26.7.25

Un suceso extraño en Dinkelsbühl, Baviera (1554)

 

Grabado de Hans Glaser en Nuremberg. Se describe un extraño suceso ocurrido cerca de Dinkelsbühl el 26 de mayo de 1554

Este panfleto es un ejemplo temprano de lo que hoy podríamos considerar literatura de divulgación popular o folletín de crónica prodigiosa que narra eventos extraordinarios.  En este caso, se trata de un relato breve, impreso en Nuremberg por Hans Glaser, sobre un suceso extraordinario ocurrido en Dinkelsbühl, una ciudad de Baviera (actual Alemania), el 27 de mayo de 1554.

El texto original presenta un error común en la numeración romana de la época: “M.D.LIIII”, donde se añaden cuatro "I" en vez de escribir la forma correcta "MDLIV". Aunque hoy aquella escritura se considera equivocada, era usada en ciertos círculos tipográficos o artesanales del siglo XVI sin seguir una norma uniforme.

Asimismo, el nombre de la ciudad aparece en el texto con la forma arcaica “Sinckelspübel”, que debe leerse como una variante ortográfica de Dinkelsbühl. Esta confusión ha llevado en ocasiones a traducciones erróneas que mencionan Sindelfingen, una ciudad completamente distinta ubicada en Baden-Wurtemberg. Sin embargo, tanto por la morfología fonética del nombre como por la localización editorial (Núremberg está mucho más cerca de Dinkelsbühl), la identificación correcta es Dinkelsbühl.

 

¿Que dice el panfleto?

 Un suceso extraordinario en Dinkelsbühl  ocurrido el sábado posterior a San Urbano, en el año 1554

El 27 de mayo del año del Señor1554, un sábado posterior a la festividad de San Urbano, ocurrió en Dinkelsbühl un fenómeno insólito y digno de atención.

A eso de las cinco o seis de la tarde, apareció en el cielo una visión sorprendente. Se vieron caer gotas, como de color azul, que descendían desde lo alto. Estas gotas parecían azules y resplandecientes, y cuando la gente trataba de recogerlas, desaparecían sin dejar rastro.

Esto fue observado por muchas personas, quienes lo comentaron ampliamente. El hecho produjo gran conmoción entre el pueblo. Algunos lo interpretaron como una señal del cielo, un aviso o incluso un castigo de parte de Dios.

El acontecimiento fue tan llamativo que pronto se extendió por la región. Las personas comenzaron a compartir la noticia entre amigos y vecinos, y muchos lo consideraron un suceso milagroso o extraordinario.

Quienes lo vieron comenzaron a reflexionar sobre su vida y conducta. Algunos creyeron que Dios quería advertirles algo, y se sintieron llamados al arrepentimiento. Se rezó entonces para que Dios convirtiera esta señal en un bien, y para que concediera a las personas su gracia, a fin de que pudieran reconocer sus errores y volverse a Él sinceramente.

¡Dios nos ayude a comprender y a seguir su voluntad! Que su misericordia nos acompañe. Amén.

Publicado en Núremberg por Hans Glaser, detrás de San Lorenzo, en la plaza.

 

Sobre el fenómeno relatado

El evento descripto tiene características que hoy podríamos interpretar como un fenómeno atmosférico poco comprendido por los observadores de la época: la caída de gotas azules luminosas, que desaparecían al intentar tocarlas. En el marco del siglo XVI, este tipo de manifestaciones era interpretado como prodigios o señales divinas —especialmente en tiempos de tensión religiosa, guerras o pestes—. El pueblo lo entendió como un aviso celestial, y el panfleto adopta un tono de llamado al arrepentimiento y a la reflexión espiritual.

Este tipo de publicaciones circulaban ampliamente y formaban parte de una cultura del asombro muy propia del periodo de los movimientos religiosos de la Reforma y la Contrarreforma, en la cual lo extraordinario servía como soporte para discursos morales o religiosos. No es casual que Glaser, también conocido por ilustrar fenómenos celestes (como el famoso panfleto sobre la batalla aérea de Núremberg en 1561), haya elegido este suceso para imprimirlo y distribuirlo. 

El fenómeno descripto como “gotas azules que caen del cielo y desaparecen” puede explicarse plausiblemente como una combinación de condiciones atmosféricas raras : por un lado rayos globulares, que a veces pueden ser azulados. También podría tratarse de gotas de agua que refractan la luz azulada aparentando ser gotas luminosas  formando el efecto óptico de corona , sumado todo esto, obviamente, a la interpretación subjetiva de los observadores según sus propios temores, interpretaciones y creencias. No cabe duda de que para los lugareños el hecho causó asombro, pero no podemos saber cuanto sucedió realmente y cuanto fue agregado por el autor.

Como no existen registros físicos ni fotografías, nunca podrá confirmarse con certeza como fue realmente el evento, pero estas hipótesis científicas nos permiten entender el relato desde una perspectiva naturalista, sin descartar su enorme valor cultural e histórico como reflejo de la mentalidad del siglo XVI.

25.7.25

Que nos enseña la historia de posesión demoníaca y exorcismo de Barbe Hallay, en la Nueva Francia norteamericana del siglo XVII

La mansión de Beauport en el siglo XIX. En esta casa señorial, Barbe Hallay sirvió como empleada doméstica y experimentó encuentros con demonios y actos de brujería. (L.P. Vallée/cortesía de Bibliothèque et Archives nationales du Québec) Referencia obtenida del artículo en inglés de CBC radio Canadá.

