28.11.24

Dioses extraños forteanos . El libro de los condenados de Charles Fort (1919)

 


El siguiente artículo está traducido del original que se encuentra en The Public Domain Review . Su autor es Joshua Blu Buhs, autor de Think to New Worlds: The Cultural History of Charles Fort and His Followers (2024), Bigfoot: The Life and Times of a Legend (2009), y The Fire Ant Wars: Nature, Science, and Public Policy in Twentieth-Century America (2004), todos publicados por University of Chicago Press.  

 

 Dioses extraños - El libro de los condenados de Charles Fort (1919)

Albany, Nueva York, 6 de agosto de 1874. Charles Hoy Fort nació en el seno de una familia próspera, pero en circunstancias difíciles. Su madre, Agnes Hoy, murió antes de que él cumpliera los cinco años, dejando a Toddy, como le llamaban, y a sus dos hermanos menores al cuidado del viudo Charles Nelson Fort. El padre era estricto y físicamente abusivo, haciendolo llorar y sangrar por su nariz; era una figura tiránica que intimidaba a sus hijos hasta la sumisión, pero nunca hacia el respeto o el amor. 

Travieso desde temprana edad, el joven Fort desarrolló un espíritu independiente y quizá en reacción al despotismo de su padre, forjó una intransigencia que maduró hasta convertirse en escepticismo hacia todas las formas de autoridad. Rechazó la religión y lo que se enseñaba en la escuela. Desde joven se apoderó de él una compulsión por coleccionar , otro rasgo que marcaría su vida adulta: coleccionaba y era obstinado.

Tras abandonar la escuela secundaria se mudó a Brooklyn, donde, como lo había hecho en casa, trabajó como periodista. En 1893, utilizó una pequeña herencia para viajar, recorriendo treinta mil millas en tres años. "Todo esto para acumular experiencia y conocimiento de la vida" . En 1896, una enfermedad lo obligó a regresar a Brooklyn. allí, se reencontró con Annie Filing, a quien había conocido en Albany. Ella lo cuidó hasta que recuperó la salud y se casaron en octubre. La pareja luchó por ganarse la vida: Annie se convirtió en lavandera, y Charles en lavaplatos 1.

Mientras el mundo material de Charles Fort se iba ajustando, por el contrario los reinos metafísicos e imaginativos se iban expandiendo. Fue en este período cuando conoció a sus dioses 2. Estas cuatro  deidades eran ortogenéticas, decía él, porque trabajaban hacia una meta invisible, dirigiendo su comportamiento y transformando al hijo rebelde de un tendero de Albany en el "enfant terrible de la ciencia". 

Esos cuatro dioses eran  Descomposición (Decomposition) , Amorfa (Amorpha) , Sintético (Syntheticus) y Ecualización (Equalization) . El panteón pudo haber sido una broma privada, pero si lo fue al principio, pronto la mentira se convirtió en una especie de verdad 3. La Descomposición, dijo más tarde, era el dios inmediatamente a cargo del mundo, "esta existencia bellamente podrida nuestra" 4. ¿Qué mejor símbolo para una vida de trabajo y sueños incumplidos que éste tipo de dios?

Entre estas pruebas que le presentaba la vida, comenzó a escribir cuentos cortos, logrando ingresar en el mercado de revistas en 1905, principalmente con narraciones detalladas sobre la vida en los edificios de viviendas de Nueva York. Theodore Dreiser, entonces editor en la editorial Street & Smith, consideraba que los cuentos de Fort "eran los mejores cuentos humorísticos que jamás había visto surgir en América"5. Desde entonces, este editor se convirtió en su mecenas, comprando algunas de sus historias para la revista insignia de la editorial, Smith's, ofreciendole críticas, persuasión y aliento. En 1909 organizó la publicación de la novela The Outcast Manufacturers. Unos años después, un par de herencias estabilizaron la situación financiera de los Fort, liberando tanto a Charles como a Annie de la necesidad de trabajar. Fort atribuyó este giro de la fortuna a la llegada de la diosa Amorfa, que valoraba el orden. Sin embargo, la nueva situación provocó una crisis. El escritor se consideraba a sí mismo un bohemio, pero ahora Annie exigía comodidades: habitaciones más grandes, baños, vecinos más respetables — amenidades burguesas que Fort despreciaba.

Charles deseaba, en cierto sentido, el tipo de vida que llevaba Dreiser: una vida excesiva y escandalosa. La escritura de Dreiser exponía y criticaba severamente los sistemas sociales y religiosos que empobrecían a los desamparados y a los inmigrantes. Su novela Sister Carrie lo proclamó como un genio literario, y sus virtudes fueron destacadas por el influyente crítico H. L. Mencken. Siguió publicando una serie de novelas, ensayos, obras de teatro y poemas. Dreiser se movía en círculos literarios, se estableció en Greenwich Village y adoptó puntos de vista radicales 6. En 1915, su novela The Genius, que ficcionalizaba la disolución de su matrimonio y sus numerosas infidelidades, incitó a los mojigatos, que la prohibieron. Fort le confesó a Dreiser que anhelaba ese tipo de notoriedad. Le aseguró  que en un mundo gobernado por la Descomposición, uno debería deleitarse en la decadencia.

