Psicología de la prestidigitación
por Alfred Binet
Original en
https://archive.org/details/annualreportofbo1894smit/page/572/mode/1up?view=theater
*Los elementos principales de este estudio han sido extraídos de las obras clásicas de Jacques Ozanan, Guyot, Decremps, Ponsin, así como de los escritos más contemporáneos de Robert Houdin.
La perspectiva psicológica del tema ha sido abordada por algunos autores, como el Sr. James Sully en su obra "Ilusiones de los Sentidos y del Espíritu", y el Sr. Max Dessoir que publicó una serie de artículos en la revista The Open Court sobre la psicología de la magia (1893), de quienes hemos obtenido valiosas indicaciones.
Nuestro principal objetivo ha sido proporcionar al lector una comprensión clara de la ejecución de estos trucos. Para lograrlo, hemos consultado a profesionales, quienes amablemente accedieron a realizar las ilusiones ante nosotros en diferentes condiciones, revelándonos aspectos que normalmente mantienen en secreto. Entre estos generosos colaboradores, nos complace mencionar a los señores Arnould, Dickson, Mélies, Pierre y Raynaly.
Las ilusiones sensoriales y la prestidigitación
La prestidigitación es una disciplina artística con un propósito específico: explorar y explotar en función del espectáculo los factores que pueden inducirnos a errores en nuestra percepción visual. Un espectador que observa trucos de prestidigitación sin conocer los métodos empleados puede ser llevado a experimentar tres tipos de engaño perceptivo:
creer que ve un objeto en un lugar cuando en realidad está en otro,
percibir algo que no existe y
no detectar lo que realmente está presente.
Para un psicólogo, el estudio de las técnicas utilizadas para crear estas ilusiones resulta especialmente valioso por dos razones fundamentales: primero, porque ilumina los mecanismos mediante los cuales la mente percibe los objetos externos; y segundo, porque revela las vulnerabilidades específicas de nuestro proceso cognitivo. Antes de profundizar en un análisis detallado de estas técnicas, es conveniente establecer, a través de algunas consideraciones generales, la naturaleza exacta del error que el arte del prestidigitador logra producir en la percepción humana.
I
Las ilusiones activas y pasivas
El distinguido psicólogo inglés James Sully estableció una valiosa distinción filosófica en el estudio de las ilusiones sensoriales, clasificándolas en dos categorías: activas y pasivas. Las ilusiones pasivas son universales, experimentadas por todos los individuos bajo las mismas condiciones debido a nuestra organización psíquica. Por ejemplo, percibimos los objetos en posición perpendicular aunque su imagen se proyecte invertida en la retina, o vemos un palo sumergido en agua como si estuviera roto. Estas ilusiones son inevitables para cualquier persona.
En contraste, las ilusiones activas, según Sully, surgen de la actividad espontánea de la mente y son individuales, salvo cuando adoptan un carácter generalizado, como por ejemplo una ilusión colectiva. Las ilusiones activas son producto de nuestro temperamento, estado mental y creencias. Un ejemplo común es cuando, esperando a alguien en la calle, creemos reconocerlo erróneamente en un transeúnte. Estas son normales, pero también hay ilusiones activas en la locura
Las ilusiones de prestidigitación pertenecen claramente a la categoría de ilusiones pasivas o universales, que afectan a todas las personas mentalmente sanas. Max Dessoir ilustra esto con un ejemplo revelador: un ilusionista muestra una naranja, la lanza al aire y la atrapa varias veces. En el tercer lanzamiento, tras haber ocultado discretamente la naranja en su bolsillo, simula lanzarla nuevamente. Dessoir sostiene, y coincidimos con él, que muchos espectadores creerán ver la naranja en el aire como en las ocasiones anteriores, sorprendiéndose cuando esta no desciende.
¿Cómo clasificar esta ilusión? Aunque ver un objeto donde no existe podría considerarse una alucinación, Dessoir correctamente rechaza esta interpretación. Una alucinación, propiamente dicha, se refiere a una ilusión inexplicable por factores externos; es un trastorno sensorial, no un error normal de percepción.