Mairi Cowan de la Universidad de Toronto,  es una historiadora canadiense especializada en la Europa medieval y la América del Norte colonial temprana. Su libro más reciente"The Possession of Barbe Hallay: Diabolical Arts and Daily Life in Early Canada", es una microhistoria sobre hechicería en el virreinato de Nueva Francia en Norteamérica. Sus investigaciones han sido respaldadas por importantes organismos canadienses como el Consejo de Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades de Canadá. En la reseña del libro La posesión de Barbe Hallay: Artes diabólicas y vida cotidiana en el Canadá antiguo que presenta la web de la editorial universitaria McGill-Queen se resume la historia de la siguiente forma:

 "Cuando aparecieron extrañas señales en el cielo de Quebec durante el otoño de 1660, la gente empezó a preocuparse por la presencia de fuerzas malignas. Temían que brujas y magos hubieran llegado a la colonia, y una sirvienta adolescente llamada Barbe Hallay empezó a actuar como si estuviera poseída. La comunidad intentó comprender qué estaba sucediendo y por qué. Sacerdotes y monjas realizaron rituales para ahuyentar a los demonios, mientras el obispo y el gobernador discutían sobre cómo investigar sus sospechas de brujería. Un molinero local llamado Daniel Vuil, acusado de usar sus conocimientos de artes oscuras para atormentar a Hallay, fue encarcelado y luego ejecutado."

Más adelante, explica la naturaleza de la investigación :

En «La posesión de Barbe Hallay», Mairi Cowan retoma estas historias de posesión en Quebec y alrededores, para comprender las experiencias cotidianas y las profundas angustias de los habitantes de Nueva Francia. Sus hallazgos ofrecen una perspectiva sobre las creencias sobre demonología y brujería, los límites del comportamiento aceptable en la adolescencia, la disonancia entre una colonia católica en teoría y la vacilante influencia de la Iglesia en la práctica, la cuestionada autoridad otorgada a las mujeres como sanadoras y las inseguridades del proyecto colonial. Como bien sabían quienes vivieron los acontecimientos en aquel momento, y como revela este estudio, Nueva Francia se encontraba en una situación precaria.

En The Conversation , la propia autora del libro ofrece una interesante reflexión sobre el significado de estos extraños comportamientos de los lugareños.

 

Una historia de posesión demoníaca y exorcismo en la Nueva Francia del siglo XVII : ¿Podemos saber qué sucedió realmente?

 

Durante el otoño de 1660, los colonos de Quebec y sus alrededores comenzaron a reportar sucesos extraordinarios.

En el cielo avistaron a un hombre envuelto en llamas y una canoa de fuego. En el aire resonaban tanto lamentos desgarradores como una voz estruendosa y aterradora. Una joven sirvienta declaró que demonios la estaban atormentando.

Quienes intentaron repeler a estos espíritus malignos describieron una música espectral y piedras que se desprendían de las paredes para volar por sí mismas. La sirvienta acusó de brujería a un molinero. Tras exhibir señales de posesión demoníaca, la muchacha fue trasladada a un hospital (Hôtel-Dieu), donde las monjas la atendieron. El molinero, por su parte, fue encarcelado y más tarde ejecutado.

Cuando las personas descubren que mi investigación analiza estos relatos de infestaciones demoníacas, invariablemente preguntan: ¿Pero qué ocurría en realidad?

Mi respuesta inicial es directa: Realmente no lo sé. La siguiente, más reveladora: Creamos o no literalmente estas historias, al interrogarlas históricamente podemos entender mejor a quienes las narraron.

 

Un informe de fenómenos supuestamente sobrenaturales brinda información valiosa sobre sociedades pasadas y nuestro propio tiempo. (Shutterstock)

Razón y fuentes históricas

Como historiadora, adopto un "agnosticismo profesional" ante preguntas que escapan a la razón y al registro histórico: reconozco que ciertos fenómenos simplemente no pueden explicarse completamente con las evidencias disponibles.

Sin embargo, esta prudente aceptación de los límites de nuestro conocimiento no implica que no podamos conocer nada con certeza.

El estudio de la historia consiste en reconstruir el pasado con la mayor fidelidad posible a partir de los vestigios conservados. Las investigaciones sobre brujería, demonios y posesión demoníaca han demostrado precisamente esto: los testimonios sobre fenómenos aparentemente sobrenaturales brindan perspectivas invaluables tanto sobre sociedades del pasado como sobre nuestra propia época.

La vida cotidiana de la gente común

Las vidas de los humildes merecen tanta atención como las de los poderosos. Sin embargo, reconstruir las "historias ordinarias" se complica ante la ausencia de testimonios escritos (por o sobre) la gente común.

Barbe Hallay, la sirvienta que padeció tormentos demoníacos en la Nueva Francia, no sabía escribir. El único rastro personal que conservamos es su "marque" (la señal que dejó en lugar de firma) en el contrato de matrimonio.

La obsesión de la época con la posesión demoníaca generó documentos que ahora iluminan facetas de su existencia: su servicio en una mansión señorial y su posterior internación en un hospital.

El enfoque microhistórico, que estudia casos específicos para responder preguntas universales, nos ayuda a descifrar el significado profundo de sus acciones y las de su entorno.

¿Qué moldeaba las decisiones de los colonos en la Nueva Francia norteamericana? Su forma de pensar y actuar estaba configurada por el entorno natural, junto con las ideologías coloniales, las divisiones de clase, los roles de género y las convicciones religiosas.

Al analizar cómo estas fuerzas influían en nuestros antepasados, ganamos perspectiva sobre las fuerzas invisibles que hoy mismo dan forma a nuestras vidas, a menudo sin que las percibamos.


Los documentos históricos a veces nos permiten vislumbrar la vida cotidiana de personas cuyas experiencias, de otro modo, habrían quedado sin registro. (Shutterstock)

Ver más allá de la superficie

Los detalles de la vida cotidiana suelen quedar registrados de manera incidental cuando se documentan hechos extraordinarios. Precisamente estos eventos excepcionales nos permiten estudiar las creencias básicas y los valores fundamentales de una comunidad histórica.

Marie Regnouard, la seigneuresse (mujer al frente de un señorío) de la propiedad donde servía Hallay, legó un testimonio extraordinario sobre sus intentos de acabar con los tormentos demoníacos a los que era sometida su sirvienta, empleando una costilla de un sacerdote jesuita recién fallecido. Su relato denomina estas acciones como "liberación", "alivio" y "curación".

Estos términos sugieren la acción de una atención médica, aunque la práctica en sí imitaba un ritual que Regnouard, como laica, no tendría por qué ejecutar: un exorcismo.

La práctica exorcista, pese a su polémica, ha ganado terreno en ciertas confesiones cristianas. Conlleva riesgos reales. En determinadas circunstancias, podría incluso configurar un ilícito penal.

