2.7.24

Médiums aficionados y profesionales

 


El libro de Janet Oppenheim titulado "El otro mundo: Espiritualismo e investigación psíquica en Inglaterra, 1850-1914" es un fascinante estudio sobre el extraordinario fenómeno social que se produjo en el período victoriano y eduardiano. Este fenómeno no dejó indiferente a nadie: ni a creyentes, ni a detractores, ni a escépticos. Lo que sigue es una traducción de parte del primer capítulo de la obra.

Ningún estudio del auge espiritista de la segunda mitad del siglo XIX estaría completo sin considerar a los médiums, hombres, mujeres y niños que afirmaban ser canales de comunicación entre los vivos y los muertos. Estos personajes cautivaron a miles de personas en sus sesiones y generaron una publicidad significativa para los fenómenos espiritistas. De hecho, el movimiento espiritista no podría haber existido sin estos conductos de poder espiritual. Por lo tanto, resulta fundamental iniciar un examen del espiritismo y la investigación psíquica dando a los médiums el protagonismo que se merecen. Ciertamente ciertos mediums eran "actores" pues desempeñaban papeles concientemente pues engañaban deliberadamente a sus audiencias y ofrecían actuaciones públicas dignas de cualquier actor capacitado. De hecho Emma Hardinge Britten, una de las conferenciantes de trance más conocidas tanto en Gran Bretaña como en EEUU, había intentado por primera vez sin éxito iniciar una carrera como como actriz. 

Es cierto que algunos médiums, en algún momento de sus carreras, incurrieron en engaños. De hecho, prestidigitadores profesionales lograron reproducir muchas de las manifestaciones supuestamente espiritualistas que aquellos exhibían. Sin embargo, el fraude intencional, ya sea motivado por lucro personal, búsqueda de atención o de excitación pública, o por otros factores psicológicos, no invalida por completo las actividades de todos los médiums de la época victoriana y eduardiana. Había muchos que realizaban sesiones públicas pero un número mucho mayor trabajaba en círculos privados que creían en sus poderes y pensaban que estaban sirviendo a la humanidad a través de su mediumnidad.

En la actualidad, resulta imposible determinar con precisión el grado en que la mente consciente e inconsciente -es decir, lo voluntario y lo involuntario- se combinan para producir los resultados observados en la mayoría de los casos de desempeño de los médiums.

Bajo la etiqueta de "médium" se agrupaba, tanto en el siglo XIX como en la actualidad, una amplia variedad de individuos con diferentes características y habilidades. Algunos de ellos ofrecían sus servicios por un pago, mientras que otros se negaban rotundamente a recibir cualquier tipo de remuneración. Algunos podían realizar sus manifestaciones frente a grandes audiencias de desconocidos, mientras que otros solo lo hacían en la intimidad de su hogar. Algunos hablaban con un marcado acento extranjero, mientras que otros lo hacían como si fueran nativos del lugar. Algunos se especializaban en un tipo particular de fenómeno, mientras que otros ofrecían un amplio repertorio de manifestaciones.

El catálogo de demostraciones de los médiums no se limitaba a los golpes, la inclinación de mesas o la aparición de manos fantasmales. Algunos podían llegar a materializar cuerpos espirituales completos. Los relatos de sesiones espiritistas describen una gran variedad de fenómenos, incluyendo: muebles moviéndose por la habitación, objetos flotando en el aire, médiums levitando, instrumentos musicales tocando melodías por sí solos, repique de campanas y tintineo de panderetas, , ráfagas de aire frío o cálido que podían surgir de la nada, luces extrañas brillando, fragancias seductoras a veces asociadas con flores o perfumes, música etérea inundando  la habitación.

Algunos sujetos mediúmnicos eran conocidos por producir una extraña sustancia espumosa o vaporosa llamada ectoplasma. Este material se decía que emanaba de sus cuerpos, a menudo durante sesiones espiritistas. El ectoplasma podía adoptar diversas formas, desde una sustancia viscosa hasta figuras fantasmales, e incluso se decía que podía interactuar con los objetos físicos.

Los médiums empleaban diversos métodos para canalizar mensajes desde el más allá. Algunos de los más comunes eran:

Golpes alfabéticos: Un proceso laborioso en el que el médium interpretaba golpes en una mesa o pared, cada golpe correspondiendo a una letra del alfabeto. De esta manera, se podían formar palabras y frases completas.

Escritura automática: En este método, las manos del médium, aparentemente sin control consciente, escribían mensajes en una pizarra o papel. Se creía que era el espíritu del difunto quien guiaba la escritura.