 Theodore Dreiser, izquierda, y Charles Fort en el retiro de Dreiser en Iroki, en Mt. Kisco, Nueva York, octubre de 1931 - Fuente (No es de dominio público. Cortesía de la Universidad de Pensilvania. Documentos de Dreiser, ms. coll. 30, vol. 438, ítem 153).

Sin embargo, la forma que la escritura de Fort había tomado desde la llegada de Amorfa era poco probable que causara tal frenesí porque se volvió cada vez más abstracta 7. Incapaz de escribir una segunda novela y ahora liberado de la necesidad de vender cuentos cortos, pasaba sus días en la biblioteca, divagando sin fin a través del estudio de "todas las artes y ciencias", desgastando "la vista, los lápices y los pantalones" mientras tomaba notas sobre todo, desde la evolución darwiniana  hasta el cálculo 8. Utilizó estas notas para apoyar una teoría que había desarrollado: "Que todas las cosas son una; que todos los fenómenos están gobernados por la misma ley" 9. O, como lo expresó en el libro que finalmente surgió de esta toma de notas:

 Pero nuestra expresión indica que no hay diferencias positivas: que todas las cosas son como un ratón y un insecto en el corazón de un queso. Ratón e insecto: no podría haber dos cosas que parecieran más diferentes. Están ahí una semana, o se quedan ahí un mes: ambos se convierten entonces en transmutaciones del queso. Creo que todos somos insectos y ratones, y somos solo diferentes expresiones de un queso que todo lo abarca 10
Fort se había convertido en un monista, su teoría ejemplificaba lo que los filósofos llaman "monismo existencial": solo el universo existe; todos los objetos comunes de la vida son meras partes de este todo y, en un sentido fundamental, no son reales 11. Exploró esta idea en una historia, un romance científico sobre una célula sanguínea humana que toma consciencia de que es parte de un sistema vasto e interconectado, al igual que el ser humano en el que vive es parte de un orden cósmico. El linfocito heterodoxo es silenciado por las células conservadoras. Fort tituló a esa historia "Un Corpúsculo Radical". Él mismo se veía a sí mismo como un radical, alineado con otros inconformistas de la época 12.

Con el tiempo, las lecturas de Fort se expandieron desde lo conocido a lo desconocido, de lo regulado a lo sin ley. Seguía descubriendo anomalías, informes de lluvias de ranas, desapariciones misteriosas y objetos desconcertantes en el cielo. Estos fenómenos lo fascinaban, y comenzó a tomar notas sobre ellos intrigado por su significado. 

Dejando de lado la ficción, Fort ahora se ocupaba de la naturaleza de la existencia. "Veo todo esto como un trabajo de parto", dijo, " de emerger desde un escritor de historias hacia algo así como un metafísico " 13. Organizó las decenas de miles de noticias que tenía  acumuladas en su apartamento en unas mil trescientas categorías. Impulsado "ortogenéticamente", se dedicó en noviembre de 1915 a sintetizar sus notas y sus pensamientos sobre lo anómalo.

 Ilustración xilográfica de la lluvia de ranas de la obra de Conrad Lycosthenes Prodigiorum ac ostentorum chronicon (1557),  un relato de maravillas y fenómenos extraños

 

 Ilustración de la lluvia de ranas que acompaña al relato «Lo!» de Charles Fort en un número de 1934 de Astounding Stories

Esta vez, bajo el dominio de su tercer dios, Sintético, Fort pasó los siguientes seis meses trabajando en un nuevo libro. Aunque el manuscrito se perdió, sus biógrafos han logrado reconstruir el argumento. Fort sugirió allí que la existencia estaba organizada por una fuerza no descubierta a la que él llamaba X, creadora de todas las cosas: "tú, yo, todos los animales, plantas, la tierra y su plenitud, su belleza, variedad y extrañeza", como dijo Dreiser 14.

Enviada por los marcianos por razones desconocidas, X era a menudo invisible, y su operación se confundía con la ley natural o el libre albedrío. Pero al estudiar lo anómalo, Fort podía detectar la presencia de X e hipotetizar la existencia de este rayo misterioso. En cien mil palabras, Fort reinterpretó la historia humana a la luz de esta fuerza. Se estaba dirigiendo así, hacia un nuevo género de escritura tan revolucionario como el de Dreiser, aunque menos profano.

De "X", pasó luego a "Y", y con la productividad llegó para él la seguridad financiera: pasaba los días en la biblioteca, dedicaba las tardes a ordenar sus notas y escribir, antes de que Annie sirviera una comida simple y sustanciosa, y que la noche culminara con un paseo, una visita al cine o un refrigerio tardío de queso y cerveza. 

"Y", decía Fort, era un complemento de "X". Aunque la reconstrucción de este manuscrito es aún más incierta debido a que los restos son aún más fragmentarios, parece que "Y" estaba conectada a un lugar que Fort llamaba Y-land, situado en algún lugar cerca del Polo Norte. Según él, los intentos de los exploradores por atravesar el vasto y duro Ártico traerían una nueva era. La humanidad y los ciudadanos de Y-land se fusionarían, su unión neutralizaría la fuerza de X. Lo que seguiría no sería ya el libre albedrío, sino más bien un estado de nirvana.