 El examen de los relatos históricos nos lleva a considerar no solo cómo se denominan las cosas, sino también qué significan. (Shutterstock)

Los exorcismos ya generaban debate en tiempos pasados. Las personas de entonces discutían intensamente sobre las verdaderas causas de los comportamientos alterados y no se ponían de acuerdo sobre quién tenía la autoridad para determinarlo.

Para la gente de la temprana edad moderna, el exorcismo iba más allá de simplemente expulsar espíritus malignos. Representaba una demostración del poder del exorcista y del sistema religioso al que pertenecía.

¿Por qué realizó Regnouard un ritual que era, en todo excepto en el nombre, un exorcismo? Con esto reafirmaba su deber de proteger a los de su casa (una responsabilidad socialmente aceptada) y su derecho a utilizar tanto conocimientos médicos como religiosos (áreas especialmente conflictivas para las mujeres).

Al ir más allá de los términos usados en el relato de Regnouard y analizar sus acciones reales, aprendemos a apreciar no solo cómo se nombran las cosas, sino lo que realmente significan.

Nuestros demonios, nosotros mismos

El estudio de nuestros temores nos revela aspectos fundamentales de nosotros mismos. La actual popularidad del cine de terror refleja probablemente nuestro malestar cultural, del mismo modo que los miedos históricos manifestaban las angustias de épocas pretéritas.

Las autoridades francesas concibieron la Nueva Francia como una sociedad ideal. Al fundar la Compagnie de Nouvelle-France en 1627, el rey y el cardenal Richelieu proclamaron que esta colonia, mediante la gracia divina y el ejemplo virtuoso de los colonos, conduciría a sus habitantes al conocimiento del Dios verdadero. El jesuita Paul Le Jeune añadiría años después que sería "una nueva Jerusalén bendecida por Dios, formada por ciudadanos llamados al cielo".

 

 La ciudad de Quebec y sus alrededores en 1691, tomado de 'Mémoires de l'Amérique septentrionale' del Barón de Lahontan, 1728. BiblioArchives / LibraryArchives, licencia CC BY.

Sin embargo, los colonos pronto comprendieron que los pueblos originarios no adoptarían pasivamente las costumbres francesas, como algunos en la metrópoli habían supuesto con arrogancia, y que ellos mismos debían modificar prácticas y creencias tradicionales para adaptarse a un medio desconocido. Su aislamiento durante largos periodos y su vulnerabilidad ante ataques de otras potencias y naciones indígenas no aliadas agravaban su situación. 

Los colonos de la Nueva Francia eran plenamente conscientes de la fragilidad de su situación. Vivían con la permanente angustia de no saber si -o cuándo- ocurriría una catástrofe que acabara con su colonia.

¿Qué nos dicen realmente los miedos demoníacos de estos colonos? Sin duda expresaban muchas cosas, pero principalmente dos: la vulnerabilidad de la colonia y su terror ante lo impredecible. Al estudiar estos temores sobrenaturales, descubrimos también cómo era su vida cotidiana.

9.7.25

¿Cómo se popularizó la imagen de las brujas volando en escobas, acompañadas de gatos negros y otras criaturas sobrenaturales?

  

 
El escritor británico Jon Crabb examina la obsesión colectiva por las brujas durante la Europa moderna temprana y destaca cómo el crecimiento de la xilografía accesible y en serie contribuyó a consolidar la imagen icónica de la bruja montada sobre una escoba, acompañada invariablemente por su caldero y sus gatos, tal como la conocemos hoy. 
La xilografía es una técnica de grabado que consiste en tallar una imagen en una tabla de madera. Luego las partes que quedan en relieve se entintan y, mediante presión, se transfieren a una hoja de papel, creando así la impresión, que será la obra final. 
Hecha esta pequeña introducción aclaratoria, sigue la traducción del artículo de Jon Crabb publicado en The Public Domain Review cuyo original en inglés está en éste enlace.

 

Xilografías y brujas

Por Jon Crabb 

  

 Brujas ofreciendo muñecos de cera al diablo , tomado de Historia de las brujas y los magos (1720) — Fuente: Biblioteca Wellcome
 
 
La revolución editorial de los siglos XVI y XVII trajo consigo una explosión de material impreso que democratizó el acceso a la información, poniéndola al alcance de más personas que nunca. Bastaba con imprimir una gran hoja de papel barato con una proclama, adornarla con un grabado en madera y distribuirla entre el pueblo. Estos pliegos sueltos se vendían por un penique en las esquinas, se pegaban en las paredes de las tabernas y se colgaban en los postes de los mercados. En 1592, el dramaturgo y editor Henry Chettle describió cómo los romances "infectaron Londres, la cerradura de Inglaterra", para luego extenderse por el país gracias a los vendedores ambulantes, capaces de "difundir más panfletos prohibidos por el Estado que todos los libreros de Londres".1 Existía entonces, como ahora, un apetito insaciable por historias de sexo y escándalo, y por primera vez, una red de ilustradores, impresores y distribuidores estuvo en condiciones de satisfacerlo. El dramaturgo jacobino Thomas Middleton calificó estos romances como "modas, ficciones, felonías, tonterías".2 La impresión barata era el medio de las masas, y los rudimentarios grabados en madera se convirtieron en el lenguaje visual de la Inglaterra moderna temprana.

Esta revolución editorial coincidió con lo que se conoce como "la obsesión europea por la brujería": un pánico moral y una psicosis colectiva que se extendió por Europa y Escandinavia durante los siglos XVI y XVII. El origen de esta histeria se remonta a 1484, cuando dos inquisidores dominicos solicitaron al Papa Inocencio VIII autorización para iniciar una caza de brujas, a lo que él respondió con una bula papal que avalaba sus acciones. Dos años después, publicaron su tratado, el Malleus Maleficarum (Martillo de las Brujas), que por primera vez equiparó la brujería con el crimen de herejía y justificó su erradicación bajo autoridad papal. Apoyándose en el supuesto respaldo del pontífice, el Malleus Maleficarum retrató la brujería de un modo aterrador y defendió la necesidad absoluta de exterminar este mal hasta entonces en gran medida ignorado.

