La historiadora de la ciencia Jessica Riskin ocupa un puesto académico permanente y de alto nivel en el Departamento de Historia la Universidad de Stanford. Es autora de Science in the Age of Sensibility: The Sentimental Empiricists of the French Enlightenment (2002) , Genesis Redux (2007); Nature Engaged: Science in Practice from the Renaissance to the Present (2012) ; The Restless Clock: A History of the Centuries-Long Argument Over What Makes Living Thing Tick (2016) y actualmente escribe un libro sobre Jean-Baptiste Lamarck, el naturalista francés que acuñó el término "biología" alrededor de 1800 y desarrolló la primera teoría de la evolución.
A continuación traduzco su artículo original en inglés titulado Frolicsome Engines The Long Prehistory of Artificial Intelligence publicado en The Domain Public Review.
Motores juguetones: La larga prehistoria de la inteligencia artificial
Por Jessica Riskin
Patos defecando, cabezas parlantes y Cristos mecanizados: Jessica Riskin escribe sobre la fascinante historia de los autómatas, máquinas construidas para imitar los procesos de la vida inteligente.
Publicado el 4 de mayo de 2016
¿Cuán antiguos son los campos de la robótica y la inteligencia artificial? Muchos podrían rastrear sus orígenes hasta mediados del siglo XX, con trabajos como los de Alan Turing (quien escribió sobre la posibilidad de inteligencia mecánica en los años 40 y 50) o los del ingeniero del MIT Norbert Wiener, fundador de la cibernética. Pero estos campos tienen su prehistoria —tradiciones de máquinas que imitan procesos vivos e inteligentes— que se extienden siglos atrás y, según cómo se cuente, incluso milenios.
La palabra "robot" apareció por primera vez en una obra de 1920 del escritor checo Karel Čapek titulada R.U.R. (Robots Universales Rossum). Derivando su neologismo de la palabra checa "robota" (trabajo pesado o servidumbre), Čapek usó "robot" para referirse a una raza de humanos artificiales que reemplazan a trabajadores humanos en una distopía futurista. (De hecho, estos humanos artificiales en la obra eran más cercanos a clones que a lo que ahora consideraríamos robots, cultivados en cubas en lugar de construidos con piezas).
Sin embargo, existía una palabra anterior para humanos y animales artificiales: "autómata", de raíces griegas que significan "autopropulsado". Esta etimología coincidía con la definición de Aristóteles de los seres vivos como aquellos que pueden moverse por voluntad propia. Las máquinas autopropulsadas eran objetos inanimados que parecían tomar prestada la característica definitoria de los seres vivos: el automovimiento. El ingeniero del siglo I d.C. Herón de Alejandría describió numerosos autómatas. Muchos implicaban redes elaboradas de sifones que activaban varias acciones al pasar el agua por ellos, especialmente figuras de pájaros bebiendo, aleteando y gorjeando.
Ilustración de una edición inglesa de 1851 de la Pneumatica de Herón, donde describe máquinas que funcionan con presión de aire, vapor o aguaEl sifón habría tenido un atractivo particular para los creadores de autómatas antiguos, ya que hace que el agua viaje hacia arriba, al contrario de su comportamiento natural. Según Aristóteles, mientras los seres vivos se movían por medio de la voluntad, los inanimados lo hacían según su naturaleza: lo pesado (tierra o agua) descendía; lo ligero (aire o fuego) ascendía. Un sifón, al permitir que el agua ascienda, parece violar el principio aristotélico, y además tiende a funcionar de manera intermitente, creando la ilusión de un comportamiento intencional.
Las obras hidráulicas, incluyendo pero no limitadas a aquellas que usaban sifones, fueron probablemente la categoría más importante de autómatas en la antigüedad y la edad media. El agua que fluía transmitía movimiento a figuras mediante palancas, poleas o mecanismos de disparo. Un ejemplo de finales del siglo XII del creador de autómatas árabe Al-Jazari era una fuente con forma de pavo real para lavarse las manos, donde el agua corriente activaba pequeñas figuras que ofrecían al usuario primero un plato de jabón perfumado en polvo y luego una toalla.
