13.10.25

El parapsicólogo que jugó a ser fantasma y ayudó a entender por qué no vemos lo evidente


En 1960, el parapsicólogo británico Anthony Donald Cornell, vinculado a la Universidad de Cambridge, llevó a cabo una serie de experimentos peculiares. Su objetivo era estudiar las llamadas "experiencias aparicionales", es decir, la percepción de presuntos fantasmas. Para ello, no recurrió a relatos de testigos ni a casas encantadas, sino que decidió convertirse él mismo en "fantasma" y observar cómo reaccionaban los demás.

La historia de estos curiosos "cuasi experimentos" y cómo se vinculan con la génesis del ahora ampliamente aceptado concepto  de "ceguera inatencional" es contada por el psicólogo experimental Matthew Tompkins en un artículo de la BBC. El original está aquí. 

 

Primer prueba:  Apariciones en un pastizal de vacas 

El primer escenario elegido por el investigador para sus "experimentos" fue un pastizal cercano al King’s College (una universidad pública ubicada en Londres)  Cornell, cubierto con una sábana blanca, aparecía y desaparecía bruscamente como si apareciera de la nada, realizando una especie de coreografía entre montículo y montículo de tierra. Ubicó asistentes de investigación a lo largo del camino para observar a los desprevenidos transeúntes que, sin embargo, no parecieron notarlo. Solo las vacas del lugar, según él mismo refirió, observaron con atención esas apariciones.

 

Segunda prueba: Apariciones en un cementerio 

Ante este fracaso, trasladó su experimento al cementerio de la iglesia de St. Peter, un lugar más acorde para la percepción de fenómenos paranormales. Dado que el cementerio lindaba con una calle, el equipo tomó precauciones de seguridad adicionales. Esta vez, los asistentes del investigador no solo estaban presentes para observar; estaban listos para intervenir para "evitar cualquier accidente", resultante de la histeria ante la visión de las apariciones . Unos 142 peatones, ciclistas y automovilistas pudieron haberlo visto. Sin embargo, sólo cuatro dijeron haber notado algo, y todos lo interpretaron como el disfraz de un excéntrico o un estudiante de arte envuelto en una manta ensayando una actuación. Cornell incluso intentó llamar la atención emitiendo gemidos, pero nadie lo reconoció como una aparición.

Dos testigos, al ser interrogados , se dieron cuenta de que la “aparición experimental” probablemente pretendía simular un evento paranormal, pero señalaron que el efecto se arruinó porque "pudimos ver sus piernas y pies y supimos que era un hombre vestido con una sábana blanca".

 

Tercer prueba: Apariciones en un cine 

Al reflexionar sobre las razones de sus fracasos anteriores, Cornell consideró que era necesario que los posibles testigos concentraran su atención en el lugar donde ocurriría la aparición, por lo que decidió llevar a cabo su experimento en un cine. Sin embargo, como le preocupaba que sus apariciones pudieran aterrorizar a los niños que pudiera haber, optó por realizarlo en una sala que proyectara películas clasificadas para adultos.

Tampoco era conveniente que el público estuviera demasiado absorto en la película, así que eligió realizar su «experimento» durante los minutos previos a la proyección, es decir, en el tramo de los tráilers o publicidades.

La "aparición experimental" fue claramente visible durante aproximadamente 50 segundos mientras cruzaba frente a la pantalla. Seis asistentes de investigación, distribuidos estratégicamente entre el público, observaban atentamente cualquier reacción.

Al concluir su «pasaje aparicional» y antes de que comenzara la película, Cornell —esta vez sin la sábana— reapareció en la sala con un micrófono para interrogar al público sobre lo que acababa de ocurrir.

Sin embargo, una vez más, el experimento fue un fracaso.

