Arturo Belda escritor, maestro mayor de obras y uno de los grandes impulsores del CAIRP a mediados de los '90
-Lo hemos hecho venir personalmente Profesor, porque queremos comunicarle la novedad que nos tiene muy entusiasmados. Se trata de un sistema de hacer dialogar a parejas desavenidas, tanto parejas sexuales como personas que deban dirimir intereses encontrados. Para evitar que ellas discutan, se acaloren, griten, no se escuchen y, terminen peleando, como suele suceder de costumbre. Para ello inventamos una máquina.
-¿No será la máquina del tiempo o algo por el estilo?
-¡Ho, no, no es broma! En realidad es simplemente un programa, asistido por una poderosa computadora, que decodifica los diálogos. Es decir: el parlamento de una de las personas no es oído directamente por la otra, la máquina interpreta el texto y lo reformula con una sintaxis diferente. Esto lo hace con una extraordinaria rapidez y el sonido que emite son voces grabadas de un banco de vocablos en que se insertan exactamente las características de la voz de cada uno de los contendientes. La persona entiende que está dialogando con el otro en discordia, pero no reconoce su habitual forma de argumentar, sí, en cambio, su tono de voz.
-No entiendo, ¿cómo es eso?
-Las personas no están a la vista, sino que conversan desde habitaciones separadas y lo hacen por medio de un teléfono. Al no ver al otro, no padecen una carga emocional y pueden tener ocasión de dialogar pacíficamente. Son citadas desde el consultorio y no tienen oportunidad de verse en ningún momento porque entran por distintos accesos. Pueden temer que están dialogando con un extraño cualquiera, a pesar de que se les informa cómo es el sistema y se les asegura que con quien dialogan es con su verdadero interlocutor. Conversar a través de la máquina requiere un cierto adiestramiento, se les explica que no tiene sentido interrumpir al otro, puesto que no se registra lo que uno dice hasta que el otro deja de hablar. Esto en sí ya es importante, puesto que es la base de todo diálogo.
-No lo veo con claridad, me dice usted que la máquina decodifica el parlamento y modifica tan solo la sintaxis.
-Así es, la máquina interpreta la idea y se atiene a ella, no la modifica, solo la expresa de otra manera.
-Usted me dice que la expresa de otra manera, pero si la idea es la misma, también el efecto tiene que ser el mismo.
-No exactamente, le daré un ejemplo: no es lo mismo decir “¡Sálgase de ahí!” que “Tenga la bondad de apartarse”. Además la máquina no reproduce insultos ni expresiones despectivas o peyorativas.
-Eso, seguramente, ha de quitarle autenticidad al diálogo.
-Sin duda, pero también le quita la agresividad habitual.
-No sé, no me queda claro, no lo veo viable.
-Ya tenemos muchos casos resueltos de esta manera y el resultado es inobjetable.
-No quiero poner en duda sus afirmaciones, pero me cuesta entender que una computadora pueda hacer ese trabajo.
-Todo depende de la complejidad y calidad del programa empleado.
-Yo pienso en los programas de traducción, que son un desastre. Si no están constantemente vigilados mediante la inteligencia humana, pueden cometer errores garrafales.
-Le advierto que, cuando utilizamos la máquina, el operador está permanentemente controlando los diálogos y tiene a su disposición la opción de demorar, interrumpir y hasta modificar el mismo.
-¡Ah, eso me temía! Esa intromisión es tramposa, le quita autenticidad.
-No, de ninguna manera, el operador solo interviene si la máquina comete un error que pueda desvirtuar el sentido de comprensión, pero, fuera cual fuere la expresión vertida por una de las partes, no le quita para nada su contenido, solo la edulcora dentro de lo posible.
-¿El operador interviene en muchos casos?
-Para nada, hasta ahora la máquina nunca se equivocó. Nosotros grabamos los diálogos y luego los analizamos detalladamente entre todo el equipo. Aún en los casos en que habíamos dudado, el análisis detallado le dio la razón a la máquina. El programa es perfecto.
-Les reitero que tengo confianza en ustedes y un gran respeto por su conocimiento científico, pero me cuesta creer que se pueda haber llegado a un grado tal de perfección en cuanto a un sistema cibernético, capaz de rivalizar en tal grado con la mente humana.
-En realidad el programa no rivaliza con la mente humana, no tiene la capacidad de crear, sí tiene una memoria enormemente grande y un sinnúmero de soluciones para optar. Estas soluciones han sido ordenadas según un grado de eficiencia y la máquina las encuentra con tal rapidez que sorprende a cualquiera.
-Ahora…Díganme: ¿Qué tengo que ver yo con este aparato? ¿Por qué me llamaron a mí?