  

 

Parecía que las brujas estaban por todas partes. Se recomendaba usar la tortura para obtener confesiones, se consideraba la pena de muerte como único remedio contra la hechicería, y la hoguera era el método de ejecución preferido. De pronto, comenzó la persecución sistemática de brujas, con todo un protocolo establecido. El libro se convirtió en un bestseller que alimentó la obsesión por la brujería durante dos siglos, extendiéndose primero por Europa continental y luego por Escandinavia, donde el tema causó especial fascinación. En Inglaterra, la fiebre brujeril llegó más tarde, pero generó una avalancha de panfletos y romances que detallaban con morbosidad las supuestas maldades demoníacas.

Uno de los panfletos más tempranos y escandalosos se publicó en 1579 bajo el título: "A Rehearsall both Straung and True, of Hainous and Horrible Actes Committed by Elizabeth Stile..." [Un relato tan extraño como verídico de los actos atroces y horribles cometidos por Elizabeth Stile...]. La acusada era Elizabeth Stile, una mendiga viuda de 65 años, señalada de embrujar a un posadero. El texto la vinculaba con tres ancianas -Madre Margaret, Madre Dutten y Madre Devell- y con un tal Padre Rosimunde, quien según decían podía tomar "la forma y apariencia de cualquier animal que deseara". Los grabados que acompañaban el panfleto mostraban a estas mujeres (conocidas como las brujas de Windsor) con sus supuestas mascotas que en realidad eran espíritus o demonios en forma animal que servían a las brujas. A estas criaturas  las alimentaban con su propia sangre.

 

  

 Imagen de la portada de «Un relato tan extraño como verídico de los actos atroces y horribles cometidos por Elizabeth Stile» (1579)

 Bruja representada alimentando a sus familiares con sangre, en «Un relato tan extraño como verídico de los actos atroces y horribles cometidos por Elizabeth Stile» (1579)
 
 
 Imagen de un gato en el panfleto «Un relato tan extraño como verídico de los actos atroces y horribles cometidos por Elizabeth Stile» (1579)
 

La imagen folklórica de la bruja anciana quedó plasmada en estas representaciones y se perpetuó en panfletos similares durante el siglo siguiente. Estas supuestas brujas solían ser mujeres mayores, amargadas y solitarias, que convivían con gatos u otros animales. Dos ejemplos particularmente influyentes fueron The Wonderful Discoverie of the Witchcrafts of Margaret and Phillip Flower (1619) y A Most Certain, Strange and True Discovery of a Witch (1643), que consolidaron este estereotipo. Sin duda, esta persecución se alimentó del sexismo latente y del miedo hacia quienes vivían al margen de la sociedad. El último de estos panfletos combinaba abiertamente el sexismo con el desprecio al cuestionar la capacidad misma de las mujeres para practicar la hechicería:

"Muchos sostienen que este sexo débil es incapaz de alcanzar esa práctica tan vil y condenable que es la brujería, debido a su ignorancia y falta de instrucción, logro que muchos hombres cultos sí han conseguido. Si Adán, tentado, probó la manzana engañosa, también muchos hombres eruditos han caído en la misma tentación y han pactado con el Diablo. Como ejemplo, citemos al inglés Bacon de Oxford, Vandermast de Holanda, Bungay de Alemania, Fostus del mismo país, Franciscus el monje inglés de Bury, el Doctor Slackleach y otros tantos que sería tedioso enumerar. Pero que mujeres débiles puedan lograrlo, muchos lo consideran inconcebible, aunque otros admiten la posibilidad: acaso la malicia arraigada de una mujer consumida por su ira vengativa, que frecuenta lugares desolados y se entrega a la tentación, pueda llevarla a tratar con ese león rugiente del mundo."

 Portada de «Un descubrimiento absolutamente cierto, extraño y verídico de una bruja» (1643)
 

En 1589, el rey Jacobo VI de Escocia viajó por mar a Copenhague para contraer matrimonio con la princesa Ana de Dinamarca. Durante el viaje de regreso a Escocia, una fuerte tormenta obligó a la nave a refugiarse en las costas de Noruega. Aunque finalmente llegaron a salvo, la experiencia dejó a todos profundamente conmocionados. Lo que siguió fue una cadena de eventos extraordinarios: cortesanos daneses acusaron a varias mujeres de haber provocado las tormentas mediante brujería, lo que desencadenó primero juicios por hechicería en Dinamarca y luego, cuando Jacobo VI decidió imitar el proceso, en North Berwick, Escocia.

La situación se complicó cuando varios nobles escoceses se vieron implicados, y las rivalidades entre ambas cortes reales desataron una oleada de acusaciones mutuas a través del Mar del Norte. El rey Jacobo, cada vez más paranoico, llegó a creer que su vida corría peligro por culpa de las brujas. Interrogó personalmente a los acusados y ordenó el arresto de más de un centenar de personas. Estos dramáticos juicios quedaron registrados en un panfleto publicado en 1591 bajo el título Newes from Scotland, Declaring the Damnable Life of Doctor Fian, a Notable Sorcerer, who was Burned at Edenbrough in Januarie Last, 1591, que incluía dos ilustraciones repletas de detalles significativos.

El grabado principal resume varios momentos clave de la historia. En la esquina superior izquierda se aprecian demonios nadando alrededor del barco real, representando la acusación de que las brujas habían enviado espíritus malignos para agitar las aguas. En la sección superior derecha, un grupo de mujeres aparece trabajando alrededor de un caldero que hierve sobre el fuego, en una clara alusión a prácticas de hechicería.
 