Nadie en la audiencia reportó nada remotamente paranormal. Muchos no percibieron nada inusual: el 46 % de los encuestados no notó la «aparición fantasmal» cuando Cornell pasó frente a la pantalla por primera vez, y el 32 % permaneció completamente ajeno a su presencia. Incluso el proyeccionista, cuya labor incluía precisamente vigilar cualquier anomalía en la sala, declaró que no había advertido nada extraño.

Entre quienes sí vieron «algo», las descripciones fueron poco precisas: una persona dijo haber visto a una mujer con un abrigo; otra creyó haber visto un oso polar; y otra pensó que se trataba de una falla en el proyector. Solo una persona describió con exactitud a un hombre vestido con una sábana fingiendo ser un fantasma.


Las conclusiones de Cornell

El investigador publicó sus "experimentos" y conclusiones en  el Journal of the Society for Psychical Research en 1960.  Concluyó  que estos fracasos perceptivos se debían a la ausencia de un «Factor Psi sutil» o de una «estimulación telepática» que normalmente acompañaría a una aparición «auténtica». Llegó incluso a sugerir que el número real de «auténticas» apariciones podría estar considerablemente subestimado.

Por el contrario, el psicólogo experimental Matthew Tompkins, autor del artículo aquí reseñado, piensa que  los resultados de Cornell anticiparon, sin proponérselo, una comprensión moderna de la mente que no tiene nada que ver con lo paranormal.


Cornell, precursor de los estudios cognitivos sobre ceguera inatencional

El autor nos recuerda el famoso estudio de Christopher Chabris y Daniel Simons , presentado en el libro  "El gorila invisible" , en el que se les propuso a los espectadores de una escena de baloncesto una tarea específica: contar los pases que se daban entre los jugadores vestidos de blanco. Mientras realizaban esta tarea, aparecía repentinamente un gorila que entraba en escena, se detenía en el centro, se golpeaba el pecho y luego salía. Sorprendentemente, cerca de la mitad de los espectadores no notó nada inusual, ya que estaban completamente concentrados en contar los pases.

En psicología cognitiva, este fenómeno se conoce como  "ceguera por falta de atención" (inattentional blindness). El término fue acuñado por primera vez en 1998 por los psicólogos Irving Rock y Arian Mack, quienes demostraron que, cuando los observadores están enfocados en una tarea —en sus experimentos originales, la identificación de figuras geométricas simples presentadas en monitores de computadora—, pueden volverse funcionalmente ciegos ante objetos o sucesos inesperados. Simons y Chabris ampliaron este concepto con su célebre experimento del gorila.

Desde entonces, como señala Matthew Tompkins, la investigación sobre la atención ha proliferado, generando numerosos informes sobre «cosas vistas pero no notadas», que incluyen motocicletas, agresiones simuladas, piratas e incluso payasos montados en monociclo.

Para el psicólogo experimental, el paradigma de Cornell presenta varios paralelismos con el juego de baloncesto: observar los tráilers en el cine equivale, en cierto modo, a la tarea de contar pases, y la «aparición experimental» funciona como un «gorila» perfecto. Esto sugiere que los resultados de Cornell constituyen, posiblemente, una de las primeras demostraciones —aunque inadvertida— de ceguera por desatención.

Aunque hoy en día este fenómeno está sólidamente establecido en la comunidad científica, la mayoría de las personas no suelen ser conscientes de su existencia. Encuestas recientes han mostrado que la mayoría cree firmemente que notaría cualquier objeto o evento inesperado, incluso si estuviera concentrada en otra cosa.


Concluye el artículo de Tompkins  con la siguiente reflexión:

"La investigación continua sobre la ceguera por desatención podría tener implicaciones importantes en ámbitos del mundo real, como la seguridad, la publicidad, la seguridad vial y los testimonios de testigos presenciales. Pero, mirando hacia atrás, resulta interesante que Cornell lograra —de forma totalmente involuntaria— diseñar y llevar a cabo un experimento tan perfectamente adecuado para demostrar este fenómeno".