Manuel Calvo Hernando
(autor del artículo)
(autor del artículo)
Curiosidades y anécdotas
Un pueblo es el rodeo que da la naturaleza
para llegar a seis, a siete grandes hombres.
Sí, y para eludirlos luego.
Nietzsche
para llegar a seis, a siete grandes hombres.
Sí, y para eludirlos luego.
Nietzsche
1. NO LE CREO, PERO TOMESE UNA COPA
Las anécdotas y curiosidades sobre los grandes hombres podrían llenar un libro. Empiezo por una cuya veracidad no estoy en condiciones de asegurar. Se refiere al filósofo Ludwig Wittgenstein. Una vez se enfrascó en una discusión con una colega en el andén de la estación de Cambridge. El revisor tocó el silbato, pero ellos no se dieron cuenta hasta que el tren empezaba a alejarse. Entonces WIttgenstein echó a correr en su persecución, con su colega detrás. Saltó a bordo, pero ella se quedó desconsolada en el andén.
No importa, cariño le dijo un mozo, amable ; dentro de diez minutos sale otro.
Usted no lo entiende replicó ella ; él había venido a despedirme.
Cuentan esta anécdota Philip N. Johson Laird y Ruth M. J. Byrne en la "Revista de Occidente".
Hay otras muchas, como el dato que cuenta David Suzuki (1987). Estuvo en un simposio celebrado en la Universidad de Chicago con motivo del centenario de la publicación de "El origen de las especies". Uno de los grandes científicos asistentes fue J.H. Muller. Después de una de las sesiones, Suzuki tomó el autobús para ir a su casa y se encontró sentado detrás de Muller y su esposa. "Me incliné hacia adelante -cuenta- deseoso de escuchar su conversación y esperando oir una serie de profundas observaciones en relación con alguna de las conferencias. En cambio, oí a su mujer que le reñía porque llevaba la corbata torcida".
Otra fuente de anécdotas ha sido el astrónomo y físico británico Fred Hoyle. Su estilo combativo no le ayudaba a granjearse amistades en la comunidad científica, tanto en Inglaterra como en Estados Unidos. Su teoría sobre el estado estacionario (el universo no tenía principio ni fin) ha quedado arrollada por el big-bang, después de haber cautivado los corazones de los científicos para quienes la majestuosidad del universo dependía de que fuera eterno e infinito. En 1948, Hoyle visitó a Hubble en Pasadena. Según Greenstein, el físico Charles Lauritson dijo a Hoyle en una fiesta:
-No creo nada de lo que usted dice, pero tómese una copa.
El físico y escritor científico George Gamow -Joe para los amigos- fue el paladín de la teoría del Big Bang sobre el origen del universo y, entre otras cosas, predijo la radiación de fondo cuando todavía no había sido descubierta. Gamow fundó el Club de la Corbata de RNA. Se trataba de un club muy selecto y él mismo decidía quiénes eran sus miembros.
El club tenía sólo veinte socios, uno para cada aminoácido, y cada socio no solo recibía una corbata, hecha según diseño de Gamow por un camisero de Los Angeles, sino también un alfiler de corbata con el símbolo abreviado de su propio aminoácido. El club nunca llegó a reunirse, pero se había hecho un papel con membrete en el que figuraban sus cargos (Crick, 1989).
2. ARISTOTELES Y LOS EMBRIONES DE POLLO
Rom Harré, filósofo de la ciencia en la Universidad de Oxford, habla del estudio de Aristóteles sobre embriones de pollo, que sorprenderá a quienes creen que Aristóteles fue un filósofo que se limitó a observar pasivamente la naturaleza. También cita los casos de Teodorico de Friburgo, que en el siglo XIV, época que antes se consideraba ajena a la ciencia empírica, reprodujo el abanico del arco iris con un globo de vidrio lleno de agua para mostrar cómo se forman los colores y por qué el arco es circular, y de Galileo, que no dejó caer cuerpos pesados desde la Torre de Pisa, como cuenta la tradición, sino que hizo rodar bolas de bronce sobre pulidas ranuras de madera, para demostrar que todos los cuerpos caen a la misma velocidad y derivar luego la fórmula de su aceleración.
En nuestro tiempo, se cita el caso singular de R. William Gosper, Jr., de Symbolics, Inc, una pequeña firma de Palo Alto, California, calculó el valor de pi hasta 17 millones de dígitos, mediante el empleo de las expansiones de fracción continua de su propia invención y de un pequeño ordenador doméstico. En enero del año siguiente, este record fue superado por el hallazgo de los primeros 29.360.128 dígitos de pi. Un superodenador hizo el trabajo en veintiocho horas. El record tuvo corta vida. En 1986, un grupo de la Universidad de Tokio amplió la expansión a 134.217.700 dígitos y en 1987 llegaron a los 201.326.000. (Gardner, 1992).
3. EXPERTO EN JEROGLIFICOS, ROMPECABEZAS Y ADIVINANZAS
El gran científico y extravagante persona Richard P. Feynman confesó que en cada problema tenía que seguir hasta el final y descubrir definitivamente lo que pasaba. Era una especie de compulsión para resolver rompecabezas y acertijos, que después le llevaría a descifrar jeroglíficos mayas y a abrir las cajas fuertes más seguras en Los Alamos durante la fabricación de la bomba atómica.
Su estancia en Los Alamos (Nuevo México) para participar en el Proyecto Manhattan, del que saldría la bomba atómica, le causó algunos problemas por causa de las fuertes medidas de seguridad y censura allí implantadas. Feynman solía escribir largas cartas a su esposa, las partía en trozos muy pequeños y los metía en el sobre. Cuando la censura le preguntaba por qué lo hacía, él contestaba que se trataba de una terapia para su esposa embarazada.
Siendo estudiante, tenía la costumbre de consultar a su tutor por las noches. Si el profesor y su familia habían salido, el joven Richard se introducía furtivamente en la casa, utilizando una ganzúa, para poder usar la biblioteca.
"Todas las adivinanzas, por absurdas y enrevesadas que fueran, las conocía yo". Y siempre le han encantado los rompecabezas y el descubrimiento de cómo ganar al contrario mediante trucos. En la escuela inventaba problemas y teoremas, entre ellos una serie sobre triángulos rectángulos. Aprendió a efectuar muy deprisa los cálculos algebraicos, lo que le vino muy bien después, en la Universidad. Inventó asimismo un conjunto de símbolos para la máquina de escribir, para poder utilizarla en la escritura de fórmulas.
4. HUBBLE: PAPELERA DE IDA Y VUELTA
Con motivo del lanzamiento del telescopio espacial que lleva su nombre, Hubble (1889-1953) es hoy relativamente conocido fuera de la astronomía. Pero pocas personas se imaginarán que quien fue capaz de estudiar más de doscientas nebulosas espirales y creó el "efecto Hubble", fue boxeador, oficial del Ejército, profesor de enseñanza media y entrenador de baloncesto antes de sucumbir al atractivo de las nebulosas. Vestía como un lord inglés y un acento de Oxford-Cambridge se había superpuesto de algún modo a su nativa lengua de Missouri.
Uno de sus trucos cuando alguien le visitaba era barrer con un movimiento imperioso del brazo todos los papeles que tenía sobre la mesa y echarlos a la papelera. Cuando el visitante se había marchado, podía verse a Hubble escarbando para recuperar del cesto sus papeles valiosos.
Hubble llevaba corbata incluso cuando iba al telescopio de Monte Wilson, llamado el monasterio porque no se permitía la entrada a mujeres. En la cima de la montaña, los astrónomos se vestían cada noche para cenar y en la mesa del comedor se sentaban siempre atendiendo a una jerarquía precisa e inalterable. Quien tenía el turno para observar aquella noche con el telescopio de 2,54 metros, ocupaba el lugar de honor. A continuación se sentaba el observador del telescopio de 1,52 metros, y así sucesivamente, hasta llegar a los doctorandos y ayudantes.
En el comedor había un servilletero de madera para cada uno de los miembros del equipo de Monte Wilson, con su nombre; estudiantes y visitantes usaban pinzas de tender la ropa. Uno de los importantes ritos de iniciación en la vida de un astrónomo joven era pasar de una pinza a un servilletero de madera con su nombre inscrito en él (Overbye).
5. DENTRO DE 50.000 MILLONES DE AÑOS
Allan Sandage, sucesor de Hubble y uno de los grandes astrónomos del siglo XX, escuchaba ópera en los ratos muertos de las observaciones y desde arriba del todo, podía pensar en los datos que estaban llegando y reflexionar sobre ellos, en una soledad creativa bajo el espectáculo del cielo estrellado. Sus aficiones eran la música y la jardinería, aunque después también le interesó la cocina.
La talla de Sandage en astronomía superaba casi toda medida. A mediados del decenio de 1970, hacía más de veinte años que Sandage era Don Cosmología. Algunos le llamaban "Super-Hubble". Era una fuerza de la naturaleza y no sólo aceptaba toda clase de proyectos de investigación, sino que se pasaba una parte de su vida escrutando el cielo y le quedaba tiempo para escribir numerosos artículos sobre la constante de Hubble, el parámetro de desaceleración y mil temas más (Overbye).
En 1975, Jesse Greenstein contó al escritor científico Timothy Ferris:
-La mayor parte de lo que Sandage hace, lo lleva haciendo desde hace tanto tiempo que a cualquier persona le costaría años ponerse al día, y nadie se planteará volver a examinar su trabajo, porque se le considera un hombre de una absoluta integridad.
Sandage utilizó los grandes telescopios como si fueran martillos de geólogo que permitían abrir a golpes los cúmulos globulares y descubrir en su interior la naturaleza de las estrellas.
Sólo para divertirse, Sandage intentó calcular lo que podría ver un futuro astrónomo que viviera dentro de 50.000 millones de años, "cuando el globo del universo empezara a desincharse".
Otro caso que vale la pena recordar es el de John Wheeler , maestro de Stephen Hawking. En una conferencia en Nueva York, en 1967, dió un golpe maestro de relaciones públicas al acuñar el término agujero negro para describir los resultados del apocalipsis gravitatorio. Y fué un acierto porque establece una relación o conjura muchas neurosis humanas. Hawking subrayó que si se hubiera adoptado la denominación rusa, estrella congelada, no se habría producido esa reacción de miedo, ese terror humano ante la posibilidad de ser destruído, devorado (Overbye).
