Las especulaciones sobre el significado educacional de la lateralización cerebral han circulado por la literatura neuroeducacional durante cuarenta años y persisten pese a que repetidamente han sido criticadas y negadas por psicólogos y neurocientíficos (6) .
El libro de Sousa:
David A. Sousa dedica un capítulo de su libro "Cómo aprende el cerebro" a explicar la lateralización cerebral y presenta estrategias que los maestros podrían utilizar en clase para asegurar que ambos hemisferios cerebrales estén involucrados en el aprendizaje (7) .
Según los manuales comunes, el hemisferio izquierdo es el hemisferio lógico involucrado en el habla, la lectura y la escritura. Es el hemisferio analítico que evalúa el material fáctico de una manera racional y comprende la interpretación literal de las palabras. Es un procesador en serie que rastrea tiempos y secuencias ; reconoce palabras, letras y números.
Por el contrario, el hemisferio derecho sería el hemisferio intuitivo y creativo; reúne información más de las imágenes que de las palabras. Es un procesador en paralelo bien equipado para el reconocimiento de patrones y razonamiento espacial. Reconoce caras, lugares y objetos.
Según éste punto de vista tradicional de la lateralización, los individuos con el hemisferio izquierdo dominante tienden a ser más verbales, analíticos y resuelven mejor los problemas y las mujeres- según nos dicen- probablemente sean más proclives a tener mayor dominancia hemisférica izquierda que los varones .
Las escuelas, según apunta Sousa, son instituciones en las que reina el hemisferio izquierdo y por eso, es un lugar más confortable para las niñas que para los varones. También explicaría por qué las alumnas son superiores a los niños en aritmética -que es lineal y lógica: donde hay solamente una respuesta correcta para cada problema- mientras que ellas sufren de ansiedad cuando emprenden actividades que impliquen al cerebro derecho- actividades como el álgebra o la geometría-. Éstas disciplinas, a diferencia de la aritmética, son más holísticas, relacionales y espaciales y permiten también múltiples soluciones para cada problema que se plantee.
Antes de considerar si la neurociencia apoya a éste punto de vista, o no , los educadores deberían conocer las investigaciones psicológicas bien establecidas. Aunque los varones son mejores rotando objetos mentalmente, parece ser ésta la única tarea espacial en la que los psicólogos han encontrado tal diferencia entre varones y mujeres (8) .
Más aún, cuando los psicólogos encuentran diferencias entre los géneros , a menudo éstas son mínimas. Si fueran medidas en una escala parecida a la del C. I. (con una media de 100 y un desvío standard de 15) las diferencias de género no llegarían a los cinco puntos. De hecho muchos varones poseen mejores habilidades lingüísticas que la mayoría de las mujeres y muchas mujeres poseen mejores habilidades matemáticas y espaciales que la mayoría de los varones.
El consenso científico entre psicólogos y neurocientíficos es que cualquier diferencia de género que exista puede tener consecuencias interesantes para el estudio del cerebro pero que en realidad no posee consecuencias prácticas o instruccionales (9) .
Consideraremos ahora si las neurociencias ofrecen apoyatura a las estrategias instruccionales de Sousa.
Según éste autor, para involucrar al hemisferio derecho en el aprendizaje, los maestros deberían alentar tareas que generen el uso de imágenes mentales. "Para la mayoría de la gente, el hemisferio izquierdo se especializa en codificar información oral, verbalmente mientras que el hemisferio derecho la codifica visualmente", afirma y añade que "aunque los maestros pasan mucho tiempo hablando y a veces hacen que sus alumnos hablen acerca de los objetivos del aprendizaje, se emplea poco tiempo en desarrollar claves visuales". Para asegurarse de que el hemisferio izquierdo reciba la misma estimulación , los docentes deberían dejar que los estudiantes "escriban, lean y hagan cálculos más a menudo" (10) . Estas afirmaciones provienen en realidad de teoría populares acerca de la lateralidad cerebral y no de investigaciones científicas.
Veamos ahora dos contraejemplos en tareas simples de razonamiento espacial:
a) determinar si un objeto está por encima o por debajo de otro y
b) determinar si es que dos objetos distan entre sí más o menos un pie de distancia (30, 48 cm) .