Las teorías de Fort tuvieron un impacto inmediato en Dreiser. Al igual que Fort, Dreiser no creía en el libre albedrío: los personajes de sus libros están motivados por emociones básicas y reacciones bioquímicas. Sin embargo, a pesar de su materialismo, Dreiser anhelaba descubrir un reino trascendental, una fuente última de significado, algo más enriquecedor que la mezquina religión de su juventud 15. Los dioses ortogenéticos de Fort le ayudaron a resolver este enigma, uniendo lo mundano y lo espiritual.

 En una época, solía creer que la naturaleza era una fuerza ciega y que daba tropiezos , o bien una combinación de fuerzas que no sabía qué era ni hacia dónde iba. Llegué a esa conclusión en gran parte debido a la aparente falta de inteligencia (relativamente hablando) de los seres humanos y todas las criaturas sintientes. Sin embargo, en los últimos años, me he inclinado a pensar todo lo contrario: que la naturaleza simplemente nos parece oscura debido a su tremenda sutileza y a nuestros muy limitados poderes de comprensión 16.

Dreiser concluyó que existía una fuerza — llamada "ortogénesis ontogenética" u "ortogénesis autogenética" — que impulsaba la realidad hacia un bien superior, aunque desconocido 17. El editor de Fort ilustró estos temas en un par de obras de teatro, The Dream y Phantasmagoria, que presentaban la existencia como el sueño de los dioses, sintetizando así su realismo y trascendencia, la humanidad privada del libre albedrío, pero aún en la palma de la divinidad 18. Convencido de que "X" era uno de los mejores libros que había leído jamás, Dreiser asumió la tarea de conseguir su publicación 19. primero ofreció "X", y luego "X" e "Y" a distintas editoriales e incluso a un estudio de cine, pero no tuvo éxito en ningún caso 20.

Mientras tanto, Fort se angustiaba. Oscilaba entre la preocupación de que sus dioses lo hubieran abandonado y el temor de que ellos, o alguna fuerza cósmica relacionada, estuvieran impidiendo la publicación de sus manuscritos. Se angustiaba, pero, por el momento, no estaba listo para rendirse. 

En diciembre de 1916, decidió emprender su próximo proyecto: "un estudio de—cosas ocultas, ya sabes—cosas que han sido llamadas almas o espíritus" 21. Sin embargo, la composición de esta nueva obra resultó difícil. Al final de cada día, tras pasar horas en la biblioteca, no lograba ponerse a escribir. No estaba seguro de cómo aplicar "el tipo de cerebro que tengo" al tema. "El mío es un pensamiento más burdo y cínico que el de quienes han examinado estos fenómenos anteriormente; además, tiene algunas otras cualidades y una actitud diferente hacia lo que se llama el método científico"

Consideraba a este libro como "Z" 22.

Charles Fort posando ante su pizarra «supercheckers», ca. 1930

Durante los años siguientes, Fort transformó ese manuscrito, Z, en The Book of the Damned (El Libro de los Condenados). Además de romper la convención alfabética para darle nombre a sus proyectos, presentó ahora su material de una manera novedosa. La mayor parte del libro consiste en los extraños informes que había recopilado, en particular historias de cosas que cayeron del cielo, entretejidas con ataques a la geometría euclidiana, la evolución darwiniana, la mecánica newtoniana y la geología. 

Aunque superficialmente caótico con un cúmulo de misterios dispares, subyace ahí un argumento coherente: las teorías excéntricas de Fort no están ausentes, solo son menos prominentes. The Book of the Damned avanzó en el monismo de Fort. Su disputa con la ciencia se centra en la incapacidad del conocimiento científico para reconocer la totalidad del universo. Los científicos mutilan la realidad, la dividen en piezas, algunas consideradas como verdad y otras condenadas como falsas. En el pasado, el cristianismo utilizó el mismo proceso para establecer su régimen de verdad: un Dominante religioso que ahora ha sido superado por un Dominante científico igualmente incompleto. “Demonios y ángeles e inercias y reacciones son todos personajes mitológicos; pero, en sus eras de dominio, fueron creídos casi con tanta firmeza como si hubiera sido probada su existencia ” 23. 

Al rescatar los hechos excluidos y condenados, Fort buscaba demostrar la continuidad de la existencia, es decir, completar el rompecabezas proporcionando las piezas faltantes. Su objetivo era iniciar un nuevo Dominante que reconociera el continuo universal. Esta nueva era no sería un estado uniforme, sino un equilibrio dinámico, un flujo constante. El motor de esta agitación era la inestabilidad de las categorías “verdadero” y “falso”. 

Las cosas verdaderas —lo que él llamaba objetos “celestiales”— eran constantemente declaradas falsas  mientras que lo falso —los condenados— era regularmente resucitado como verdadero 24. La existencia, tal como la experimenta la humanidad, se encuentra en un estado intermedio entre lo celestial y lo condenado, agitada por una transformación constante. “No somos realistas”, escribe. “No somos idealistas. Somos intermediatistas: nada es real, pero nada es irreal” 25. Este reino intermedio, la vida misma, es un purgatorio. En este sentido, Fort estaba cartografiando los departamentos metafísicos del universo, como si fuera un Dante moderno. Le dijo a Dreiser, cuando le envió una copia del manuscrito: The Book of the Damned …es una religión” 26.