-Profesor: queremos que conozca la máquina y que se interese en su aplicación terapéutica. Como usted puede fácilmente advertir, tiene unas posibilidades de aplicación ilimitadas, en una palabra, esto, además de su gran valor científico, puede ser un negocio fantástico, millonario. No queremos de ninguna manera fracasar en nuestro proyecto. Deseamos proponerle que sea usted mismo, con su gran prestigio y sólida solvencia profesional, la pata sólida de la mesa. Necesitamos que se asocie a nosotros.
-Me dejan anonadado, veo que toda mi experiencia en años y años de consultorio es arrollada de golpe por una máquina que, por lo que ustedes me cuentan, puede llegar a superarnos.
-No se olvide profesor que la máquina, mejor dicho, el programa, es creación de la mente humana.
-Sin duda, eso lo tengo claro, pero igualmente me veo sorprendido, como desprevenido sobremanera y me gustaría mucho enterarme de experiencias puntuales.
-Estamos dispuestos a satisfacer su interés profesor, tenemos este folleto impreso con la resolución de los primeros casos, donde, por supuesto, no figuran los datos de filiación de los involucrados, dado que los tenemos en un fichero restringido.
-No, no, no...Esperen un poco, hay algo que no me cierra. Si yo hablo, por ejemplo, con mi mujer, que es una persona con quien ni yo ni nadie puede hablar sin perder los estribos y no reconozco su voz, sus modalidades y sus expresiones habituales, me doy cuenta que estoy hablando con un disco.
-No, de ninguna manera, si usted hablara con su mujer, va a escuchar exactamente su voz, sus expresiones habituales y sus modismos.
-Pero ¿No me dijo usted que los diálogos se armaban mediante un banco de vocablos? Supongo que debe ser algo parecido a esos parlamentos de los contestadores automáticos, voz de mujer, voz de hombre, voz de niño, etcétera.
-No Profesor, el banco de vocablos es al solo efecto de armar las oraciones. Si fuera así como dice usted, por supuesto que todo el mundo desconfiaría y no tendríamos el menor éxito. Le voy a explicar, y, esta es la característica principal. La máquina, antes de iniciarse los diálogos, graba la voz de las personas mediante un discurso preparado, que es bastante largo. Todas las oraciones, todas las palabras y, letra por letra inclusive, son analizadas exhaustivamente. Obtiene un código de repeticiones, de frases hechas, de errores repetitivos y hasta de expresiones felices. Como si esto fuera poco, descompone la gama audible y realiza un paneo comparativo, mide y registra los tiempos de expresión y los silencios, registra exactamente el tono de voz y todas sus armónicas. De esta forma obtiene un registro tan perfecto de la voz que nadie puede dudar que se trate de la auténtica voz de la persona en cuestión. Luego esta voz y esta modalidad de hablar, los vuelca a la oración adecuada y con la tonalidad adecuada, recién entonces reemplaza los valores en el banco de vocablos.
-Quiere decir que yo podría oír hablar a mi señora sin gritar y sin enojarse.
-Exactamente.
-Vaya maravilla, la verdad es que me gustaría la experiencia.
-No olvide Profesor que tal vez a ella también le gustaría experimentar la novedad de que usted le hablara a través de la máquina.
-Sí, sin duda, debe ser así. Volviendo al tema, le diré que no deja para nada de resultarme interesante la cuestión. Los detalles económicos al margen, asunto este que no sería un problema en ningún caso, dado que yo no soy ambicioso. Hay algo que sí me puede hacer dudar y esto para mí es de una importancia fundamental. Me han dicho ustedes que requerían de mí para avalar vuestro proyecto con mi prestigio. ¿No es así?
-Ya vemos a donde va Profesor, por supuesto que es así. Nosotros, debido al profundo respeto que sentimos por su persona y por su vastísima experiencia y solvencia profesional, jamás, pero jamás, lo embarcaríamos en un proyecto dudoso que pudiera echar a rodar su impecable reputación.
-Creo que efectivamente debe ser así. Podríamos entonces realizar una experiencia que sería para mí muy demostrativa. Si esto diera buen resultado estaría firmemente al lado de ustedes. Se trata de someter la “máquina” a prueba, haciendo dialogar armónicamente a mi mujer conmigo. Si esto es posible, entonces sí, voy a creer que todo lo demás puede ser posible.
-No sé qué opinan mis colegas, pero creo que todos estamos de acuerdo en lo mismo. Es más aún, yo tenía idea de proponerle esa misma experiencia.