Si nos basamos en la teoría popular del cerebro ambas tareas deberían ser llevadas a cabo por el hemisferio derecho.
Sin embargo, si indagamos más profundamente- como tienden a hacer los neurocientíficos y psicólogos- observamos que el procesamiento de la información y/o las demandas operacionales de ambas tareas, son diferentes (11) .
La primera requiere que coloquemos los objetos (o las partes de los objetos) en dos categorías muy amplias: a) arriba- abajo o b) derecha-izquierda, pero no tenemos que determinar cuanta distancia existe entre uno y otro. Los psicólogos llaman a éste razonamiento espacial "categórico".
En contraste, la segunda requiere un razonamiento espacial "coordinado" , en la que tenemos que computar y retener las relaciones precisas de las distancias entre los dos objetos. Las investigaciones neurocientíficas han demostrado que el razonamiento espacial categórico y el coordinado son llevados a cabo por distintos subsistemas del cerebro. Un subsistema perteneciente al hemisferio izquierdo lleva a cabo el razonamiento espacial categórico y otro perteneciente al hemisferio derecho procesa las relaciones espaciales coordinadas.
Aunque las investigaciones apuntan diferencias en las habilidades para procesar información de ambos hemisferios, éstas diferencias se encuentran en realidad en un nivel más profundo de análisis que en el del razonamiento espacial. Por lo tanto, no tiene sentido afirmar que el razonamiento espacial es una habilidad del hemisferio derecho.
Basándose en estudios como éste, Christopher Chabris y Stephen Kosslyn (investigadores que lideran el campo del razonamiento espacial y la imaginería visual) afirman que cualquier modelo de lateralización cerebral que asigne conjuntos de habilidades mentales complejas (como el razonamiento espacial) a un hemisferio o al otro como lo hace la teoría popular, sería demasiado banal como para ser científico o útil.
Nuestra teoría popular no puede ni explicar qué es lo que está haciendo el cerebro ni generar predicciones útiles acerca de las nuevas tareas que podrían estar siendo computadas por el mismo . Sin embago , desafortunadamente, es la teoría popular la que tienen en cuenta los educadores al hacer sus recomendaciones.
Veamos otro contraejemplo en la imaginería visual . Desde la perspectiva tradicional y popular, generar y utilizar imágenes visuales es una función llevada a cabo por el hemisferio derecho. Sin embargo, generar y utilizar imágenes visuales es una operación muy compleja que involucra por lo menos cinco subcomponentes mentales diferentes:
1) Para poder crear la imagen visual de un perro, usted debe transferir los recuerdos visuales de largo plazo a un almacén temporario de memoria visual.
2) Para imaginar si el perro que imaginó posee una cola, usted deberá poder hacer un zoom en la imagen e identificar detalles de la misma.
3) Para poder colocarle un collar azul al perro imaginado, se requiere que pueda añadir nuevos elementos a las imágenes generadas previamente.
4) Para que el perro pueda ser observado desde distintas perspectivas, usted debe poder rotar la imagen del mismo y
5) Para poder dibujar o describir al perro imaginado, tiene que poder escanear la imagen visual mentalmente.
Hay mucha evidencia de que estas tareas complejas no se confinan al hemisferio derecho. Existen pacientes con daño cerebral que pueden reconocer objetos y dibujarlos además de describirlos con normalidad y-no obstante- esos mismos individuos no pueden responder preguntas que requieran generar una imagen mental ("Piense en un perro...¿tiene una cola larga? ") . Estos pacientes poseen memoria visual a largo plazo pero no pueden ustilizar esa misma memoria para generar imágenes visuales mentales. Todos tienen daño en la parte posterior del hemisferio izquierdo (14) .
Los casos de pacientes con "cerebro dividido" (aquellos que debido a severos trastornos de epilepsia sufrieron operaciones en las que se debió desconectar ambos hemisferios) permiten a los científicos presentar estímulos visuales a uno de los hemisferios pero no al otro. Michael Gazzaniga y Stephen Kosslyn presentaron a éstas personas letras minúsculas y después les preguntaron si las correspondientes letras mayúsculas tenían o no líneas curvadas (15). Esta tarea requería que los pacientes generaran imágenes mentales de la letra mayúscula basándose en las minúsculas que habían observado.