Ilustración de la fuente del pavo real, de una edición del siglo XIV del Libro del conocimiento de dispositivos mecánicos ingeniosos de Al-Jazari
Estos autómatas hidráulicos se volvieron ubicuos en los terrenos de palacios y propiedades adineradas. Los llamados "artilugios lúdicos" se encontraban ya a finales del siglo XIII en el castillo francés de Hesdin, cuyos libros de cuentas mencionan monos mecánicos, "un elefante y un cabrón".¹ En los siguientes dos siglos, la colección del castillo se expandió para incluir "tres personajes que arrojan agua y mojan a la gente a voluntad"; una "máquina para mojar a las damas cuando pisan en ella"; un "engien [sic] que, al tocar sus perillas, golpea en la cara a quienes están debajo y los cubre de blanco o negro [harina o polvo de carbón]"; una "ventana donde, cuando la gente desea abrirla, un personaje frente a ella moja a la gente y cierra la ventana de nuevo a pesar de ellos"; un "atril sobre el que hay un libro de baladas, y, cuando intentan leerlo, la gente queda cubierta de negro, y, tan pronto miran dentro, quedan empapados de agua"; un "espejo donde se envía a la gente a mirarse cuando están manchados, y, cuando miran en él, quedan nuevamente cubiertos de harina, y blanqueados", y así sucesivamente.²
Para cuando el ensayista francés Michel de Montaigne viajó por Europa en 1580–81, los autómatas hidráulicos se habían vuelto tan comunes que le aburrían, aunque siguió registrándolos en su diario de viajes. En un palacio, por ejemplo, vio chorros de agua lanzadas desde "boquillas de latón" activados por resortes. "Mientras las damas están ocupadas viendo jugar a los peces, solo hay que soltar un resorte: inmediatamente todas estas boquillas arrojan chorros finos y fuertes de agua a la altura de la cabeza de un hombre, y llenan las enaguas y muslos de las damas con esta frescura".³
Veinte años después, el rey francés Enrique IV contrató al ingeniero italiano Tomaso Francini para construirle obras hidráulicas en el palacio real de Saint Germain en Laye. Francini construyó grutas hidráulicas dedicadas al panteón griego y sus aventuras: Mercurio tocaba una trompeta y Orfeo su lira; Perseo liberaba a Andrómeda de su dragón. Había autómatas herreros, tejedores, molineros, carpinteros, afiladores, pescadores y herradores que realizaban los obligados ataques acuáticos a los espectadores.
No es realmente una de las grutas de Francini, sino una representación de una creación similar diseñada por el ingeniero hidráulico francés contemporáneo Salomon de Caus, publicada en su obra de 1615 Les raisons des forces mouvantes .
Más aún que en jardines reales y propiedades nobles, los autómatas medievales y renacentistas aparecían en iglesias y catedrales. Los Cristos autómatas —murmurando, parpadeando, haciendo muecas en la cruz— eran especialmente populares. Un Cristo mecánico en un crucifijo, conocido como Rood of Grace (Cruz de la Gracia), atrajo peregrinos a la Abadía de Boxley en Kent durante el siglo XV. Este Jesús "estaba hecho para mover los ojos y los labios mediante cuerdas de cabello". El Rood podía mover manos y pies, asentir con la cabeza, rodar los ojos y mostrar "una mente bien contenta o disgustada: mordiéndose el labio, y adoptando una expresión ceñuda, desafiante y desdeñosa cuando pretendía estar ofendido: y mostrando un semblante y rostro muy suave, amable y sonriente cuando pretendía estar complacido".⁴
También se encontraban demonios mecánicos. Apostados en sacristías, hacían muecas horribles, aullaban y sacaban la lengua. Las máquinas representando a Satán movían los ojos y agitaban brazos y alas; algunas incluso tenían cuernos y coronas móviles.
El arquitecto florentino Filippo Brunelleschi incluso mecanizó el Paraíso: "se podía ver un Cielo lleno de figuras vivas y móviles, así como innumerables luces, destellando como relámpagos".⁵ Mientras, en otros lugares, infiernos elaboradamente diseñados retumbaban con truenos y destellaban con relámpagos, escupiendo serpientes y dragones .
Una criatura mecanizada, mitad humana mitad serpiente, del manuscrito del siglo XV de Johannes de Fontana Belli Corum instrumentorum liber cum figurisEstas máquinas ayudaron a inspirar la idea de que quizás los autómatas lograban algo más profundo que meros trucos de entretenimiento: quizás modelaban genuinamente el funcionamiento de la naturaleza. El filósofo francés René Descartes argumentó esto durante la década de 1640, sosteniendo que el mundo entero, incluidos los cuerpos vivos, era esencialmente maquinarias compuestas de partes móviles y podían entenderse como un relojero llega a entender a un reloj. Su trabajo fue fundamental para la ciencia moderna en general y para la fisiología moderna en particular. Al desarrollar su modelo mecanicista de ciencia, Descartes invocó las máquinas realistas que lo rodeaban. De hecho, vivió un tiempo en Saint Germain en Laye y casi seguro visitó las grutas hidráulicas de Enrique IV, que describió en detalle.
