacterias amarillas, una lágrima se le cayó al plato. Al día siguiente, cuando examinó el cultivo, encontró un espacio en el sitio donde había caído la lágrima.

Su penetrante observación y su curiosidad le llevaron a la conclusión correcta: la lágrima contenía una sustancia que ocasionaba la rápida destrucción (lisis) de las bacterias, aunque era inofensiva para el tejido humano. Llamó lisozima al enzima antibiótico de la lágrima y concluyó que era de poca importancia práctica, pues los gérmenes que mataba la lisozima eran relativamente inofensivos. Pero este descubrimiento fue un preludio esencial para el de la penicilina (Roberts, 1989).

* Obra del azar fue la vida del Premio Nobel de Química Charles J. Pedersen. El mismo lo ha contado:

-Imagine esta secuencia de sucesos hacia 1900: un ingeniero decide en Noruega recorrer medio mundo para ir a Corea, donde trabaja en una mina de oro. Una familia japonesa, habiendo sufrido algunos reveses financieros en Japón, decide trasladarse a Corea, donde se ha abierto un mercado. El hermano empieza un negocio cerca de la mina. La hermana encuentra al joven noruego. Se casan. Unos años después, su hijo viaja a Estados Unidos para su formación. Llega a ser un químico y gana el Premio Nobel.



BIBLIOGRAFÍA

-Battaner, Eduardo, Planetas. Alianza Editorial, Madrid, 1991.
-Bergland, Richard, La fábrica de la mente. Pirámide, Madrid, 1988.
-Boletín del Organismo Internacional de Energía Atómica. Vol. 10, Nº 4, Viena, 1968.
-Crick, Francis, Qué loco propósito. Tusquets Editores, Barcelona, 1989.
-Feynman, Richard P., ¿Está usted de broma, Sr. Feynman?. Alianza Editorial, Madrid, 1987.
-Gardner, Martin, Crónicas marcianas y otros ensayos sobre fantasía y ciencia. Ediciones Paidós, Barcelona, 1992;
-Gould, Stephen Jay, Brontosaurus" y la nalga del ministro. Ediciones Crítica, Barcelona, 1993.
-Overbye, Dennis, Corazones solitarios en el cosmos. Planeta, Barcelona, 1992.
-Roberts, Royston M., Serendipia. Descubrimientos accidentales en la ciencia. Alianza Editorial, Madrid, 1992.
-Shea, William R., La magia de los números y el movimiento. La carrera científica de Descartes. Alianza Universidad, Madrid, 1993.
-Sonw, C.P., Nueve hombres del siglo XX. Alianza Editorial, 1969. -Suzuki, David,"Metamorfosis. Etapas de una vida. Labor, Barcelona, 1990.
-Wilson, Edward O., El naturalista. Debate, Madrid, 1995.


10.10.09

La causalidad y la ciencia de la conducta humana (2º parte)

Continuación del artículo de Adolf Grünbaum publicado en American Scientist, 1952, 40, 665-676

CAUSALIDAD Y RESPONSABILIDAD MORAL


En .primer lugar, debemos aclarar la imposibilidad de identificar el de­terminismo con la doctrina primitiva y precientífica del fatalismo. El fatalismo afirma que los resultados siempre serán los mismos, indepen­dientemente de lo que uno haga. En contraste, el determinismo dice que, hacemos tal o cual cosa, entonces resultará este o aquel efecto. El fatalista piensa que si usted participa en un combate y "alguna bala lleva su nombre”, usted morirá a pesar de todo lo que haga para evitarlo. Por eso, el fatalista dice, cuando ocurre una catástrofe natural, no importa que usted esté presente en la escena del desastre o no, si ya está “destinado a morir” ese día, morirá en cualquier otra forma.

El determinista,por el contrario, sostiene que una persona morirá cierto día, únicamente si las condiciones que conducen a la muerte se materializan para esa persona, en ese día particular, como será verdaderamente el caso, alguna vez, para cada uno de nosotros. A diferencia del fatalismo, el determinis­mo concede a las acciones humanas una eficacia causal.

El segundo punto que debe tenerse en cuenta es el de que las leyes físicas, en ningún sentido, obligan a los cuerpos a comportarse de una cierta manera, sino que meramente describen como hechos, el modo como se comportan. Igualmente, las leyes psicológicas no nos compelen a hacer o desear alguna cosa contra nuestra voluntad. Estas leyes indican solamente como hechos que, bajo ciertas condiciones, hacemos o deseamos algo. De ahí que, si hubiera una ley psicológica que nos permitiera predecir que, bajo determinadas circunstancias, un hombre llegaría a desear perpetrar un acto específico, esa ley no lo llevaría a actuar de un modo contrario a sus propios deseos, ni las leyes psicológicas, que señalan bajo que condiciones surgen nuestros deseos, nos impulsan a actuar en una forma que sea contraria a nuestra propia voluntad.


Un ejemplo nos mostrará cómo los fiscales de distrito son deterministas, dado que en su trabajo presuponen la existencia de una conexión causal definida entre motivos y actos. En una película francesa reciente, vemos a un fiscal de distrito, casado con una mujer más bien simple y cándida, de la que sospecha una violación de sus votos maritales. El fis­cal encontró, mientras hablaba con ella, una forma aparentemente ino­cente de mencionar el nombre de su rival, lo que produjo a la esposa un pasajero sofocón; pero ella, con estudiada inocencia, trató de afir­mar que no había tenido motivo alguno para sofocarse. El fiscal insistió en que sí tenía un motivo definido, habiendo resultado que estaba en lo cierto.