Trance: En estado de trance, el médium se volvía receptivo a las comunicaciones del mundo espiritual. En este estado, podían hablar en nombre del difunto o incluso realizar acciones como dibujar o escribir.

Planchette y Ouija: Estos dispositivos, similares a tablas de madera con letras y un puntero, permitían a los participantes en una sesión espiritista comunicarse con los seres del más allá. Se creía que el ser espiritual movía el puntero para señalar las letras que correspondían a su mensaje.

El espíritu comunicante podía ser el de Benjamin Franklin, Platón, el arcángel Gabriel o la Tía Nelly de algún asistente. Las posibilidades eran infinitas.

A medida que la reputación de un medium se extendía, él o ella formaba un círculo de asistentes devotos. Un club de fans compuesto por hombres y mujeres que podían requerir los poderes del medium hasta varias veces por semana y cuya fe en sus dones extraordinarios era inquebrantable. Cualquier médium profesional digno de ese nombre en la segunda mitad del siglo XIX podría señalar a una o más personas prominentes profundamente impresionadas por los fenómenos producidos en sus sesiones y tal vez debido a ello, incluso convertidas al espiritismo,

Si bien los agentes mediúmnicos profesionales desempeñaron un papel importante en la difusión del espiritismo en la Gran Bretaña victoriana, no fueron los únicos responsables de su amplia popularidad. De hecho, la proliferación de médiums privados o aficionados en los hogares británicos contribuyó significativamente a la consolidación del espiritismo como una práctica común en la época.

Al igual que la televisión actual que, con su ubicuidad en el hogar, ejerce un impacto que el teatro no puede igualar, el trabajo de los médiums privados en pequeños círculos domésticos acercó el espiritismo a la vida de innumerables creyentes de manera más íntima y personal que las sesiones públicas ofrecidas por los médiums profesionales.

La accesibilidad y la naturaleza informal de las reuniones espiritistas en el ámbito privado permitieron que el espiritismo se arraigara profundamente en la sociedad victoriana..

Las reuniones espiritualistas en pequeños círculos domésticos, guiadas por médiums aficionados, fueron una realidad cotidiana para muchos durante la época victoriana. Estas experiencias, lejos de ser eventos públicos y planificados, se desarrollaban en la esfera privada creando un espacio íntimo y personal para explorar el mundo espiritual. 

A través de estas reuniones, las personas comunes se convirtieron en testigos directos de fenómenos espiritistas, compartiendo sus experiencias con sus seres queridos y creando un entorno propicio para la difusión de las creencias espiritistas. Después de todo es mucho más fascinante ver la propia mesa del comedor en movimiento, que leer sobre las travesuras de los muebles ajenos. Los relatos de estas experiencias, aunque fragmentados y dispersos en diversos documentos personales, ofrecen un valioso testimonio del impacto profundo que éste fenómeno social tuvo en la sociedad victoriana.

Si bien las sesiones de espiritismo de renombrados médiums profesionales han sido registradas y documentadas con minuciosidad, las actividades de la mayoría de los médiums privados permanecen, por su propia naturaleza, menos accesibles al escrutinio del historiador. A pesar de esta limitación, podemos encontrar referencias a su impacto en las memorias, diarios y cartas de cónyuges, padres, hijos, hermanos, amigos y vecinos que experimentaron la conmoción de estas experiencias en la intimidad de sus hogares.

Se lee sobre círculos domésticos que se desarrollaron en torno a los talentos mediúmnicos de un sirviente de la casa y la prensa espiritista se desbordó de historias de hombres, mujeres y niños que, para su inmensa sorpresa, hablaban, escribían o dibujaban automáticamente, contemplaban visiones o hacían que las mesas giraran y las sillas se movieran.

Las proezas espiritistas, a menudo se extendían entre los miembros de una sola familia, ya que al parecer la mediumnidad era contagiosa, y ciertamente el poder de la sugestión y el ejemplo debieron desempeñar un papel sustancial en la rápida multiplicación de los médiums privados durante la segunda mitad del siglo XIX.

Muchos de ellos, sin embargo, un tanto asombrados por sus habilidades, evitaron la publicidad y es imposible calcular con precisión el número de personas de todas las edades y estratos sociales que se convirtieron en espiritistas convencidos, sin siquiera aventurarse más allá de sus sesiones domésticas.

Es particularmente sorprendente el número de amas de casa de clase media que descubrieron poderes de comunicación en trance, clarividencia y reubicación de muebles durante las décadas de 1850, 60 y 70. Muchos de sus maridos compartían estas habilidades, pero eran las mujeres quienes predominaban en las filas de los médiums aficionados.