Al construir esta extraña teología, Fort se balanceaba al borde de la pura extravagancia, inventando un nuevo sistema, como había hecho con “X” y con “Y”, al igual que los autores de libros sobre la Atlántida o el núcleo hueco de la Tierra. Pero The Book of the Damned era juguetón, escurridizo, muy diferente de los tomos solemnes típicos del género. Si no existe diferencia entre lo real y lo irreal, todo es posible, y también igualmente imposible. “Así que ahí está. He renunciado a la ficción, ¿ves?”, le dijo a Dreiser. “O, de cierta forma, no lo he hecho. Estoy convencido de que todo es ficción; así que aquí estoy, en la misma línea de siempre” 27.

Quizás realmente existía un super mar de los Sargazos en la atmósfera superior en la que se acumulaban objetos provenientes de la Tierra —ranas, peces, hojas— y desde donde luego éstos objetos llovían. Quizás el universo era un ser vivo, y las lluvias de sangre eran su forma de sangrar. Quizás en 1903 la Tierra, en su órbita alrededor del sol, pasó a través de los restos de un mundo destruido en una disputa interplanetaria, y las partículas cayeron como lluvias de polvo y rojo. Quizás la humanidad estaba siendo controlada. “Creo que somos propiedad de algo” 28, escribió Fort. O quizás no; tan escéptico que no podía aceptar ni siquiera su propia autoridad, había renunciado a teorizar. “Tenemos expresiones: no las llamamos explicaciones; hemos descartado las explicaciones junto con las creencias” 29.

 Xilografía de Hans Glaser que representa una lluvia de sangre que supuestamente tuvo lugar cerca de Dinkelsbühl, en la región alemana de Franconia, el 26 de mayo de 1554.

 

 Apariciones celestiales sobre Núremberg el 14 de abril de 1561, que algunos creen que eran ovnis extraterrestres

Dreiser quedó impresionado.“Maravilloso, colorido, inspirador”, lo felicitó. “Como una cima o una ventana abierta en una torre que domina vastos reinos” 30. Alrededor de la época en que recibió el manuscrito de Fort, Dreiser había comenzado a trabajar con una nueva editorial llamada Boni & Liveright, que buscaba revitalizar el negocio fosilizado de la publicación, introduciendo métodos innovadores y arriesgándose con escritores experimentales, tanto estadounidenses como europeos. Según Dreiser, obligó a la editorial a publicar The Book of the Damned bajo la amenaza de abandonar la empresa si no lo hacían. Probablemente esa no fue la única razón; Dreiser amenazaba tan a menudo con irse a otra editorial si no conseguía lo que quería, que sus amenazas debieron percibirse como un bluff 31. 

Cualquiera que haya sido la causa, Boni & Liveright añadió The Book of the Damned a su catálogo de otoño. Originalmente programado para lanzarse en octubre, el libro no apareció sino hasta el primer día de diciembre de 1919, justo a tiempo para la temporada navideña 32. El primer libro de Fort en una década se vendió a un precio razonable de un dólar. Las ventas fueron rápidas, teniendo una segunda impresión en enero.“ Es uno de los libros más asombrosos jamás publicados”, dijo un crítico del Philadelphia Inquirer 33.Durante unos meses, a principios de 1920, Fort y su libro fueron una pequeña sensación. Fue un comienzo incongruente para lo que sería una década difícil para él, la última que viviría completa.  

The Book of the Damned fue reseñado en numerosas publicaciones, desde las más prestigiosas hasta las medianas y locales. Las críticas fueron mayormente —aunque no por completo— positivas, o al menos provocaron perplejidad “A medida que lo leía, me hice cada vez más consciente de que estaba en presencia de un genio que, si ha dado en el blanco con sus abrumadoras deducciones, fácilmente derribará a Euclides, Colón y Darwin de sus pedestales”, escribió el periodista inconformista Benjamin DeCasseres 34. El dramaturgo y novelista Booth Tarkington, cuyo libro The Magnificent Ambersons ganó el Premio Pulitzer en 1919, leyó el libro mientras estaba enfermo de gripe Lo había adquirido por error mientras estudiaba criminología ,porque había malinterpretando el título, y quedó asombrado 35. “¿Quién, en nombre de la locura, es Charles Fort?”, preguntó. “Es ‘colosal’, un magnífico chiflado, con Poe, Blake, Cagliostro y San Juan quedándose muy atrás. ¡Y con un humor de loco grandioso! 36”. El elogio más deslumbrante vino de Ben Hecht en el Chicago Daily News. Él también preguntó: “¿Quién es Charles Fort?” antes de ofrecer su propia respuesta:

 Charles Fort es un payaso inspirado que, al son de un gigantesco redoble de tambor, ha irrumpido en la  arena de la ciencia y ha arrojado su comedia circense y vejiga inflada contra los tronos pontificales de la sabiduría. Ha arrancado las falsas barbas de los planetas. Ha reinventado un dios. Ha expuesto el engaño inmemorial que lleva el nombre de cordura. 37

Hecht, periodista y crítico, se consideraba a sí mismo un alienista, un "experto en locura", y vio en Fort a alguien que se negaba a estar limitado por la racionalidad, abrazando en su lugar la sabiduría del loco 38. Hecht prometió a los lectores que se atrevieran con The Book of the Damned que serían recompensados con la liberación de la locura. "De cada cinco personas que lean este libro, cuatro se volverán locas". 

