18.5.24

Entendiendo la glosolalia de Hélène Smith, la famosa médium espiritista (la lengua marciana)


Para contextualizar adecuadamente el texto que transcribiré en la segunda parte, es fundamental presentar la situación con mayor claridad. Con este fin, me basaré en el siguiente texto, que puede consultarse en su totalidad aquí: https://journals.openedition.org/lirico/9873 Agradezco a la redacción de Cuadernos Lírico (Revista de la red universitaria de estudios sobre las literaturas rioplatenses contemporáneas en Francia) la reproducción de este material.

En el mes de diciembre de 1894, el profesor de psicología de la Universidad de Ginebra Théodore Flournoy fue invitado por su colega Auguste Lemaître a asistir a una sesión de espiritismo de Hélène Smith (en la vida real Catherine-Élise Müller), una médium que se consagraba a esta actividad espectral sin fines de lucro, de quien le habían llegado noticias sobre sus dotes extraordinarias, aparentemente sobrenaturales. Nacida en Ginebra, en una familia respetable y “sin antecedentes mórbidos”, Mlle Smith se ganaba la vida como empleada de comercio en un establecimiento en el que había llegado a ocupar un puesto importante. Pocos años antes, Hélène Smith había descubierto sus capacidades mediúmnicas, asistida por el espíritu tutelar de Victor Hugo y luego de un tal Léopold. La sesión con Flournoy confirmó estas facultades. Hélène Smith adivinó algunos acontecimientos de la vida familiar del profesor, que habían ocurrido antes de su nacimiento, de los cuales nada podía saber.

A partir de este encuentro, Théodore Flournoy comenzó a frecuentar, con mayor asiduidad, las sesiones que organizaba Hélène Smith en diferentes lugares, en particular en la casa de profesor Cuendet, vicepresidente de la Sociedad de Estudios Psíquicos de Ginebra. Durante estas sesiones, se observaron cambios considerables, que probablemente no eran del todo ajenos a su presencia. A las alucinaciones visuales, auditivas y motrices, sin pérdida de la conciencia, sucedieron estados de sonambulismo profundo y total, con amnesia al despertar. Los fenómenos mediúmnicos se volvieron más exuberantes. Las visiones, voces, revelaciones y apariciones, antes aisladas, deshilachadas, empezaron a urdir, sesión tras sesión, algunas peripecias y las peripecias tramaron lo que Flournoy no vaciló en llamar una novela. En realidad, no una, sino tres. Entre 1895 y 1898, Hélène Smith produjo una trilogía sonambúlica, compuesta por una novela marciana, una novela hindú y una novela real.

La novela hindú y la novela real estaban vinculadas a las existencias anteriores de la médium. En el siglo xv, Hélène Smith fue la hija de un jeque árabe convertida luego, bajo el nombre de Simandini, en la esposa preferida de Sivrouka, príncipe hindú de la región de Kanata, situada en el sudoeste de la India, reencarnado quinientos años más tarde en Théodore Flournoy. En el siglo xviii, Hélène Smith apareció bajo los rasgos de la ilustre y desgraciada Marie-Antoinette. Léopold, su espíritu tutelar, era la reencarnación de Giuseppe Balsamo, célebre ocultista, más conocido como conde de Cagliostro, enamorado perdido de Marie-Antoinette. En las postrimerías del siglo xix, la princesa hindú y reina de Francia se reencarnaron en una empleada de comercio y astronauta astral, que se desplaza hasta el planeta Marte. La novela marciana describe la flora, la fauna y las costumbres de sus habitantes del planeta vecino. Hélène entabló una relación particular con Esenale, que la inició en los rudimentos de la lengua y escritura marciana. De hecho, Esenale era la reencarnación de Alexis Mirbel, un discípulo del profesor Auguste Lemaître fallecido a los diecisiete años. Mme Mirbel, su madre, era una asidua de estas sesiones mediúmnicas.

