El Dr. Frankenstein observa los primeros movimientos de su criatura. Grabado de W. Chevalier según Th. von Holst, 1831. Figura como frontispicio de la edición de 1831 de la novela de Shelley Fuente: Biblioteca Wellcome.
El siguiente texto está publicado en su original en inglés en Brewminate,a bold blend of news and ideas y fue escrito por la Dra. Sharon Ruston, profesora de inglés y escritura creativa de la Universidad de Lancaster.
Lejos de ser el relato fantástico e improbable que nos parece ahora el Frankenstein de Mary Shelley, un crítico del siglo XIX declaró al momento de su publicación que la novela "tiene un aire de realidad por estar conectada con los proyectos y pasiones favoritos de la época"¹. Entre estos "proyectos y pasiones" se encontraban las investigaciones científicas sobre los estados de vida y muerte. Por aquella época existía una considerable incertidumbre alrededor de estas categorías. Tanto así que no era descabellado que el Dr. Frankenstein afirmara: "La vida y la muerte me parecían límites ideales" (cap. 4). Este personaje no era el único en considerar que la frontera entre la vida y la muerte era imaginaria y que podría ser traspasada.
Preocupados por la potencial incapacidad de distinguir entre los estados de vida y muerte, dos doctores, William Hawes y Thomas Cogan, establecieron la Royal Humane Society en Londres en 1774. Inicialmente se llamó "Sociedad para la recuperación de personas aparentemente ahogadas"; su objetivo era publicar información para ayudar a la gente a resucitar a otros, y pagaba por los intentos de salvar vidas (la Sociedad pagaba más dinero si el intento era exitoso). Mucha gente no sabía nadar en esta época a pesar de que trabajaban y vivían junto a los ríos y canales de Londres. Había una procesión anual de aquellos "resucitados de entre los muertos" por los métodos de la Sociedad, que bien podría haber incluido personas que habían intentado suicidarse. Una de ellas parece haber sido la madre de Mary Shelley, la feminista Mary Wollstonecraft, quien después de saltar desde el Puente Putney al Támesis en las profundidades de la depresión, clamó: "Solo me queda lamentar que, cuando la amargura de la muerte había pasado, fui inhumanamente devuelta a la vida y la miseria". El juego de palabras con su tratamiento "inhumano" bien podría referirse a los esfuerzos de la Humane Society en su rescate².
Los espectaculares relatos de aparentes resurrecciones de muertos por parte de la Sociedad alimentaron la preocupación pública de que era imposible estar seguro de si una persona había realmente fallecido y, consecuentemente, los temores de ser enterrado vivo.
Acuarela de Robert Smirke que representa a un hombre al que traen en barco, aparentemente ahogado, con su mujer y su familia afligidos en la orilla. Un grabado posterior de esta escena, realizado por Robert Pollard, fue dedicado a la Royal Humane Society en 1787 - Fuente: Biblioteca Wellcome.
Diseño de 1843 de un «ataúd preservador de la vida» -con orificios de respiración y tapa fácil de abrir- para ser utilizado en el caso de los muertos dudosos. / Wikimedia Commons
Había una base científica para las ansiedades del público. La Encyclopédie francesa distinguía entre dos tipos de muerte, "incompleta" y "absoluta": "Que no hay remedio para la muerte es un axioma ampliamente admitido; nosotros, sin embargo, estamos dispuestos a afirmar que la muerte puede ser curada"³. En Londres, James Curry, un médico del hospital Guy's y uno de los médicos particulares de los Shelley en 1817, escribió un libro que proporcionaba información sobre cómo identificar lo que él llamaba muerte "absoluta" de la "aparente"⁴. En el libro argumentaba que la putrefacción del cuerpo era la única manera de estar completamente seguro de que una persona estaba muerta. Había interés en estados de la llamada "animación suspendida", como el desmayo, el coma y el sueño.
Mary Shelley siguió el lenguaje científico contemporáneo cuando describió episodios de desmayos en la novela. Cuando Victor Frankenstein crea a la criatura, se derrumba debido a una enfermedad nerviosa y se describe a sí mismo en este estado como "sin vida". En esta ocasión es Clerval quien lo "restaura" a la "vida" (cap. 5). Elizabeth se desmaya al ver el cadáver de William: "Se desmayó, y fue restaurada con extrema dificultad. Cuando volvió a vivir, fue solo para llorar y suspirar" (cap. 7). El lenguaje aquí es de una vida perdida y restaurada; mientras Elizabeth está inconsciente, se la describe como muerta.
