22.12.25

El extraño caso de Pearl Curran & Patience Worth

 

                                                                Pearl Curran en 1919

No es común analizar (y valorar)  las cualidades literarias de la obra de una medium espiritista. El siguiente artículo es traducción del original escrito por Ed Simon  en The Public Domain Review que se halla en el siguiente enlace.

Para un análisis de tipo escéptico riguroso mas que de sus virtudes literarias, recomiendo éste otro artículo, de Joe Nickell, en The Skeptical Inquirer Volumen 36, No. 3. 

"Escritor fantasma" y "fantasma".  El extraño caso de Pearl Curran y Patience Worth

por Ed Simon


A principios del siglo XX, en San Luis (E.E.U.U.) , Pearl Curran afirmó haber conjurado a una puritana de Nueva Inglaterra fallecida hacía mucho tiempo llamada Patience Worth a través de una tabla Ouija. Aunque hoy en día son prácticamente desconocidos, los libros, poemas y obras de teatro que Worth «dictó» a Curran obtuvieron grandes elogios en su momento. Ed Simon investiga los curiosos y casi olvidados frutos literarios de un «fantasma» y su escritor fantasma. 

 

Hace muchas lunas viví. De nuevo vuelvo. Patience Worth es mi nombre. Espera, quiero hablar contigo. Si tú vives, yo también lo haré... Buenos amigos, seamos felices.

 

El 8 de julio de 1913, después de meses de experimentación, una ama de casa de San Luis (E.E.U.U.) llamada Pearl Curran obtuvo finalmente un avance con su tablero Ouija. A partir de este contacto inicial, Pearl Curran escribió (o, según sea el punto de vista, transcribió) millones de palabras que atribuyó a una poetisa del siglo XVII que se llamaba a sí misma Patience Worth. Se publicaron novelas históricas, tratados religiosos y poemas líricos, que fueron aceptados por académicos reconocidos como ejemplos auténticos de literatura estadounidense temprana, mediados desde más allá de la tumba. La figura de Patience Worth fue elogiada como una escritora ejemplar por organizaciones como el Comité Conjunto de Artes Literarias de Nueva York. Fue incluida en revistas junto a futuros autores canónicos como Edna St. Vincent Millay y apareció en colecciones como la Antología de escritura de revistas y el Anuario de poesía estadounidense. Resultaba aún más asombroso que lectores y críticos coincidieran en que se trataba de una obra nueva de una mujer que afirmaba haber estado muerta durante más de dos siglos y medio.

Estos escritos eran, o bien documentos auténticos que proporcionaban una evidencia asombrosa de la supervivencia de la humanidad tras la muerte, o bien un elaborado e impresionante engaño que engañó a académicos, críticos y editores. Existe también otra posibilidad: que estas obras fueran las producciones literarias improvisadas de un prodigio que se creía un conducto de alguna musa del más allá. Al margen de las cuestiones de autoría e intención, lo que permanece son los libros, obras de teatro y poemas — en su día literatura popular, y ahora olvidada. La obra de Curran nos impulsa a plantearnos algunas preguntas fundamentales sobre historia, género, intención, afecto, autoría y por qué elegimos leer lo que leemos. Además, sus escritos son una curiosidad fascinante de una época en la historia literaria estadounidense en la que académicos y charlatanes, lo racional y lo oculto, la erudición y la magia, se mezclaban en el discurso popular.

                                                        Patente de un tablero Ouija (1891)  

Pearl Curran nació en 1883, hacia el final de un siglo que vio cómo el panorama nacional y la posición de los Estados Unidos en el mundo se alteraban radicalmente. Ella y su público fueron herederos de la a veces extraña diversidad religiosa del siglo XIX estadounidense. Fue un siglo que comenzó con el anarquismo religioso del segundo Gran despertar, estuvo definido por una guerra civil apocalíptica y que transitó hacia el espiritismo burgués y respetable de la era victoriana tardía. La experimentación ocultista fue adoptada por pensadores y escritores prominentes como William James, quien, junto con otros científicos destacados, fundó la Sociedad Americana para la Investigación Psíquica. Curran estaba inmersa en una cultura de esoterismo que habría conocido durante una adolescencia victoriana. Y la figura de Patience Worth se "reveló" en el momento perfecto, justo cuando la creciente potencia internacional que eran los Estados Unidos comenzó a reevaluar críticamente sus orígenes puritanos del siglo XVII.