Primer grabado en madera del panfleto Newes from Scotland, reproducido en un facsímil de 1816

Resulta curioso que esta ilustración en particular fuera en realidad una imagen de archivo que aparecía en otros panfletos sin connotaciones mágicas malignas. Los grabados en madera solían reutilizarse para distintas historias, ya sea como imágenes independientes o integradas en composiciones más grandes. El Doctor Fian mencionado en el título era un maestro de escuela local acusado de dirigir el aquelarre, y en esta representación aparece como escribano del diablo, quien predica desde un púlpito. Fian sufrió terribles torturas -incluyendo el aplastamiento de sus pies con un potro de hierro- antes de ser quemado vivo en la hoguera. Newes from Scotland constituye una de las pocas ilustraciones sobre brujería escocesa que se conservan de este periodo, pero su influencia perduró al inspirar "la obra escocesa", el Macbeth de Shakespeare, que contiene varias referencias a los juicios de North Berwick y se estrenó durante la visita del hermano de la reina Ana, el rey de Dinamarca, en 1606.

Este episodio marcó profundamente al rey Jacobo y despertó en él un vivo interés por la hechicería y la brujería, influencia que en parte absorbió de su joven esposa danesa y de la corte escandinava, donde ya se habían producido importantes brotes de histeria colectiva por el fenómeno de las brujas. Tal era el interés del monarca por las artes oscuras que en 1597 publicó su propio tratado sobre los peligros de la magia negra, el Daemonologie, que incluía Newes from Scotland como apéndice. Seis años después, con la unificación de las coronas escocesa e inglesa, Jacobo VI se convirtió en Jacobo I de Inglaterra e Irlanda. Aunque con los años adoptó una postura más tolerante y escéptica, llevó consigo su fascinación por lo oculto a la corte inglesa, donde la permisividad de las leyes al respecto le sorprendió tanto que impulsó su reforma.


Grabado en madera de un folleto popular del siglo XVIII sobre la profetisa y supuesta bruja Madre Shipton, incluido en «Chap-books of the Eighteenth Century» (1834) de John Ashton

 

Grabado xilográfico del método de prueba por flotación para detectar brujas, publicado en «The History of Witches and Wizards» (1720)

 

La pena capital se aplicaba ahora incluso a las supuestas brujas "benignas". Esto provocó la persecución de reconocidos adivinadores y "sabios populares" por una sociedad cada vez más recelosa y ávida de venganza. Matthew Hopkins, el infame autoproclamado "Gran Cazador de Brujas" responsable de al menos trescientas ejecuciones, citaba el Daemonologie del rey Jacobo como su principal influencia. Paradójicamente, una simple tormenta en las costas escocesas desencadenó centenares de muertes y transformó radicalmente la percepción sobre estos "sabios populares" en las islas británicas.

Las cifras exactas resultan difíciles de determinar, pero los registros judiciales documentan aproximadamente tres mil ejecuciones por brujería en Gran Bretaña durante los siglos XVI y XVII, concentradas principalmente en Escocia. A nivel continental, las estimaciones alcanzan varias decenas de miles de víctimas, incluyendo tanto hombres como mujeres. Aunque estas cifras son de por sí impactantes, algunos grupos neopaganos han exagerado el alcance al denominar este periodo como "La Era de las Hogueras", pretendiendo un holocausto de millones de mujeres - una visión bienintencionada pero históricamente inexacta.

  

 Portada ilustrada de «El descubrimiento de las brujas» (1648) de Matthew Hopkins, que muestra dos brujas invocando a sus demonios mientras Hopkins observa desde arriba

 

Los casos más notables de aquel período quedaron inmortalizados en obras teatrales, novelas y publicaciones extensas. Los grabados en madera que ilustraban estos textos fueron cruciales para crear el arquetipo de "bruja" que conocemos hoy: mujeres con sombreros puntiagudos, escobas, calderos y gatos negros. Estas mismas imágenes xilográficas se reutilizaban en distintas publicaciones, y con cada nueva aparición, el estereotipo se reforzaba hasta convertirse en una iconografía perfectamente reconocible.

Con el tiempo, las historias e ilustraciones más impactantes se compilaron en obras de referencia populares. Entre ellas destacan The Kingdom of Darkness... de R.B. (1688), un exhaustivo compendio sobre demonios, apariciones y brujería. Sin embargo, la mayoría de las imágenes icónicas que circulan actualmente en internet proceden de una sola fuente: The History of Witches and Wizards... de W.P. (1760), que documentaba juicios por brujería en toda Europa y América.

Algunos de los casos más significativos de la época quedaron inmortalizados en obras de teatro, novelas y libros más extensos. Los grabados en madera que ilustran estas obras han sido en gran parte responsables del arquetipo cultural de la "bruja" que ahora nos resulta tan familiar: sombreros puntiagudos, escobas, calderos, gatos. El mismo grabado se solía utilizar varias veces en diferentes fuentes, y con cada nueva aparición, el tópico se repetía y solidificaba hasta convertirse en una iconografía reconocible. Con el tiempo, algunas de las mejores historias e imágenes se recopilaron en obras de referencia populares, como The Kingdom of Darkness: Or, the History of Dæmons, Specters, Witches, Apparitions, Possessions, Disturbances, and Other... Supernatural Delusions... and Malicious Impostures of the Devil... Collected from Authentick Records... With Pictures of Several Memorable Accidents, de R.B. (1688). La mayoría de las imágenes verdaderamente icónicas que se encuentran hoy en internet provienen de una sola colección, The History of Witches and Wizards: Giving a True Account of All Their Tryals in England, Scotland, Sweedland, France, and New England... Collected... By W. P. (1760).

Brujas volando en escobas, representadas en «The History of Witches and Wizards» (1720)

  

 Brujas en un banquete, representadas en «The History of Witches and Wizards» (1720) 

 Brujas bailando con demonios, representadas en «The History of Witches and Wizards» (1720)
 
 En estas páginas encontramos escenas vívidas de brujería: demonios y brujas bailando juntos, muñecos de cera consagrados por el diablo, espíritus que emergen de círculos de fuego y festines durante el aquelarre. Esta representación resulta notablemente dinámica y atractiva, muy distinta a la imagen de ancianas resentidas. Los autores, quizá sin proponérselo, lograron hacer parecer la brujería emocionante e incluso seductora. Los relatos son de lectura ágil y fascinante, con ilustraciones que muestran a jóvenes realizando actos sobrenaturales. Ambos libros presentan además un marcado tono erótico, lleno de referencias a actos carnales, sátiros lascivos, escenas de desnudez, banquetes orgiásticos, hechizos de amor y apuestos demonios que seducen a doncellas inocentes.