Dando en sentido inverso la manivela del tiempo, se encuentran curiosidades dignas de anotarse. El gran astrónomo W. Herschell descubrió en 1781, cuando realizaba un catastro del cielo conocido, otro planeta, que se añadía así a los cinco que ya conocían los hombres prehistóricos, visibles sin telescopio. Herschell descubrió Urano con un telescopio, pero Le Verrier (1811-1877) descubrió Neptuno con un papel y un lápiz (Battaner, 1991).
Muchos grandes descubrimientos de la física se han realizado con lápiz y papel. Así descubrió Maxwell las ondas de radio.
6. AVENTURA EN EL MUSEO DE ZOOLOGÍA
El gran paleontólogo y escritor científico Stephen Jay Gould, autor de libros de divulgación de éxito notable como "El pulgar del panda", "La sonrisa del flamenco", "La vida maravillosa y "Brontosaurus y la nalga del ministro", cuenta, en esta última obra, que cuando obtuvo su actual trabajo de conservador de invetebrados fósiles en el Museo de Zoología Comparada de Harvard, había ya reunido cinco cajas de cartón repletas de fósiles y estaba orgulloso tanto de la cantidad como de su calidad. Entonces descubrió que su nueva administración se extendía a 15.000 cajones de fósiles.
-Puse mis cajas en un rincón escondido de mi despacho, hace de esto más de veinte años. Nunca las he abierto. Yo, con mis cinco cajas de cartón, frente a estos 15.000 cajones... pavoroso.
Y continúa:
-Tenía 15.000 cajones que abrir, cada uno de los cuales albergaba un descubrimiento o una idea en potencia. Pasé dos semanas abriendo todos y cada uno de los cajones, y encontré un conjunto de objetos dispares que han alimentado desde entonces mi placer estético e intelectual.
Quizá lo más curioso de esta historia es que encontró objetos y recortes preciosos, utilizados... para guardar los fósiles: cajas de boticarios de fines del siglo XVIII, cajas de cigarros victorianas de recargado diseño cubano... Además, pases para conferencias de cien años antes; invitaciones a un baile en honor de Napoleón III; tarjetas de visita de comerciantes del Cincinnati victoriano... todo ello (en sus reversos en blanco) para etiquetar bien los fósiles.
Y había más. Páginas del catálogo de Sears de 1903, recortes de periódicos del siglo XIX, también para envolver los fósiles. La noticia más interesante, un titular de un diario de Cincinnati del 11 de julio de 1881, que decía "El coraje de Garfield", y la noticia de que el presidente, aunque gravemente herido en un reciente intento de asesinato, "se encuentra de nuevo en el lado soleado de la vida" y que casi con seguridad se iba a recuperar. El presidente James A. Garfield murió a consecuencia de las heridas recibidas en el atentado del 19 de septiembre de aquel año.
En su libro, Gould se refiere también a Jane Goodall, que ha pasado un cuarto de siglo con los chimpancés de Gombe, un caso singular de dedicación científica combinada con resultados pasmosos, que le ha permitido especificar y cuantificar los principales determinantes del futuro de su población. Curiosamente, la demografía de los chimpancés de Gombe no ha sido establecida primariamente por los ritmos cotidianos de nacimiento, alimentación, sexo y muerte, sino por tres "raros acontecimientos" (palabras de Goodall) que implican calamidad o desastre: una epidemia de poliomielitis, la carnicería que una sub banda hace en otra y un relato de canibalismo de dos ejemplares, madre e hija.
Jane Goodall ha contado todo esto en "The chimpanzees of Gombe," Harvard University Press, 1986.
7. UN FÍSICO POPULAR
Impresionante también, aunque en otro sentido, el caso del gran físico soviético (entonces el país era la URSS) L. D. Landau. En 1962 sufrió un gravísimo accidente de carretera que conmovió al mundo científico. Para salvar su vida se movilizaron todos los recursos de su país y la generosa ayuda de otros muchos. El combate duró seis años y concluyó con la muerte de Landau a los sesenta años de edad.
Al conocerse la noticia del accidente, acudieron al hospital centenares de personas ansiosas de hacer todo lo que pudieran para ayudar a los médicos. Estudiantes recién graduados y miembros de la Academia de Ciencias se turnaron día y noche manteniéndose en contacto con los lugares más remotos para lograr el material y el equipo necesarios.
El secreto de su extraordinaria popularidad radicaba en que, además de ser un gran físico, era un hombre recto y afable, de personalidad poderosa y brillante, ajeno a la pompa y la solemnidad. Tenía una enorme habilidad para reducir a términos sencillos las cuestiones más abstrusas y poseía una mente crítica por excelencia. En las discusiones era incisivo pero nunca desconsiderado, irónico pero nunca sarcástico, desmintiendo así un cartel que una vez colgó de la puerta de su despacho y en el que podía leerse: "L. Landau. Cuidado, muerde" (Boletín OIEA).
8. EL COFRE DE LOS MANUSCRITOS DE DESCARTES
Otras veces, lo curioso no está en la vida o en las acciones de los grandes hombres, sino en las circunstancias que confluyeron en su vida o en su muerte.
Así, el cofre que contenía los manuscritos inéditos de Descartes, fueron enviados a París tras su muerte prematura en Estocolmo, el 11 de febrero de 1650. El embajador francés, Pierre Chanut, los embarcó con destino a Francia, donde había de hacerse cargo de ellos su cuñado, Claude Clerselier. La carga llegó a Ruán sin contratiempos y la trasladaron a una barcaza que debía remontar el Sena. A las afueras de París, la barca se hundió y el cofre de los manuscritos permaneció tres días y tres noches en el agua antes de que Clerselier pudiera rescatarlo.
Los criados ayudaron al cuñado de Descartes a extender las hojas en varias habitaciones, para secarlas. Durante los diecisiete años siguientes, Clerselier habría de ordenar pacientemente las estropeadas páginas y publicaría tres volúmenes con la correspondencia de Descartes, además de su Tratado del hombre, El Mundo y el Tratado de la formación del feto.
Se suele creer que Clerselier reconstruyó los desmembrados escritos de Descartes con acierto suficiente, "pero yo no puedo evitar -dice William R. Shea, de quien tomamos estos datos- que su labor me parezca un símbolo de las dificultades con las que habrá de tropezar cualquiera que pretenda casar las distintas partes de la variada actividad de Descartes como filósofo, matemático, teólogo y científico natural, y que no dejará nunca de acecharle el peligro de que el concierto que logre sea más aparente que real" (Shea, 1993).
9. EL DESCUBRIMIENTO DE UN PORTENTOSO MATEMATICO
En su libro "Nueve hombres del siglo XX", C.P. Snow cuenta cómo el gran matemático G.H. Hardy "descubrió" a uno de los genios matemáticos de la humanidad, Ramanujan. Una mañana, a principios de 1913, encontró entre sus cartas, en la mesa del desayuno, un sobre ancho y sucio decorado con sellos de la India. Al abrirlo, encontró unas hojas de papel, en las que, con una caligrafía muy poco inglesa, había líneas y líneas de símbolos. Estaba acostumbrado a recibir manuscritos de extraños demostrando la sabiduría profética de la Gran Pirámide, las revelaciones de los Sabios de Sion o los criptogramas que Bacon había intercalado en las obras de Shakespeare.
Hardy miró la carta, escrita en un inglés vacilante, firmada por un indio desconocido, que le pedía su opinión sobre sus descubrimientos matemáticos. Estos consistían en teoremas, la mayoría de los cuales tenían un aspecto extraño y fantástico. No había demostraciones de ningún género. Se sintió no sólo aburrido sino irritado, dejó la carta y siguió su rutina diaria.
Si no tenía clase, trabajaba de nueve a una en sus propias matemáticas. Solía decir que cuatro horas de trabajo creativo en un día es el límite para un matemático. Tomaba una comida ligera y después jugaba al tenis en el patio de la Universidad. A última hora de la tarde, volvía a sus habitaciones dando un paseo.
Aquel día, aunque no alteró su horario, sus pensamientos no eran los habituales. En el fondo de su mente se había instalado el manuscrito indio. Teoremas fantásticos. Teoremas como nunca había visto ni imaginado. De regreso a su alojamiento en el Trinity, volvió a examinar la carta. Avisó a su colega Littlewood para que fuera a verle. Antes de media noche, sabían que el autor de la carta era un hombre genial. Después, Hardy vió que era un matemático digno de compararse con Gauss y con Euler.
Hardy decidió que Ramanujan debería ser trasladado a Inglaterra. Llegó en 1914. Su asociación fue conmovedora, dice Snow. Hardy nunca olvidó que se hallaba en presencia de un genio, pero de un genio que incluso en matemáticas estaba sin cultivar. Le enseñó matemática formal, como si fuera candidato a una beca, y después realizarían juntos cinco trabajos de primera categoría.
Inglaterra concedió a Ramanuján todos los honores posibles.
Cuando enfermó Ramanujan, Hardy solía visitarle en el hospital donde había sido internado en grave estado. Iba en taxi, su método de transporte preferido. Entró en el cuarto de Ramanujan y le dijo, probablemente sin saludar y seguramente sin otra clase de preámbulos: "El número de mi taxi era el 1.729. Me pareció un número bastante soso". A lo cual Ramanujan replicó:
-¡No, Hardy, no! Es un número muy interesante. Es el menor número que expresa la suma de dos cubos de dos maneras diferentes.
10. FOUCAULT: UN EXPERIMENTO INSÓLITO
El físico francés Leon Foucault realizó en 1851 un insólito experimento. Era la época en que aún no se tenía la prueba experimental de que la Tierra giraba sobre sí misma. Para hacer su demostración, Foucault suspendió una piedra muy pesada de una larga cuerda cuyo extremo quedaba fijado a la bóveda del Panteón. El experimentador disponía así de un péndulo de gran tamaño, que un buen día de primavera fue puesto en marcha. Con gran asombro, Foucault comprueba que en realidad el plano de opscilación de su péndulo -es decir, la dirección de sus idas y venidas- no está fijo, sino que gira alrededor de un eje vertical.
El péndulo, que había comenzado a oscilar en dirección este-oeste, unas horas después se mueve en dirección norte-sur. ¿Por qué razón? La respuesta de Foucault fue sencilla: este cambio de dirección era sólo una ilusión. Era la Tierra la que realmente giraba, mientras el plano de oscilación del péndulo permanecía rigurosamente fijo.