Es importante señalar que el público de un espectáculo de prestidigitación experimenta estas ilusiones de manera limitada, consciente de estar presenciando trucos. Aunque no comprendan el mecanismo detrás de una ilusión específica, los espectadores no concluyen que las leyes naturales han sido alteradas. Por ejemplo, si una nuez moscada parece brotar de los dedos del ilusionista, el público, aunque desconcertado por el método, no creerá que tal fenómeno sea naturalmente posible. La ilusión, por tanto, se limita al ámbito visual, siendo contradecida por nuestra razón.
II
Las ilusiones pasivas positivas
El análisis de los procesos que generan ilusiones en la prestidigitación y que impiden al espectador descubrir la verdad es complejo, ya que no existe un único proceso, sino múltiples, todos de naturaleza intrincada. La ilusión en cada truco no surge de una causa aislada, sino de numerosos factores sutiles, tantos que intentar identificarlos todos sería como contar los granos de arena en una playa. Por ello, me limitaré a exponer los principales recursos que utiliza el prestidigitador.
Las ilusiones sensoriales que estudiaremos se dividen en dos categorías principales: positivas y negativas. La investigación moderna en hipnosis nos ha familiarizado con estos términos y fenómenos. Las ilusiones positivas, que analizaremos primero, consisten en ver lo inexistente, creando apariencias sin realidad. Estas ilusiones son características de los estados hipnóticos iniciales, donde el sujeto puede ser inducido a ver cualquier cosa que el hipnotizador sugiera. Por ejemplo, si este dice "¡Aquí hay un pájaro!", el sujeto hipnotizado inmediatamente visualiza el ave, intenta tocarla, escucha su canto y realiza gestos coherentes con esta sugestión.
Citamos este ejemplo de ilusión hipnótica porque comparte con las ilusiones del prestidigitador la característica fundamental de ser resultado de la influencia de una mente sobre otra. Sin embargo, más allá de esta similitud básica, las diferencias son notables. En la hipnosis, crear una ilusión es extremadamente simple: basta una palabra pronunciada con autoridad. En cambio, el prestidigitador debe emplear métodos más sofisticados para engañar a su público sin que este sea consciente de ello.
La captación de la atención del público es el requisito fundamental para estas operaciones. El prestidigitador debe conseguir la atención total de cada espectador para establecer una conexión mental con ellos, fenómeno conocido en hipnosis como "entrer en rapport". Aunque su naturaleza exacta es difícil de definir, su existencia es innegable. Todos poseemos instintivamente la capacidad de atraer y mantener la atención de otros mediante recursos como elevar la voz, tocar el hombro o usar interjecciones. La eficacia depende en gran medida de la personalidad: mientras algunos encuentran imposible mantener la atención de un público, otros la captan inmediatamente con simples palabras. El prestidigitador, aunque posiblemente no haya analizado conscientemente sus métodos, sabe dirigir la atención de su audiencia hacia sus manos, ojos o cualquier parte de su cuerpo según necesite.
Robert Houdin señala una observación que resultará familiar a quienes tienen experiencia hablando en público: la cualidad más importante del prestidigitador es poseer una mirada firme. Las personas de expresión tímida o vaga tienden a desviar la mirada cuando se les observa fijamente, como si temieran esa intimidad. Esta timidez es contagiosa y obstaculiza tanto la comunicación como la capacidad del orador para influir en su audiencia. Según Houdin, el prestidigitador debe poseer una mirada franca, brillante y penetrante, que debe dirigir con audacia hacia los ojos de los espectadores para establecer un vínculo de simpatía mutua. Una vez logrado esto, puede dirigir la atención visual de su público según convenga.
Las ilusiones positivas se producen principalmente mediante el uso de amagues o simulaciones. Un amague o finta es apenas el esbozo de una acción: simular tomar algo de una mesa extendiendo la mano hacia ella, o aparentar lanzar una naranja al aire mientras se retiene en la mano. La simulación consiste en ejecutar solo la parte inicial de una acción conocida, ocultando su finalización detrás de una mesa, pantalla o del propio cuerpo. El espectador, al ver completada la primera parte pero no la segunda, asume inconscientemente que la acción se ha realizado en su totalidad.