No deberá pensarse que el indeterminista está ahora preparado para rendirse, pues todavía no ha usado su arma más fuerte. El indeterminista dice que "a todos nos es familiar el hecho de que cuando rememoramos nuestra conducta pasada, muy frecuentemente sentimos vívidamente que podríamos haber hecho otra cosa. Si el determinista tuviera razón al sos­tener que nuestra conducta estuvo ineludiblemente determinada por cau­sas primarias, este sentimiento retrospectivo de libertad no debería existir, o bien, ser fraudulento. Pero, sea cual fuere el caso, el peso de la eviden­cia descansa sobre él". El determinista de buena gana acepta este reto, replicando de la manera siguiente: Examinemos cuidadosamente el con­tenido del sentimiento de que en cierta ocasión nosotros podíamos haber actuado de un modo distinto al que, de verdad, nos comportamos. ¿,Qué encontramos? ¿Nos informa el sentimiento actual que podríamos habemos conducido en una forma distinta bajo, exactamente, las mismas circuns­tancias motivacionales externas e internas? No, dice el determinista, ese sentimiento descubre, simplemente, que pudimos actuar de acuerdo con el que era, en ese momento, nuestro más fuerte deseo y que en verdad podríamos haber actuado de otra manera, si en ese lapso hubiese preva­lecido un motivo diferente.

Así, la respuesta del determinista es que el contenido de esta "concien­cia de libertad" está en el conocimiento de que pudimos actuar en respuesta al más fuerte motivo que entonces existió y que, en ese sentido, no estuvimos "bajo una compulsión". Sin embargo, el determinista nos re­cuerda que nuestro sentimiento de "libertad" no nos hace ver que, dados los motivos que actuaron sobre nosotros en aquella ocasión, su distribución y fuerza relativa, podríamos haber actuado diferentemente del modo como, de hecho, lo hicimos. Ninguno de nosotros siente que podría haber respondido al más débil de todos los motivos en pugna, o actuado sin una causa o motivo, o elegido el motivo que actuó sobre nosotros. Puesto que, del sentimiento retrospectivo de libertad que tenemos, no se deduce ninguna de esas opciones, su declaración no contiene hecho alguno incompatible con los postulados del determinista.

El análisis que hemos ofrecido es aplicable, simultáneamente, al re­mordimiento, el arrempentimiento o la culpa. En ocasiones, experimentamos remordimiento acerca de nuestra conducta pasada, cuando la considera­mos a la luz de diferentes motivos. Una vez que tenemos un conjunto diferente de motivos determinando una situación, sentimos que una deci­sión distinta es requerida. Si nuestros motivos no cambian, no deplora­mos un acto pasado, no importa cuán reprensible pudiera haber parecido al vérsele de otra manera. El arrempentimiento expresa un sentimiento hacia lo injusta y despreciable que parece nuestra conducta pasada, cuando es vista a la luz de nuevos motivos. La compunción que experimentamos puede actuar como un disuasivo contra la repetición de conductas ante­riores con consecuencias despreciables. Si el determinista manifiesta arrepentimiento con respecto a pasados extravíos, está aplicándose a sí mismo motivos que ayudarán a su mejoramiento; pero no está dando rienda suelta a sus reproches ni castigándose en forma retroactiva. El reproche retroactivo es fútil, pues el pasado nunca volverá. En consecuencia, el determinista no entiende la responsabilidad como un inculpamiento, sino que más bien constituye, para él, la obligación de reformar o de castigar con fines educativos. El castigo deviene en educación cuando es admi­nistrado acertadamente y se instituye en una causa que se opone a la repetición de la conducta perjudicial. El determinista rechaza como bár­bara la idea primitiva de las sanciones equivalentes a venganza, pues no comprende cómo un daño pueda remediarse infligiendo un mero dolor o pesar al delincuente, al menos que el dolor impuesto haga concebir la esperanza de que en otra ocasión actuará como un disuasivo causal frente a la conducta perniciosa. Recordaremos que el indeterminista acusaba al determinista de castigar cruelmente a quien (de ser verdad las tesis del de­terminismo), no tenía esperanza de actuar en una forma distinta. El determinista ahora da la vuelta a la medalla y acusa a su antagonista de ser gratuitamente vengativo, apoyándose en el hecho de que el indeter­minista se compromete, por su propia teoría, con una concepción revan­chista del castigo. El indeterminista no puede, consecuentemente, esperar que se logre algo mejor que el desquite infligiendo un castigo, pues si admitiera que el castigo influye causalmente sobre todos o sobre algunos de los criminales, tendría entonces que abandonar lo que son las bases de su argumentación en contra del determinismo. Vemos, así, que el deter­minismo no implica la doctrina de tout comprendre, c' est tout pardonner.