La conclusión que se extrae del experimento de Foucault es pasmosa: indiferente a las masas -considerables, sin embargo- de los soles y galaxias próximas, el plano de oscilación del péndulo se alinea con objetos celestes que se encuentran en el horizonte del universo, a vertiginosas distancias de la Tierra. En la medida en la totalidad de la masa visible del universo se encuentra en los miles de millones de galaxias lejanas, esto significa que el comportamiento del péndulo está determinado por el universo en conjunto y no solamente por los objetos celestes que están próximos a la Tierra (Igor Bogdanov).
11. DEMOSTRACIÓN DE QUE LA LUZ SE MUEVE
Hace poco más de trescientos años, un científico danés escribió un tratado de solamente página y media, pero que le valió un puesto inamovible en la historia de la ciencia. El 7 de diciembre de 1676, el Journal des Savants publicaba un trabajo con este título: "Demostración de que la luz se mueve", por el Sr. Romer, de la Real Academia de Ciencias".
El astrónomo Ole Römer (1644-1710) fue el primero en darse cuenta de algo hoy tan sabido como que la Tierra es redonda y se mueve: el hecho de que la luz necesita tiempo para trasladarse en el espacio. Y este breve trabajo es la única obra salida de su mano que se haya publicado, a pesar de haber realizado a lo largo de su vida infinidad de observaciones. Parece que era muy escrupuloso y crítico sobre su labor. A ello se añadiría que en el incendio de Copenhague (1728) desaparecieron muchos de sus papeles y anotaciones. Hoy se conservan las observaciones hechas en 1706.
El descubrimiento de Römer causó sensación en el mundo científico y fue la base de las teorías sobre la luz del holandés Christian Huygens y del inglés Isaac Newton.
12. UN MATEMÁTICO QUE NUNCA EXISTIÓ
Uno de los nombres colectivos más conocidos de la ciencia fue "Nicolas Bourbaki". Como es sabido, se trataba de un grupo de matemáticos que en los años treinta de este siglo, en Francia, considerando que había llegado el momento de la construcción unificada de la totalidad de esta ciencia, tomaron como fundamento la teoría de los conjuntos y publicaron una serie de obras que habrían de distinguir toda una época en este campo. El grupo ha elaborado una gran síntesis de la matemática moderna y ha tenido gran influencia en el desarrollo de esta disciplina.
Uno de los aspectos más curiosos y menos conocidos de este hecho es que, al acabar la segunda guerra mundial, un soldado norteamericano de origen griego, llamado Nicolás Bourbaki, tuvo la gran sorpresa, al llegar a París con las tropas de liberación, de ver en las librerías obras de matemáticas firmadas con su nombre. Entró en contacto con el editor de los libros, quien le remitió al matemático Henri Cartan, y éste invitó al joven estadounidense a una reunión llamada "congreso Bourbaki".
Nicolás Bourbaki pudo comprobar en la reunión que ninguno de los participantes llevaba su nombre y que el autor de los tratados científicos no era otro que un grupo de investigadores creado diez años antes, en 1935. Casi todos ellos procedían de la famosa Escuela Normal Superior de la calle de Ulm: Jean Delsarte y André Weil (promoción 1922), Henri Cartan y René de Possel (promoción 1923), Jean Dieudonné (promoción 1924) y Claude Chevalley (promoción 1926).
La idea inicial del grupo era escribir un tratado de análisis matemático destinado a servir de referencia a los estudiantes universitarios y también a los matemáticos.
Bourbaki ha sido un caso excepcional en la ciencia contemporánea, pero no el único. BBGKY es el acrónimo de los nombres de cinco físicos: Born, Bogoliubov, Green, Kirkwood e Yvonne, autores de una teoría sobre el crecimiento de las perturbaciones y las ondas de choque en gases parecidos a los que probablemente componían el universo primitivo. En otro campo, la biología y especialmente la sociobiología, se registra asimismo un seudónimo colectivo, George Maximin, utilizado para escribir ensayos sobre sociobiología y otros temas semejantes. Además de Edward O. Wilson, que da la noticia en su libro "El naturalista", formaban parte de este grupo, entre otros, los biólogos MacArthur y Slobodkin, en los Estados Unidos. Según afirma Wilson, el grupo falleció de muerte prematura y fueron cuestiones personales las que acabaron con él.
Overbye (1991) cita a los Siete Samurais, un grupo formado por jóvenes doctorandos o en fase de postdoctorado en Santa Cruz (Estados Unidos) y que eran Sandra Faber, que dirigía el grupo; David Burstein, Alan Dressler, Donald Lynd-Bell, Roger Davies, Roberto Terlevich y Gary Wegner.
13. CIENTIFICOS DE CURSO LEGAL
Mientras que las monedas metálicas, por su variedad limitada, suelen reproducir iconografías de monarcas o presidentes de gobierno, en el papel-moneda aparecen efigies del más diverso signo y pocas veces las de científicos. Empiezan, sin embargo, a darse casos de esta presencia de grandes investigadores en los billetes, lo que Miguel Angel Almodóvar ha llamado "científicos de curso legal".
En la historia reciente había ya algunos ejemplos, como los de Newton en Gran Bretaña, Pasteur y Pascal en Francia, Liebig en la Alemania de preguerra o Cajal en la Segunda República Española.
Hoy, la imagen de dos científicos, Ehrlich y Volta, aparece en billetes de la Europa Comunitaria, el primero en un billete de dos marcos alemanes y el segundo en uno de diez mil liras. El biólogo alemán Paul Ehrlich (1854-1915) descubrió el salvarsán, para el tratamiento de la sífilis, y fomuló una teoría de la inmunidad. El físico italiano Alessandro Volta (1745-1827) descubrió el metano y señaló que el paso de la corriente se debía al contacto entre dos metales que constituían el circuito. En 1799 inventó el primer generador no electrostático, la pila que lleva su nombre (Miguel Angel Almodóvar, "Científicos de curso legal", en A Ciencia Cierta, Madrid, noviembre 1990).
14. ARREGLABA APARATOS DE RADIO
De adolescente, Richard P. Feynman, Premio Nobel de Física en 1965, hacía aparatos con motores eléctricos y construyó un amplificador para una fotocélula que se compró y con la que hacía sonar un timbre al taparla con la mano. Compraba radios en traperías y cacharrerías. Sus habilidades en este campo empezaron a ser conocidas y la gente, que por causa de la Depresión no tenía dinero para reparar sus radios y oían hablar de un chaval que seguro que se lo arreglaría por menos dinero, empezaron a llamarle.
En una de estas ocasiones, con un aparato especialmente difícil de arreglar, empezó a darle vueltas al asunto. El cliente se impacientaba y le dijo: "¿Pero qué haces? Te traje para arreglar la radio y te pasas el tiempo yendo de un lado para otro".
-Yo le digo: "Estoy pensando". Y luego, para mis adentros: "Vale, saco las lámparas y las enchufo en el aparato en orden contrario". La radio se calienta y empieza a funcionar.
-El cliente me consiguió otros trabajos y no hacía más que decirle a todo el mundo que yo era un verdadero genio, diciendo: "Arregla las radios pensando".
Feynman montó también un laboratorio en su propia casa: un viejo cajón de embalaje, de madera, en el que puso unos estantes. Tenía un acumulador, una batería de lámparas y un hornillo, en el que se freía patatas a todas horas. No se trataba, pues, de un laboratorio en el sentido habitual del término, sino de un sitio para jugar, aunque unos juegos no habituales en los niños.
También tenía un microscopio de juguete e igualmente disfrutaba observando insectos y otros bichos. Alguna vez su confianza en la letra impresa le hizo quedar muy bien con sus amigos. En un libro sobre insectos leyó que los caballitos del diablo no pican, son inofensivos. Un día, en la playa, llegó uno de estos animalillos y él siguió sentado, diciendo que no había que preocuparse, porque no picaba. Y en efecto, uno de ellos se posó en su pie y no le picó. "El libro tenía razón, pero pasé un mal rato". Tenía entonces unos 13 años.
15. SERENDIPIA, NUEVA PALABRA PARA UN HECHO DE SIEMPRE
¿Qué tienen de común el velcro, la penicilina, la dinamita y los manuscritos del Mar Muerto? La serendipia, es decir, todas estas cosas, y otras muchas más en la historia de la ciencia y de la tecnología, que hacen nuestra vida más conveniente, placentera, saludable e interesante, y que fueron descubiertas por accidente. Todo ello ha venido a nosotros como resultado de la serendipia, o sea el regalo de encontrar cosas valiosas o agradables no buscadas, o bien "la facultad de hacer descubrimientos afortunados e inesperados por accidente" (definición de un diccionario no español, ya que la palabra no figura ni en la edición de 1989 de la Academia ni en el completo y útil "Diccionario Actual de la Lengua Española", de Vox).
Hasta que la Real Academia no diga otra cosa, utilizamos el término serendipia (correspondiente al inglés "serendipity"), acuñado por Sir Horace Walpole, segundo conde de Oxford, hijo de Sir Robert Walpole, primer ministro británico de 1721 a 1742 y que nos ha dejado una correspondencia numerosa (más de tres mil epístolas cruzadas sólo con madame du Deffand, que recibía a Walpole en París en la intimidad de su gabinete) y un conjunto de obras eruditas y literarias (Luis Alberto de Cuenca, introducción de Cuentos jeroglíficos, Alianza Editorial, 1995).
En 1754 como consecuencia de la impresión que le produjo la lectura de un cuento de hadas sobre las aventuras de "Los tres príncipes de Serendip", que hacían continuamente descubrimientos, por accidente y por sagacidad, de cosas que no se habían planteado. Walpole usó el término para referirse a algunos de sus propios descubrimientos accidentales.
Esta palabra ha sido redescubierta hace poco y se utiliza cada vez más. A partir de 1974 empieza a aparecer en diccionarios del idioma inglés. Royston M. Roberts ha acuñado el término pseudoserendipia para designar descubrimientos accidentales que logren rematar una búsqueda, en contraste con la (verdadera) serendipia, que describe descubrimientos accidentales de cosas no buscadas.
Charles Goodyear, por ejemplo, descubrió el proceso de vulcanización del caucho cuando por accidente dejó un trozo de caucho mezclado con azufre sobre una estufa caliente. Durante muchos años, Goodyear había estado obsesionado por encontrar una manera útil de hacer el caucho. Debido a que fue una casualidad lo que llevó al proceso con éxito, Roberts habla de un descubrimiento pseudoserendípico.