Desde la perspectiva psicológica, estos mecanismos se explican por las leyes del hábito y la asociación de ideas. Cuando dos acciones o percepciones habitualmente consecutivas se presentan, nuestra mente asocia inevitablemente la presencia de una con la otra. Al percibir la primera acción, no solo suponemos la segunda, sino que la visualizamos de manera tan vívida que creemos haberla presenciado.
El juego de manos, fundamento de la prestidigitación, ejemplifica perfectamente estas explicaciones. Consiste en ocultar súbitamente un objeto ante los espectadores, creando la ilusión de su traslado instantáneo a otro lugar. El prestidigitador toma un objeto (corcho, huevo, moneda) en su mano derecha y simula pasarlo a la izquierda tan hábilmente que el público no solo está convencido del cambio, sino que jurará haberlo visto.
Esta ilusión resulta irresistible para quienes desconocen su funcionamiento, engañando tanto a niños como a científicos experimentados. Según Robert Houdin, ni siquiera los pueblos primitivos escapan a estas ilusiones, atribuyéndolas a poderes sobrenaturales. Incluso los animales, como los perros, muestran sensibilidad ante estos trucos.
El arte del juego de manos no es arbitrario, sino que sigue leyes establecidas desde hace más de un siglo. Su aprendizaje es comparable al de la danza o el piano, requiriendo años de práctica frente al espejo para dominar la compleja manipulación digital. Contrariamente a la creencia popular, los magos profesionales raramente utilizan las mangas para sus trucos, como demuestra el famoso Bosco, que actuaba con los brazos desnudos.
La técnica fundamental consiste en retener el objeto en una mano mientras se crea la ilusión de que está en la otra. Los prestidigitadores comienzan practicando con objetos pequeños (nueces moscadas, monedas) antes de pasar a otros más grandes (bolas de billar, huevos). Existen diversas técnicas para retener objetos con la mano abierta, utilizando la palma o las articulaciones de los dedos. La dificultad principal radica en el movimiento inicial de ocultación, que debe realizarse con suma delicadeza.
La capacidad de retención varía según factores como la naturaleza de los objetos, su autenticidad, conexiones entre ellos, y la necesidad de mantener otros elementos en la mano. En el truco "cazar las piezas" se pueden sostener hasta doce piezas con la mano semicerrada, mientras que un buen prestidigitador puede mantener cinco monedas grandes en una mano aparentemente relajada.
La efectividad del truco aumenta mediante recursos adicionales como el discurso preparado, que distrae la atención del público del momento crucial de la manipulación. En lugar de anunciar directamente la desaparición de un objeto, el prestidigitador crea un contexto misterioso que, aunque obviamente imposible, cautiva la atención y dirige la mirada del público hacia donde desea.
Estas ilusiones positivas tienen características particulares: son momentáneas, a diferencia de ilusiones permanentes como la del palo doblado en el agua. No se trata tanto de una ilusión sensorial directa ("veo el objeto pasar") sino de una ilusión de la memoria ("vi el objeto pasar"), lo que las hace especialmente efectivas.
III
Las ilusiones pasivas negativas
Nos encontramos ante otra clase de ilusiones en los trucos de prestidigitación, a las que podemos denominar ilusiones negativas, en contraste con las anteriores. Los primeros y más destacados ejemplos de estas ilusiones singulares se conocieron mediante experimentos hipnóticos. Estas ilusiones consisten en no percibir —ya sea no ver, no oír o no sentir—, lo que suprime la capacidad de detectar un objeto o una categoría de objetos. Por ejemplo, si se coloca ante una persona hipnotizada un objeto real, material y tangible, como otra persona presente en el experimento, y se le ordena al sujeto no percibirla; esta instrucción basta para que la persona desaparezca de su percepción, como si se volviera invisible.
Esta última categoría de ilusiones resulta mucho más difícil de comprender que la primera. Los estudiosos, cabe admitirlo, no han proporcionado una explicación plenamente satisfactoria al respecto. Desconocemos qué sucede exactamente en la mente del sujeto hipnotizado cuando se le ordena ignorar a alguien situado justo frente a él. Resulta complejo entender el proceso mediante el cual la persona hipnotizada, actuando con completa sinceridad y sin esfuerzo alguno por simular o bromear, llega a un estado en el que es incapaz de ver a un individuo familiar ubicado ante sus ojos.