 Notas

  1. Damon Knight, Charles Fort: Prophet of the Unexplained (New York: Doubleday, 1970), 27.
  2. Charles Fort to Theodore Dreiser, 3 June 1916, in “The Correspondence of, and to, Charles Hoy Fort”, ed. Mr. X, 2004. Available here.
  3. Charlotte Sleigh, “Writing the Scientific Self: Samuel Butler and Charles Hoy Fort”, Journal of Literature and Science 8 (2015): 17–35, 24.
  4. Fort to Dreiser, 19 July 1916, in “Correspondence”. Available here.
  5. Knight, Charles Fort, 39.
  6. Jerome Loving, The Last Titan: A Life of Theodore Dreiser (Berkeley: University of California Press, 2005).
  7. Knight, Charles Fort, 58.
  8. Steinmeyer, Charles Fort, 135, 228.
  9. Ibid., 231.
  10. Charles Fort, The Book of the Damned (New York: Boni & Liveright, 1919).
  11. David M. Cornell, “Taking Monism Seriously”, Philosophical Studies 173 (2016): 2397–2415.
  12. Benjamin DeCasseres, “An American Wrestles with God”, American Mercury, April 1929, 467–473.
  13. Steinmeyer, Charles Fort, 136.
  14. Knight, Charles Fort, 59.
  15. John C. McCole, Lucifer at Large (New York: Longmans, Green and Co., 1937), 37; Louis J. Zanine, Mechanism and Mysticism: The Influence of Science on the Thought and Work of Theodore Dreiser (Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 1993).
  16. Theodore Dreiser, A Hoosier Holiday (New York: John Lane Co., 1916), 374.
  17. Dreiser, Hoosier Holiday, 375; Steinmeyer, Charles Fort, 142.
  18. Thedore Dreiser, Hey Rub-A-Dub-Dub (New York: Boni & Liveright, 1920), 60–73, 182–200.
  19. Steinmeyer, Charles Fort, 140.
  20. Ibid., 155.
  21. Ibid., 161.
  22. Ibid., 160–61.
  23. Fort, Book of the Damned, 16.
  24. Ibid., 8, 18.
  25. Ibid., 17.
  26. Steinmeyer, Charles Fort, 165–66.
  27. Ibid., 139.
  28. Ibid., 156.
  29. Ibid., 117.
  30. Ibid., 166.
  31. Zanine, Mechanism and Mysticism, 127; W. A. Swanberg, Dreiser (New York: Charles Scribner’s Sons, 1965), 241.
  32. “Fall Publications of Boni & Liveright”, Publishers’ Weekly, 27 September 1919, 835.
  33. Philadelphia Inquirer, 15 January 1920, 12.
  34. Benjamin DeCasseres, “The Fortean Fantasy”, Thinker, April 1931, 76.
  35. Fortean 2 (October 1937): 5–6; Booth Tarkington to Harry Leon Wilson, 8 February 1920, Harry Leon Wilson papers, University of California, Berkeley.
  36. Bookman, August 1920, advertising supplement (n.p.).
  37. Fortean 3 (January 1940): 5.
  38. Ben Hecht, Gaily, Gaily: The Memoirs of a Cub Reporter in Chicago (New York: Doubleday, 1963), 159.

8.11.24

La ciencia de la vida y la muerte en el "Frankenstein" de Mary Shelley

 

El Dr. Frankenstein observa los primeros movimientos de su criatura. Grabado de W. Chevalier según Th. von Holst, 1831. Figura como frontispicio de la edición de 1831 de la novela de Shelley Fuente: Biblioteca Wellcome.

 

El siguiente texto está publicado en su original en inglés en Brewminate,a bold blend of news and ideas y fue escrito por la Dra. Sharon Ruston, profesora de inglés y escritura creativa de la Universidad de Lancaster.

Lejos de ser el relato fantástico e improbable que nos parece ahora el Frankenstein de Mary Shelley, un crítico del siglo XIX declaró al momento de su publicación que la novela "tiene un aire de realidad por estar conectada con los proyectos y pasiones favoritos de la época"¹. Entre estos "proyectos y pasiones" se encontraban las investigaciones científicas sobre los estados de vida y muerte. Por aquella época existía una considerable incertidumbre alrededor de estas categorías. Tanto así que no era descabellado que el Dr. Frankenstein afirmara: "La vida y la muerte me parecían límites ideales" (cap. 4). Este personaje no era el único en considerar que la frontera entre la vida y la muerte era imaginaria y que podría ser traspasada.

Preocupados por la potencial incapacidad de distinguir entre los estados de vida y muerte, dos doctores, William Hawes y Thomas Cogan, establecieron la Royal Humane Society en Londres en 1774. Inicialmente se llamó "Sociedad para la recuperación de personas aparentemente ahogadas"; su objetivo era publicar información para ayudar a la gente a resucitar a otros, y pagaba por los intentos de salvar vidas (la Sociedad pagaba más dinero si el intento era exitoso). Mucha gente no sabía nadar en esta época a pesar de que trabajaban y vivían junto a los ríos y canales de Londres. Había una procesión anual de aquellos "resucitados de entre los muertos" por los métodos de la Sociedad, que bien podría haber incluido personas que habían intentado suicidarse. Una de ellas parece haber sido la madre de Mary Shelley, la feminista Mary Wollstonecraft, quien después de saltar desde el Puente Putney al Támesis en las profundidades de la depresión, clamó: "Solo me queda lamentar que, cuando la amargura de la muerte había pasado, fui inhumanamente devuelta a la vida y la miseria". El juego de palabras con su tratamiento "inhumano" bien podría referirse a los esfuerzos de la Humane Society en su rescate². 