¿ Qué es lo que el determinista cree respecto a la aplicación de casti­gos? Desde su punto de vista, el castigo debería ser administrado a la persona sobre la que un motivo decisivo actuó, porque esa persona se encuentra ante una reunión crítica de causas y es probable que, si no se le castiga, produzca un nuevo daño. Por tanto, la doctrina del determinista no le compromete a castigar a los padres o al ambiente social del delincuente, en atención a los actos de éste último, aun cuando padres y ambientes, sean las causas básicas de la mala conducta. Tal procedimiento sería inútil, si el propósito que se tiene es el de rehabilitar al delin­cuente. El que sigue es, sin embargo, un caso en el que el determinista no aplica el castigo. Cuando una persona actúa bajo compulsión, se en­cuentra imposibilitada para realizar sus propios deseos. En tales circunstancias, su estado interno no tiene que ver nada con la forma en que actúa. En tanto que su estado interno no requiere de una reforma, el castigo, en dicho caso, sería completamente inoportuno.

Es claro que el problema íntegro de la responsabilidad puede ser re­sueIto dentro del dominio de los supuestos deterministas. De esa manera el problema no es si la conducta está determinada, sino más bien qué factores son los que la determinan, cuando debe asignarse la responsabi­lidad .Lejos de encarar como insuperables las dificultades que entraña el prohlema de la responsabilidad, el determinista, igual que el psicólogo científico, retan ahora al indeterminista a que proporcione una base lógica del sistema penal.


OTROS ARGUMENTOS DEL INDETERMINISTA


A veces se dice que la doctrina determinista, cuando se aplica al hom­bre, llega a ser insostenible, en virtud de que se torna contradictoria en sí misma. Esta afirmación es muy a menudo dispuesta de la manera siguiente: "El determinista, basado en su propia doctrina, debe admitir que su misma aceptación del determinismo está causalmente condicio­nada o determinada. Dado que no podría menos que aceptar lo anterior, no está en posibilidad de argüir que ha elegido una doctrina verdadera." Para justificar esta pretensión se afirma primero, correctamente, que el determinismo implica una determinación causal de su propia aceptación de parte de sus seguidores mismos. No obstante, de ahí se sostiene que en virtud de que el determinista, debido a su misma teoría, no tiene más remedio que aceptar el determinismo, no puede entonces confiar en su verdad. Por tanto, se asevera que la aceptación (del determinista) de la teoría que sustenta, le ha sido impuesta. Pero me permito indicar que esta inferencia envuelve una falacia radical. Quien argumenta de esa ma­nera invoca gratuitamente el punto de vista de que en el caso de que nuestras creencias posean causas, estas causas obliguen a que aceptemos las creencias en cuestión, en contra de nuestro mejor criterio. Nada po­dría estar más alejado de la verdad. Mi creencia de que ahora estoy mirando sobre éste papel una serie de símbolos, deriva del hecho de que su presencia induce, causalmente, ciertas imágenes sobre las retinas de mis ojos, y esta, imágenes a su vez, originan la inferencia que hago acerca de los símbolos que se me están presentando. La razón por la que no supongo que estoy en este instante dando clases a un grupo de estudian­tes en un salón, se debe a que las imágenes de esos estudiantes no se producen en el momento presente en mi campo visual. La generación causal de una creencia en ninguna forma desvirtúa su veracidad. En realidad, si a una creencia determinada no la produjeran causas definidas, no ten­dríamos razones para aceptarla como una descripción adecuada del mun­do en lugar de alguna otra arbitrariamente seleccionada. Lejos de hacer accidental o imposible el conocimiento, la teoría determinista que se refiere al origen de nuestras creencias, es la única que da las bases para pensar que nuestros juicios sobre el mundo son, o pueden llegar a ser verdaderos El juicio y el conocimiento son procesos realmente causales, en los que los hechos que juzgamos son elementos determinados, igual que los mecanismos cerebrales que se emplean en su interpretación. Se con­cluye de lo anterior que, aunque el determinista acepta que su propia doctrina ha sido causada o determinada, la veracidad del determinismo no por ello queda comprometida, si es que algo puede darse por cierto.

Empero, no hemos considerado el sentido del desarrollo de la física atómica en relación a este problema, ya que un sinnúmero de escritores han opinado que este desarrollo proporciona un testimonio a favor de la posición indeterminista.

Se sabe que las mediciones en el dominio de las magnitudes subató­micas se atienen a la "relación de incertidumbre" de Heinsenberg. Esta re­lación indica que, dada una cierta incertidumbre o vaguedad en el valor de una cantidad observable, por ejemplo, la posición, hay un límite de­finido, impuesto por las leyes de la naturaleza, sobre la precisión con la cual puede llegar a ser conocido el valor simultáneo de otra cantidad empírica, como la velocidad, y que este límite es independiente del apa­rato en particular o del método usado en la determinación. En virtud de que el mismo aparato que se utiliza en las mediciones perturba el siste­ma bajo observación, se hace patente el hecho de que las posibilidades de refinar tales mediciones no son ilimitadas; de ahí, que el sueño de la física clásica nunca llegará, por tanto, a ser verdadero. Ningún per­feccionamiento de la técnica experimental permitirá averiguar los valo­res reales de los observables en un sistema físico, con tanta precisión como para permitimos hacer una predicción exacta de cuáles van a ser los va­lores futuros. Por consiguiente, la nueva mecánica cuántica se contenta con especificar las frecuencias o probabilidades de los diferentes valores que .se encontrarán en un determinado conjunto de mediciones. Estas pre­dicciones probabilísticas están basadas en un determinismo estadístico que se refiere a los microprocesos de la física subatómica, en lugar de apoyarse en el determinismo del tipo cien por ciento que prevalece en la física del macrocosmos.