Los escritos coloniales estadounidenses fueron durante mucho tiempo desestimados como reliquias antiintelectuales vergonzosas por grandes autores del siglo XIX como Ralph Waldo Emerson y Nathaniel Hawthorne. Sin embargo, en los primeros años del siglo XX, los académicos comenzaron a reevaluar el canon del siglo XVII. Pearl Curran proporcionó un modelo perfecto con su creación de Patience Worth, quien fue incluida junto a poetas reales como un ejemplo del genio artístico colonial estadounidense. A medida que los Estados Unidos comenzaban a afirmarse en el escenario global, miraron hacia sus entonces aceptados orígenes en Nueva Inglaterra y comenzaron a refinar su mito fundacional, exaltando las virtudes puritanas de la frugalidad, la laboriosidad y la individualidad. Es importante señalar que, para Curran, el período colonial fue también una época en la que, sorprendentemente, no se ignoraban las voces de las mujeres. En la poesía estadounidense temprana, la poetisa del siglo XVII Anne Bradstreet (1612-1672) destaca como la figura literaria más ejemplar e importante. Otras escritoras como Mary Rowlandson (1637-1711) fueron los equivalentes puritanos de los superventas.

Este nuevo entusiasmo por las letras de la época de la colonia norteamericana llegó en el momento perfecto para Curran. De hecho, el respeto relativo que recibieron escritoras coloniales como Bradstreet se conjugaba bien con el ámbito femenino que representaba el ámbito de las séances de principios del siglo XX. Como Gioia Diliberto deja claro en su excelente introducción al fenómeno de Patience Worth, "Patience Worth: Autora del Más Allá": "Pronto, decenas de médiums autoproclamadas... irrumpieron en escena, la mayoría de ellas mujeres, cuya pasividad y pureza, se creía, las convertía en vasijas ideales para recibir noticias del Otro Lado". Es posible ver a Curran como un genio literario innato que, al ser incapaz de promover su propia voz auténtica, se ve forzada a inventar un personaje ficticio que funciona como su máscara literaria. De hecho, así se suele interpretar a menudo el caso de Patience Worth. No carece de precedentes. Desde las hermanas Fox del norte del estado de Nueva York hasta Madame Blavatsky, la séance ha sido con frecuencia un juego de mujeres, capaz de proporcionar una voz femenina distintiva cuando la sociedad en general no habría escuchado de otra manera.

Fotografía de la médium francesa Eva Carrière en plena sesión, cubierta de «ectoplasma» procedente del «otro lado». Aparece en Fenómenos de materialización, del médico y investigador psíquico alemán barón von Schrenck-Notzing, publicado el mismo año en que Pearl Curran tuvo su primer contacto con Patience Worth.

Por cierto, es posible ver a Patience Worth en estos términos. Pero resulta limitante excluir otras interpretaciones posibles de este extraño corpus. No se puede considerar a Curran simplemente como otra médium con inquietudes literarias. Su caso era diferente. Médiums como Blavatsky establecían una demarcación clara entre sus propios escritos y los breves pasajes atribuidos a espíritus. Curran, sin embargo, produjo una cantidad increíble de textos, todos ellos atribuidos a Patience Worth. Existen numerosos poemas, cartas y novelas, entre las que se incluyen Telka, The Sorry Tale, Hope Trueblood, The Pot upon the Wheel, Samuel Wheaton, An Elizabethan Mask y otras obras. ¿Cómo debería valorarse la mera cantidad y amplitud de tales obras? De tratarse de un fraude, sigue siendo un fraude que es cualquier cosa menos simple o fácil.