En contraste, George de Mestral no tenía intención de inventar un cierre (velcro) cuando miraba a ver por qué algo se le pegaba a su ropa.
16. ACCIDENTES FORTUITOS CON GRANDES CONSECUENCIAS
Royston M. Roberts considera algunos de estos accidentes fortuitos: una manzana cae al suelo a los pies de Newton; Wöhler produce urea en lugar de cianato amónico; Perkin obtiene un color violeta; un cavador de pozos italiano encuentra estatuas en lugar de agua; un soldado francés se encuentra una piedra con una inscripción extraña mientras reparaba un fuerte en Egipto; un chico palestino lanza una piedra a una cueva oscura y escucha un sonido inesperado; Pasteur obtiene cristales de una forma única debido a que la temperatura en el alféizar de la ventana estaba por debajo de los 26 grados.
Y hay otros muchos casos más. Una pantalla fluorescente reluce en la oscuridad y unos cristales fosforescentes exponen una placa fotográfica envuelta en papel negro; la resistencia de una ordeñadora a una espantosa enfermedad es advertida por un médico rural y se descubre la vacuna; una espora cae en la placa de Fleming y se encuentra la penicilina; un corte accidental en un dedo lleva a Alfredo Nobel a descubrir la gelatina explosiva.
Cualquiera de estos accidentes pudo haber pasado inadvertido, pero gracias a la sagacidad de las personas que se encontraron con ellos, tenemos hoy explicaciones de las leyes que gobiernan el movimiento de los planetas; el fundamento de la química orgánica sobre una base racional; el comienzo del entendimiento de la relación de la estructura molecular con la actividad fisiológica; unos bellísimos colorantes que cualquiera, y no sólo los afortunados, puede permitirse; una profundización en la cultura y el lenguaje de las civilizaciones antiguas; los rayos X para el diagnóstico y el tratamiento médico; la vacuna contra la viruela y otras enfermedades, etc.
Pero todo ello con una condición, expresada ya por Pasteur: "En los campos de la observación, el azar favorece sólo a la mente preparada".
17. OTROS HECHOS INSÓLITOS Y CURIOSOS
La historia de la ciencia contiene aspectos curiosos sobre la vida y el trabajo de los científicos. Debemos a un hábil ebanista del siglo XVIII, sin estudios de física, un gran número de aparatos y mecanismos, muchos de los cuales constituyen auténticas piezas de precisión. Entre los inventos del inglés Joseph Bramah figura una cerradura de seguridad que no pudo ser violentada durante 67 años, y la maquinaria que creó para elaborarla fué probablemente el primer caso de producción en cadena de todo el mundo.
Cuando era pequeño, Bramah había mostrado ya una notable habilidad para los más precisos trabajos de marquetería y hasta había hecho a mano un violín de bastante mérito. En 1795 desarrolló con notable concisión casi todos los principios de la hidráulica. Describió la prensa hidráulica e hizo de la mecánica de precisión algo cotidiano y preparó el camino para que una nueva generación de inventores perfeccionaran y completasen sus ideas.
* Otro caso insólito fué el del ornitólogo James Bond, muerto en 1989 a los 89 años de edad, y cuyo nombre escogió el escritor Ian Fleming para su célebre agente 007. Clasificó más de 300 especies de aves y su libro, "Pájaros de las Indias Occidentales", se reveló como el primer exponente significativo sobre las aves de las Antillas. Su esposa, la novelista Mary Wickham Lewis, escribió un libro para explicar el origen del nombre del agente 007: a Fleming se le ocurrió al leer un libro del ornitólogo.
* Otro naturalista, Philip Jackson Darlington, un clásico de la zoología de campo, fue acometido por un cocodrilo en una charca de Nueva Guinea. Darlington intentó sujetarle las mandículas y consiguió agarrarlas en un primer intento, pero el cocodrilo se soltó. Tenía 39 años y pesaba 85 kilos.El cocodrilo pesaba varios cientos de kilos y estaba en su elemento. Atrapó al científico y lo arrastró al fondo. Darlington consiguió zafarse y llegar hasta la orilla, pero resbaló y el cocodrilo atacó de nuevo. Pero consiguió trepar de nuevo y refugiarse en la espesura de la selva. Sólo entonces sintió dolor y la debilidad provocada por la pérdida de sangre. Tenía desgarrados los músculos y ligamentos de ambos brazos y varias fracturas en los huesos del brazo derecho. Además, los dientes de la fiera le habían acribillado las dos manos.
El naturalista estuvo varios meses escayolado, pero aquel hombre era incapaz de permanecer inactivo y no tardó en perfeccionar una técnica para recolectar insectos con la mano izquierda. Tardó varios meses en recuperar el uso de brazos y manos, pero en todo este tiempo no dejó de recolectar e investigar y consiguió reunir una colección de importancia mundial (Wilson, 1995).
* En astronomía, donde el siglo XX ha registrado avances espectaculares, abundan los casos insólitos. He aquí uno de ellos. Cuando Hubble dió el gran salto hacia las profundidades, recurrió a patrones de distancia cada vez más desesperados. Primero fueron las estrellas variables cefeidas, pero son tan débiles que no pueden observarse en galaxias situadas más allá del grupo local. Hubble tomó como estrellas patrón las más brillantes de cada galaxia, y finalmente utilizó galaxias enteras (Overbye).
* Richard Bergland, jefe de neurocirugía del Hospital Beth Israel de Nueva York y autor de libros de divulgación, ha contado su interés especial, en los últimos veinte años, por la glándula pituitaria, ese pequeño órgano con forma de guisante que está suspendido del cerebro sobre una copa especial en la base del cráneo. "No estoy seguro -dice- qué fuerza apareció en mi vida para obligarme a profundizar en las relaciones entre el cerebro y la pituitaria, pero en un momento dado, llegué al punto en que ya sabía más acerca de esta minúscula parte del cuerpo que nadie en la Tierra" (1985).
* La historia de la ciencia registra muchos casos curiosos, entre ellos los de Henri Becquerel, que descubrió la radiactividad por haber elegido una sal de uranio como sustancia fluorescente, y el de Donald Glaser y su cámara de burbujas, que se originó en un vaso de cerveza.
* Leibniz hizo cerraduras, se ocupó del desarrollo de submarinos y diseñó, para el zar Pedro I, un canal que habría de unir el Volga y el Don, y trabajó como historiador y bibliotecario de los príncipes electores de Hannover, donde vivió cuarenta años.
* Charles Darwin inició su vida científica escribiendo un pequeño trabajo sobre las lombrices y el último suyo que se publicó fue La formación de la tierra vegetal por la acción de las lombrices. Se ha dicho de Darwin que fue el beneficiario de mil cadenas de circunstancias improbables (Gould, 1991).
* La reacción de Friedel-Crafts tómo el nombre de los dos químicos, Charles Friedel y James M. Crafts, quienes observaron un resultado inesperado de un experimento en el laboratorio de Friedel en París, en 1877, y se dieron cuenta de la importancia práctica potencial de su descubrimiento accidental. Consiguieron las patentes en Francia e Inglaterra sobre unos procedimientos para la separación de hidrocarburos y acetonas. Su visión resultó plenamente acertada y ha afectado en gran medida a nuestra vida cotidiana.
Probablemente, ninguna reacción orgánica ha sido de mayor valor económico e industrial. Los principales procesos para la producción de gasolina de alto octanaje, caucho sintético, plásticos y detergentes sintéticos son aplicaciones de la "química de Friedel-Crafts" (Roberts, 1989).
* En 1922, Fleming descubrió por casualidad un antibiótico que mataba bacterias pero no a los glóbulos blancos. Una vez, estando con un fuerte catarro, hizo un cultivo de alguna de sus propias secreciones nasales. Cuando examinaba el plato de cultivo, lleno de unas bacterias amarillas, una lágrima se le cayó al plato. Al día siguiente, cuando examinó el cultivo, encontró un espacio en el sitio donde había caído la lágrima.
Su penetrante observación y su curiosidad le llevaron a la conclusión correcta: la lágrima contenía una sustancia que ocasionaba la rápida destrucción (lisis) de las bacterias, aunque era inofensiva para el tejido humano. Llamó lisozima al enzima antibiótico de la lágrima y concluyó que era de poca importancia práctica, pues los gérmenes que mataba la lisozima eran relativamente inofensivos. Pero este descubrimiento fue un preludio esencial para el de la penicilina (Roberts, 1989).
* Obra del azar fue la vida del Premio Nobel de Química Charles J. Pedersen. El mismo lo ha contado:
-Imagine esta secuencia de sucesos hacia 1900: un ingeniero decide en Noruega recorrer medio mundo para ir a Corea, donde trabaja en una mina de oro. Una familia japonesa, habiendo sufrido algunos reveses financieros en Japón, decide trasladarse a Corea, donde se ha abierto un mercado. El hermano empieza un negocio cerca de la mina. La hermana encuentra al joven noruego. Se casan. Unos años después, su hijo viaja a Estados Unidos para su formación. Llega a ser un químico y gana el Premio Nobel.
BIBLIOGRAFÍA
-Battaner, Eduardo, Planetas. Alianza Editorial, Madrid, 1991.
-Bergland, Richard, La fábrica de la mente. Pirámide, Madrid, 1988.
-Boletín del Organismo Internacional de Energía Atómica. Vol. 10, Nº 4, Viena, 1968.
-Crick, Francis, Qué loco propósito. Tusquets Editores, Barcelona, 1989.
-Feynman, Richard P., ¿Está usted de broma, Sr. Feynman?. Alianza Editorial, Madrid, 1987.
-Gardner, Martin, Crónicas marcianas y otros ensayos sobre fantasía y ciencia. Ediciones Paidós, Barcelona, 1992;
-Gould, Stephen Jay, Brontosaurus" y la nalga del ministro. Ediciones Crítica, Barcelona, 1993.
-Overbye, Dennis, Corazones solitarios en el cosmos. Planeta, Barcelona, 1992.
-Roberts, Royston M., Serendipia. Descubrimientos accidentales en la ciencia. Alianza Editorial, Madrid, 1992.
-Shea, William R., La magia de los números y el movimiento. La carrera científica de Descartes. Alianza Universidad, Madrid, 1993.
