El libro se centra especialmente en personajes levitadores como San José de Cupertino, conocido como "el fraile volador", quien supuestamente podía elevarse en el aire durante horas, especialmente durante la celebración de la misa o al escuchar nombres sagrados, Magdalena de la Cruz (monja franciscana de Córdoba), Luisa de la Ascensión (la monja de Carrión), o Santa Teresa de Jesús (también conocida como Santa Teresa de Ávila)
El autor plantea que los historiadores deben tratar las creencias en lo sobrenatural con respeto académico, considerándolas como "hechos sociales"del pasado y como tales, legítimos en sí mismos en lugar de simples supersticiones.
A continuación, la traducción del texto que The Public Domain Review extrajo y adaptó con permiso del autor, dedicado a Santa Teresa de Jesús.
Teresa de Ávila: la levitadora involuntaria y sus humildes raptos místicos
Los raptos y levitaciones de Teresa son únicos por varias razones, siendo tres de ellas las más significativas.
En primer lugar, ningún otro levitador cristiano ha proporcionado un relato en primera persona tan completo ni ha descrito y analizado la experiencia con tanto detalle como Teresa.
En segundo lugar, ningún otro levitador se ha quejado tan frecuente y vehementemente sobre el hecho de levitar como lo hizo Teresa.
Y en tercer lugar, muy pocos levitadores han logrado poner fin a sus levitaciones de manera tan súbita y dramática como Teresa.
Es evidente que su análisis detallado de sus propias levitaciones no puede considerarse una prueba empírica de la realidad de tales fenómenos; sin embargo, sí ofrece una ventana excepcionalmente clara a sus percepciones, o al menos a la manera en que deseaba que otros comprendieran dicha experiencia. Hasta la fecha, ningún otro levitador cristiano ha superado a Teresa en este aspecto.
En su Vida, Teresa tiende a emplear el término "arrobamiento" o rapto para referirse a las experiencias que la transportan al reino celestial de lo divino. Sin embargo, a veces también utiliza "arrebatamiento" o arrebato para tales experiencias, o sugiere que el arrebatamiento es en realidad un tipo de arrobamiento, como hace cuando relata: "Estando en la recitación de un himno, vínome un arrebatamiento tan súbito que casi me sacó de mí: cosa que yo no podía dudar, porque fue muy claro. Esta fue la primera vez que el Señor me hizo merced de ningún género de arrobamiento."1
Independientemente del término empleado, Teresa deja en claro que, ya sea que una persona levite o no durante un arrobamiento, el cuerpo frecuentemente se ve afectado de manera intensa, incluso violenta, principalmente a través de la privación de los sentidos y la parálisis, además de caer en un estado similar al trance acompañado por efectos físicos posteriores que persisten durante un tiempo. "Tornemos ahora a los arrobamientos , y a sus trazas más ordinarias. Puedo testificar que después de un arrobamiento mi cuerpo frecuentemente se sentía tan liviano que parecía no pesar absolutamente nada: y a veces esto era tan abrumador que apenas podía distinguir si mis pies tocaban el suelo. Porque durante todo el arrobamiento, el cuerpo permanece como si estuviera muerto e incapaz de hacer nada por sí mismo." Y de cualquier manera que estuviera posicionado cuando fue tomado por el rapto, así es como el cuerpo permanece: ya sea de pie, sentado, o con las manos abiertas o entrelazadas.2
Teresa también afirma que toda percepción sensorial deja de funcionar, como si la conexión entre cuerpo y alma estuviera temporalmente cortada. En el punto más alto del rapto, dice, "uno no verá, ni oirá, ni percibirá", y esto ocurre porque el alma está entonces tan "estrechamente unida con Dios" que "ninguna de las facultades del alma es capaz de percibir o saber lo que está sucediendo."5 Incluso si los ojos permanecen abiertos, añade, "uno no percibe ni nota lo que ve."6 En otros lugares, también destaca los efectos de esta experiencia cercana a la muerte sobre el cuerpo, no solamente mientras el evento se está desarrollando sino también después: "Ocasionalmente, llego cerca de perder completamente mi pulso, según me han dicho aquellas de mis hermanas que a veces me han encontrado así... con mis tobillos dislocados y mis manos tan rígidas que a veces no puedo ni siquiera juntarlas. Hasta el día siguiente mis muñecas y mi cuerpo continuarán doliendo, como si mis articulaciones hubieran sido desgarradas."7
Pedro van Lint, Santa Teresa de Ávila se encuentra con el ángel (siglo XVII)
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