¿Qué implicaciones tiene esta situación en la controversia entablada entrc . el indcterminista filosófico y el psicólogo científico? En su libro, Atomic Theory and the Description of Nature (La teoría atómica y la .descripción de la naturaleza), Bohr (1934) ofrece varias razones para suponer que el conocimiento del estado instantáneo de las partículas que constituyen el sistema nervioso, así como el de los estímulos externos que le afectan, factible de ser observado mediante la técnica experimental más precisa, permite sólo una predicción estadística, y no consiente una predicción detallada del destino de éstos estímulos en el sistema nervioso.

Sin embargo, existen importantes motivos para que el indeterminismo filosófico no disfrute satisfacción alguna de situación semejante. Ya se ha demostrado cómo el determinismo estadístico, en el caso de que el argumento moral del indeterminismo fuera válido, sería tan objetable como el determinismo del cien por ciento. Para que prevaleciera una libertad genuina, la teoría cuántica tendría que concluir en que todos los actos humanos (macrofenómenos) pueden llegar a producirse con la misma frecuencia. La teoría empero no hace esta aseveración. Las probabilidades microscópicas permitidas por la teoría son tales que los actos que una psicología macroscópica podría predecir tienen una abrumadora posibi­lidad de ocurrir. Desde el punto de vista de los macrofenómenos de la conducta humana, el determinismo del tipo cien por ciento es válido para todos los intentos y propósitos.

Como Cassirer (1937) ha afirmado, la extensión en que la conducta humana se encuentra determinada es tan grande, que el libre albedrío del indeterminista filosófico no puede encontrar en ella ningún refugio. Schrödinger (1945) ha resumido estas conclusiones, en estas palabras:

"De acuerdo con la evidencia, los fenómenos espacio-temporales que corresponden en el cuerpo de un ser viviente a la actividad mental, a su conciencia de sí mismo, o a algunas otras acciones, son (considerando además su compleja estructura y la explicación estadística aceptada de la físicoquímica) si no estricta, sí en cierta proporción, estadísticamente determinados. Deseo subrayarle al físico que, en mi opinión, y al contra­rio de las suposiciones defendidas en algunas partes, la indeterminación cuántica no juega ningún papel biológicamente importante en esta clase de acontecimientos,· excepto quizá... en fenómenos como la meiosis, las mutaciones naturales o inducidas por rayos X y otras semejantes... Con­sidero esto como un hecho, del mismo modo como creo que todo biólogo imparcial y sin prejuicios debería hacerlo, si es que no fuera tan bien conocido el sentimiento displacentero que surge cuando uno mismo de­clara ser un puro mecanismo."

CONCLUSION

En este artículo se intentó demostrar que los argumentos esgrimidos en contra de la posibilidad de estudiar científicamente al hombre carecen de base. Por supuesto, no puede decirse que se haya establecido, en forma indubitable la verdad, ya sea del determinismo estricto o del determinis­mo estadístico, ya que tal cosa no puede resultar del solo análisis lógico, sino que requiere del éxito de la investigación científica de uniformida­des. En vista de que los argumentos en contra del determinismo, analiza­dos por nosotros, carecen de base, el psicólogo necesita no cejar en sus pesquisas y usar confiadamente la hipótesis causal como un principio re­gulador, que se mantiene vigente, a pesar de la intimación del indeter­minismo filosófico.


7.10.09

LA CIENCIA EN ESPAÑA NO NECESITA TIJERAS...


¿Por qué el blog de un argentino se ha adherido a ésta iniciativa?

¿Por qué la reducción del presupuesto del Ministerio de Ciencia de España en un 15% para el año 2010 merece la atención del autor de éste blog?

Quizás porque esté cansado de ver que-una y otra vez - se recortan presupuestos en áreas fundamentales para el desarrollo mientras que al mismo tiempo se está dispuesto a "invertir" (verbigracia por hacer negocios) para que Madrid fuera sede de los juegos olímpicos en 2016.

Estos dobles discursos son muy parecidos a lo que se oyen en estas latitudes desde hace mucho tiempo (sólo que -desde mi modesta opinión, aquí es mucho peor) ... y si la repulsa generalizada internética se produce hoy en los blogs españoles ¿que deberíamos hacer los que vivimos en un país del tercer mundo?

Por de pronto -pienso- apoyar la iniciativa de quienes apuestan por el presente y el futuro de éste lejano punto azul pálido.


4.10.09

La causalidad y la ciencia de la conducta humana (1º parte)

Adolf Grünbaum (Foto gentileza de Hist-Analytic)


LA CAUSALIDAD Y LA CIENCIA DE LA CONDUCTA HUMANA
por Adolf Grünbaum
Publicado en American Scientist, 1952, 40, 665-676

Es común descubrir que inclusive quienes tienen cabal confianza en el éxito continuo del método científico, cuando es aplicado a la natura­leza inanimada, se muestren extremadamente escépticos por lo que res­pecta a su aplicación al estudio de la conducta humana. Algunos llegan a afirmar, muy categóricamente, que los métodos de las ciencias natura­les son en principio inútiles para predecir la conducta individual o social del hombre.