Cuando los estímulos visuales se presentaron a los hemisferios izquierdos de los pacientes, la tarea fue realizada perfectamente. De la misma manera, estudios de mapeo cerebral de adultos normales que realizan este tipo de labores de imaginería demostraron que ambos hemisferios están activos cuando se realizan las tareas (16) . Finalmente, en base a estos estudios, los neurocientíficos concluyeron que la habilidad para crear imágenes visuales también depende del hemisferio izquierdo.
En "Imágenes de la mente" de Michael Posner y Mark Raichle los autores sostienen que la creencia popular de que generar imágenes mentales es una función del hemisferio derecho es claramente falsa" (17) .
Las diferentes áreas del cerebro están especializadas para distintas actividades, pero dicha especialización sucede a un nivel más profundo que el de "usar las imágenes mentales". Utilizar imaginería mental puede ser una estrategia útil de aprendizaje pero si lo fuera, no lo es precisamente porque involucre al hemisferio derecho.
Eso mismo desestima las afirmaciones de que alguno de los hemisferios sea el lugar donde se produce el reconocimiento de los números o las habilidades de lectura.
Hay una simple tarea numérica que puede ser expresada de dos maneras en apariencia equivalentes: por ejemplo a) preguntar: "qué es mayor, dos o cinco?" y b) hacer la misma pregunta pero esta vez reemplazando las palabras dos y cinco por los número 2 y 5. Este tipo de tarea involucra el reconocimiento de símbolos numéricos y la comprensión de lo que esos símbolos significan. De acuerdo a la teoría popular, la operación debería ser llevada a cabo por el hemisferio izquierdo, pero una vez más, la respuesta es demasiado banal.
La comparación numérica involucra por lo menos dos habilidades mentales: identificar los nombres de los números y después comparar las magnitudes numéricas que estos nombres designan. Aunque raramente pensamos en ello, somos seres bilingües cuando se trata de números. De hecho, tenemos palabras para designar a los números (las palabras "uno", "dos", etc) y también tenemos símbolos escritos especiales: los númerales arábigos.
El hecho de ser bilingües numéricamente significa que las dos preguntas de comparación que vimos anteriormente demandan diferentes tareas computacionales en la mente o el cerebro.
Usando técnicas de imágenes cerebrales, Stanislaus Dehaene encontró que identificamos las palabras numéricas usando un sistema que pertenece al hemisferio izquierdo del cerebro, y que-por el contrario- identificamos los números arábigos utilizando áreas cerebrales que corresponden a ambos hemisferios. Una vez que identificamos- ya sea lpalabras numéricas o números arábigos- como símbolos para las cantidades numéricas , el encargado de comparar ambas magnitudes es un subsistema neural diferente, correspondiente al hemisferio derecho (18).
Incluso para ésta simple tarea numérica de comparación, ambos hemisferios están involucrados. Por lo tanto, no tiene ningún sentido neurocientífico, afirmar que es el hemisferio izquierdo el que reconoce los números. Existen áreas cerebrales que se especializan , pero lo hacen a un nivel mucho más fino que el de sólo reconocer números. Esta tarea simple es -de hecho- ya demasiado compleja como para ser manejada por los no especialistas: ni hablar cuando se trata de álgebra o geometría.
Investigaciones parecidas que analizan el habla y las habilidades de lectura dividiéndolas en sus procesos componentes, demuestran también que "leer" no es una tarea simple que envuelva al hemisferio izquierdo como sostiene la teoría popular. De hecho, reconocer los sonidos del habla, decodificar las palabras escritas, encontrarles significado y realizar inferencias mientras leemos , son todas tareas que dependen de subsistemas localizados en los dos hemisferios cerebrales (19) .
