Una investigación demostró que la gente puede ser convencida de que ha cometido un delito
por Enrique MárquezImplantando delitos
Pensar que en pocas horas varias personas inocentes pueden ser convencidas de que han perpetrado un delito que en realidad nunca cometieron, suena alarmante y hasta parece de ciencia ficción. Pero es una realidad, y surge de un trabajo reciente de la Dra. Julia Shaw y el Dr. Stephen Porter, ambos psicólogos forenses de la University of Bedfordshire (Reino Unido) y la University of British Columbia (Canadá) respectivamente. Han demostrado que -en el transcurso de apenas tres horas- adultos totalmente inocentes pueden ser convencidos de que han consumado una fechoría en su adolescencia, incluso si ese acto ilegal fue completamente inventado. La investigación fue publicada en la revista de la Association for Psychological Science [Shaw, J. & Porter, S. Constructing Rich False Memories of Committing Crime, Psychological Science, January 14, 2015, pp. 1-11, versión on line].Este es el primer estudio que proporciona evidencia acerca de cómo pueden generarse, en una situación experimental controlada, falsas memorias plenamente episódicas o autobiográficas de una conducta delictiva. "Nuestros hallazgos muestran que los falsos recuerdos de actos delictivos pueden ser sorprendentemente fáciles de generar, y pueden tener los mismos datos complejos de un recuerdo real", señaló Shaw en un comunicado de prensa.
Mediante técnicas sugestivas de recuperación mnémica, los participantes fueron exitosamente inducidos a generar falsos recuerdos emocionales sobre hechos delictivos con intervención policial (asalto, asalto con un arma, y robo) y no delictivos (un accidente, ataque de un animal, y la pérdida de una gran cantidad de dinero), y luego los compararon con recuerdos verdaderos de acontecimientos emocionales.
La investigación se llevó a cabo con una selección de 60 estudiantes universitarios (43 chicas y 17 muchachos), cuyo promedio de edad era 20 años y nunca habían cometido un delito. Fueron divididos en dos grupos al azar y clasificados de acuerdo al tipo de falso recuerdo que se les implantaría: delictivo y no delictivo. Los investigadores contactaron a los padres de los jóvenes para recabar información acerca de la vida personal de sus hijos durante la etapa de 11 a 14 años.
En función de esos datos y durante tres entrevistas posteriores (de 40 minutos aproximadamente) que sostuvieron con los jóvenes, los investigadores describieron a cada uno dos situaciones (una verdadera y otra falsa) que habrían experimentado durante su temprana adolescencia. Luego se pidió a los participantes que expliquen lo que pasó en cada uno de los dos sucesos. Cuando tuvieron dificultades para explicar el acontecimiento falso, el entrevistador los alentó a intentarlo de todos modos y explicándoles que si utilizaban estrategias específicas de recuperación de memoria (por ej.: técnicas de visualización) serían capaces de recordar mayores detalles.
Los estudiantes también describieron ciertas características de cada recuerdo, tales como la forma en que lo vivieron e incluso el grado de confianza que le aportaban a lo ocurrido. Los integrantes de ambos grupos fueron "víctimas" de falsos recuerdos de los eventos. Los resultados indicaron que el 71% de los participantes clasificados dentro de la condición delictiva desarrollaron una falsa memoria. Y un porcentaje similar de estudiantes (76,67%) formó falsos recuerdos de situaciones no delictivas. También fue interesante observar que en ambas condiciones la tendencia fue proporcionar casi igual cantidad de detalles, niveles de confianza, intensidad y componentes sensoriales (visuales, auditivos, olfatorios y táctiles).
La Dra. Shaw también hizo referencia al "asombroso realismo" de los falsos recuerdos generados. "En estas sesiones algunos participantes recordaron detalles increíblemente vívidos y revalidaron delitos que nunca cometieron."