Los espectaculares relatos de aparentes resurrecciones de muertos por parte de la Sociedad alimentaron la preocupación pública de que era imposible estar seguro de si una persona había realmente fallecido y, consecuentemente, los temores de ser enterrado vivo.

Acuarela de Robert Smirke que representa a un hombre al que traen en barco, aparentemente ahogado, con su mujer y su familia afligidos en la orilla. Un grabado posterior de esta escena, realizado por Robert Pollard, fue dedicado a la Royal Humane Society en 1787 - Fuente: Biblioteca Wellcome.

 

 

 

Diseño de 1843 de un «ataúd preservador de la vida» -con orificios de respiración y tapa fácil de abrir- para ser utilizado en el caso de los muertos dudosos. / Wikimedia Commons

 

 Había una base científica para las ansiedades del público. La Encyclopédie francesa distinguía entre dos tipos de muerte, "incompleta" y "absoluta": "Que no hay remedio para la muerte es un axioma ampliamente admitido; nosotros, sin embargo, estamos dispuestos a afirmar que la muerte puede ser curada"³. En Londres, James Curry, un médico del hospital Guy's y uno de los médicos particulares de los Shelley en 1817, escribió un libro que proporcionaba información sobre cómo identificar lo que él llamaba muerte "absoluta" de la "aparente"⁴. En el libro argumentaba que la putrefacción del cuerpo era la única manera de estar completamente seguro de que una persona estaba muerta. Había interés en estados de la llamada "animación suspendida", como el desmayo, el coma y el sueño. 

Mary Shelley siguió el lenguaje científico contemporáneo cuando describió episodios de desmayos en la novela. Cuando Victor Frankenstein crea a la criatura, se derrumba debido a una enfermedad nerviosa y se describe a sí mismo en este estado como "sin vida". En esta ocasión es Clerval quien lo "restaura" a la "vida" (cap. 5). Elizabeth se desmaya al ver el cadáver de William: "Se desmayó, y fue restaurada con extrema dificultad. Cuando volvió a vivir, fue solo para llorar y suspirar" (cap. 7). El lenguaje aquí es de una vida perdida y restaurada; mientras Elizabeth está inconsciente, se la describe como muerta.

Hubo también serios intentos de reanimar a los verdaderamente fallecidos. En la segunda mitad del siglo XVIII, el médico italiano Luigi Galvani descubrió que las patas de rana se contraían como si estuvieran vivas cuando eran golpeadas por una chispa de electricidad. En su Prefacio de 1831 a Frankenstein, Mary Shelley menciona cómo las discusiones sobre esta idea de que uno podía estimular eléctricamente un músculo muerto hasta una aparente vida —conocido como "galvanismo"— llegaron a influir en su historia.

 Muchas y largas fueron las conversaciones entre Lord Byron y Shelley, de las cuales yo era una devota pero casi silenciosa oyente. Durante una de ellas, se discutieron varias doctrinas filosóficas, y entre otras la naturaleza del principio de la vida, y si había alguna probabilidad de que alguna vez fuera descubierto y comunicado... Quizás un cadáver podría ser reanimado; el galvanismo había dado señales de tales cosas: quizás las partes componentes de una criatura podrían ser fabricadas, reunidas y dotadas de calor vital.

La noche menguaba durante esta charla, e incluso la hora bruja había pasado, antes de que nos retiráramos a descansar. Cuando apoyé mi cabeza en la almohada, no dormí, ni podría decirse que pensaba. Mi imaginación, sin ser invitada, me poseía y guiaba, dotando a las sucesivas imágenes que surgían en mi mente de una viveza mucho más allá de los límites usuales de la ensoñación. Vi —con los ojos cerrados, pero con aguda visión mental— vi al pálido estudiante de las artes profanas arrodillado junto a la cosa que había ensamblado. Vi el horrendo fantasma de un hombre extendido, y luego, por el funcionamiento de alguna poderosa máquina, mostrar signos de vida y moverse con un inquieto movimiento semi vital.

El sobrino de Galvani, Giovanni Aldini, progresó de las patas de rana a intentar la reanimación de criminales ahorcados, haciendo uso de la "Ley de Asesinato" de 1752, que añadía el castigo de la disección a la horca. En 1803, Aldini pudo experimentar con cierto éxito con George Forster, quien había sido hallado culpable de asesinar a su esposa e hijo. Los testigos informan que el ojo de Forster se abrió, su mano derecha se levantó y se cerró en un puño, y sus piernas se movieron.