El libro de los Caine:
Existe otra interpretación de la lateralización cerebral , también errónea, que aparece en la literatura de la "educación basada en neurociencias". En su libro "Haciendo conexiones", Renate Caine y Geoffrey Caine critican el punto de vista tradicional de los "dicotomizadores del cerebro" y advierten que éste órgano no se presta para explicaciones simplistas. Según su punto de vista, los resultados de las investigaciones sobre especialización hemisférica no son concluyentes .
Para éstos autores " los dos hemisferios están involucrados en todas las actividades", (lo que pareciera ser consistente con nuestro breve repaso acerca del razonamiento espacial, las imágenes visuales, las habilidades numéricas y la lectura) ; sin embargo, siguen a la teoría popular cuando sostienen que el hemisferio izquierdo procesa "partes" y el hemisferio derecho procesa "totalidades".
Para los Caine, las investigaciones sobre lateralidad dan la apoyatura científica a uno de los procesos básicos de la educación cerebral: que el cerebro procesa partes y totalidades simultáneamente. Más que comparaciones numéricas o razonamientos espaciales categoriales, los Caine proveen un ejemplo más global: "Consideremos un cuento, un poema, una novela o un tratado de filosofía. Todos involucran un sentido de totalidad de las cosas y una capacidad para trabajar con patrones- muchas veces de modo atemporal- . En otras palabras, los procesos que se llevan a cabo en el hemisferio izquierdo son enriquecidos y apoyados por los procesos llevados a cabo por el cerebro derecho"(20) .
Los autores de éste libro ven a la doctrina de los dos hemisferios como una "metáfora valiosa que ayuda a los educadores a reconocer dos tendencias separadas pero simultáneas que realiza el cerebro cuando organiza la información. Una es reducir la información a "partes" y la otra es percibir la información y trabajar con ella como una "totalidad" o serie de totalidades" (21) .
Ellos mencionan entre otros ejemplos de enfoques basados en las neurociencias al aprendizaje holístico del lenguaje (22) , los currículums integrados, la enseñanza temática y el aprendizaje cooperativo (23) . De manera similar, para ellos la teoría del aprendizaje social de Vigotsky debería ser altamente compatible debido a que hacemos conexiones mejor cuando la información nueva se asocia con eventos importantes de la vida cotidiana o en situaciones socialmente interactivas (24).
Algunos encontramos ciertas metáforas más atractivas que otras. pero suponer que la metáfora usada en éste texto es un intento de fundamentar los principios educativos de la neurociencia es como afirmar que "los extraterrestres visitaron el Antiguo Egipto".
¿En que punto cambiaron tanto las cosas como para convertirse en pseudociencia?: cuando sostienen que podría ser verdadera una parte de la teoría popular : la que atribuye el procesamiento de las "totalidades "al hemisferio derecho y el procesamiento de las "partes" al hemisferio izquierdo .
Como los dos hemisferios están conectados en los cerebros normales sanos , concluyen que el cerebro procesa partes y totalidades simultáneamente. Y de hecho, lo hace, aunque probablemente no puedan distinguirse tan nítidamente las "partes" de las "totalidades". Por ejemplo, en la decodificación visual de las palabras, el hemisferio derecho parece leer las palabras letra por letra (es decir: mirando las partes) mientras que el hemisferio izquierdo reconoce la palabra entera ( o sea mirando las formas visuales de las mismas) (25) .
El ejemplo de los Caine de interacciones entre "partes" y "totalidades" ( es decir: la comprensión que hace el hemisferio izquierdo del texto y la apreciación de las totalidades que realiza el hemisferio derecho) se relaciona con tareas tan complejas que involucran tanto a "partes" y "totalidades" en diferentes niveles de análisis . Categorías vs coordenadas, generar imágenes visuales vs "escanearlas", identificar palabras numéricas vs identificar dígitos arábigos: es demasiado trivial afirmar tan sólo que "el cerebro completo se involucra en la tarea " como lo aseguran.
Por todas estas razones la intención de los autores por establecer una ciencia cerebral sufre del mismo problema que identificó Kosslyn en los intentos de usar teorías simplistas para entender el cerebro. Las únicas categorías cerebrales que los Cain invocan son "partes " y "totalidades". Por lo tanto, intentan comprender el aprendizaje - y a tareas extremadamente complejas - en términos de "partes" y "totalidades" . En realidad un enfoque así no permite ni analizar el cerebro ni analizar el comportamiento.