Durante el siglo XVII, los panfletos sobre brujería evolucionaron desde los primeros textos basados en registros judiciales hasta publicaciones cada vez más elaboradas. Paradójicamente, mientras el rey Jacobo se volvía más escéptico sobre la existencia real de las brujas, su reino caía en una paranoia creciente. Esta histeria colectiva tardaría décadas en desaparecer. Las primeras publicaciones se limitaban a transcripciones sobrias de los juicios, pero las posteriores incluían descripciones detalladas de torturas y supuestos milagros. Cuando aparecieron las historias populares sobre brujería, el sensacionalismo dominaba por completo y los grabados se volvieron más impactantes. En una época marcada por la peste, la guerra y la pobreza, no es de extrañar que el diablo resultara una figura casi simpática.

Notas: 

  1. Henry Chettle, Kind Heart’s Dream (London: [John Wolfe] for William Wright, 1592).
  2. Thomas Middleton, A courtly masque: the device called, the world tost at tennis (London: Purslowe, 1620). 

Sobre el autor: Jon Crabb es escritor y editor, apasionado por la cultura fin-de-siècle, los temas esotéricos y todo lo insólito y fascinante. Radicado en Londres, se desempeña como editor en British Library Publishing y administra la cuenta de Twitter de esta institución, que te invita cordialmente a seguir.


4.7.25

El diablo segador (1678), o, la representación más antigua conocida de un círculo de cultivo

  

 
El siguiente artículo fue publicado por la historiadora de la ciencia Thea Applebaum Licht en The Public Domain Review, cuyo original en inglés está en éste enlace 
 
 
  El diablo segador (1678), o, la representación más antigua conocida de un círculo de cultivo

En el apogeo de la moda de los círculos de cultivo en las décadas de 1980 y 1990, se propusieron numerosas explicaciones —naturales y sobrenaturales— para las parcelas de cereales  perfectamente aplastados que aparecían en la campiña inglesa  y aún más allá. ¿Eran esos círculos obra de visitantes extraterrestres, resultado de fenómenos meteorológicos inusuales, o producto de la manipulación de los campos magnéticos terrestres? Los cereólogos, investigadores dedicados al estudio de los círculos de cultivo, recurrieron a los archivos para localizar cualquier registro histórico existente. En 1989, los editores de la revista británica Fortean Times descubrieron un panfleto que contiene la representación más antigua conocida de un círculo de cultivo que data del 22 de agosto de 1678.  El diablo segador: o, extrañas noticias de Hartford-shire comienza con un grabado burlón. La figura menuda y regordeta del diablo se agacha, guadaña en mano. Avanza por la mitad de un campo de avena ardiente, trazando círculos concéntricos hacia el interior y dejando un rastro de tallos cortados a su paso. Tiene la boca abierta como para recuperar el aliento mientras trabaja, con su pequeña cola de cabrito agitándose.

El panfleto, de apenas cinco páginas, relata una disputa laboral que desemboca en un pacto involuntario con el diablo. Un terrateniente adinerado, con su cosecha de avena lista para la siega, solicita a su vecino empobrecido que la corte. El segador negocia con seriedad, fijando un precio justo (aunque ligeramente superior al habitual) por «el sudor de su frente y la médula de sus huesos». Frustrado por la solicitud, el agricultor contraoferta con un precio inferior al valor de mercado. Incluso cuando el segador reduce su tarifa en un acto de buena voluntad, el rico propietario desdeña el acuerdo: declara a su vecino «que el mismísimo diablo debería segar su avena» antes de negociar nuevamente con el «lamentable campesino». 

 


Según el panfleto, este terrateniente ha olvidado el deber cristiano de los ricos: satisfacer las necesidades esenciales de sus vecinos. El juicio divino se manifiesta mediante extraños «fenómenos preternaturales». Esa misma noche, testigos reportan llamas en el campo de avena. A la mañana siguiente, el agricultor halla su cosecha intacta por el fuego, pero cortada de forma antinatural:

«como si el Diablo [...] hubiera querido exhibir su pericia en el arte de la agricultura: cortó las plantas en círculos perfectos y dispuso cada paja con precisión»
—logro tan impecable que ningún humano podría replicarlo. La siega sobrenatural es de tal maestría que el agricultor «aún teme tocarla», convirtiéndose el diablo en un inesperado instrumento de justicia retributiva campesina: el círculo de cultivo funciona tanto como manifestación sobrenatural cuanto como lección de virtud cristiana. El auténtico fenómeno «maligno» subyace en cómo la economía incipiente de la modernidad corroe las relaciones vecinales.

En última instancia, la lección moral asimilada por el agricultor trasciende cualquier explicación concreta sobre el círculo de cultivo. De hecho, este fenómeno es solo uno de tantos «designios providenciales» que confluyen en la producción agrícola —como la aptitud del suelo, la oportunidad de las lluvias, los solsticios fecundos y los vientos benéficos—. Por ello, «debemos recibir la madurez con gratitud reverente, no entorpecer la cosecha con ansias imprudentes»

Sobre la autora:  Thea Applebaum Licht es escritora e investigadora radicada en Boston, Massachusetts. Ejerce como estudiante de doctorado en el programa HASTS (Historia, Antropología, Ciencia, Tecnología y Sociedad) del MIT, donde investiga la historia de la ciencia. Es licenciada en Historia y Estudios Germánicos por la Universidad de Chicago y se desempeña como asistente editorial de The Public Domain Review.

2.7.25

John Robison y el nacimiento de la conspiración de los Illuminati

Ilustración de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1789 pintada por Jean-Jacques-François Le Barbier en 1789. Su representación incluye el “ojo de la providencia” y también el gorro frigio rojo, dos símbolos asociados con la masonería. 

El siguiente artículo fue publicado en The Public Domain Review. La versión original en inglés está en éste enlace 

 

Una nueva era de oscuridad gobernada por manos ocultas: John Robison y el nacimiento de la conspiración de los Illuminati

Por Mike Jay 

 Las teorías conspirativas sobre una élite poderosa y secreta que busca la dominación global han ocupado un lugar en la imaginación moderna durante mucho tiempo. Mike Jay explora el origen de esta idea en los escritos de John Robison, un científico escocés que sostenía que la revolución francesa era obra de una célula masónica oculta conocida como los Illuminati.