-Sonw, C.P., Nueve hombres del siglo XX. Alianza Editorial, 1969. -Suzuki, David,"Metamorfosis. Etapas de una vida. Labor, Barcelona, 1990.
-Wilson, Edward O., El naturalista. Debate, Madrid, 1995.
Las anécdotas y curiosidades sobre los grandes hombres podrían llenar un libro. Empiezo por una cuya veracidad no estoy en condiciones de asegurar. Se refiere al filósofo Ludwig Wittgenstein. Una vez se enfrascó en una discusión con una colega en el andén de la estación de Cambridge. El revisor tocó el silbato, pero ellos no se dieron cuenta hasta que el tren empezaba a alejarse. Entonces WIttgenstein echó a correr en su persecución, con su colega detrás. Saltó a bordo, pero ella se quedó desconsolada en el andén.
No importa, cariño le dijo un mozo, amable ; dentro de diez minutos sale otro.
Usted no lo entiende replicó ella ; él había venido a despedirme.
Cuentan esta anécdota Philip N. Johson Laird y Ruth M. J. Byrne en la "Revista de Occidente".
Hay otras muchas, como el dato que cuenta David Suzuki (1987). Estuvo en un simposio celebrado en la Universidad de Chicago con motivo del centenario de la publicación de "El origen de las especies". Uno de los grandes científicos asistentes fue J.H. Muller. Después de una de las sesiones, Suzuki tomó el autobús para ir a su casa y se encontró sentado detrás de Muller y su esposa. "Me incliné hacia adelante -cuenta- deseoso de escuchar su conversación y esperando oir una serie de profundas observaciones en relación con alguna de las conferencias. En cambio, oí a su mujer que le reñía porque llevaba la corbata torcida".
Otra fuente de anécdotas ha sido el astrónomo y físico británico Fred Hoyle. Su estilo combativo no le ayudaba a granjearse amistades en la comunidad científica, tanto en Inglaterra como en Estados Unidos. Su teoría sobre el estado estacionario (el universo no tenía principio ni fin) ha quedado arrollada por el big-bang, después de haber cautivado los corazones de los científicos para quienes la majestuosidad del universo dependía de que fuera eterno e infinito. En 1948, Hoyle visitó a Hubble en Pasadena. Según Greenstein, el físico Charles Lauritson dijo a Hoyle en una fiesta:
-No creo nada de lo que usted dice, pero tómese una copa.
El físico y escritor científico George Gamow -Joe para los amigos- fue el paladín de la teoría del Big Bang sobre el origen del universo y, entre otras cosas, predijo la radiación de fondo cuando todavía no había sido descubierta. Gamow fundó el Club de la Corbata de RNA. Se trataba de un club muy selecto y él mismo decidía quiénes eran sus miembros.
El club tenía sólo veinte socios, uno para cada aminoácido, y cada socio no solo recibía una corbata, hecha según diseño de Gamow por un camisero de Los Angeles, sino también un alfiler de corbata con el símbolo abreviado de su propio aminoácido. El club nunca llegó a reunirse, pero se había hecho un papel con membrete en el que figuraban sus cargos (Crick, 1989).
2. ARISTOTELES Y LOS EMBRIONES DE POLLO
Rom Harré, filósofo de la ciencia en la Universidad de Oxford, habla del estudio de Aristóteles sobre embriones de pollo, que sorprenderá a quienes creen que Aristóteles fue un filósofo que se limitó a observar pasivamente la naturaleza. También cita los casos de Teodorico de Friburgo, que en el siglo XIV, época que antes se consideraba ajena a la ciencia empírica, reprodujo el abanico del arco iris con un globo de vidrio lleno de agua para mostrar cómo se forman los colores y por qué el arco es circular, y de Galileo, que no dejó caer cuerpos pesados desde la Torre de Pisa, como cuenta la tradición, sino que hizo rodar bolas de bronce sobre pulidas ranuras de madera, para demostrar que todos los cuerpos caen a la misma velocidad y derivar luego la fórmula de su aceleración.
En nuestro tiempo, se cita el caso singular de R. William Gosper, Jr., de Symbolics, Inc, una pequeña firma de Palo Alto, California, calculó el valor de pi hasta 17 millones de dígitos, mediante el empleo de las expansiones de fracción continua de su propia invención y de un pequeño ordenador doméstico. En enero del año siguiente, este record fue superado por el hallazgo de los primeros 29.360.128 dígitos de pi. Un superodenador hizo el trabajo en veintiocho horas. El record tuvo corta vida. En 1986, un grupo de la Universidad de Tokio amplió la expansión a 134.217.700 dígitos y en 1987 llegaron a los 201.326.000. (Gardner, 1992).
3. EXPERTO EN JEROGLIFICOS, ROMPECABEZAS Y ADIVINANZAS
El gran científico y extravagante persona Richard P. Feynman confesó que en cada problema tenía que seguir hasta el final y descubrir definitivamente lo que pasaba. Era una especie de compulsión para resolver rompecabezas y acertijos, que después le llevaría a descifrar jeroglíficos mayas y a abrir las cajas fuertes más seguras en Los Alamos durante la fabricación de la bomba atómica.
Su estancia en Los Alamos (Nuevo México) para participar en el Proyecto Manhattan, del que saldría la bomba atómica, le causó algunos problemas por causa de las fuertes medidas de seguridad y censura allí implantadas. Feynman solía escribir largas cartas a su esposa, las partía en trozos muy pequeños y los metía en el sobre. Cuando la censura le preguntaba por qué lo hacía, él contestaba que se trataba de una terapia para su esposa embarazada.
Siendo estudiante, tenía la costumbre de consultar a su tutor por las noches. Si el profesor y su familia habían salido, el joven Richard se introducía furtivamente en la casa, utilizando una ganzúa, para poder usar la biblioteca.
"Todas las adivinanzas, por absurdas y enrevesadas que fueran, las conocía yo". Y siempre le han encantado los rompecabezas y el descubrimiento de cómo ganar al contrario mediante trucos. En la escuela inventaba problemas y teoremas, entre ellos una serie sobre triángulos rectángulos. Aprendió a efectuar muy deprisa los cálculos algebraicos, lo que le vino muy bien después, en la Universidad. Inventó asimismo un conjunto de símbolos para la máquina de escribir, para poder utilizarla en la escritura de fórmulas.
4. HUBBLE: PAPELERA DE IDA Y VUELTA
Con motivo del lanzamiento del telescopio espacial que lleva su nombre, Hubble (1889-1953) es hoy relativamente conocido fuera de la astronomía. Pero pocas personas se imaginarán que quien fue capaz de estudiar más de doscientas nebulosas espirales y creó el "efecto Hubble", fue boxeador, oficial del Ejército, profesor de enseñanza media y entrenador de baloncesto antes de sucumbir al atractivo de las nebulosas. Vestía como un lord inglés y un acento de Oxford-Cambridge se había superpuesto de algún modo a su nativa lengua de Missouri.
Uno de sus trucos cuando alguien le visitaba era barrer con un movimiento imperioso del brazo todos los papeles que tenía sobre la mesa y echarlos a la papelera. Cuando el visitante se había marchado, podía verse a Hubble escarbando para recuperar del cesto sus papeles valiosos.
Hubble llevaba corbata incluso cuando iba al telescopio de Monte Wilson, llamado el monasterio porque no se permitía la entrada a mujeres. En la cima de la montaña, los astrónomos se vestían cada noche para cenar y en la mesa del comedor se sentaban siempre atendiendo a una jerarquía precisa e inalterable. Quien tenía el turno para observar aquella noche con el telescopio de 2,54 metros, ocupaba el lugar de honor. A continuación se sentaba el observador del telescopio de 1,52 metros, y así sucesivamente, hasta llegar a los doctorandos y ayudantes.
En el comedor había un servilletero de madera para cada uno de los miembros del equipo de Monte Wilson, con su nombre; estudiantes y visitantes usaban pinzas de tender la ropa. Uno de los importantes ritos de iniciación en la vida de un astrónomo joven era pasar de una pinza a un servilletero de madera con su nombre inscrito en él (Overbye).
5. DENTRO DE 50.000 MILLONES DE AÑOS
Allan Sandage, sucesor de Hubble y uno de los grandes astrónomos del siglo XX, escuchaba ópera en los ratos muertos de las observaciones y desde arriba del todo, podía pensar en los datos que estaban llegando y reflexionar sobre ellos, en una soledad creativa bajo el espectáculo del cielo estrellado. Sus aficiones eran la música y la jardinería, aunque después también le interesó la cocina.
La talla de Sandage en astronomía superaba casi toda medida. A mediados del decenio de 1970, hacía más de veinte años que Sandage era Don Cosmología. Algunos le llamaban "Super-Hubble". Era una fuerza de la naturaleza y no sólo aceptaba toda clase de proyectos de investigación, sino que se pasaba una parte de su vida escrutando el cielo y le quedaba tiempo para escribir numerosos artículos sobre la constante de Hubble, el parámetro de desaceleración y mil temas más (Overbye).
En 1975, Jesse Greenstein contó al escritor científico Timothy Ferris:
-La mayor parte de lo que Sandage hace, lo lleva haciendo desde hace tanto tiempo que a cualquier persona le costaría años ponerse al día, y nadie se planteará volver a examinar su trabajo, porque se le considera un hombre de una absoluta integridad.
Sandage utilizó los grandes telescopios como si fueran martillos de geólogo que permitían abrir a golpes los cúmulos globulares y descubrir en su interior la naturaleza de las estrellas.
Sólo para divertirse, Sandage intentó calcular lo que podría ver un futuro astrónomo que viviera dentro de 50.000 millones de años, "cuando el globo del universo empezara a desincharse".
Otro caso que vale la pena recordar es el de John Wheeler , maestro de Stephen Hawking. En una conferencia en Nueva York, en 1967, dió un golpe maestro de relaciones públicas al acuñar el término agujero negro para describir los resultados del apocalipsis gravitatorio. Y fué un acierto porque establece una relación o conjura muchas neurosis humanas. Hawking subrayó que si se hubiera adoptado la denominación rusa, estrella congelada, no se habría producido esa reacción de miedo, ese terror humano ante la posibilidad de ser destruído, devorado (Overbye).