El Sr. Aldini, quien es el sobrino del descubridor de esta interesantísima ciencia, demostró que los poderes eminentes y superiores del galvanismo iban mucho más allá de cualquier otro estimulante en la naturaleza. En la primera aplicación del proceso en el rostro, las mandíbulas del criminal fallecido comenzaron a temblar, y los músculos adyacentes se contorsionaron horriblemente, y un ojo se abrió realmente. En la parte subsiguiente del proceso, la mano derecha se levantó y se cerró en un puño, y las piernas y muslos se pusieron en movimiento. El Sr. Pass, el bedel de la Compañía de Cirujanos, quien estaba oficialmente presente durante este experimento, se alarmó tanto que murió de susto poco después de regresar a casa.⁵

 

 Lámina 4 de la obra de Aldini, Essai theorique et experimental sur le galvinisme, avec une serie d'expériences (1804) - Fuente: Wellcome Library.

 

 

Lámina 5 de la obra de Aldini Essai theorique et experimental sur le galvinisme, avec une serie d'expériences (1804) - Fuente: Wellcome Library.

 

En las trágicas vidas personales de Mary y Percy Shelley, hay mucha evidencia de que creían que los muertos podían ser reanimados exitosamente. Por ejemplo, Percy Shelley escribe sobre la última enfermedad de su hijo, William Shelley: "Por la habilidad del médico, fue reanimado una vez después de que el proceso de muerte hubiera efectivamente comenzado, y vivió cuatro días después de ese momento"⁶. La muerte, al parecer, podía ser revertida.

En los años previos a la publicación de Frankenstein por Mary Shelley, hubo un debate público en el Real Colegio de Cirujanos entre dos de sus miembros, John Abernethy y William Lawrence, sobre la naturaleza misma de la vida. Ambos cirujanos tenían vínculos con los Shelley: Percy había leído uno de los libros de Abernethy y lo había citado en su propio trabajo, y Lawrence había sido el médico de los Shelley⁷. En este debate, se plantearon preguntas sobre cómo definir la vida, y cómo los cuerpos vivos eran diferentes de los cuerpos muertos o inorgánicos. Abernethy argumentaba que la vida no dependía de la estructura del cuerpo, de la manera en que estaba organizado o dispuesto, sino que existía separadamente como una sustancia material, una especie de principio vital, "añadido" al cuerpo. Su oponente, Lawrence, consideraba que esta era una idea ridícula y en cambio entendía la vida simplemente como la operación funcional de todas las funciones del cuerpo, la suma de sus partes. Las ideas de Lawrence fueron vistas como demasiado radicales: parecían sugerir que el alma, que a menudo se veía como algo similar al principio vital, tampoco existía. Lawrence fue obligado a retirar el libro en el que había publicado sus conferencias y renunciar al puesto que ocupaba en el hospital en el que ejercía, aunque fue reinstalado después de denunciar públicamente las opiniones que había presentado. El episodio mostró cuán controvertidas se habían vuelto las categorías de vida y muerte y proporcionó más inspiración para la novela de Mary Shelley.
 
 
 Referencias
 
  • 1 Anónimo, "Reseña de Frankenstein", Edinburgh Magazine, or Literary Miscellany, 2 (1818), 249-53 (p. 249).
  • 2 Ver Carolyn Williams, "'Inhumanamente Devuelta a la Vida y la Miseria': Mary Wollstonecraft, Frankenstein, y la Royal Humane Society", Women's Writing, 8.2 (2001), 213-34.
  • 3 Citado en Daniel Arasse, La Guillotina y el Terror, trad. por Christopher Miller (Harmondsworth: Penguin, 1989), p. 37.
  • 4 James Curry, Observaciones sobre la Muerte Aparente por Ahogamiento, Ahorcamiento, Sofocación por Vapores Nocivos, Desmayos, Intoxicación, Rayos, Exposición al Frío, &c., &c. y un recuento de los medios apropiados para ser empleados en la recuperación [...], 2ª ed. (Londres: E. Cox and Son, 1815), cap. 1.
  • 5 Andrew Knapp y William Baldwin, El Calendario de Newgate, 4 vols. (Londres: J. Robbins and Co, 1825), iii, 317-318.
  • 6 Las Cartas de Percy Bysshe Shelley, ed. por F. L. Jones, 2 vols (Oxford: Clarendon Press, 1964), ii, 104, 25 de julio de 1819.
  • 7 Ver Sharon Ruston, Shelley y la Vitalidad (Basingtoke: Palgrave Macmillan, 2005).
  •  Obras de dominio público

    Frankenstein, or, The Modern Prometheus (1831 edition), de Mary Shelley.

    The Danger of Premature Internment (1816), de Joseph Taylor.

    De viribus electricitatis in motu musculari commentarius (1792), de Luigi Galvani.

    Experiments and observations relative to the influence lately discovered by M. Galvani, and commonly called animal electricity (1793), de Richard Fowler.

    An account of the late improvements in galvanism (1803), de Giovanni Aldini.

     


    1.11.24

    Las increíbles chicas electro-magnéticas

     

     El siguiente texto está tomado de Investigando lo inexplicado de Melvin Harris (2003)

    A lo largo del tiempo, muchas personas han jugado con la idea de que las leyes físicas pueden ignorarse mediante la fuerza de voluntad o con el desarrollo de habilidades especiales dentro del cuerpo. Este antiguo anhelo ha inspirado la publicidad detrás de varios espectáculos en vivo, hasta el punto de que, hace menos de un siglo, el público creía que estaban presenciando "la negación de las leyes inquebrantables de la naturaleza".

