16.6.22

Experiencia personal en los túneles medievales del castillo de Dover


En enero de 2020, justo antes de que se declarara la pandemia de COVID-19, tuve la fortuna de visitar el castillo de Dover (Inglaterra), famoso tanto por su imponente historia como por los supuestos fantasmas que, según las leyendas, habitan sus pasillos medievales.

Mi escepticismo hacia las apariciones sobrenaturales es bien conocido, pero las narraciones sobre fenómenos paranormales siempre me han intrigado. Por eso, explorar sus túneles subterráneos era uno de los momentos más esperados del viaje.

Cierto es que en una visita anterior a la Torre de Londres ya había experimentado la emoción de ver —entre otras reliquias históricas— el lugar donde reposaron los restos de Ana Bolena en la Capilla Real de San Pedro ad Vincula. Sin embargo, en aquella ocasión, ni rastro de espectros.

La fotografía que arriba, ilustra este relato, capturada poco después de adentrarnos en los corredores, transmite fielmente la atmósfera que nos rodeó desde el inicio: una penumbra húmeda y densa, casi palpable.

Reconozco que los túneles forman un laberinto desconcertante, con muy pocas señales para orientarse. Perderse es sencillo, y la ansiedad aumenta progresivamente, ya seas alguien propenso a creer en lo paranormal o un escéptico convencido. En mi experiencia, aunque no detecté ninguna "entidad sobrenatural", sí sentí una inquietud tangible por hallar la salida lo antes posible.

Este contexto ayuda a entender por qué ciertas personas, influenciadas por el entorno, aseguran percibir "figuras difusas" o "sensaciones inexplicables". Sin embargo, otros permanecen ajenos a esos miedos: mi esposa, quien suele perderse a pocas calles de casa, estaba absolutamente cautivada por el lugar y se habría quedado explorando aquellos pasillos durante horas, sin importar la oscuridad.


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