Dando en sentido inverso la manivela del tiempo, se encuentran curiosidades dignas de anotarse. El gran astrónomo W. Herschell descubrió en 1781, cuando realizaba un catastro del cielo conocido, otro planeta, que se añadía así a los cinco que ya conocían los hombres prehistóricos, visibles sin telescopio. Herschell descubrió Urano con un telescopio, pero Le Verrier (1811-1877) descubrió Neptuno con un papel y un lápiz (Battaner, 1991).
Muchos grandes descubrimientos de la física se han realizado con lápiz y papel. Así descubrió Maxwell las ondas de radio.
6. AVENTURA EN EL MUSEO DE ZOOLOGÍA
El gran paleontólogo y escritor científico Stephen Jay Gould, autor de libros de divulgación de éxito notable como "El pulgar del panda", "La sonrisa del flamenco", "La vida maravillosa y "Brontosaurus y la nalga del ministro", cuenta, en esta última obra, que cuando obtuvo su actual trabajo de conservador de invetebrados fósiles en el Museo de Zoología Comparada de Harvard, había ya reunido cinco cajas de cartón repletas de fósiles y estaba orgulloso tanto de la cantidad como de su calidad. Entonces descubrió que su nueva administración se extendía a 15.000 cajones de fósiles.
-Puse mis cajas en un rincón escondido de mi despacho, hace de esto más de veinte años. Nunca las he abierto. Yo, con mis cinco cajas de cartón, frente a estos 15.000 cajones... pavoroso.
Y continúa:
-Tenía 15.000 cajones que abrir, cada uno de los cuales albergaba un descubrimiento o una idea en potencia. Pasé dos semanas abriendo todos y cada uno de los cajones, y encontré un conjunto de objetos dispares que han alimentado desde entonces mi placer estético e intelectual.
Quizá lo más curioso de esta historia es que encontró objetos y recortes preciosos, utilizados... para guardar los fósiles: cajas de boticarios de fines del siglo XVIII, cajas de cigarros victorianas de recargado diseño cubano... Además, pases para conferencias de cien años antes; invitaciones a un baile en honor de Napoleón III; tarjetas de visita de comerciantes del Cincinnati victoriano... todo ello (en sus reversos en blanco) para etiquetar bien los fósiles.
Y había más. Páginas del catálogo de Sears de 1903, recortes de periódicos del siglo XIX, también para envolver los fósiles. La noticia más interesante, un titular de un diario de Cincinnati del 11 de julio de 1881, que decía "El coraje de Garfield", y la noticia de que el presidente, aunque gravemente herido en un reciente intento de asesinato, "se encuentra de nuevo en el lado soleado de la vida" y que casi con seguridad se iba a recuperar. El presidente James A. Garfield murió a consecuencia de las heridas recibidas en el atentado del 19 de septiembre de aquel año.
En su libro, Gould se refiere también a Jane Goodall, que ha pasado un cuarto de siglo con los chimpancés de Gombe, un caso singular de dedicación científica combinada con resultados pasmosos, que le ha permitido especificar y cuantificar los principales determinantes del futuro de su población. Curiosamente, la demografía de los chimpancés de Gombe no ha sido establecida primariamente por los ritmos cotidianos de nacimiento, alimentación, sexo y muerte, sino por tres "raros acontecimientos" (palabras de Goodall) que implican calamidad o desastre: una epidemia de poliomielitis, la carnicería que una sub banda hace en otra y un relato de canibalismo de dos ejemplares, madre e hija.
Jane Goodall ha contado todo esto en "The chimpanzees of Gombe," Harvard University Press, 1986.
7. UN FÍSICO POPULAR
Impresionante también, aunque en otro sentido, el caso del gran físico soviético (entonces el país era la URSS) L. D. Landau. En 1962 sufrió un gravísimo accidente de carretera que conmovió al mundo científico. Para salvar su vida se movilizaron todos los recursos de su país y la generosa ayuda de otros muchos. El combate duró seis años y concluyó con la muerte de Landau a los sesenta años de edad.
Al conocerse la noticia del accidente, acudieron al hospital centenares de personas ansiosas de hacer todo lo que pudieran para ayudar a los médicos. Estudiantes recién graduados y miembros de la Academia de Ciencias se turnaron día y noche manteniéndose en contacto con los lugares más remotos para lograr el material y el equipo necesarios.
El secreto de su extraordinaria popularidad radicaba en que, además de ser un gran físico, era un hombre recto y afable, de personalidad poderosa y brillante, ajeno a la pompa y la solemnidad. Tenía una enorme habilidad para reducir a términos sencillos las cuestiones más abstrusas y poseía una mente crítica por excelencia. En las discusiones era incisivo pero nunca desconsiderado, irónico pero nunca sarcástico, desmintiendo así un cartel que una vez colgó de la puerta de su despacho y en el que podía leerse: "L. Landau. Cuidado, muerde" (Boletín OIEA).
8. EL COFRE DE LOS MANUSCRITOS DE DESCARTES
Otras veces, lo curioso no está en la vida o en las acciones de los grandes hombres, sino en las circunstancias que confluyeron en su vida o en su muerte.
Así, el cofre que contenía los manuscritos inéditos de Descartes, fueron enviados a París tras su muerte prematura en Estocolmo, el 11 de febrero de 1650. El embajador francés, Pierre Chanut, los embarcó con destino a Francia, donde había de hacerse cargo de ellos su cuñado, Claude Clerselier. La carga llegó a Ruán sin contratiempos y la trasladaron a una barcaza que debía remontar el Sena. A las afueras de París, la barca se hundió y el cofre de los manuscritos permaneció tres días y tres noches en el agua antes de que Clerselier pudiera rescatarlo.
Los criados ayudaron al cuñado de Descartes a extender las hojas en varias habitaciones, para secarlas. Durante los diecisiete años siguientes, Clerselier habría de ordenar pacientemente las estropeadas páginas y publicaría tres volúmenes con la correspondencia de Descartes, además de su Tratado del hombre, El Mundo y el Tratado de la formación del feto.
Se suele creer que Clerselier reconstruyó los desmembrados escritos de Descartes con acierto suficiente, "pero yo no puedo evitar -dice William R. Shea, de quien tomamos estos datos- que su labor me parezca un símbolo de las dificultades con las que habrá de tropezar cualquiera que pretenda casar las distintas partes de la variada actividad de Descartes como filósofo, matemático, teólogo y científico natural, y que no dejará nunca de acecharle el peligro de que el concierto que logre sea más aparente que real" (Shea, 1993).
9. EL DESCUBRIMIENTO DE UN PORTENTOSO MATEMATICO
En su libro "Nueve hombres del siglo XX", C.P. Snow cuenta cómo el gran matemático G.H. Hardy "descubrió" a uno de los genios matemáticos de la humanidad, Ramanujan. Una mañana, a principios de 1913, encontró entre sus cartas, en la mesa del desayuno, un sobre ancho y sucio decorado con sellos de la India. Al abrirlo, encontró unas hojas de papel, en las que, con una caligrafía muy poco inglesa, había líneas y líneas de símbolos. Estaba acostumbrado a recibir manuscritos de extraños demostrando la sabiduría profética de la Gran Pirámide, las revelaciones de los Sabios de Sion o los criptogramas que Bacon había intercalado en las obras de Shakespeare.
Hardy miró la carta, escrita en un inglés vacilante, firmada por un indio desconocido, que le pedía su opinión sobre sus descubrimientos matemáticos. Estos consistían en teoremas, la mayoría de los cuales tenían un aspecto extraño y fantástico. No había demostraciones de ningún género. Se sintió no sólo aburrido sino irritado, dejó la carta y siguió su rutina diaria.
Si no tenía clase, trabajaba de nueve a una en sus propias matemáticas. Solía decir que cuatro horas de trabajo creativo en un día es el límite para un matemático. Tomaba una comida ligera y después jugaba al tenis en el patio de la Universidad. A última hora de la tarde, volvía a sus habitaciones dando un paseo.
Aquel día, aunque no alteró su horario, sus pensamientos no eran los habituales. En el fondo de su mente se había instalado el manuscrito indio. Teoremas fantásticos. Teoremas como nunca había visto ni imaginado. De regreso a su alojamiento en el Trinity, volvió a examinar la carta. Avisó a su colega Littlewood para que fuera a verle. Antes de media noche, sabían que el autor de la carta era un hombre genial. Después, Hardy vió que era un matemático digno de compararse con Gauss y con Euler.
Hardy decidió que Ramanujan debería ser trasladado a Inglaterra. Llegó en 1914. Su asociación fue conmovedora, dice Snow. Hardy nunca olvidó que se hallaba en presencia de un genio, pero de un genio que incluso en matemáticas estaba sin cultivar. Le enseñó matemática formal, como si fuera candidato a una beca, y después realizarían juntos cinco trabajos de primera categoría.
Inglaterra concedió a Ramanuján todos los honores posibles.
Cuando enfermó Ramanujan, Hardy solía visitarle en el hospital donde había sido internado en grave estado. Iba en taxi, su método de transporte preferido. Entró en el cuarto de Ramanujan y le dijo, probablemente sin saludar y seguramente sin otra clase de preámbulos: "El número de mi taxi era el 1.729. Me pareció un número bastante soso". A lo cual Ramanujan replicó:
-¡No, Hardy, no! Es un número muy interesante. Es el menor número que expresa la suma de dos cubos de dos maneras diferentes.
10. FOUCAULT: UN EXPERIMENTO INSÓLITO
El físico francés Leon Foucault realizó en 1851 un insólito experimento. Era la época en que aún no se tenía la prueba experimental de que la Tierra giraba sobre sí misma. Para hacer su demostración, Foucault suspendió una piedra muy pesada de una larga cuerda cuyo extremo quedaba fijado a la bóveda del Panteón. El experimentador disponía así de un péndulo de gran tamaño, que un buen día de primavera fue puesto en marcha. Con gran asombro, Foucault comprueba que en realidad el plano de opscilación de su péndulo -es decir, la dirección de sus idas y venidas- no está fijo, sino que gira alrededor de un eje vertical.
El péndulo, que había comenzado a oscilar en dirección este-oeste, unas horas después se mueve en dirección norte-sur. ¿Por qué razón? La respuesta de Foucault fue sencilla: este cambio de dirección era sólo una ilusión. Era la Tierra la que realmente giraba, mientras el plano de oscilación del péndulo permanecía rigurosamente fijo.