Aunque no es necesario explicar una carrera tan prolífica, enmarcada de un modo tan extraño, sugiriendo que Patience Worth era una persona real, existe la posibilidad de que Curran entendiera el concepto de autoría de una manera más poco convencional de lo que suele hacer la cultura predominante. Entre la posibilidad de la realidad de Patience Worth y la duplicidad de Pearl Curran, existe una tercera opción: que Pearl Curran transcribiera estas obras creyendo que Patience Worth era real, una creación de su propia mente que le comunicaba esas palabras. Una musa interna, si se quiere, cuya existencia sirve para reevaluar los modelos simples e individuales de autoría que convencionalmente sostenemos. Como tal, su corpus brinda una oportunidad para reflexionar sobre el origen de la inspiración, cómo los autores generan sus escritos y las formas en que algo tan aparentemente bien comprendido como la escritura aún contiene en su esencia un núcleo de misterio .

Fuera de los círculos ocultistas, la embarazosa naturaleza metafísica de Patience Worth la ha relegado a la más completa oscuridad en el ámbito académico durante un siglo. No hay mucha respetabilidad en el estudio académico de algo que parece un fraude. Este es un destino injusto para unos escritos que, aunque no sean tan técnicamente competentes como las obras consideradas canónicas, aún merecen estudio y atención, no solo por cómo iluminan un período inusual de la historia literaria estadounidense, sino también porque los escritos en sí son, podría argumentarse, más competentes desde el punto de vista estético de lo que cabría esperar. Los críticos que elogiaron la calidad de Worth/Curran tenían sus razones para hacerlo, algunas de las cuales aún son válidas. Debe subrayarse nuevamente que no se trata solo de breves poemas líricos que uno podría imaginar a un autor escribiendo en unos minutos con una Ouija. La mera extensión de algunos de sus libros es asombrosa en sí misma, por no hablar de su calidad literaria. Basta con hojear The Pot upon the Wheel, una obra en verso cuyo diálogo a veces recuerda la urgencia espiritual de un texto religioso clásico como el Bhagavad-Gita. O tomar A Sorry Tale, un relato esotérico de más de seiscientas páginas sobre la vida de Cristo que en ciertos momentos alcanza un tono profético que evoca la teología de William Blake.


Una tabla —que aparece en la obra de Walter Franklin Prince titulada The case of Patience Worth; a critical study of certain unusual phenomena (1927)— que muestra el enorme volumen de trabajo que se produciría en una sesión.

Afortunadamente, este punto ciego de la crítica está empezando a corregirse, con libros académicos como The Patience of Pearl: Spiritualism and Authorship in the Writings of Pearl Curran de Daniel Shea, publicado en 2012, y el ya mencionado artículo de Diliberto de 2010. Estos proporcionan una excelente visión de conjunto sobre los pormenores del caso Patience Worth, analizando no solo la biografía, sino también el contexto que produjo estos escritos, así como su recepción y posterior olvido.

Al adentrarse en el voluminoso corpus de escritos, una de las primeras cosas que se observa es que no presentan el estilo azaroso de flujo de conciencia tan común en la escritura automática practicada por poetas dadaístas y otros grupos de vanguardia. Pero tampoco suenan como la prosa y la poesía estadounidenses del siglo XVII, a pesar de lo que afirmaran los primeros defensores críticos de Pearl Curran, como Casper Yost. Como mucho, se podría decir que las obras exhiben cualidades de pastiche en su representación de cómo escribían y hablaban los puritanos estadounidenses, aunque nada de esto debería restar valor a la personalidad muy definida que parece traslucirse a través de las comunicaciones de Patience Worth.

Ella se muestra como alguien en muchos aspectos inteligente, piadosa, sentimental, combativa y sarcástica. No se lee como un mero reflejo de la propia Curran. Como creación artística, lo central es la idea de Patience Worth más que sus palabras concretas. Al leer su verso, uno se encuentra con un personaje que, aunque vibrante y tridimensional, no parece ajustarse a nuestras expectativas sobre cómo escribiría una mujer de la Nueva Inglaterra del siglo XVII. Aunque la sintaxis y la fraseología pueden parecer en gran medida "auténticas", hay muy poco del calvinismo ortodoxo que se halla en poetas estadounidenses tempranos reales como Bradstreet, Edward Taylor o Michael Wigglesworth. Más bien, parece ofrecer una filosofía ampliamente espiritual, de tipo nueva era, acorde con las circunstancias de su "descubrimiento".