Los fenómenos de sonambulismo de Hélène Smith estaban estrechamente asociados a diversas manifestaciones glosolálicas Por glosolalia, la psiquiatría decimonónica entiende, ya no un carisma del Espíritu que despertaba tantas sospechas en San Pablo, sino la producción de neologismos en un estado de conciencia modificado o el conocimiento de una lengua que el sujeto ignora por completo. Estos fenómenos lingüísticos excepcionales, que los ocultistas consideran como huellas de una vida pasada y prueba irrefutable de la reencarnación, son consideradas por la ciencia como la irrupción de una memoria que se extiende más allá de la conciencia, de una personalidad segunda que sabe mucho más de lo que la personalidad principal cree saber. Théodore Flournoy, junto a Frederic Myers, estima que las facultades son dobles. El Yo tiene una sombra, que lo acompaña a lo largo de su existencia, llamada Yo subliminal, que se da a conocer en los sueños, el sonambulismo, la embriaguez, las ciencias y las letras, los fenómenos hipnóticos y mediúmnicos,

Dos tipos de fenómenos glosolálicos se manifiestan en Hélène Smith. El primero, en el ciclo marciano, es la invención de algunas lenguas atribuidas a los habitantes del planeta rojo, en la que se destaca la invención alfabética y semántica (sin afinidades etimológicas relevantes con el francés ni con otras lenguas extranjeras conocidas por los presentes) pero donde la sintaxis y la fonética sigue muy de cerca los parámetros de la lengua francesa, tal como lo desarrolla minuciosamente Flournoy en su análisis de la lengua marciana. El segundo, en el ciclo hindú, es el supuesto conocimiento de algunas palabras de sánscrito, lengua que Hélène Smith nunca había estudiado. ¿Es posible conocer lo que se ignora? ¿Tiene algún sentido esta lengua sin sentido? Para responder a estas preguntas, Flournoy, que desconocía el sánscrito, invitó a las sesiones a un grupo de especialistas de la India, entre ellos, Auguste Glardon (antiguo misionero y miembro de la Sociedad de Investigaciones Psíquicas), Edmond Montet (profesor de árabe), M. Oltramare (profesor de historia de las religiones) y Ferdinand de Saussure (titular de la cátedra de sánscrito y lenguas indoeuropeas de la Universidad de Ginebra). Este último comenta minuciosamente, no sin entusiasmo, el sanscritoide de Hélène-Simandini.

De estas travesías transespaciales, transhistóricas y transplanetarias da cuenta Des Indes à la planète Mars: étude d’un cas de somnambulisme avec glossolalie, que Flournoy publicó en Paris y Ginebra en 1900. La monografía fue traducida al inglés, al italiano y a otras lenguas, pero hasta el momento nunca al castellano. De este trabajo de más de mil páginas, seleccionamos algunos fragmentos del capítulo VI, dedicado a la lengua marciana y otros fragmentos del capítulo VIII, dedicado a la lengua hindú, donde Flournoy transcribe parte de la correspondencia con Ferdinand de Saussure.

La traducción de estos fragmentos planteó varias dificultades. Al transcribir las vocalizaciones marcianas o sanscritoides de Mlle Smith, Théodore Flournoy sigue las reglas ortográficas del francés. Nosotros, a la vez, tradujimos al español estas transcripciones. ¿Cómo traducir un texto que ya es de por sí una traducción? La correspondencia entre los fonemas y sus respectivas grafías no es la misma en francés y en español. En francés existe una mayor divergencia entre la lengua oral y la lengua escrita. La u, por ejemplo, transcribe en español el fonema /u/. Este mismo fonema es transcripto en francés por ou. La u corresponde en francés el fonema [y], que no existe en español. El mismo problema se plantea con algunos signos ortográficos. Mientras que en español el acento agudo indica el lugar de la sílaba tónica, en francés, los acentos agudos, graves y circunflejos indican, entre otras cualidades, diferencias fonéticas entre la /a/ de patte [pata] y la /ɑ/ de pâte [pasta] ; la /e/ de blé [trigo] y la /ɛ/ de mère [madre]; la /ɔ/ de domicile y la /o/ de dôme [cúpula]. Estos mismos fonemas, a su vez, pueden transcribirse con otros grafemas. Père [padre] se pronuncia /pɛʀ/ como pair [par] y Hôtel se pronuncia /ɔtɛl/ como autel [altar].

Muchas de las reflexiones de Flournoy, como las de M. de Saussure, son indisociables de la fonética, ortografía y gramática francesa. Adaptar las transcripciones glosolálicas a las reglas ortográficas del español hubiera implicado borrar estas marcas y aplastar los diferentes estratos lingüísticos del texto. Por eso mismo, al traducir los fragmentos de lengua marciana y sanscritoide, preferimos conservar la transcripción francesa de Flournoy y propusimos entre corchetes, cuando lo consideramos necesario, el equivalente castellano.

 

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