La conclusión que se extrae del experimento de Foucault es pasmosa: indiferente a las masas -considerables, sin embargo- de los soles y galaxias próximas, el plano de oscilación del péndulo se alinea con objetos celestes que se encuentran en el horizonte del universo, a vertiginosas distancias de la Tierra. En la medida en la totalidad de la masa visible del universo se encuentra en los miles de millones de galaxias lejanas, esto significa que el comportamiento del péndulo está determinado por el universo en conjunto y no solamente por los objetos celestes que están próximos a la Tierra (Igor Bogdanov).
11. DEMOSTRACIÓN DE QUE LA LUZ SE MUEVE
Hace poco más de trescientos años, un científico danés escribió un tratado de solamente página y media, pero que le valió un puesto inamovible en la historia de la ciencia. El 7 de diciembre de 1676, el Journal des Savants publicaba un trabajo con este título: "Demostración de que la luz se mueve", por el Sr. Romer, de la Real Academia de Ciencias".
El astrónomo Ole Römer (1644-1710) fue el primero en darse cuenta de algo hoy tan sabido como que la Tierra es redonda y se mueve: el hecho de que la luz necesita tiempo para trasladarse en el espacio. Y este breve trabajo es la única obra salida de su mano que se haya publicado, a pesar de haber realizado a lo largo de su vida infinidad de observaciones. Parece que era muy escrupuloso y crítico sobre su labor. A ello se añadiría que en el incendio de Copenhague (1728) desaparecieron muchos de sus papeles y anotaciones. Hoy se conservan las observaciones hechas en 1706.
El descubrimiento de Römer causó sensación en el mundo científico y fue la base de las teorías sobre la luz del holandés Christian Huygens y del inglés Isaac Newton.
12. UN MATEMÁTICO QUE NUNCA EXISTIÓ
Uno de los nombres colectivos más conocidos de la ciencia fue "Nicolas Bourbaki". Como es sabido, se trataba de un grupo de matemáticos que en los años treinta de este siglo, en Francia, considerando que había llegado el momento de la construcción unificada de la totalidad de esta ciencia, tomaron como fundamento la teoría de los conjuntos y publicaron una serie de obras que habrían de distinguir toda una época en este campo. El grupo ha elaborado una gran síntesis de la matemática moderna y ha tenido gran influencia en el desarrollo de esta disciplina.
Uno de los aspectos más curiosos y menos conocidos de este hecho es que, al acabar la segunda guerra mundial, un soldado norteamericano de origen griego, llamado Nicolás Bourbaki, tuvo la gran sorpresa, al llegar a París con las tropas de liberación, de ver en las librerías obras de matemáticas firmadas con su nombre. Entró en contacto con el editor de los libros, quien le remitió al matemático Henri Cartan, y éste invitó al joven estadounidense a una reunión llamada "congreso Bourbaki".
Nicolás Bourbaki pudo comprobar en la reunión que ninguno de los participantes llevaba su nombre y que el autor de los tratados científicos no era otro que un grupo de investigadores creado diez años antes, en 1935. Casi todos ellos procedían de la famosa Escuela Normal Superior de la calle de Ulm: Jean Delsarte y André Weil (promoción 1922), Henri Cartan y René de Possel (promoción 1923), Jean Dieudonné (promoción 1924) y Claude Chevalley (promoción 1926).
La idea inicial del grupo era escribir un tratado de análisis matemático destinado a servir de referencia a los estudiantes universitarios y también a los matemáticos.
Bourbaki ha sido un caso excepcional en la ciencia contemporánea, pero no el único. BBGKY es el acrónimo de los nombres de cinco físicos: Born, Bogoliubov, Green, Kirkwood e Yvonne, autores de una teoría sobre el crecimiento de las perturbaciones y las ondas de choque en gases parecidos a los que probablemente componían el universo primitivo. En otro campo, la biología y especialmente la sociobiología, se registra asimismo un seudónimo colectivo, George Maximin, utilizado para escribir ensayos sobre sociobiología y otros temas semejantes. Además de Edward O. Wilson, que da la noticia en su libro "El naturalista", formaban parte de este grupo, entre otros, los biólogos MacArthur y Slobodkin, en los Estados Unidos. Según afirma Wilson, el grupo falleció de muerte prematura y fueron cuestiones personales las que acabaron con él.
Overbye (1991) cita a los Siete Samurais, un grupo formado por jóvenes doctorandos o en fase de postdoctorado en Santa Cruz (Estados Unidos) y que eran Sandra Faber, que dirigía el grupo; David Burstein, Alan Dressler, Donald Lynd-Bell, Roger Davies, Roberto Terlevich y Gary Wegner.
13. CIENTIFICOS DE CURSO LEGAL
Mientras que las monedas metálicas, por su variedad limitada, suelen reproducir iconografías de monarcas o presidentes de gobierno, en el papel-moneda aparecen efigies del más diverso signo y pocas veces las de científicos. Empiezan, sin embargo, a darse casos de esta presencia de grandes investigadores en los billetes, lo que Miguel Angel Almodóvar ha llamado "científicos de curso legal".
En la historia reciente había ya algunos ejemplos, como los de Newton en Gran Bretaña, Pasteur y Pascal en Francia, Liebig en la Alemania de preguerra o Cajal en la Segunda República Española.
Hoy, la imagen de dos científicos, Ehrlich y Volta, aparece en billetes de la Europa Comunitaria, el primero en un billete de dos marcos alemanes y el segundo en uno de diez mil liras. El biólogo alemán Paul Ehrlich (1854-1915) descubrió el salvarsán, para el tratamiento de la sífilis, y fomuló una teoría de la inmunidad. El físico italiano Alessandro Volta (1745-1827) descubrió el metano y señaló que el paso de la corriente se debía al contacto entre dos metales que constituían el circuito. En 1799 inventó el primer generador no electrostático, la pila que lleva su nombre (Miguel Angel Almodóvar, "Científicos de curso legal", en A Ciencia Cierta, Madrid, noviembre 1990).
14. ARREGLABA APARATOS DE RADIO
De adolescente, Richard P. Feynman, Premio Nobel de Física en 1965, hacía aparatos con motores eléctricos y construyó un amplificador para una fotocélula que se compró y con la que hacía sonar un timbre al taparla con la mano. Compraba radios en traperías y cacharrerías. Sus habilidades en este campo empezaron a ser conocidas y la gente, que por causa de la Depresión no tenía dinero para reparar sus radios y oían hablar de un chaval que seguro que se lo arreglaría por menos dinero, empezaron a llamarle.
En una de estas ocasiones, con un aparato especialmente difícil de arreglar, empezó a darle vueltas al asunto. El cliente se impacientaba y le dijo: "¿Pero qué haces? Te traje para arreglar la radio y te pasas el tiempo yendo de un lado para otro".
-Yo le digo: "Estoy pensando". Y luego, para mis adentros: "Vale, saco las lámparas y las enchufo en el aparato en orden contrario". La radio se calienta y empieza a funcionar.
-El cliente me consiguió otros trabajos y no hacía más que decirle a todo el mundo que yo era un verdadero genio, diciendo: "Arregla las radios pensando".
Feynman montó también un laboratorio en su propia casa: un viejo cajón de embalaje, de madera, en el que puso unos estantes. Tenía un acumulador, una batería de lámparas y un hornillo, en el que se freía patatas a todas horas. No se trataba, pues, de un laboratorio en el sentido habitual del término, sino de un sitio para jugar, aunque unos juegos no habituales en los niños.
También tenía un microscopio de juguete e igualmente disfrutaba observando insectos y otros bichos. Alguna vez su confianza en la letra impresa le hizo quedar muy bien con sus amigos. En un libro sobre insectos leyó que los caballitos del diablo no pican, son inofensivos. Un día, en la playa, llegó uno de estos animalillos y él siguió sentado, diciendo que no había que preocuparse, porque no picaba. Y en efecto, uno de ellos se posó en su pie y no le picó. "El libro tenía razón, pero pasé un mal rato". Tenía entonces unos 13 años.
15. SERENDIPIA, NUEVA PALABRA PARA UN HECHO DE SIEMPRE
¿Qué tienen de común el velcro, la penicilina, la dinamita y los manuscritos del Mar Muerto? La serendipia, es decir, todas estas cosas, y otras muchas más en la historia de la ciencia y de la tecnología, que hacen nuestra vida más conveniente, placentera, saludable e interesante, y que fueron descubiertas por accidente. Todo ello ha venido a nosotros como resultado de la serendipia, o sea el regalo de encontrar cosas valiosas o agradables no buscadas, o bien "la facultad de hacer descubrimientos afortunados e inesperados por accidente" (definición de un diccionario no español, ya que la palabra no figura ni en la edición de 1989 de la Academia ni en el completo y útil "Diccionario Actual de la Lengua Española", de Vox).
Hasta que la Real Academia no diga otra cosa, utilizamos el término serendipia (correspondiente al inglés "serendipity"), acuñado por Sir Horace Walpole, segundo conde de Oxford, hijo de Sir Robert Walpole, primer ministro británico de 1721 a 1742 y que nos ha dejado una correspondencia numerosa (más de tres mil epístolas cruzadas sólo con madame du Deffand, que recibía a Walpole en París en la intimidad de su gabinete) y un conjunto de obras eruditas y literarias (Luis Alberto de Cuenca, introducción de Cuentos jeroglíficos, Alianza Editorial, 1995).
En 1754 como consecuencia de la impresión que le produjo la lectura de un cuento de hadas sobre las aventuras de "Los tres príncipes de Serendip", que hacían continuamente descubrimientos, por accidente y por sagacidad, de cosas que no se habían planteado. Walpole usó el término para referirse a algunos de sus propios descubrimientos accidentales.
Esta palabra ha sido redescubierta hace poco y se utiliza cada vez más. A partir de 1974 empieza a aparecer en diccionarios del idioma inglés. Royston M. Roberts ha acuñado el término pseudoserendipia para designar descubrimientos accidentales que logren rematar una búsqueda, en contraste con la (verdadera) serendipia, que describe descubrimientos accidentales de cosas no buscadas.
Charles Goodyear, por ejemplo, descubrió el proceso de vulcanización del caucho cuando por accidente dejó un trozo de caucho mezclado con azufre sobre una estufa caliente. Durante muchos años, Goodyear había estado obsesionado por encontrar una manera útil de hacer el caucho. Debido a que fue una casualidad lo que llevó al proceso con éxito, Roberts habla de un descubrimiento pseudoserendípico.
En contraste, George de Mestral no tenía intención de inventar un cierre (velcro) cuando miraba a ver por qué algo se le pegaba a su ropa.