 

A comienzos de 1797, John Robison era un hombre con una reputación sólida y largamente establecida en el ámbito científico británico. Había sido profesor de Filosofía Natural en la Universidad de Edimburgo durante más de veinte años, era una autoridad en matemáticas y óptica; recientemente había sido nombrado colaborador científico principal en la tercera edición de la Encyclopaedia Britannica, a la cual contribuiría con más de mil páginas de artículos. Sin embargo, al finalizar el año su reputación profesional quedó eclipsada por un libro sensacional que superó ampliamente en ventas cualquier cosa que hubiera escrito antes, y cuyas ondas de choque continuarían resonando mucho después de que su trabajo científico fuera olvidado. Su título fue "Pruebas de una conspiración contra todas las religiones y gobiernos de Europa llevada a cabo en las reuniones secretas de los Francmasones, los Illuminati y los círculos intelectuales, recopilados de fuentes autorizadas",y lanzó ante el público anglófono la teoría duradera de que una vasta conspiración, dirigida por una célula masónica oculta conocida como los Illuminati, estaba subvirtiendo todas las instituciones respetadas del mundo civilizado para convertirlas en instrumentos de su plan secreto y ateo: la tiranía de las masas bajo el control invisible de superiores desconocidos, y una nueva era de "completa oscuridad " .

La primera edición de Pruebas de una conspiración se agotó en cuestión de días, y al cabo de un año había sido reimpresa múltiples veces, no solo en Edimburgo, sino también en Londres, Dublín y Nueva York. Robison había dado justo en el clavo al ofrecer una respuesta a las grandes preguntas de su tiempo: ¿qué había provocado la Revolución Francesa, y qué había impulsado su avance sangriento y caótico? Desde Edimburgo, había seguido con horror, junto con cientos de miles de personas, los informes sobre cómo Francia desmantelaba su propia monarquía, privaba a la Iglesia de su poder y transformaba a una población oprimida y maltratada en la fuerza militar más implacable que Europa hubiera conocido jamás; y ahora, bajo el ascenso del joven general Napoleón Bonaparte, intentaba extender esa carnicería y destrucción hacia las monarquías vecinas, especialmente contra Gran Bretaña. Pero Robison estaba convencido de que él solo había descubierto la mano oculta responsable de aquella aparente erupción absurda de terror y guerra que parecía estar devorando al mundo entero.

   La Liberté ou la Mort (1795) de Jean-Baptiste Regnault. Obsérvese el gorro frigio rojo, símbolo de la Revolución Francesa también asociado por algunos con la masonería. 

Muchos habían ubicado los orígenes de la revolución en las ideas de figuras ilustradas como Voltaire, Diderot y Condorcet, quienes habían exaltado la razón y el progreso sobre la autoridad y la tradición; pero ninguno de estos filósofos mayoritariamente aristócratas había promovido una revolución de las masas, y varios simpatizantes terminaron sus vidas en la guillotina. A principios de la década de 1790 era posible creer que los abogados y periodistas ambiciosos del Club Jacobino habían incitado a la multitud parisina a su frenesí destructivo por sus propios intereses, pero para 1794 Danton, Robespierre y el resto de los líderes jacobinos habían seguido a sus víctimas hasta la guillotina: ¿cómo podían haber sido los titiriteros si sus propias cuerdas habían sido cortadas tan brutalmente?, se preguntó el autor escocés.  Lo que Robison proponía en las páginas meticulosamente documentadas de Pruebas de una conspiración era que todos estos agentes de la revolución habían sido peones en un juego mucho más grande, cuyas ambiciones apenas comenzaban a hacerse visibles.

La revolución francesa, como todos los eventos mundiales convulsivos anteriores y posteriores, estuvo llena de conspiraciones, producto de la velocidad de los acontecimientos, el pánico de quienes estaban inmersos en ellos y la limitada información disponible conforme se desarrollaban. En Gran Bretaña, enemigos de la revolución como Edmund Burke afirmaron desde el principio que “ya están formándose confederaciones y correspondencias de índole extraordinaria en varios países”, y para 1797 muchos creían — y con buenas razones — que sociedades secretas en Irlanda conspiraban con Napoleón para derrocar al gobierno británico e invadir el continente. La fuerza de la revelación de Robison consistía en que identificaba dentro del bullicioso caos de conspiraciones un único protagonista, una única ideología y una única trama general que cristalizaba el caos en una épica lucha entre el bien y el mal, cuyo resultado definiría el futuro de la política mundial. 

Retrato de Adam Weishaupt incluido en Cagliostro: el esplendor y la miseria de un maestro de la magia (1910) de W.R.H. Trowbridge.

La vasta conspiración de Robison necesitaba una figura imponente como cabeza visible, y sin embargo, el elegido parecía en apariencia poco adecuado para ese papel: Adam Weishaupt, fundador de la Orden bávara de los Illuminati. Aunque era un hombre obsesivo y dominante, Weishaupt enfrentó dificultades desde el principio para atraer miembros a su sociedad secreta, cuyos integrantes debían adoptar seudónimos místicos designados por él, someterse a grados iniciáticos estrictos —como Novicio, Minerval, Illuminatus Minor y Major, Dirigens y Magus— y asumir roles subordinados dentro de su ambiciosa aunque vaga campaña de dominación mundial.

En 1784, cuando la Orden fue descubierta y prohibida por el Elector de Baviera, Weishaupt se exilió a Gotha, en el centro de Alemania, donde desde entonces pareció dedicarse casi exclusivamente a escribir una serie de memorias melancólicas y autoculpabilizantes sobre sus experiencias.

Sin embargo, había mucho en la trayectoria de los Illuminati que, al menos para Robison, sugería una visión mucho más amplia y siniestra. El carácter mesiánico con que Weishaupt concebía su misión y la complejidad excesiva de la estructura de la Orden hacían pensar en una organización mucho más vasta que la que realmente se había descubierto; y la intensa represión que sufrió parecía desmedida en relación con el peligro real que representaba.