No hay ninguna razón para pensar que existen razones cerebrales para adoptar "aprendizaje holístico del lenguaje", "currículums integrados"o "aprendizaje social vigotskyano". El peligro es que muchos neuroducadores al leer la obra citada piensan que sí, la hay .
Ya sea que se adopten o no éste tipo de prácticas educacionales, debe hacerse según el impacto que tengan en el aprendizaje de los estudiantes; la evidencia que tenemos hasta ahora del aprendizaje holístico del lenguaje es -en el mejor de los casos- "no concluyente" y la eficacia de la teoría del aprendizaje social es una cuestión abierta. Las neurociencias realmente no contribuyen con ninguna evidencia (ni a favor ni en contra) de las estrategias neuroeducativas que apoyan los Caine.
Conclusión:
El problema fundamental con las afirmaciones "hemisferio derecho vs hemisferio izquierdo" que hallamos en la literatura educacional es que dependen de nuestras intuiciones y teorías populares del cerebro más que de las neurociencias. Nuestras teorías populares son demasiado banales e imprecisas como para tener algún valor científico predictivo o instruccional.
Lo que la neurociencia moderna nos dice (y lo que los educadores cerebrales no advierten) es que no tiene ningún sentido científico asignar comportamientos y habilidades molares -como la lectura, la aritmética, el razonamiento espacial- a un hemisferio cerebral particular.
Referencias :
6. Chipman, op. cit.; Howard Gardner, Art, Mind, and Brain: A Cognitive Approach to Creativity (New York: Basic Books, 1982); Mike Rose, "Narrowing the Mind and Page: Remedial Writers and Cognitive Reductionism," College Composition and Communication, vol. 39, 1988, pp. 267-302; and Jerre Levy, "Right Brain, Left Brain: Fact and Fiction," Psychology Today, May 1985, p. 38.
7. David A. Sousa, How the Brain Learns: A Classroom Teacher's Guide (Reston, Va.: National Association of Secondary School Principals, 1995).
8. M. C. Linn and A. C. Petersen, "Emergence and Characterization of Sex Differences in Spatial Ability: A Meta-Analysis," Child Development, vol. 56, 1985, pp. 1470-98.
9. Sally Springer and Georg Deutsch, Left Brain, Right Brain (New York: W. H. Freeman, 1993).
10. Sousa, pp. 95, 99.
11. Christopher F. Chabris and Stephen M. Kosslyn, "How Do the Cerebral Hemispheres Contribute to Encoding Spatial Relations?," Current Directions in Psychology, vol. 7, 1998, pp. 8-14.
12. Ibid.
13. Ibid.
14. Martha Farah, Visual Agnosias (Cambridge, Mass.: MIT Press, 1991).
15. Stephen M. Kosslyn et al., "A Computational Analysis of Mental Image Generation: Evidence from Functional Dissociations in Split-Brain Patients," Journal of Experimental Psychology: General, vol. 114, 1985, pp. 311-41.
16. Stephen M. Kosslyn et al., "Two Types of Image Generation: Evidence for Left and Right Hemisphere Processes," Neuropsychologia, vol. 33, 1995, pp. 1485-1510.
17. Michael I. Posner and Mark E. Raichle, Images of Mind (New York: Scientific American Library, 1994), p. 95.
18. Stanislaus Dehaene, "The Organization of Brain Activations in Number Comparison," Journal of Cognitive Neuroscience, vol. 8, 1996, pp.47-68.
19. Mark Jung Beeman and Christine Chiarello, "Complementary Right- and Left-Hemisphere Language Comprehension," Current Directions in Psychology, vol. 7, 1998, pp. 2-7.
20. Caine and Caine, p. 37.
21. Ibid., p. 91.
22. Ibid., pp. 9, 48, 91.
23. Ibid., pp. 127-30.
24. Ibid., pp. 47-48.
25. Beeman and Chiarello, op. cit.
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