Así, por ejemplo, al escritor Dilthey y sus adeptos del movimiento de la Geisteswissenschaften insisten en que la psicología y las ciencias so­ciales son metodológicamente autónomas, y que la inteligencia dirigida hacia un objetivo, característica del hombre, exige un método diferente, en toto genere, del de las ciencias físicas.

En la última parte del siglo XIX, W. Dilthey estuvo a la vanguardia de un movimiento que tuvo gran influencia. Los representantes de dicho movimiento sostenían que las tareas teóricas de las ciencias naturales eran fundamentalmente distintas a los fines teóricos que animaban a las ciencias sociales y a las humanidades. El propósito de las ciencias naturales- según los exponentes de ésta escuela- era la generalización, mientras que las ciencias sociales estaban orientadas a la definición y articulación de la individualidad.


Múltiples e importantes argumentos se han esgrimido contra la hipó­tesis de que en el ámbito de la conducta humana existen relaciones de causa-efecto. Con ellos se ha intentado negar la posibilidad de hacer predicciones, las cuales serían factibles, únicamente en el caso de que en realidad se dieran las ya mencionadas relaciones. En el presente ar­tículo intentaré demostrar que los argumentos en cuestión carecen de validez, y que hay muy buenas razones para aceptar la hipótesis causal contra la que van dirigidos aquellos. Muchas de las ideas que aquí se examinarán han sido esbozadas o desarrolladas con antelación por otros autores en diversos contextos; cuando sea posible, daremos las citas co­rrespondientes a estos escritos.


Antes de analizar críticamente algunas de las razones que se han adu­cido para afirmar que la conducta humana es inherentemente imprede­cible, deseo apuntar varias consecuencias importantes tanto de esta difun­dida convicción, como de su rechazo. Es imprescindible explicar estas consecuencias, puesto que son pocos los sustentantes de esta doctrina que se dan cuenta de todas sus implicaciones.


Si la conducta humana, lo mismo la individual que la social, no exhi­be sucesiones de causa-efecto, el método científico por consiguiente es en esencia inválido para la elucidación. de la naturaleza del hombre, y la psicología científica, al igual que las ciencias sociales, estará permanen­temente imposibilitada de alcanzar el rango de ciencia. Esta conclusión se desprende de que la explicación científica, excepto en las matemáticas puras, consiste esencialmente en "explicar" un fenómeno pasado, o en predecir un acontecimiento futuro, al demostrar que son casos de una de­terminada ley (o leyes) y que su acontecer se puede atribuir al hecho de que se dieran las condiciones para que se cumpliesen la ley o las leyes pertinentes. Por tanto, el saber científico o racional a partir de la expe­riencia pasada, consiste en descubrir las regularidades causales que permi­ten prever lo futuro. Así pues, negar la existencia de uniformidades en la conducta humana, es afirmar que no pueden sacarse lecciones sig­nificativas del pasado y que el futuro del hombre es caprichoso y escu­rridizo. No obstante, algunos historiadores y algunos científicos sociales nos dicen que en contraposición con las ciencias naturales, el rasgo dis­tintivo de la materia a la que se dedican es la falta de una ley causal. Al mismo tiempo, sostienen que la única forma de que lleguen a ser tra­tables, tanto los individuos como las naciones, consiste en intensificar drásticamente el cultivo de los estudios sociales. Es claro que esto es insostenible. No podrá aprenderse nada de la historia, con respecto a la sabia conducción de las relaciones internacionales, si dicha sabiduría no se encuentra en la historia. La distinción entre acierto y desacierto en los asuntos prácticos, cobra sentido ante todo gracias a la existencia de rela­ciones de causa-efecto en la conducta humana y por referencia a las pre­dicciones que nos permiten hacer las dichas relaciones. Las reglas para la conducción de los individuos y de las naciones solo se pueden basar en leyes causales que expresan que si tal o cual condición se da proba­blemente. ocurrirá esto o aquello, en todos los casos, o en un porcentaje explícitamente determinado de casos. Es inútil lamentarse del gran des­nivel existente entre nuestro dominio de la naturaleza física y nuestra comprensión científica del hombre, si se niega además la existencia de las únicas condiciones que permitirían el análisis científico del hombre. Solo si la conducta humana exhibe alguna especie de legalidad causal, cobra sentido insistir en la necesidad de corregir el peligroso desnivel que me­dia entre el control del hombre sobre la naturaleza física y su conoci­mIento científico de sí mismo, y así evitar que se destruya a sí mismo. En contraste, la suposición de que en la conducta humana se pueden descubnr leyes causales, nos ofrece enormes posibilidades.

En tal caso, podemos pedirle al científico social que averigüe los medios que llevan a eterminados fines. De ese modo, podremos obtener una respuesta que se ciña verdaderamente a los hechos, en vez de una respuesta emocional,a las quemantes preguntas de nuestro tiempo.Por ejemplo, podríamos esperar una respuesta válida a la interrogación planteada acerca de cuál es el sis.ema de organización de las relaciones económicas que conducirá a a satisfacción óptima de cierto orden de necesidades humanas.