De hecho, la mediumnidad podría ser, a su manera, un arte tan doméstico y femenino como el bordado. Así, mientras Cromwell Varley, un ingeniero eléctrico de cierto renombre, estaba ocupado con el cable del Atlántico, su esposa desarrolló sus dotes de en trance y clarividencia y escritura automática. Curiosamente, también lo hizo su doncella.

La señora de Augustus De Morgan, esposa del matemático, tuvo visiones. La esposa del señor Fusedale contemplaba regularmente espíritus, al igual que muchas otras mujeres casadas y solteras, que comunicaban sus experiencias en las columnas de la prensa espiritista.

Este tipo de testimonio es muy difícil de evaluar ya que proviene de la propia médium, de un familiar entusiasta o de un amigo admirador. ¿Qué salvaguardas contra el engaño eran posibles? ¿Qué tan confiables eran los testigos?

Es indudable que estos interrogantes fundamentales deben ser planteados y respondidos de manera satisfactoria para arribar a conclusiones precisas sobre la mediumnidad privada en la Gran Bretaña de mediados del siglo XIX. Sin embargo, resulta poco probable que surjan respuestas que logren contentar a los investigadores escépticos incluso un siglo después.

La naturaleza elusiva de la mediumnidad privada, su desarrollo en el ámbito íntimo y la falta de registros oficiales exhaustivos dificultan enormemente la tarea de reconstruir una imagen completa de esta práctica. Las referencias dispersas en memorias, diarios y cartas, si bien ofrecen valiosos testimonios, no brindan la sistematización y el rigor metodológico necesarios para satisfacer a quienes exigen explicaciones concluyentes.

El comentario de un investigador escéptico contemporáneo de principios del siglo XX, que resalta los profundos niveles de autoengaño en personas de indudable buena fe, resulta sugerente pero impreciso. No explica por qué tantas mujeres confinadas al hogar se inclinaron por actividades mediúmnicas durante este período. Las motivaciones religiosas se analizarán en capítulos posteriores, pero sin duda otra parte de la explicación reside en la propia expresión "confinadas al hogar". La historia de las mujeres ha sacado a la luz las frustraciones experimentadas por innumerables mujeres de mediados de la época victoriana, a quienes las convenciones sociales les impedían acceder a trabajos remunerados y estimulantes, con horizontes limitados por la rutina predecible que imponían las responsabilidades domésticas.

La menor participación masculina en el espiritismo privado, en comparación con las mujeres, puede encontrar su principal causa en las responsabilidades socioeconómicas impuestas tradicionalmente al género masculino. Las sesiones de espiritismo en casa no tenían nada de remuneración económica pero ofrecían otras recompensas que debieron haber atraído enormemente a la ama de casa aburrida o a la solterona. ¡Y cuanto mayor debe haber sido el atractivo para el sirviente doméstico que se dedicaba a interminables tareas rutinarias anhelando importancia y status personal en un ámbito de la vida que no proporcionaba ninguna de las dos cosas!.

Si la mediumnidad profesional atrajo a mujeres audaces y ambiciosas con la promesa de éxito profesional, fama y emociones fuertes, la mediumnidad privada o amateur cumplió un papel similar a menor escala en los hogares de todo el país.

Las sesiones domésticas pueden haber ofrecido algo del escapismo que de manera tan abundante ofrecen las telenovelas hoy en día, pero con una diferencia importante: en el círculo hogareño espiritista la médium no era simplemente una observadora externa. Ella era la participante crucial en el drama que se desarrollaba.

Sir Edward Bulwer-Lytton, el exitoso novelista y político que investigó el espiritismo durante veinte años, antes de su muerte en 1873 distinguió a los médiums honrados y honorables apoyados por personas de carácter similar, respecto de los “profesionales remunerados” en el negocio de ofrecer sesiones de espiritismo. Su distinción, que parecería radicar entre médiums aficionados que utilizaban sus poderes sin perseguir una retribución material y aquellos que buscaban subsistir gracias a sus talentos, resulta  sin embargo, demasiado simplista.

Existieron médiums que no aceptaban pago alguno por sus sesiones, pero que, sin duda, debían contarse entre los más profesionales de su época, a pesar de que su honestidad y honor eran, en ocasiones, puestos en tela de juicio. Otros cobraban regularmente una tarifa por las sesiones , pero su carácter no se veía notablemente dañado .

La única distinción que parece generalmente válida es entre aquellos médiums, por un lado, cuyas sesiones estaban abiertas solo a familiares, amigos y algunos extraños invitados por amigos y, por el otro lado por aquellos que se sentaban para un público mucho más amplio. Algunas viñetas de estos últimos en su trabajo, pueden ayudar a sugerir sus habilidades especiales y el medio en el que operaban.

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