16. ACCIDENTES FORTUITOS CON GRANDES CONSECUENCIAS
Royston M. Roberts considera algunos de estos accidentes fortuitos: una manzana cae al suelo a los pies de Newton; Wöhler produce urea en lugar de cianato amónico; Perkin obtiene un color violeta; un cavador de pozos italiano encuentra estatuas en lugar de agua; un soldado francés se encuentra una piedra con una inscripción extraña mientras reparaba un fuerte en Egipto; un chico palestino lanza una piedra a una cueva oscura y escucha un sonido inesperado; Pasteur obtiene cristales de una forma única debido a que la temperatura en el alféizar de la ventana estaba por debajo de los 26 grados.
Y hay otros muchos casos más. Una pantalla fluorescente reluce en la oscuridad y unos cristales fosforescentes exponen una placa fotográfica envuelta en papel negro; la resistencia de una ordeñadora a una espantosa enfermedad es advertida por un médico rural y se descubre la vacuna; una espora cae en la placa de Fleming y se encuentra la penicilina; un corte accidental en un dedo lleva a Alfredo Nobel a descubrir la gelatina explosiva.
Cualquiera de estos accidentes pudo haber pasado inadvertido, pero gracias a la sagacidad de las personas que se encontraron con ellos, tenemos hoy explicaciones de las leyes que gobiernan el movimiento de los planetas; el fundamento de la química orgánica sobre una base racional; el comienzo del entendimiento de la relación de la estructura molecular con la actividad fisiológica; unos bellísimos colorantes que cualquiera, y no sólo los afortunados, puede permitirse; una profundización en la cultura y el lenguaje de las civilizaciones antiguas; los rayos X para el diagnóstico y el tratamiento médico; la vacuna contra la viruela y otras enfermedades, etc.
Pero todo ello con una condición, expresada ya por Pasteur: "En los campos de la observación, el azar favorece sólo a la mente preparada".
17. OTROS HECHOS INSÓLITOS Y CURIOSOS
La historia de la ciencia contiene aspectos curiosos sobre la vida y el trabajo de los científicos. Debemos a un hábil ebanista del siglo XVIII, sin estudios de física, un gran número de aparatos y mecanismos, muchos de los cuales constituyen auténticas piezas de precisión. Entre los inventos del inglés Joseph Bramah figura una cerradura de seguridad que no pudo ser violentada durante 67 años, y la maquinaria que creó para elaborarla fué probablemente el primer caso de producción en cadena de todo el mundo.
Cuando era pequeño, Bramah había mostrado ya una notable habilidad para los más precisos trabajos de marquetería y hasta había hecho a mano un violín de bastante mérito. En 1795 desarrolló con notable concisión casi todos los principios de la hidráulica. Describió la prensa hidráulica e hizo de la mecánica de precisión algo cotidiano y preparó el camino para que una nueva generación de inventores perfeccionaran y completasen sus ideas.
* Otro caso insólito fué el del ornitólogo James Bond, muerto en 1989 a los 89 años de edad, y cuyo nombre escogió el escritor Ian Fleming para su célebre agente 007. Clasificó más de 300 especies de aves y su libro, "Pájaros de las Indias Occidentales", se reveló como el primer exponente significativo sobre las aves de las Antillas. Su esposa, la novelista Mary Wickham Lewis, escribió un libro para explicar el origen del nombre del agente 007: a Fleming se le ocurrió al leer un libro del ornitólogo.
* Otro naturalista, Philip Jackson Darlington, un clásico de la zoología de campo, fue acometido por un cocodrilo en una charca de Nueva Guinea. Darlington intentó sujetarle las mandículas y consiguió agarrarlas en un primer intento, pero el cocodrilo se soltó. Tenía 39 años y pesaba 85 kilos.El cocodrilo pesaba varios cientos de kilos y estaba en su elemento. Atrapó al científico y lo arrastró al fondo. Darlington consiguió zafarse y llegar hasta la orilla, pero resbaló y el cocodrilo atacó de nuevo. Pero consiguió trepar de nuevo y refugiarse en la espesura de la selva. Sólo entonces sintió dolor y la debilidad provocada por la pérdida de sangre. Tenía desgarrados los músculos y ligamentos de ambos brazos y varias fracturas en los huesos del brazo derecho. Además, los dientes de la fiera le habían acribillado las dos manos.
El naturalista estuvo varios meses escayolado, pero aquel hombre era incapaz de permanecer inactivo y no tardó en perfeccionar una técnica para recolectar insectos con la mano izquierda. Tardó varios meses en recuperar el uso de brazos y manos, pero en todo este tiempo no dejó de recolectar e investigar y consiguió reunir una colección de importancia mundial (Wilson, 1995).
* En astronomía, donde el siglo XX ha registrado avances espectaculares, abundan los casos insólitos. He aquí uno de ellos. Cuando Hubble dió el gran salto hacia las profundidades, recurrió a patrones de distancia cada vez más desesperados. Primero fueron las estrellas variables cefeidas, pero son tan débiles que no pueden observarse en galaxias situadas más allá del grupo local. Hubble tomó como estrellas patrón las más brillantes de cada galaxia, y finalmente utilizó galaxias enteras (Overbye).
* Richard Bergland, jefe de neurocirugía del Hospital Beth Israel de Nueva York y autor de libros de divulgación, ha contado su interés especial, en los últimos veinte años, por la glándula pituitaria, ese pequeño órgano con forma de guisante que está suspendido del cerebro sobre una copa especial en la base del cráneo. "No estoy seguro -dice- qué fuerza apareció en mi vida para obligarme a profundizar en las relaciones entre el cerebro y la pituitaria, pero en un momento dado, llegué al punto en que ya sabía más acerca de esta minúscula parte del cuerpo que nadie en la Tierra" (1985).
* La historia de la ciencia registra muchos casos curiosos, entre ellos los de Henri Becquerel, que descubrió la radiactividad por haber elegido una sal de uranio como sustancia fluorescente, y el de Donald Glaser y su cámara de burbujas, que se originó en un vaso de cerveza.
* Leibniz hizo cerraduras, se ocupó del desarrollo de submarinos y diseñó, para el zar Pedro I, un canal que habría de unir el Volga y el Don, y trabajó como historiador y bibliotecario de los príncipes electores de Hannover, donde vivió cuarenta años.
* Charles Darwin inició su vida científica escribiendo un pequeño trabajo sobre las lombrices y el último suyo que se publicó fue La formación de la tierra vegetal por la acción de las lombrices. Se ha dicho de Darwin que fue el beneficiario de mil cadenas de circunstancias improbables (Gould, 1991).
* La reacción de Friedel-Crafts tómo el nombre de los dos químicos, Charles Friedel y James M. Crafts, quienes observaron un resultado inesperado de un experimento en el laboratorio de Friedel en París, en 1877, y se dieron cuenta de la importancia práctica potencial de su descubrimiento accidental. Consiguieron las patentes en Francia e Inglaterra sobre unos procedimientos para la separación de hidrocarburos y acetonas. Su visión resultó plenamente acertada y ha afectado en gran medida a nuestra vida cotidiana.
Probablemente, ninguna reacción orgánica ha sido de mayor valor económico e industrial. Los principales procesos para la producción de gasolina de alto octanaje, caucho sintético, plásticos y detergentes sintéticos son aplicaciones de la "química de Friedel-Crafts" (Roberts, 1989).
* En 1922, Fleming descubrió por casualidad un antibiótico que mataba bacterias pero no a los glóbulos blancos. Una vez, estando con un fuerte catarro, hizo un cultivo de alguna de sus propias secreciones nasales. Cuando examinaba el plato de cultivo, lleno de unas bacterias amarillas, una lágrima se le cayó al plato. Al día siguiente, cuando examinó el cultivo, encontró un espacio en el sitio donde había caído la lágrima.
Su penetrante observación y su curiosidad le llevaron a la conclusión correcta: la lágrima contenía una sustancia que ocasionaba la rápida destrucción (lisis) de las bacterias, aunque era inofensiva para el tejido humano. Llamó lisozima al enzima antibiótico de la lágrima y concluyó que era de poca importancia práctica, pues los gérmenes que mataba la lisozima eran relativamente inofensivos. Pero este descubrimiento fue un preludio esencial para el de la penicilina (Roberts, 1989).
* Obra del azar fue la vida del Premio Nobel de Química Charles J. Pedersen. El mismo lo ha contado:
-Imagine esta secuencia de sucesos hacia 1900: un ingeniero decide en Noruega recorrer medio mundo para ir a Corea, donde trabaja en una mina de oro. Una familia japonesa, habiendo sufrido algunos reveses financieros en Japón, decide trasladarse a Corea, donde se ha abierto un mercado. El hermano empieza un negocio cerca de la mina. La hermana encuentra al joven noruego. Se casan. Unos años después, su hijo viaja a Estados Unidos para su formación. Llega a ser un químico y gana el Premio Nobel.
BIBLIOGRAFÍA
-Battaner, Eduardo, Planetas. Alianza Editorial, Madrid, 1991.
-Bergland, Richard, La fábrica de la mente. Pirámide, Madrid, 1988.
-Boletín del Organismo Internacional de Energía Atómica. Vol. 10, Nº 4, Viena, 1968.
-Crick, Francis, Qué loco propósito. Tusquets Editores, Barcelona, 1989.
-Feynman, Richard P., ¿Está usted de broma, Sr. Feynman?. Alianza Editorial, Madrid, 1987.
-Gardner, Martin, Crónicas marcianas y otros ensayos sobre fantasía y ciencia. Ediciones Paidós, Barcelona, 1992;
-Gould, Stephen Jay, Brontosaurus" y la nalga del ministro. Ediciones Crítica, Barcelona, 1993.
-Overbye, Dennis, Corazones solitarios en el cosmos. Planeta, Barcelona, 1992.
-Roberts, Royston M., Serendipia. Descubrimientos accidentales en la ciencia. Alianza Editorial, Madrid, 1992.
-Shea, William R., La magia de los números y el movimiento. La carrera científica de Descartes. Alianza Universidad, Madrid, 1993.
-Sonw, C.P., Nueve hombres del siglo XX. Alianza Editorial, 1969. -Suzuki, David,"Metamorfosis. Etapas de una vida. Labor, Barcelona, 1990.
-Wilson, Edward O., El naturalista. Debate, Madrid, 1995.
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