Las ilusiones negativas son frecuentes en las sesiones de magia. Intentaremos dilucidar cómo una persona perfectamente sana, en pleno uso de sus facultades mentales, puede verse impedida de percibir objetos colocados directamente en su campo visual.
Los objetos de los que es necesario desviar la atención del público varían según el contexto. En ciertos trucos, puede tratarse de un rincón de la mesa del mago; en otros, de una copa o un mazo de cartas. Por lo general, son las manos del propio prestidigitador las que deben pasar desapercibidas, evitando que se concentre en ellas la mirada atenta de los espectadores.
Cabe entender que no siempre es fácil eludir la vigilancia minuciosa del público. Los asistentes acuden al espectáculo para observar, y desde el momento en que se alza el telón y el artista aparece en escena, todas las miradas se fijan en él. Si el mago está completamente rodeado de luz, ¿cómo es posible evitar que los espectadores centren su atención en el lugar exacto donde se producirá la ilusión?
Para lograr este efecto, el prestidigitador se apoya en un principio psicológico que, sin duda, desconoce en su fundamento teórico y jamás ha escuchado explicar. La esencia de la prestidigitación radica en la psicología. Ya hemos expuesto cómo la ley de asociación de ideas explica las ilusiones positivas. Por su parte, las ilusiones negativas se sustentan en otra ley psicológica, que puede formularse así: Nuestra atención tiende a captar únicamente los objetos externos que la atraen activamente.
Toda percepción implica un acto de selección consciente. Innumerables estímulos sensoriales impactan constantemente nuestros sentidos, pero la mayoría son ignorados por carecer de relevancia; solo fijamos la atención en aquellos que nos resultan significativos. Estos últimos traspasan el umbral de nuestra conciencia, se integran en nuestro razonamiento, evocan recuerdos y moldean nuestra experiencia interna. Aunque cada individuo posee predisposiciones atencionales particulares (algunos priorizan formas, otros colores, etc.), existen normas universales de percepción: ciertos objetos, a priori, monopolizan la atención colectiva, mientras que otros solo se perciben de forma periférica, desvaneciéndose rápidamente de la memoria.
La prestidigitación explota esta uniformidad en las reacciones humanas ante estímulos similares. Cuando un truco exige que detalles clave pasen inadvertidos —incluso bajo plena luz—, el mago estructura la escena para:
- Dirigir la atención del público hacia un punto alternativo en el momento crítico, o
- Dotar a la acción crucial de una apariencia intrascendente, induciendo relajación atencional.
Así, mediante la distracción o el adormecimiento de la atención, logra ocultar a la vista colectiva un acto que, objetivamente, resulta visible.
a) Distracción dirigida
Ejemplos de distracción atencional:
Si el prestidigitador desea operar con la mano derecha, gira su cuerpo hacia la izquierda; si busca ocultar un movimiento de la mano izquierda, se orienta hacia la derecha. Su postura corporal dirige las miradas del público en la dirección opuesta a la acción secreta.
El simple acto de hablar sirve como herramienta de distracción. Como señaló Max Dessoir: cuando el mago manipula un mazo de cartas, todas las miradas se concentran en sus manos; al comenzar a hablar, las miradas se desplazan instantáneamente hacia su rostro, permitiendo que sus manos ejecuten maniobras inadvertidas.
Existe un método aún más eficaz para desviar la atención y la mirada del público durante la ejecución de un acto que, por naturaleza, podría captar su interés. En trucos de mayor envergadura, este tipo de maniobra se planifica meticulosamente con anticipación. Por ejemplo:
Uso estratégico de objetos
El mago coloca un objeto llamativo en un extremo de la mesa y anuncia que será esencial para el truco. Supongamos que se trata de un sombrero a través del cual pretende hacer pasar monedas; inevitablemente, todas las miradas se concentran en el sombrero, ignorando que su mano, oculta tras la mesa, aprovecha el descuido para tomar un objeto de un bolsillo o cajón secreto.
Alternativamente, el artista declara que hará aparecer un objeto en un mueble específico. Golpea el mueble con su varita mágica y pronuncia un discurso similar al de Robert Houdin:
«Todos conocen el poder de esta varita: basta un leve golpe para materializar lo deseado. Observen… No aquí (golpea la mesa) sino aquí (golpea su mano). ¡He aquí una esfera de cristal!».