Las implicaciones de esta investigación no son menores y, una vez más, levantan una alerta sobre ciertos aspectos de los procedimientos legales relacionados a un presunto delito y que incluyen pericias, interrogatorios, sospechosos, testigos, etc., y la condena o sobreseimiento de personas [Loftus, E.F. (2003) Our changeable memories: Legal and practical implications. Nature Reviews: Neuroscience, 4, 231-234]. Y ni hablar de la importancia en el plano psicoterapéutico, especialmente en aquellas terapias cuyo marco teórico pseudocientífico se sostiene en la "represión" y recuperación de recuerdos reprimidos, por ejemplo: el psicoanálisis [Loftus, E.F., Coan, J.A. & Pickrell, J.E. (1996) Manufacturing false memories using bits of reality. En L. M. Reder (Ed.) Implicit memory and metacognition. Mahwah, NJ: Lawrence Erlbaum Associates, pp. 195-220].
Por tal motivo y refiriéndose a ambos contextos, Julia Shaw destaca: "La comprensión de que estas falsas memorias existen, y que los individuos 'normales' pueden ser fácilmente conducidos a generarlas, es el primer paso para prevenir que sucedan. Demostrando empíricamente el daño que pueden causar las 'malas' técnicas de interrogatorio -aquellas que se sabe que provocan falsas memorias-, podemos convencer más fácilmente a los entrevistadores para que las eviten y utilicen 'buenas' técnicas en su lugar".
Falsas confesiones y falsas acusaciones
La última reflexión de la Dra. Shaw tiene razones fundamentadas y apunta a la preocupación compartida por otros colegas. Por ejemplo, la Dra. Cristina Andreu Nicuesa, psicóloga forense en el Instituto de Medicina Legal de Aragón (España), señala lo siguiente: "Existen cientos de casos en los que un sospechoso ha terminado confesando un crimen que posteriormente, la evidencia de las pruebas, ha demostrado que era falsa. Y no siempre estas falsas confesiones obedecen a métodos coactivos en los interrogatorios o la toma de declaración, sino a otros factores psicológicos o de métodos sutiles de interrogatorio que conviene conocer, precisamente para evitarlos. Y agrega: "Menores de edad, personas con deterioro cognitivo u otras vulnerabilidades psicológicas, sujetos con depresión y delirio de culpa, personas sugestionables o auto-sugestionables que ante las preguntas reiterativas de los interrogadores van asumiendo falsas memorias, dudan y terminan aceptando la autoría de los hechos; otras falsas confesiones auto-inculpatorias tienen por objeto proteger a un tercero que puede ser el autor real del delito" [¿Por qué alguien confiesa crímenes que no ha cometido?, Qué Aprendemos Hoy (QAH), 24/01/2013].
Tragedia familiar
Un especialista en falsas confesiones y persuasión coercitiva es el Dr. Richard A. Leo, profesor de la University of San Fancisco (EE.UU.). En algunos de sus trabajos menciona un caso emblemático que creó gran conmoción en Estados Unidos, ganó muchos titulares en la prensa e incluso se realizó un film para TV sobre la tragedia. Se trata del crimen de Stephanie Crowe, una jovencita de 12 años que fue asesinada en su propio domicilio en Escondido (California - EE.UU.), en 1998.
Michael Crowe, de 14 años y hermano mayor de la víctima, junto a dos amigos (Joshua Treadway y Aaron Houser) fue el principal sospechado por el crimen y -durante un pésimo interrogatorio- fue coaccionado e inducido a admitir su inexistente culpabilidad. "Después de una serie de sesiones de interrogatorios, durante las cuales la policía le presentó a Crowe apremiante evidencia física falsa de su culpabilidad, él concluyó que era el asesino, diciendo: «No estoy seguro cómo hice esto. Todo lo que sé es que lo hice.» Con el tiempo, fue convencido de que tenía una doble personalidad- que el 'Michael malo' actuó por un ataque de celos mientras el 'Michael bueno' bloqueaba el incidente de la memoria." [Kassin, S., Drizin, S., Grisso, T., Gudjonsson, G., Leo, R. & Redlich A. (2009) Police-Induced Confessions: Risk Factors and Recommendations. Law and Human Behavior, 2009, USF Law Research Paper No. 2010- p. 13].