Cualesquiera sean las respuestas que se propongan, su mérito consistirá en lograr la aprobación de todos los hombres sensatos identificados por los mismos objetivos. Ciertamente, la historia de la ciencia física registra la actitud de incitación y desafío mostrada por los hombres cuyas teorías no pudieron ser confirmadas por la evidencia. Empero, hemos aprendido a rechazar las teorías físicas que no cumplen la prueba de los hechos obser vables, por muy ingeniosas que sean o por muy sugestivas que, a primera vista, nos parezcan. Por esta razón, la historia de la ciencia física es, en cierto sentido, la historia de las teorías descartadas. Se daría un gran paso adelante si se aceptara universalmente que las teorías sobre la naturaleza humana, de la misma manera que las teorías físicas, deben so­meterse a una cuidadosa y disciplinada verificación por medio de la observación. En nuestros días, el hombre común es altamente consciente de la necesidad de guardar un escrupuloso cuidado en el terreno de las afirmaciones relativas a los hechos de la naturaleza; pese a ello, no ha dejado de expresarse en términos dogmáticos y evangélicos acerca de los supuestos hechos de la "naturaleza humana". A despecho de las serias divisiones que existen hoy en día en la humanidad, la mayor parte del conocimiento científico que se refiere a la naturaleza inanimada goza de consenso mundial. Parecería, en consecuencia, que el conocimiento científico del hombre, caracterizado por requerimientos específicos para la obtención de fines determinados, debiera merecer el mismo asentimiento. En la medida en que ello pueda obtenerse, se avanzará hacia la fraternidad humana.


Lo expuesto hasta aquí es suficiente en cuanto a las implicaciones inherentes a las respuestas antagónicas. Nos referiremos ahora directamente a la legitimidad de dichas respuestas.


ARGUMENTOS QUE SE OPONEN A LA NOCION DE CAUSALIDAD EN LA CONDUCTA HUMANA. SU REFUTACION

Hay cuatro argumentos que deseo considerar, adversos todos ellos a la hipótesis de que la causalidad está presente en la conducta humana. Son los siguientes:

1. La conducta humana no está sujeta a una descripción de tipo causal y en consecuencia no es predecible, puesto que cada individuo es único, carente de semejanza exacta con respecto a ningún otro.

2. Aun cuando hubiese un orden causal en los fenómenos de la con­ducta humana, este sería tan complejo que eludiría la posibilidad de ser aprehendido.

3. En las ciencias físicas, un hecho actual está siempre determinado por hechos anteriores, pero en la conducta humana el comportamiento presente se encuentra orientado en dirección a objetivos futuros, está "determinado" por tales objetivos.

4. Si la conducta humana constituyese una parte del orden causal de los acontecimientos y de ahí en principio, predecible, sería fútil la pretensión de optar entre lo bueno y lo malo e insensato responsabilizar al hombre de sus actos; del mismo modo, resultaría injusto infligirle castigos e ingenuo admitir remordimiento o culpa por las faltas cometidas. En resumen: dar por sentado el principio de la causalidad en la conducta humana es incompatible con la realidad reconocida de que las personas responden de un modo deliberado a los imperativos morales.

En las páginas siguientes trataré de demostrar que estos cuatro argumentos son el resultado de un análisis superficial y prejuicioso. De entre ellos, el presentado en cuarto término ha gozado de mayor influencia (Petrunkevitch, A. The controversy of faith versus reason. American Scientist, 1945, 33, 189-193 y 201)


1º EL ARGUMENTO DE LA SINGULARIDAD DE LOS INDIVIDUOS HUMANOS

Esta objeción a la posibilidad de constituir una psicología científica, descansa sobre falsas concepciones acerca de lo que la causalidad signi­fica en la ciencia. Para eliminar estos malentendidos es necesario subra­yar que todos los particulares en el mundo son únicos, ya sean objetos físicos como los árboles, acontecimientos físicos del tipo de los destellos luminosos o seres humanos. La mera afirmación de que una cosa es par­ticular significa que, en una u otra forma, tiene un carácter único, dife­rente a todos los demás objetos de su propio género o a otros géneros. Cada uno de los insignificantes tic-tac de mi reloj es un suceso singular, puesto que no son simultáneos. En lo que toca a su singularidad, ¡cada tic-tac equivale al discurso de Lincoln en Gettysburg!. Es evidente, sin embargo, que la singularidad de un fenómeno físico no impide su ligazón a leyes causales, ya que en principio las leyes causales relacionan úni­camente algunos de los caracteres de un cierto conjunto de fenómenos con algunos de los caracteres de otro conjunto de sucesos. Por ejemplo, los procesos de fricción se encuentran acompañados por la generación de calor en tanto que procesos de fricción, sin que importe cualquier otra peculiaridad que puedan contener. Un proyectil disparado en condicio­nes apropiadas describirá una órbita parabólica, independientemente de su color, del lugar en que ha sido fabricado, etcétera. En tanto que la relación causa-efecto es un nexo entre especies de fenómenos, nunca es necesario duplicar todas las características de una determinada causa para producir el mismo tipo de efecto. De esto se desprende que cuando los psicólogos científicos afirman la existencia de leyes causales en la con­ducta humana, este punto de vista no resulta incompatible con la existencia de grandes diferencias individuales entre los hombres, ni viola la singularidad o la dignidad de cada persona particular.