El objetivo de golpear la mesa era fijar la atención allí, evitando que el público notara su mano introduciéndose en el bolsillo para extraer la esfera, la cual mantenía oculta en su palma hasta el momento preciso.
Técnicas sin herramientas
Un simple comentario puede bastar. Un colega prestidigitador relata:
«Durante un discurso solemne, señalo un punto alejado de mi mesa y afirmo: “Pruebas irrefutables, que no están aquí, lo demuestran”. Al decir “que no están aquí”, los espectadores apartan la mirada de mí para buscar en vano lo inexistente».
La distracción se vuelve inevitable cuando el mago ejecuta una acción secundaria intrigante. Robert Houdin ilustra esto al anunciar que dividirá una esfera de cristal:
«Esta esfera —exhibiéndola— es de cuarzo: densa e inquebrantable. Sin embargo, la partiré».
Mientras el mago habla, lanza la esfera al aire y la atrapa repetidamente. Como él mismo advierte: «El público no puede evitar seguir su trayectoria ascendente». Este movimiento aparentemente trivial bloquea la percepción de cualquier otro gesto sospechoso.
Técnicas de ilusión basadas en secuencias y sustituciones
En el arte de la prestidigitación, muchos trucos se diseñan como una serie de experimentos encadenados. Mientras el público se maravilla con un efecto recién concluido, el mago aprovecha ese instante de distracción para preparar el siguiente.
Ejemplo 1: El nacimiento de las flores
En este truco, el prestidigitador hace brotar ramos de flores en objetos diversos: su ojal, una caja, un vaso o un sombrero. Cada aparición floral deslumbra al público, quien, absorto en la maravilla, no percibe cómo el mago coloca sigilosamente el siguiente ramo en el objeto que protagonizará el efecto subsiguiente.
Distracción mediante interacción con la audiencia
En trucos que requieren la participación del público, una pregunta inesperada puede ser clave.
Truco con cartas y cálculo
El mago necesita conocer la cuarta carta del mazo. Mientras todos observan sus manos, formula una pregunta absurda a un espectador: «¿Puedes contar hasta 60?». La confusión resultante desvía las miradas hacia el participante, permitiéndole levantar levemente la carta objetivo sin ser detectado.
b) Rapidez y complejidad: La invisibilidad de los movimientos
Algunos trucos dependen de la velocidad y la complejidad técnica para engañar la percepción:
El "saut de coup des deux mains" (Salto de corte con ambas manos):
El mago sostiene un mazo donde la carta inferior es visible (ej.: rey de corazones). Con un movimiento imperceptible, la transforma en otra (ej.: as de espadas). Observadores experimentados, tras múltiples repeticiones, siguen sin descifrar el mecanismo.Clave: La operación dura ≈15 centésimas de segundo, tiempo insuficiente para que el cerebro analice el gesto, especialmente si es intrincado.
La desaparición de la jaula:
Aunque menos impactante, este truco ilustra cómo la rapidez y la ubicación estratégica (ej.: detrás de un objeto pantalla) ocultan el movimiento crítico.
Nota: Si el mago ejecuta el truco lentamente, el secreto se revela. La ilusión reside en la combinación de velocidad y complejidad.
c) Sustituciones
c 1 Sustitución en lapsos perceptivos
El sistema de la pantalla: Ocultar lo evidente
Los magos explotan lapsos breves en la atención para realizar sustituciones. Principio psicológico: En la vida cotidiana, nuestro cerebro «rellena» interrupciones visuales. Si un niño desaparece de la vista un instante, asumimos que sigue ahí, no que se esfumó.
Aplicación en magia:
Ejemplo 1: Sustitución de cartas («filer la carte»):
El mago se coloca frente a la mesa, gira ligeramente al depositar una carta y aprovecha el ángulo muerto para cambiarla.
Ejemplo 2: Intercambio durante desplazamientos:
Al moverse por el escenario o fingir buscar un objeto inexistente, el mago sustituye elementos (ej.: reloj envuelto en papel con doble fondo).
c 2 Sustituciones mediante colaboradores
La complicidad de un asistente multiplica las posibilidades:
Truco del pájaro vivo/muerto:
El mago entrega un pájaro vivo a un ayudante, pidiéndole guardarlo.