-Muy bien, entonces les diré que hay una situación entre mi mujer y yo, que es en este momento la causante de nuestra mayor discordia, y se trata de lo siguiente: Yo tengo una secretaria que es hija de uno de mis mejores amigos. Es una niña muy joven, muy bonita y sensual. De algún modo la prohíjo y me siento responsable de todo lo que pueda sucederle. Por el vínculo con su padre, esta niña es mucho más que una simple secretaria, mi mujer y yo la tenemos de algún modo criada entre nosotros casi como hija. Hace ya un tiempo que la noto a ella muy interesada en tener con la niña un vínculo mayor del conveniente. Esta situación me preocupa. Yo admitiría sin ambages que ella tuviera expansiones homosexuales con la mujer que quisiera, les digo de verdad, no me molestaría. Con mi secretaria es distinto. Esto de ningún modo lo consentiré. El resguardo de la salud mental de la niña me pertenece, lo siento así.
-Es comprensible, Profesor.
-Ahora bien, a mi mujer se le ocurrió hacer un viaje a Europa con la niña, ellas dos solas, la está interesando a diario con París, Londres, etcétera. Yo, desde ya, me opongo terminantemente. Discutimos acaloradamente sin ponernos para nada de acuerdo. No se me escapa, como no se les escapará a ustedes, que la disputa es en el fondo una pelea por celos. Los dos sentimos por ella algo muy especial. Si el programa famoso es, como dicen, tan eficiente, lo mejor sería, convencer a mi mujer que se someta a la prueba y acepte el resultado…
En ese mismo momento el Profesor aceptó todas las condiciones y comenzó a grabar el discurso elaborado para cargar el programa. Invitamos inmediatamente a su señora y tuvimos la agradable sorpresa de no encontrar la menor oposición. Al día siguiente se allegó a nuestra clínica, departió amablemente con nosotros y aceptó todas las condiciones del experimento. Aunque era una señora ya con algunos años, nos sorprendió su porte elegante y sus encantos, buenas formas, hermosa piel y cabellos abundantes. Tal vez un tanto altiva, incisiva y algo varonil. Grabó el parlamento que se le indicó y quedó todo listo para la prueba.
El diálogo entre ella y el Profesor duró casi dos horas, un tiempo record. Nosotros tres estábamos pendientes de todo detalle. Estas personas, en diálogo directo jamás se podrían poner de acuerdo en nada. Se agredían permanentemente. La traducción de la máquina los fue paulatinamente calmando, en el cierre casi podría decirse que parecían no tener nada que disputar. Ninguno de los dos cejó en sus intentos, el análisis detallado de sus discursos mostraba claramente que no daban el menor paso atrás. El éxito del programa fue categórico. Ambos terminaron tan amigos que hasta se dieron un beso y fueron juntos para su casa.
Mucho más contentos que ellos quedamos nosotros. Habíamos ganado al Profesor y el programa había mostrado su total eficiencia en un caso harto difícil. Esa noche festejaríamos con champán.
A la mañana siguiente llamó por teléfono la secretaria del Profesor, la “niña” en cuestión. Estaba muy alterada y nos llamaba como esperando de nosotros alguna solución. Esta es la grabación: “Ayer tarde me llamó la señora, como lo hace casi todos los días. Estaba muy contenta, había tenido un encuentro amable con el Profesor. Fuera de lo acostumbrado, no discutieron para nada, no pelearon, charlaron largo rato y se pusieron de acuerdo en todo. Según la señora, el Profesor accedió a que hiciéramos el viaje las dos solas, además propuso proporcionar todo el dinero para pasajes, estadía y otros gastos. Lo más interesante es que no estaba enojado y lo había aceptado contento. En nuestra ausencia él se iría solo, unos días a Bariloche”.
“Luego llegó el Profesor, también muy contento. Había dos pacientes esperando pero él se encerró primero conmigo en el consultorio para contarme. Efectivamente, no habían peleado para nada, pero el Profesor entendió algo distinto, según él, ella había aceptado mansamente no hacer el viaje porque había comprendido razonadamente sus inconvenientes. Aceptó de buen grado dejarlo en suspenso indefinidamente y a cambio de ello irían los dos solos, unos días a Bariloche”. “Parece que en algo metí la pata por lo que le dije. Salió hecho una tromba y ni saludó a los pacientes. Yo me asusté mucho, nunca lo vi así y al ver que tardaba, despedí discretamente a los pacientes con una excusa cualquiera, cerré el consultorio y me fui hasta la casa, porque el teléfono no contestaba. Cuando llegué vi un montón de gente en la calle. La borrasca fue tan gorda que los vecinos se asustaron con el ruido de cosas y vidrios rotos, pensaron que se iban a matar y llamaron a la policía. Los tuvieron que llevar al hospital. Están los dos internados con lesiones diversas. Los tienen en observación, pero en salas separada. Estoy muy asustada y no sé a quién llamar, por eso los llamo a ustedes, para ver si me dicen qué puedo hacer…”
Arturo 7/09