También se demostró experimentalmente que la falsa evidencia incriminatoria puede llevar a la gente a aceptar la culpabilidad de un crimen que no cometieron. Un grupo de 79 estudiantes participó en una investigación en la que fueron acusados de dañar una computadora por haber presionado una tecla equivocada. En realidad todos eran inocentes y al principio negaron las acusaciones. Pero un falso testigo "confirmó" la culpabilidad de los sujetos y los resultados arrojaron que el 69% de los estudiantes firmó una confesión, el 28% internalizó la culpa y el 9% confabuló detalles que apoyaban su falsa creencia [Kassin, S. M. & Kiechel, K. L. (1996) The social psychology of false confessions: Compliance, internalization, and confabulation. Psychological Science, 7, 125-128]. A partir de este paradigma experimental, surgieron muchos otros que confirmaron que los jóvenes son fácilmente influenciables en falsas confesiones de un delito [Rassin, E. & Israëls, H. (2014) False Confessions in the Lab: A Review. , December, Nº 4, pp. 1-6].
Del mismo modo y tomando en cuenta la incidencia en los testimonios de los testigos, enfatiza el Dr. Gianfranco Dalla Barba, del Institut National de la Santé Et de la Recherche Médicale (INSERM): "¿Por qué estudiar la falsa memoria? Tres son los aspectos que justifican esta iniciativa: el aspecto social, el clínico y el teórico. Desde un punto de visa social, es importante focalizar en la cuestión de los testigos visuales. En los Estados Unidos hay 75.000 juicios penales por año que se deciden de acuerdo con la declaración de testigos oculares. Un estudio reciente determinó que treinta y seis de cuarenta casos juzgados sobre la base de la testificación de sujetos que presenciaron un hecho resultaron en sentencias inadecuadas. Las evidencias de ADN establecieron la inocencia de personas encarceladas injustamente debido a testimonios no certeros. Este porcentaje de error, que asciende al 90%, genera la necesidad de una concientización inmediata. Es imperante comprender qué implican los falsos recuerdos en función de relativizar sus efectos" [Dalla Barba, G. (2005) Neuropsicología de la Falsa Memoria, Revista Argentina de Neuropsicología 5, p. 1].
Tanto el tema de las falsas confesiones como las falsas acusaciones han cobrado estado público en Estados Unidos. Desde 2012 y gracias a la gestión de equipos de las Facultades de Derecho de la University of Michigan y la Northwestern University, funciona el National Registry of Exonerations (Registro Nacional de Exoneraciones) que se encarga de analizar y proporcionar información detallada sobre cada exoneración que surja en el país producto de una condena errónea a una persona por un delito y posteriormente absuelta de todos los cargos en base a nuevas pruebas de su inocencia.
Entre las conclusiones que el equipo informó en 2013 sobre 1.050 exoneraciones, se destacaron algunos factores de riesgo que contribuyen a crear una falsa culpabilidad:
· En las exoneraciones de homicidio, la principal causa de la falsa culpabilidad es el perjurio o falsas acusaciones, en su mayoría identificaciones erróneas deliberadas. Estos casos también incluyen una alta tasa de mala conducta policial, y el 74% de todas las confesiones falsas en la base de datos.
· La gran mayoría de las exoneraciones de asalto sexual y robo incluyen identificaciones erróneas de testigos, principalmente de las víctimas. Muchos de los casos de agresión sexual también incluyen mala evidencia forense.
· Las exoneraciones de abuso sexual infantil, por el contrario, implican principalmente falso testimonio de las víctimas que fabricaron delitos que nunca ocurrieron en absoluto.
· El pequeño número de exoneraciones por delitos de drogas tiene una alta tasa de errores de identificación deliberados dentro del contexto de delitos que ocurrieron.
Por lo tanto, hay que recordar -y sin falsas memorias de por medio- que estamos frente a un tema de suma importancia que nos compete a todos y donde la ciencia cumple un rol superlativo.