El asistente, de espaldas al público, lo reemplaza por uno muerto.
Al recuperarlo, el público cree que es el mismo, pues nunca lo perdieron de vista mentalmente.
Truco del sombrero con objeto trucado:
El mago envuelve un objeto prestado, lo «guarda» en un sombrero, y extrae uno falso previamente oculto en la corona. Un tono casual evita sospechas.
Conclusión: Psicología y tradición
La prestidigitación no depende tanto de inventiva individual como de explotar principios psicológicos universales:
Distracción dirigida (miradas, preguntas).
Velocidad y complejidad (movimientos indescifrables).
Sustitución en lapsos perceptivos (aprovechar pantallas o hábitos mentales).
Como en el teatro clásico, estos métodos se transmiten como tradición, detallando cada gesto y momento crítico para dominar la atención del espectador.
Técnicas de ocultamiento en la prestidigitación
En numerosos trucos, los magos emplean objetos cotidianos o gestos naturales para ocultar movimientos clave. Estos métodos, aunque simples, son fundamentales para crear ilusiones convincentes.
1. Uso estratégico de pantallas y mobiliario
Ocultar tras muebles:
Para deshacerse de un objeto, como un pañuelo, el prestidigitador se aproxima a un sillón y lo deja caer detrás de este. El público, distraído por el gesto natural, no percibe que la silla ha servido de pantalla momentánea.
La mesa como aliada:
La mesa del mago suele incluir compartimentos ocultos en el lado opuesto al público. Al deslizar la mano cerca del borde durante un gesto casual, el artista puede tomar o dejar objetos sin ser detectado. Por ejemplo, al abrir ligeramente los dedos, un pañuelo cae sin ruido en un bolsillo secreto. La simplicidad del movimiento evita sospechas.
2. El truco de la "bala" en el sombrero
Un objeto hueco de madera (llamado bala), de hasta 15 cm de diámetro, demuestra cómo dimensiones considerables pueden esconderse con ingenio:
Proceso descrito por Robert Houdin:
El mago sostiene un sombrero prestado con la mano derecha, dejando el dedo medio libre.
Al hablar y gesticular, invierte la posición del sombrero sobre la mesa, ocultando la bala.
Con un pretexto (como alcanzar un objeto al frente), introduce el dedo medio en la bala y la deposita en el sombrero.
La apertura del sombrero bloquea la visión, y el público asume que este siempre estuvo vacío.
3. Transferencia discreta entre manos
Para introducir un objeto (una caja, una marioneta, etc.) en
un pañuelo prestado:
-El pañuelo se sostiene en la mano izquierda y el objeto en la derecha.
-Con un gesto natural (como ajustar el pañuelo), este se transfiere a la mano derecha, ocultando el objeto en su interior.
-La mano permanece semicerrada durante el movimiento, evitando que el público detecte el cambio.
4. La varita mágica como herramienta dual
La varita no solo simboliza magia, sino que facilita el ocultamiento:
Función práctica:
-Al sostenerla, la mano adopta una posición semicerrada, ideal para esconder objetos pequeños.
-Al depositarla en la mesa, el mago puede deshacerse de un elemento o tomar otro sin llamar la atención.
Ritualización del movimiento:
- Golpear la varita para "activar" un truco distrae al público, quien ignora que su colocación o recogida son parte esencial del engaño.
- Gestos cotidianos: Movimientos como ajustar un pañuelo o alcanzar un objeto se aprovechan para acciones críticas.
- Economía de movimientos: Cuanto más simple y natural sea el gesto, menor será la sospecha.
- Psicología de la atención: El público tiende a enfocarse en lo evidente (la varita, el sombrero) y no en lo periférico (manos, ángulos muertos).
Estas técnicas, transmitidas por generaciones, revelan que la magia reside tanto en la destreza física como en el entendimiento profundo de la percepción humana.