Hubo también serios intentos de reanimar a los verdaderamente fallecidos. En la segunda mitad del siglo XVIII, el médico italiano Luigi Galvani descubrió que las patas de rana se contraían como si estuvieran vivas cuando eran golpeadas por una chispa de electricidad. En su Prefacio de 1831 a Frankenstein, Mary Shelley menciona cómo las discusiones sobre esta idea de que uno podía estimular eléctricamente un músculo muerto hasta una aparente vida —conocido como "galvanismo"— llegaron a influir en su historia.
Muchas y largas fueron las conversaciones entre Lord Byron y Shelley, de las cuales yo era una devota pero casi silenciosa oyente. Durante una de ellas, se discutieron varias doctrinas filosóficas, y entre otras la naturaleza del principio de la vida, y si había alguna probabilidad de que alguna vez fuera descubierto y comunicado... Quizás un cadáver podría ser reanimado; el galvanismo había dado señales de tales cosas: quizás las partes componentes de una criatura podrían ser fabricadas, reunidas y dotadas de calor vital.
La noche menguaba durante esta charla, e incluso la hora bruja había pasado, antes de que nos retiráramos a descansar. Cuando apoyé mi cabeza en la almohada, no dormí, ni podría decirse que pensaba. Mi imaginación, sin ser invitada, me poseía y guiaba, dotando a las sucesivas imágenes que surgían en mi mente de una viveza mucho más allá de los límites usuales de la ensoñación. Vi —con los ojos cerrados, pero con aguda visión mental— vi al pálido estudiante de las artes profanas arrodillado junto a la cosa que había ensamblado. Vi el horrendo fantasma de un hombre extendido, y luego, por el funcionamiento de alguna poderosa máquina, mostrar signos de vida y moverse con un inquieto movimiento semi vital.
El sobrino de Galvani, Giovanni Aldini, progresó de las patas de rana a intentar la reanimación de criminales ahorcados, haciendo uso de la "Ley de Asesinato" de 1752, que añadía el castigo de la disección a la horca. En 1803, Aldini pudo experimentar con cierto éxito con George Forster, quien había sido hallado culpable de asesinar a su esposa e hijo. Los testigos informan que el ojo de Forster se abrió, su mano derecha se levantó y se cerró en un puño, y sus piernas se movieron.
El Sr. Aldini, quien es el sobrino del descubridor de esta interesantísima ciencia, demostró que los poderes eminentes y superiores del galvanismo iban mucho más allá de cualquier otro estimulante en la naturaleza. En la primera aplicación del proceso en el rostro, las mandíbulas del criminal fallecido comenzaron a temblar, y los músculos adyacentes se contorsionaron horriblemente, y un ojo se abrió realmente. En la parte subsiguiente del proceso, la mano derecha se levantó y se cerró en un puño, y las piernas y muslos se pusieron en movimiento. El Sr. Pass, el bedel de la Compañía de Cirujanos, quien estaba oficialmente presente durante este experimento, se alarmó tanto que murió de susto poco después de regresar a casa.⁵
Lámina 4 de la obra de Aldini, Essai theorique et experimental sur le galvinisme, avec une serie d'expériences (1804) - Fuente: Wellcome Library.
Lámina 5 de la obra de Aldini Essai theorique et experimental sur le galvinisme, avec une serie d'expériences (1804) - Fuente: Wellcome Library.
En las trágicas vidas personales de Mary y Percy Shelley, hay mucha evidencia de que creían que los muertos podían ser reanimados exitosamente. Por ejemplo, Percy Shelley escribe sobre la última enfermedad de su hijo, William Shelley: "Por la habilidad del médico, fue reanimado una vez después de que el proceso de muerte hubiera efectivamente comenzado, y vivió cuatro días después de ese momento"⁶. La muerte, al parecer, podía ser revertida.
Obras de dominio público
Frankenstein, or, The Modern Prometheus (1831 edition), de Mary Shelley.
The Danger of Premature Internment (1816), de Joseph Taylor.
De viribus electricitatis in motu musculari commentarius (1792), de Luigi Galvani.
Experiments and observations relative to the influence lately discovered by M. Galvani, and commonly called animal electricity (1793), de Richard Fowler.
An account of the late improvements in galvanism (1803), de Giovanni Aldini.
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