    La primera en lograr éxito con este engaño fue Lulu Hurst, la "increíble chica magnética", también conocida como la "Georgia Wonder".  Lulu era una joven de catorce años, hija de un diácono bautista de Cedartown, Tennessee. Al público se le explicó que sus poderes misteriosos aparecieron después de una fuerte tormenta eléctrica y una serie de sucesos poltergeist. No obstante, sus presentaciones no incluían actividad de fuerzas invisibles. A plena luz del día y usando solo sus manos, Lulu hacía que hombres fuertes parecieran frágiles. Les ofrecía una escoba o un palo largo y los desafiaba a controlarlo en contra de su voluntad.

    En una de sus demostraciones, dos hombres tomaban el palo por el centro con ambas manos. Lulu colocaba sus palmas abiertas en cada extremo y, tras ligeros movimientos, el palo comenzaba a girar con fuerza, haciendo que los hombres tambalearan en el escenario, arrastrados por la pequeña chica provocando las risas del público. En otra hazaña aún más espectacular, Lulu desafiaba a dos hombres a forzar el palo hacia abajo. Con el palo sostenido verticalmente, ella extendía su brazo y sujetaba el palo con la palma abierta. A la señal, los hombres empujaban con todas sus fuerzas, pero el palo no descendía; Lulu, tranquila y sonriente, observaba mientras ellos luchaban.

    Realizó muchas otras proezas. Una de ellas consistía en levantar una silla con cuatro hombres. En otra, desafiaba a cualquiera a levantarla sosteniéndola por los codos. Aunque las hazañas variaban, todas afirmaban tener un factor común: ser una prueba de los "poderes magnético-eléctricos" únicos de Lulu. Sin embargo, pronto surgieron imitadores que replicaban el acto, y durante algunos años, los teatros de Estados Unidos se llenaron de mujeres "magnéticas" y "eléctricas". La más famosa de estas imitadoras fue la Sra. Abbott, quien actuó en Gran Bretaña y Francia en la década de 1890.

    Por un tiempo, la Sra. Abbott convenció al científico francés Dr. Henri Goudard de que sus habilidades eran paranormales. Sin embargo, su visita brindó a J. N. Maskelyne, Nelson W. Perry y Sir Oliver Lodge la oportunidad de estudiar los "fenómenos magnéticos" de cerca. Cada uno publicó sus conclusiones: todas las hazañas se basaban en el uso astuto de leyes físicas conocidas. Los sorprendentes actos en el escenario no eran más que el resultado de desviar fuerzas musculares mediante un apalancamiento eficiente.

    Esto se evidenció al analizar una de las hazañas con el palo. Cuando los hombres intentaban empujar hacia abajo, la chica magnética desviaba el palo hacia ella, con su mano colocada en una posición ventajosa, lo que permitía que la fuerza de los hombres se desviara. En otra maniobra, al poner sus manos en los extremos de un palo horizontal, Lulu lograba un apalancamiento inmenso, permitiendo mover el palo y los brazos de sus oponentes con mínima fuerza.

    Aunque estos conocimientos deberían haber alertado a los investigadores sobre futuras afirmaciones extravagantes, apenas dos décadas después surgió otro acto que parecía desafiar la gravedad misma. Esta vez, el protagonista era Johnny Coulon, un hombre pequeño de aproximadamente 51 kg, ex campeón de boxeo de peso gallo en Estados Unidos, quien en 1920 reapareció en París con un acto sorprendente. Desafiaba a cualquier persona a levantarlo del suelo. Aunque pequeño y aparentemente fácil de alzar, ningún voluntario lograba moverlo.

    Un artículo en el New York Times explicaba: "Cuando Johnny lo permite, los hombres normales pueden alzarlo; pero al colocar un dedo en la arteria radial del oponente, incluso hombres fuertes como Yves le Boulanger fallaban al intentar levantarlo." Algunos proponían teorías absurdas como la presencia de imanes o una hipnosis instantánea que debilitaba a sus oponentes. Sin embargo, Coulon demostraba que podía realizar el acto incluso descalzo, sin ningún aparato oculto.

    El mismo Coulon nunca afirmaba violar leyes naturales; solo realizaba su acto para ganarse la vida, sin ofrecer explicaciones. Cuando en 1921 llegó a Nueva York, el acto llamó la atención de Houdini, quien, intrigado, asistió a su presentación. El mismo Houdini y su amigo Joseph Rinn examinaron el acto de cerca, sin detectar algún aparato. Sin embargo, al final del espectáculo, Rinn dedujo la solución al truco. Coulon usaba talco de esteatita, el cual hacía su cintura tan resbaladiza que era imposible conseguir palanca cuando tensaba sus músculos. Cuando deseaba ser levantado, relajaba sus músculos, permitiendo que el levantador obtuviera la palanca necesaria.

    Aunque con el tiempo se ha comprendido la física detrás de estos actos, algunas personas siguen creyendo que Coulon poseía poderes extraordinarios, igual que aún creen en las chicas "magnéticas". Como solía decir el mago Maskelyne: "Dale a una mentira una ventaja de veinticuatro horas y la verdad nunca la alcanzará."