Cada individuo es único en virtud de que constituye una reunión de características que no son copia de las de ningún otro individuo. A pesar de ello, es absolutamente concebible sostener la siguiente ley psicológica: si un niño varón, dotado de ciertas características es objeto de hostilidad materna en determinada etapa de su desarrollo, mientras que mantiene un fuerte vínculo con su padre, cuando llegue a la vida adulta desarrollará una paranoia. Si esta ley es válida, los niños sometidos a las condiciones antes estipuladas se volverán paranoicos, sin que importe mucho el hecho de que su infancia difiera en otros aspectos y sin que tampoco intervengan las otras disimilitudes que pudieran presentar una vez que se han convertido en dementes.

Una variante del argumento adverso a la psicología científica sostiene que no hay psicólogo apto para llegar a sentirse exactamente igual a cada una de las diversas personas cuyos sentimientos y conducta está tratando de comprender. Esta forma de argumentación contiene otro concepto erróneo acerca del tipo de comprensión o de explicación que la ciencia se esfuerza por obtener: la creencia de que, con el fin de explicar científicamente la conducta o la experiencia humana, el psicólogo debe sentir en sí mismo, directamente y en toda su complejidad, la experiencia en cuestión.

Así pues, quien objeta la psicología científica apoyándose en esa base, identifica virtualmente a la comprensión científica con la comprensión genuinamente empática. Sin embargo, comprender un fenómeno desde el punto de vista científico es, en primer lugar, conocer las condiciones necesarias para que suceda. Un médico interesado en comprender el cáncer (incluyendo sus consecuencias físicas) no está dispuesto a con traerlo, sino únicamente a conocer las condiciones que se asocian al acaecimiento y no acaecimiento de esta enfermedad. Una comprensión estrictamente empática puede tener gran valor heurístico y algunas veces hasta estético.

No obstante, desde el punto de vista del logro de la comprensión científica y de la formulación de las predicciones que ello hace posible, el método empático, tanto en psicología como en historia (Dilthey) es absolutamente insuficiente.

2º EL ARGUMENTO QUE SE REFIERE A LA COMPLEJIDAD DE LA CONDUCTA HUMANA


Como se recordará, este argumento sostiene que la conducta humana implica tan compleja proliferación de factores que es trivial intentar desenmarañarlos. Un vistazo a la historia de la ciencia privará a este punto de vista de su presunta plausibilidad. Piénsese en lo que hubiera afirmado sobre la física del movimiento antes de Galileo, la persona que en la actualidad aplica tales argumentos a la psicología; posiblemente diría que los intentos para reducir la vasta diversidad de traslaciones, celestiales y terrestres, a unas pocas y simples leyes del movimiento, eran inútiles. Antes de la aparición de la química científica, esa misma persona habría descartado la posibilidad de reducir la aparentemente irreconocible variedad de sustancias en la naturaleza, a unos 96 elementos tan solo. El argumento en cuestión se apoya en lo no conocido y por tanto: como todos los argumentos de su tipo, carece de base.

3º EL ARGUMENTO DE LA “DETERMINACION” DEL PRESENTE POR EL FUTURO EN LA CONDUCTA HUMANA DIRIGIDA A UN OBJETIVO

Si una persona, en este momento, enfila sus acciones al logro de un objetivo futuro se arguye que tales acciones son el efecto de una causa venidera; un tipo de causalidad que no se encuentra entre los fenómenos físicos. La respuesta a este argumento es que son más bien las expectativas presentes y no el objetivo futuro las que controlan causalmente la conducta en cuestión. En realidad, el objetivo buscado quizás nunca se alcance. Por otra parte, tanto los motivos para alcanzar un determinado objetivo como la expectativa creada por la acción en pro de aquél, funcionan como cuestiones antecedentes, del mismo modo que los factores causales en los fenómenos físicos. De este modo, la determinación causal en las situaciones motivacionales no se ve afectada por el hecho de que los motivos se refieran al futuro (Hempel y Oppenheim,” Studies in the logic of explanation”, Phil.Sci. 1948, Jeans,”Physics and philosophy”, Oxford University Press 1945.)


4º EL ARGUMENTO DE LA ELECCION MORAL

Se da el nombre de "determinista" a la tesis de que todos los fenóme­nos incluyendo los de la conducta humana, se engloban dentro de pautas causales. Tal formulación del determinismo resulta lógicamente objetable en algunos aspectos, pero a pesar de ello nos bastará para nuestra discu­sión. Está claro que el determinismo es un principio clave (regulador) de toda investigación científica. La negación del determinismo es llamada "indeterminismo". El argumento indeterminista acerca de la eleccIón mo­ral, que vamos a considerar aquí, ha sido resumido por un crítico de la manera siguiente (Schlick, 1939): Si el determinismo fuera verdadero, mi voluntad estaría siempre determinada por mi carácter y por mis mo­tivaciones, de aquí que mis elecciones no serían libres y por lo mismo no podría ser responsable de mis actos, en virtud de que no puedo mo­dificar mis decisiones ni tampoco dejar de hacer lo que hago. SI el deter­minismo está en lo cierto, no puedo elegir mis estímulos ni mi carácter; los primeros me son impuestos por causas externas e internas, el segundo es el producto inevitable de las influencias que me han afectado en el transcurso de mi existencia. Por eso, el determinismo y la responsabili­dad moral son incompatibles. La responsabilidad moral presupone liber­tad, o sea independencia con respecto a la causalidad.

