Las pirámides de Giza en las afueras de El Cairo, Egipto. Mohamed Abd El Ghany/Reuters
El racismo es lo que está detrás de las extravagantes teorías sobre la arquitectura antigua de África
Artículo original publicado en The Conversation por Julien Benoit, paleontólogo y paleobiólogo
Postdoctorado en Paleontología de Vertebrados,
Universidad de Witwatersrand
Algunos de los edificios y
ciudades más impresionantes jamás construidos por el ser humano se encuentran
en África: la ciudad en ruinas de Gran Zimbabue, Mapungubwe en Sudáfrica, las
ruinas de Gedi en Kenia y Meroe en Sudán. Quizá la más impresionante sea la
última de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo, la Gran Pirámide de Guiza, en
Egipto.
No es de extrañar. África posee
un extenso registro arqueológico, que se remonta a hace 3,3 millones de años,
cuando se fabricó la primera herramienta de piedra en lo que hoy es Kenia. La
complejidad y diversidad cultural del continente están bien establecidas;
alberga las obras de arte más antiguas del mundo. Y, por supuesto, es el lugar
de nacimiento de los antiguos antepasados del hombre moderno, el Homo sapiens.
A pesar de todas estas pruebas,
algunas personas siguen negándose a creer que alguien de África (o de cualquier
lugar de lo que hoy se considera el mundo en desarrollo) pudiera haber creado y
construido las pirámides de Guiza u otras obras maestras de la antigüedad. En
su lugar, atribuyen la autoría a antiguos astronautas, extraterrestres oviajeros en el tiempo.
Bueno, se preguntarán, ¿y qué? ¿A quién le importa que relativamente poca gente no crea que los antiguos egipcios construyeron las pirámides? ¿Cuál es el problema? En realidad, hay un gran daño: en primer lugar, estas personas tratan de demostrar sus teorías viajando por el mundo y profanando artefactos antiguos. En segundo lugar, perpetúan y dan aire a la noción racista de que sólo los europeos -los blancos- fueron y serán capaces de tales proezas arquitectónicas.
Una amenaza para el patrimonio mundial
En 2014, dos pseudocientíficosalemanes se propusieron "demostrar" que los académicos ocultaban el
"verdadero" origen de las pirámides de Guiza. Para ello, extrajeron
un trozo de una de las pirámides, por supuesto sin autorización, para poder
"analizarlo".
Y a principios de 2017,
científicos del Congreso Mundial de Estudios sobre Momias de Sudamérica
publicaron un comunicado en su página de Facebook para llamar la atención sobre
el asalto a las tumbas de Nazca para un programa de investigación
pseudocientífico llamado proyecto Alien. En él se insiste en que fueron los
extraterrestres y no los antiguos peruanos los responsables de los famosos
geoglifos llamados Líneas de Nazca, a pesar de todas las pruebas que demuestran lo contrario.
Este tipo de incidentes
ejemplifican las amenazas que se ciernen sobre el patrimonio cultural de los
países en desarrollo. Las autoridades de conservación de todo el mundo deben
gastar mucho dinero para proteger y restaurar piezas únicas del patrimonio, y
para protegerlas del vandalismo. Por ejemplo, la revisión más reciente prevista
para el yacimiento de Giza, en 2008, se estimó en 45 millones de dólares.
Por regla general, no se trata de naciones ricas, y reparar los daños causados, entre otros, por pseudocientíficos cuesta un dineral que a menudo no tienen.
Racismo y actitudes colonialistas
Una serie de círculos de piedra
en la provincia sudafricana de Mpumalanga constituye un excelente ejemplo del
otro problema de los pseudoarqueólogos. Algunos creen sinceramente que estas
estructuras fueron diseñadas por extraterrestres. Se burlan de las
investigaciones científicas que demuestran que los círculos de piedra fueron
construidos por los koni con cuerdas, palos y madera. Ni siquiera contemplan la
idea de que las antiguas tribus africanas pudieran ser las responsables.
Pero esa misma gente no tiene
ningún problema en creer que los europeos medievales construyeron las
magníficas catedrales del continente utilizando únicamente cuerdas, palos y
madera. Rechazan las investigaciones científicas que demuestran abrumadoramente
la destreza de los antiguos africanos, pero insisten en que los documentos que
contienen pruebas de los procesos de construcción de los europeos son
irreprochables.
¿Por qué a algunos les cuestatanto reconocer que antiguas civilizaciones no europeas como los aztecas, los
habitantes de la Isla de Pascua, los antiguos egipcios o los bantúes del sur de
África podían crear estructuras intrincadas?
Por desgracia, la respuesta es
tan sencilla como parece: se reduce a un profundo racismo y a un sentimiento de
superioridad blanca que emana del cadáver putrefacto del colonialismo.
Las potencias coloniales veían a
sus "súbditos" de África, Sudamérica y el sudeste asiático como
exóticos, fascinantes... pero primitivos en última instancia.
El creciente conocimiento y comprensión del registro arqueológico disipó en gran medida estas nociones. Pero para algunos, y hasta hoy, parecía impensable que las antiguas sociedades no europeas hubieran tenido recursos y creatividad suficientes para erigir tales monumentos. Por tanto, la ciencia convencional debía de estar pasando algo por alto u ocultando algo: antiguos astronautas, extraterrestres o la civilización perdida de la Atlántida. Incluso algunos eruditos de la corrientedominante han caído en esta idea.
Mohamed Nureldin
Abdallah/Reuters
Decir la verdad
Internet y las redes sociales han
proporcionado a estos modernos adictos a las conspiraciones una plataforma
perfecta para compartir sus teorías. Intentan hacer creer a los demás que los
científicos ocultan "la verdad" sobre los monumentos antiguos. A
veces incluso lo consiguen.
Existe el riesgo de que ahoguen
el conocimiento y la ciencia de calidad con sus coloridas y extravagantes
teorías. Cuando surgen teorías tan extravagantes, pueden aguar la comprensión y
el aprecio de la gente por el patrimonio arquitectónico y cultural de África.
Al mismo tiempo, estas teorías
pueden impedir que se desarrolle la conciencia sobre el rico patrimonio
africano. Es posible que los herederos de los verdaderos constructores nunca
lleguen a conocer los notables logros de sus antepasados.
Los científicos tienen un papel
crucial que desempeñar para cambiar el rumbo de estas teorías perjudiciales.
Los que estamos investigando el patrimonio arquitectónico y fósil del
continente deberíamos compartir nuestros hallazgos con la gente corriente.
Debemos mostrarles lo asombrosas que son estructuras como el Gran Zimbabue, Meroe y las pirámides de Giza, no porque las creara una raza alienígena, sino porque son la prueba viviente del ingenio de las sociedades antiguas.
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