Con el advenimiento en el siglo XVI del cilindro de levas (un tambor con pasadores o barras salientes, como en una caja de música), fueron posibles máquinas realistas aún más complejas. En esta época también surgió una nueva palabra para describir específicamente máquinas humanoides: "androide", derivada de raíces griegas que significan "parecido al hombre". Fue acuñada por Gabriel Naudé, médico y bibliotecario francés, y médico personal nada menos que del amante de los autómatas Luis XIII.⁶
Los cilindros de levas fueron los dispositivos de programación para autómatas y órganos automáticos desde alrededor de 1600. En 1650, el polímata alemán Athanasius Kircher ofreció un diseño temprano de un órgano hidráulico con autómatas, gobernado por un cilindro de levas e incluyendo un esqueleto danzante.
Diseño imaginativo de Kircher para un órgano hidráulico, con esqueleto danzante, incluido en su Musurgia Universalis (1650)
Por supuesto, es un anacronismo llamar "dispositivos de programación" a los cilindros de levas de los siglos XVI y XVII. Ciertamente, hay una línea continua de desarrollo desde estos cilindros de levas hasta las tarjetas perforadas usadas en telares automáticos del siglo XIX (que automatizaban el tejido de telas estampadas), luego en computadoras tempranas, y hasta un chip de silicio. Los diseñadores del telar automático usaron autómatas e instrumentos musicales automáticos como modelo; luego Charles Babbage —el matemático inglés que diseñó las primeras computadoras mecánicas en la década de 1830, las Máquinas analítica y diferencial respectivamente— usó a su vez el telar automático como modelo. De hecho, se podría considerar un cilindro de levas como una secuencia de pasadores y espacios, al igual que una tarjeta perforada es una secuencia de agujeros y espacios, o ceros y unos. Sin embargo, es importante recordar que ni Babbage, ni los diseñadores del telar automático, ni los creadores de autómatas pensaron en estos dispositivos en términos de programación o información, conceptos que no existieron sino hasta mediados del siglo XX. Por ejemplo, ideas sobre la división del trabajo inspiraron los telares automáticos de la Revolución Industrial y las máquinas calculadoras de Babbage: eran máquinas destinadas principalmente a separar formas de trabajo sin mente respecto de las inteligentes.
Con los cilindros de levas, comenzando a principios del siglo XVIII, la gente empezó a diseñar autómatas que realmente realizaban las tareas que aparentaban ejecutar. Los primeros autómatas simuladores fueron diseñados en la década de 1730 por un francés llamado Jacques Vaucanson y rápidamente se convirtieron en tema de conversación en Europa. Dos eran músicos, un "flautista" y un "gaitero". El flautista tenía labios que se flexionaban en cuatro direcciones, delicados dedos articulados y pulmones de fuelle que imprimían tres presiones de soplido diferentes. Fue el primer autómata músico en tocar realmente un instrumento, en lugar de ser una caja de música con una figura decorativa. Tocaba una flauta real: incluso podías traerle la tuya para que la interpretara.
El tercer autómata de Vaucanson fue el notorio "pato defecador". Mientras aleteaba y se comportaba como un pato, su principal atracción era que tragaba trozos de maíz o grano y los excretaba por el otro extremo en una forma distinta. (Esta parte del acto era falsa: el maíz que entraba por delante quedaba oculto para su remoción subrepticia, mientras el extremo trasero venía precargado).