IV
Registro fotográfico y cronofotografía
El análisis anterior demuestra lo difícil que es, incluso para un observador inteligente, percibir todo lo que ocurre frente a él. Para verlo todo, no basta con abrir los ojos de par en par, ya que el ojo humano no funciona como la placa del fotógrafo, que refleja sin discernimiento todos los detalles de la realidad. La percepción mental de los objetos está sujeta a influencias que hacen que algunos objetos se vean correctamente, otros pasen desapercibidos y, en ocasiones, se imaginen con tal viveza objetos inexistentes que creemos verlos realmente. Para completar nuestro estudio, consideramos que sería interesante recurrir a la fotografía, que hoy en día es el complemento natural, casi indispensable, de la observación visual. (Nota: Los hermanos Lumière patentaron el cinematógrafo en febrero del año siguiente).
Gracias a la colaboración del Sr. Georges Demeny, hábil asistente del Profesor Marey, no nos hemos visto obligados a conformarnos con uno o dos ejemplos aislados. El Sr. Demeny, utilizando el nuevo aparato cronofotográfico, fotografió amablemente varios trucos de prestidigitación. Este aparato, cuya descripción fue presentada en la Academia de Ciencias, es capaz de captar hasta treinta fotografías instantáneas de un movimiento, separadas entre sí por intervalos iguales. La serie resultante del experimento proporciona tanto la forma del fenómeno como el tiempo que ocupa. Es bien sabido que la cronofotografía ha encontrado numerosas aplicaciones en los campos de las ciencias físicas y naturales. A la fotografía le debemos el análisis de muchos movimientos complejos que, debido a su rapidez, escapaban al análisis del ojo humano, como el vuelo de un pájaro, los diferentes andares del caballo, el paso del hombre al correr o caminar, y, en general, todos los ejercicios físicos.
Dos artistas, los Sres. Arnould y Raynaly, accedieron a ejecutar ante el aparato sus mejores trucos con cartas y bolas de malabares. Así, fotografiamos "le saut de coupe d’une main et de deux mains", "le filage", "le rayonnement", "la carte à l’œil", así como la desaparición de la jaula, la nuez moscada, el huevo, entre otros. Cada uno de estos trucos, que dura aproximadamente un segundo, a menudo menos, fue desglosado en una docena de fotografías. El truco del huevo, que toma exactamente un segundo y medio, puede estudiarse en una serie de quince fotografías, cada una de las cuales es tan detallada como si el artista hubiera posado para ella de manera individual.
Al examinar esta colección fotográfica, nos sorprende no encontrar la ilusión tan impactante como cuando el truco se ejecuta ante nuestros ojos. Por ejemplo, al revisar las numerosas imágenes que muestran la posición de las manos en "un saut de coupe", comprendemos el mecanismo de esta operación compleja, pero no logramos entender cómo se produjo la ilusión. Esta serie de fotografías reveló al Sr. Raynaly, quien ejecutó el truco, un detalle que no había percibido antes. Durante "le saut de coupe", que realiza en aproximadamente quince centésimas de segundo, coloca una de sus manos frente a las cartas para ocultarlas de la vista; sin embargo, el truco se ejecuta con tal rapidez que el espectador no percibe esta acción y, lo que es aún más curioso, el propio artista no era consciente de ello.
Las fotografías del artista haciendo malabares con un huevo también arrojan resultados curiosos. Uno puede seguir atentamente las actitudes sucesivas de sus manos al simular pasar el huevo de la derecha a la izquierda. En ningún momento tenemos la impresión de que el intercambio se haya realizado realmente. Incluso nos sorprende ver que el movimiento simulado solo se asemeja al movimiento real a distancia. En ninguna de las imágenes la mano muestra el movimiento natural que debería tener al agarrar un objeto; el truco se realiza tan rápidamente que una imitación burda es suficiente para crear la ilusión.
Si la prueba fotográfica destruye tan completamente la ilusión, es porque elimina todos los elementos necesarios para esta que hemos enumerado: la rapidez del truco, el pequeño discurso del artista, las maniobras que causan distracción o disminución de la atención, entre otros. Gracias a la fotografía, podemos distinguir entre estos elementos de toda percepción que a menudo se confunden: la sensación bruta y la interpretación de la mente.
La reproducción cronofotográfica de uno de los trucos tratados se puede ver en en https://richardwiseman.wordpress.com/2024/11/21/a-magical-detective-story/
La serie muestra a Raynaly dejando caer la pelota de una mano a otra, regresándola a la mano superior y luego haciendo que la pelota desaparezca.
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