El problema al que nos enfrentamos se refiere a la validez del argu­mento indeterminista. Antes de replicar que mi respuesta es enfáticamente negativa, deseo distinguir entre dos tipos de determinismo y mostrar que ambos han de merecer la objeción del indeterminismo, una vez que éste ha asentado su tesis de la elección moral.

El primer tipo de determinismo es el del cien por ciento; afirma que, bajo condiciones determinadas, se producirá en todos los casos un resultado determinado. Por ejemplo, siempre que un metal es calentado (en condiciones ordinarias), se dilatará. El segundo tipo de determinismo es el estadístico, que sostiene (aproximadamente) que bajo condiciones es­peciales se producirá un cierto resultado, aunque únicamente en un por­centaje de casos explícitamente declarado. Un ejemplo de ello es predecir que, de entre todas las personas nacidas en los barrios bajos, el 80% cometerá un delito alguna vez en su vida. Quiero destacar, primeramente, que si el argumento moral del indeterminismo contra el tipo de deter­minismo del cien por ciento fuera válido, también lo sería frente al determinismo de tipo estadístico. Este punto tiene una importancia par­ticular, puesto que muchos indeterministas pretenden reconocer la exis­tencia innegable de una gran cantidad de regularidades en la conducta humana, y afirman que sus objeciones acerca del fundamento moral se refieren solo al determinismo del tipo del cien por ciento y no al de tipo estadístico.

Con el fin de demostrar lo que me propongo, supongamos -en forma enteramente hipotética- que todos los cazadores están sujetos a la si­guiente ley determinista del tipo cien por ciento: todos los cazadores co­meten un homicidio, en alguna ocasión, después de regresar de la selva. El indeterminista diría que si estos cazadores estuvieran realmente suje­tos a dicha ley causal, terminarían por convertirse, indefectiblemente, en homicidas y, por tanto, no tendríamos derecho alguno a castigarlos por sus crímenes. ¿Que posición adoptaría el indeterminista si existiera una ley de tipo estadístico que afirmara, con alta certidumbre, que todas las personas nacidas en los barrios bajos, en una proporción tan elevada como la del 80%, cometen un delito alguna vez durante su vida? Sin duda esta ley estadística no nos da derecho a decir que todo individuo cuyo naci­miento tuvo lugar en los barrios bajos llegará a ser un delincuente; por tanto, no queda excluida la posibilidad de que alguna o algunas perso­nas se cuenten entre las que componen el 20% cuya conducta es legal, y por eso mismo pueda considerarse que actúan "libremente" en el sentido indeterminista. En la medida en que la responsabilidad es un problema individual, parecería incluso que nuestra ley estadística, permite al inde­terminista emplear su propio criterio para asignar responsabilidad indivi­dual al 20% de las personas originarias de los barrios bajos. Pero si el 20% que efectivamente llegó at cometer un delito, a lo largo de un extensa lapso, compareciese conjuntamente ante un juez indeterminista, la ley estadística en cuestión le negaría el lógico derecho de asignar responsa­bilidades individuales; dicha ley no permitiría al juez distinguir de entre los reos a aquel o aquellos que podrían haber evitado el delito, por per­tenecer al 20% que realmente lo evitó. Aun si existiera un procedimiento que permitiese hacer tal distinción -lo cual no es factible- la ley esta­dística nos recordaría que no solo los acusados restantes procesados ante el juez, sino que también algunos individuos pertenecientes al veinte por ciento, podrían, en consecuencia, no haber evitado la violación de los es­tatutos. Esto significa que si durante un largo periodo seleccionamos, den­tro de los originarios de los barrios bajos, a aquellos que no son culpables de ningún delito, el resto de los que tienen similar origen, de hecho de hecho e indefectiblemente delinquirá y constituirá el ochenta por ciento de los nacidos allí. Entonces, según el mismo criterio indeterminista sobre asignación de responsabilidad, el juez no podría cumplir con su deber de asignar responsabilidades, individualmente, pues la ley estadística asegura la suficiente causalidad como para excluir la posibilidad de tal asigna­ción -de acuerdo con las mismas premisas indeterministas. Si el indeter­minista niega la justicia del castigo, como lo hace en el caso del determi­nismo 100%, tampoco puede convenir con el castigo de individuos que pertenecen a grupos afectados por leyes estadísticas, de las que única­mente pueden extraerse predicciones, asimismo estadísticas, de la conduc­ta. Por tanto, el indeterminista debe tener objeciones morales tanto hacia el determinismo del 100%, como hacia el determinismo estadístico; ¡ y esto significa que es un adversario de la creencia de que pueda haber y ser posible un estudio científico del hombre!

Para establecer la invalidez de los argumentos morales del indetermi­nista, trataré ahora de mostrar, por una parte, que no hay incompatibi­lidad entre las concepciones deterministas de la psicología científica y la asignación intencional de responsabilidad junto con la imposición de castigos y, por otra. parte, con la existencia de sentimientos de remordimien­to y culpa.