Fotos sin fecha de lo que se dice es el pato de Vaucanson. Las imágenes parecen encajar con la descripción de Goethe al verlo en 1805, "sin plumas... como un esqueleto"Grabado del siglo XVIII mostrando los tres autómatas de Vaucanson: el "flautista" a la izquierda, el "gaitero" a la derecha, y el notorio pato en el centro. Presentado en Histoire des jouets (1902) de Henry René d'Allemagne
Aunque ninguno de los autómatas de Vaucanson sobrevive, sus parientes sí. Entre ellos hay tres androides diseñados en la década de 1770 por una familia suiza de relojeros llamada Jaquet-Droz: una "música" y dos niños pequeños, un "escritor" y un "dibujante". El "escritor" puede configurarse para escribir cualquier mensaje de hasta cuarenta caracteres; el "dibujante" bosqueja cuatro dibujos con un lápiz de carbón; y la "música" toca varias melodías en un clavicordio. El trío es inquietantemente realista y aún se exhibe en Neuchâtel, Suiza. Sus ojos siguen sus dedos mientras trabajan, el "dibujante" sopla periódicamente el polvo de carbón de su página, y la "música" parece suspirar con emoción mientras toca (en realidad respira durante una hora antes y después del acto, dando a los espectadores escalofríos al llegar y partir).
Jaquet-Droz en la corte de Luis XV con sus autómatas (de izquierda a derecha): el "escritor", la "música" y el "dibujante" — litografía reproducida en Scientific American, Vol. 88, Número 16 (abril de 1903)
Más tarde, en el siglo XVIII, algunos ingenieros y creadores de autómatas se preocuparon por intentar mecanizar dos procesos considerados la quintaesencia de la inteligencia viva: el habla y el ajedrez. Una proliferación de cabezas parlantes en las décadas de 1770, 1780 y 1790 fue desencadenada por un concurso de premios patrocinado por la Academia de ciencias de San Petersburgo para una máquina que pudiera producir el sonido de vocales. La gente fue más allá de las vocales. Un francés llamado Mical diseñó un par de cabezas parlantes en 1778.
Esas cabezas contenían "glotis artificiales dispuestas sobre membranas tensas", pero su diálogo elogiando a Luis XVI era bastante soso: "El Rey da la Paz a Europa", entonaba la primera cabeza; "La paz corona al Rey con gloria", respondía la segunda; y así sucesivamente.
Representación contemporánea de las cabezas de Mical, reproducida en Histoire des jouets (1902) de Henry René d'AllemagneAproximadamente una década después, un ingeniero húngaro llamado Wolfgang von Kempelen diseñó una máquina parlante usando una glotis de marfil, fuelles como pulmones, un tracto vocal de cuero con una lengua articulada, una cavidad bucal y boca de goma, y una nariz con dos pequeñas tuberías como fosas nasales. Sus pronunciamientos eran más caprichosos que los de las cabezas parlantes de Mical: "mi esposa es mi amiga", por ejemplo, y "ven conmigo a París".
Ilustración de Le mécanisme de la parole (1791) de Kempelen
Kempelen fue más famoso por otro "autómata" que diseñó y construyó en 1769, el Turco ajedrecista. Esta maqueta de tamaño natural fue exhibida por toda Europa y América por el propio Kempelen y luego por otros hasta su destrucción en un incendio en 1854; en el curso de su larga carrera, se informa que venció tanto a Napoleón como al matemático Charles Babbage. Aunque ciertos aspectos de su movimiento (el de los brazos, la cabeza, etc.) eran mecánicos, no era, por supuesto, un autómata completo. El aspecto crucial del juego de ajedrez era obra de una sucesión de hábiles y diminutos jugadores humanos de ajedrez ocultos en su pedestal, algo casi admitido por Kempelen, quien dijo que su principal logro había sido crear una ilusión. Sin duda la gente sabía que era un engaño, pero quedaba fascinada de todos modos, porque dramatizaba la cuestión de la época: si una máquina podía razonar y, relacionado con ésto, el hecho de si la mente humana misma podría ser una especie de máquina.
Edgar Allan Poe se interesó por la cuestión y en 1836 escribió un ensayo sobre el Turco de Kempelen y la Máquina diferencial de Babbage. Creía que una máquina podía realmente calcular, porque el cálculo era un proceso fijo y determinado, pero no que pudiera jugar al ajedrez porque, dijo, el ajedrez era indeterminado: la máquina tendría que responder a los movimientos de su oponente. Así que la máquina de Babbage era genuina pero la de Kempelen fraudulenta.
Grabado coloreado del folleto de Joseph Racknitz (1789) que intentaba revelar el funcionamiento secreto del supuesto autómata ajedrecista de William Kempelen, "El Turco"
Cuando les hice leer el ensayo de Poe a estudiantes de ingeniería, les ha parecido extraño su razonamiento: ¿por qué no podría una máquina responder a cada movimiento de su oponente? He aquí otro ejemplo de cómo las intuiciones de la gente sobre la naturaleza de la vida, el mecanismo y la ciencia se transforman continuamente. Poe asumió que una máquina era necesariamente incapaz de responder. Dos siglos antes, Descartes había hecho la suposición opuesta, y casi dos siglos después, también lo hicieron mis estudiantes.