En cuanto a tema y lenguaje, es ampliamente "estadounidense" en el sentido en que consideramos, por ejemplo, que Dickinson o Frost son particularmente estadounidenses. Parece imitar a Dickinson (quien en realidad estaba siendo redescubierta en la época en que Pearl Curran desarrollaba su actividad) en su poema "Who said that love was fire?". Curran escribe:

 

Who said that love was fire?
I know that love is ash.
It is the thing which remains
When the fire is spent,
The holy essence of experience.

 
(¿Quién dijo que el amor era fuego?
Yo sé que el amor es ceniza.
Es lo que permanece
Cuando el fuego se ha consumido,
La esencia sagrada de la experiencia).

Es cierto que se aparta del distintivo metro de balada de Dickinson, que evoca la estructura del himno, pero al menos visualmente el poema recuerda a las breves líricas de la "Poetisa de Amherst". Aunque no es particularmente sofisticado, contiene algunos elementos notables: la pregunta retórica con la que inicia, las imágenes de fuego y ceniza, y el verso "It is the thing which remains" (particularmente evocador de Dickinson). El aspecto más desafortunado del poema es su última línea, que recuerda a traducciones especialmente pobres de Rumi o Hafez, y que refleja en gran medida el ambiente teosófico y orientalista en el que se movía Pearl Curran — sin duda, mucho más de lo que refleja la lírica religiosa puritana estadounidense del siglo XVII.

 Pearl Curran en una fotografía sin fecha

 En otro poema, "Child’s Prayer", toma como tema la clase de asunto sentimental que no habría estado fuera de lugar en Bradstreet, a la vez que imita el estilo de los poetas estadounidenses del siglo XIX influidos por el Segundo Gran Despertar:


Ah, Emptied Heart:
Ah, emptied Heart! The Weary o’ the path!
How would I to fill ye up o’ love!
 

¡Ay, Corazón vacío:
¡Ay, corazón vacío! ¡El cansado del camino!
¡Cómo me gustaría llenarte de amor!

¡Ay, Corazón Vacío:
¡Ay, corazón vacío! ¡El Cansado del camino!
¡Cómo me gustaría llenaros de amor!

Con sus afirmaciones y sus signos de exclamación, nos recuerda a Walt Whitman, aunque no comparta sus reconocibles y poderosos versos.

Un ejemplo de una de sus composiciones líricas más sofisticadas se halla en el poema “The Earth the Fields Lay Stretched in Sleep”. Escribe:


Dead, all dead!
The earth, the fields, lie stretched in sleep
Like weary toilers overdone.
The valleys gape like toothless age,
Besnaggled by dead trees.
The hills, like boney jaws whose flesh hath dropped,
Stand grinning at the deathy day.
 

¡Muertos, todos muertos!
La tierra, los campos, yacen tendidos en sueño
como jornaleros exhaustos.
Los valles se abren como una vejez desdentada,
enredados por árboles muertos.
Las colinas, como mandíbulas huesudas cuya carne ha caído,
se alzan sonriendo burlonas al día mortecino.

En su representación de una melancolía otoñal, fusiona la naturaleza con imágenes de cadáveres esqueléticos, una personificación gótica similar a la tradición del memento mori del puritanismo del que supuestamente era seguidora. Más adelante, un lirio es comparado con una "brown-robed nun" (monja de hábito marrón), una imagen completamente ajena al puritanismo en este extraño mundo religioso ecuménico de Patience Worth. Esta misma fe heterodoxa y antinómica es evidente en el título de su poema "Predestined Love" (Amor predestinado), donde una de las doctrinas más severas del calvinismo es reconvertida en una de amor universal.

Como ha mostrado esta breve lectura, existe mucho mérito literario en la obra de Curran. Entonces, ¿por qué este abandono? El extraño origen de los escritos no debería ser un impedimento para un estudio razonado de sus cualidades estructurales. Después de todo, el poeta William Butler Yeats atribuyó varios de sus poemas líricos a un espíritu llamado Leo Africanus, a quien conoció mediante el uso de una tabla Ouija mientras era miembro de la Orden hermética del amanecer dorado. Sin sugerir que los escritos de Curran y Yeats posean un valor artístico similar, parecería injusto descartarlos por completo so pretexto de su conexión con lo oculto, si no se aplica el mismo criterio a Yeats. En ambos casos, podría resultar útil concebir las personalidades mediadas como heterónimos complejos, similares a los del poeta modernista portugués Fernando Pessoa (contemporáneo de Curran y también fascinado por la escritura automática y lo oculto). Un heterónimo es un seudónimo particularmente complejo; además de un nombre falso, conlleva una identidad totalmente falsa, un autor ficticio cuya cualidad literaria es extratextual al poema o libro en sí. Estos conceptos —el heterónimo y la musa, la inspiración y la autoría— plantean preguntas interesantes sobre la epistemología y la ontología de la literatura. ¿De dónde procede, en última instancia, la literatura? ¿Qué se considera legítimo como objeto de lectura y estudio? ¿Puede leerse un fraude literario todavía como literatura?

 

Izquierda: Una fotografía espiritista de Yeats tomada, según la Universidad de Stanford, durante una sesión espiritista en París alrededor de 1914 .

Derecha: Pessoa en 1929 tomando una copa en Abel Pereira da Fonseca, Lisboa. 

 
 Carta astral de Ricardo Reis, uno de los heterónimos de Pessoa.
 
 

El caso de Patience Worth complica las cuestiones de autoría. Aunque parece evidente que Curran es la autora literal, la ficcionalidad que rodea a las propias producciones de la autoría contribuye a cuestionar nuestras concepciones sobre la creación y la interpretación. Desde el ensayo de 1967 "La muerte del autor", del filósofo francés Roland Barthes, tanto formalistas como historicistas se han mostrado cada vez más cómodos con la idea de que la autoría en sí misma es una especie de ficción. Patience Worth/Pearl Curran hace que esta ficcionalidad sea aún más patente. Por ello, parece que está más que justificada una reevaluación crítica de su figura.

Desde una perspectiva amplia de la historia cultural, su lugar resulta aún más interesante. La biografía y la historia se condensan, y la relación entre lo que es una persona real y lo que es una persona ficticia se vuelve ontológicamente más incierta. Voy a prescindir de cualquier pose de objetividad y a afirmar de manera enfática que no creo que Patience Worth fuera otra cosa que una creación completa y bien elaborada de Pearl Curran. Cabe señalar que no existen registros de una Patience Worth real que haya vivido ni en Nueva Inglaterra ni en Dorsetshire, donde Curran afirmaba que había nacido la poetisa. Sin embargo, imaginemos a alguien leyendo a Curran dentro de mil años. ¿Importarían  a ese lector hipotético distinciones como si Worth fuera "real" o no? Para los estudiosos de los clásicos, existen debates sobre la "realidad" de un autor llamado Homero, debates que los académicos que trabajan en períodos muy posteriores no tienen que considerar del mismo modo. Filosóficamente, si las palabras de un heterónimo parecen tan plenas y reales como las de una persona real, ¿por qué no podrían tratarse como tales? La plenitud de la ficcionalidad de Patience Worth radica en que es una ficcionalidad que se impone en el mundo real, y eso en sí mismo constituye un acto fascinante de creación literaria.

 

Ed Simon es redactor de The Millions, sitio que el New York Times ha calificado como "indispensable" para la literatura. Especializado en la literatura de los inicios de la Edad Moderna y en la literatura estadounidense temprana, es doctor en Filología Inglesa por la Universidad de Lehigh. Su libro más reciente es Printed in Utopia: The Renaissance's Radicalism (Zero Books, 2020).


 

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