¿Cómo deberíamos considerar a los pájaros accionados por sifones de Herón de Alejandría, los Cristos autómatas medievales, los artilugios lúdicos renacentistas, los músicos, artistas, escritores y cabezas parlantes androides del siglo XVIII? Ciertamente pueden verse como los antepasados de los proyectos modernos en robótica e inteligencia artificial. Pero también fueron expresiones de un modo de comprensión muy diferente. En lugar de encarnar los conceptos de programación, retroalimentación o información tan importantes hoy día, nacieron de otras ideas: materia animada versus inanimada, movimiento voluntario versus constreñido, trabajo sin mente versus inteligente. Es difícil imaginar que nuestros propios marcos conceptuales algún día parecerán tan remotos y exóticos como nos parece una explicación aristotélica de los sifones de Herón, pero seguramente lo harán. ¿Puede el hecho de saber esto, ayudarnos a imaginar qué podría reemplazar a la información, la programación y la retroalimentación como conceptos clave para entender la vida, la sensibilidad, el mecanismo y la mente?
Notas
¹ Richard, Jules-Marie. *Une
petite-nièce de saint Louis. Mahaut, comtesse d’Artois et de Bourgogne
(1302—1329): Etude sur la vie privée, les Arts et l’Industrie, en Artois
et à Paris au commencement du XIVe siècle* (París: Champion, 1887), pp. 308, 336, 341, 342.
² Léon Laborde, Les
ducs de Bourgogne, études sur les lettres, les arts, et l’industrie
pendant le XVe siècle et plus particulièrement dans les Pays-Bas et le
duché de Bourgogne. Segunda parte, 3 vols. (París: Plon frères,
1849—52), 1:268—71. Extracto traducido en Merriam Sherwood, “Magic and
Mechanics in Medieval Fiction.” Studies in Philology 44, no. 4 (1947): 567—9.
³ Montaigne, Journal du voyage de Michel de Montaigne en Italie par la Suisse & l’Allemagne en 1580 & 1581 (Città di Castello, 1889).
⁴ William Lambarde, A Perambulation of Kent (Londres: Chatnam, Baldwin, 1826).
⁵ Vasari, Giorgio. Lives of the Most Eminent Painters, Sculptors and Architects. Traducido por Gaston de Vere. 10 vols. Londres: Macmillan and the Medici Society, 1912—15.
⁶ Naudé, Gabriel. Apologie pour tous les grands hommes, qui ont esté accusez de magie (París: I. Cotin, 1669).
Obras de Dominio Público
The Pneumatics of Hero of Alexandria, from the original Greek
Hero of Alexandria 1851
Biblioteca del Congreso | The Hopkin Thomas Project
TextosAutomata Old and New
Conrad William Cooke 1893
Internet Archive
Textos"Maelzel's Chess-player"
Edgar Allan Poe 1836
The Edgar Allan Poe Society
TextosLes raisons des forces mouvantes
Salomon de Caus 1615
Internet Archive
TextosLe mécanisme de la parole
William Kempelen 1791
Internet Archive
Textos
Lecturas adicionales
Genesis Redux: Essays in the History and Philosophy of Artificial Life
Editado por Jessica Riskin
Una colección de ensayos que examinan los esfuerzos para simular vida en maquinarias, sintetizar vida a partir de partes materiales y entender seres vivos comparándolos con mecanismos inanimados.The Restless Clock: A History of the Centuries-Long Argument over What Makes Living Things Tick
Por Jessica Riskin
Exploración de cómo los autómatas de la Europa moderna temprana pueden verse como modelos para la nueva ciencia de los seres vivos, rastreando cuestiones de ciencia y agencia a través de Descartes, Leibniz, Lamarck y Darwin.Leonardo's Lost Robots
Por Mark Rosheim
Reinterpretación de los manuscritos de Leonardo da Vinci que revela la conexión entre fragmentos dispersos para formar diseños coherentes de autómatas funcionalesMedieval Robots: Mechanism, Magic, Nature, and Art
Por E. R. Truitt
Descubriendo la historia olvidada de máquinas fantásticas, aspiracionales y aterradoras que cautivaron a Europa entre los siglos IX y XIV.











No hay comentarios.:
Publicar un comentario