Se convirtió en un punto central de las profundas inquietudes de la iglesia y la monarquía frente a la agenda de razón y progreso que una primera línea de filósofos y científicos estaba extendiendo por toda Europa. La controversia en torno a los Illuminati generó cientos de panfletos, debates encendidos, carteles y hojas sensacionalistas, todos compitiendo por presentar las acusaciones más duras de impiedad y sacrilegio.

Fueron precisamente estas fuentes las que Robison pasó años examinando cuidadosamente, buscando anécdotas y denuncias que pudiera transformar en pruebas de la conspiración que ahora presentaba. Para un observador imparcial, Weishaupt y sus Illuminati podrían haber simbolizado las fuerzas que estaban reconfigurando Europa; pero para Robison, se habían convertido en la causa real y concreta: el núcleo, hasta entonces invisible, de la red de acontecimientos que había envuelto al mundo entero. 

 

El emblema original de los Illuminati bávaros: el búho de Minerva, símbolo de la sabiduría, encima de un libro abierto

Robison pudo haber sido un mero espectador externo de la polémica en torno a los Illuminati, pero no era ciertamente un observador imparcial. Aunque Pruebas de una conspiración sorprendió —y en muchos casos resultó incluso embarazoso— para sus amigos y colegas científicos, existían múltiples razones que explicaban por qué los Illuminati habían cobrado precisamente esa forma en su mente. Su descubrimiento le permitió dar sentido a sospechas y conflictos largamente arraigados tanto en su vida personal como profesional, y coincidió especialmente con sus propias experiencias inquietantes dentro de la masonería.

Para 1797, el carácter de Robison había tomado un giro profundo y oscuro, muy distante del temperamento alegre y sociable de su juventud. Desde 1785 padecía una misteriosa afección médica: un espasmo intenso y doloroso en la ingle que parecía originarse debajo de sus testículos, cuya causa exacta desconcertó a los médicos más prestigiosos de Edimburgo y Londres. Atormentado por el sufrimiento físico y frecuentemente confinado a la cama, hacia finales de la década se había convertido en una figura retraída y solitaria. Consumía opio con regularidad, una práctica que, según algunos de sus conocidos, lo hacía más susceptible a la melancolía, la confusión y la paranoia.

Mientras las crisis sucesivas de la Revolución Francesa sacudían Gran Bretaña, el clima de pánico era especialmente intenso en Escocia, donde ministros y jueces avivaban constantemente rumores sobre traidores y células jacobinas secretas. Torturado por el dolor, bajo fuertes dosis de medicamentos y acosado por noticias alarmantes provenientes del exterior, Robison contaba con demasiados hilos oscuros para entretejerlos en la trama que finalmente lo consumiría por completo. 

 

Retrato de John Robison (1798) pintado por Henry Raeburn

La política también proyectó una sombra profunda sobre su vida profesional. Las ciencias físicas estaban bajo la influencia de otra revolución francesa, esta vez encabezada por Antoine Lavoisier. Durante la década de 1780, Lavoisier había transformado por completo la química del siglo anterior gracias a su descubrimiento del oxígeno, con el cual logró establecer nuevas teorías sobre la combustión y comenzó el proceso de reducir todas las sustancias materiales a una tabla básica de elementos.

La revolución científica de Lavoisier dividió a la comunidad británica de químicos: algunos reconocieron que sus experimentos técnicamente brillantes habían transformado radicalmente la ciencia de la materia; pero para otros, su nueva terminología extranjera — al igual que el sistema métrico francés o el año cero revolucionario — representaba un intento arrogante de borrar la sabiduría acumulada durante siglos y de eliminar cualquier lugar para Dios en la comprensión del mundo. El antiguo sistema de la química, con sus conceptos misteriosos de energía y sus lenguajes simbólicos de esencias y principios, permitía fácilmente la idea de una fuerza vital y del soplo divino; pero en el universo frío y mecanicista de Lavoisier, la materia se reducía a bloques inertes manipulados por fuerzas medibles como la presión y la temperatura.

Robison nunca aceptó estas teorías francesas, y para 1797 ya había integrado profundamente la nueva química dentro de su trama sobre los Illuminati. Para él, Lavoisier — junto con Joseph Priestley, el químico experimental más destacado de Gran Bretaña y clérigo disidente — era un maestro illuminati que trabajaba en colaboración con logias masónicas infiltradas para difundir la doctrina del materialismo que serviría de base al nuevo orden mundial ateo.

Los famosos salones de Madame Lavoisier, donde se reunían las principales figuras intelectuales del continente, fueron presentados por Robison como escenarios de ritos sacrílegos: allí, la anfitriona, vestida con las vestiduras ceremoniales de una sacerdotisa oculta, quemaba ritualmente los textos de la vieja química. Aunque esta imagen pueda parecer improbable, encajaba perfectamente con otras pruebas que Robison había reunido en su libro, como el panfleto anónimo alemán que aseguraba que en los salones del filósofo Barón de Holbach se practicaba la disección de cerebros de niños vivos comprados a padres pobres, con el fin de aislar su fuerza vital. 

 


Ritual masónico francés. Iniciación de un aprendiz masón alrededor de 1800, grabado (ca. 1805) basado en uno de Gabanon sobre el mismo tema datado en 1745

Los Illuminati habían influido en la vida profesional de Robison, pero su conexión más personal con la conspiración provenía precisamente de su experiencia con la masonería. Había sido miembro del rito escocés durante décadas y nunca había visto sus logias como algo más que “una excusa para pasar una o dos horas en un tipo de convivencia decente, no completamente ajena a alguna ocupación racional”. Sin embargo, su carrera lo llevó con frecuencia al extranjero, donde se sorprendió al descubrir que no todas las órdenes masónicas eran igual de inofensivas.

En 1770 pasó un año en la corte de Catalina la Grande en San Petersburgo, aprendiendo ruso y ofreciendo conferencias sobre navegación. Durante esos viajes conoció a otros masones y visitó logias en Francia, Bélgica, Alemania y Rusia. Lo que encontró le causó un profundo impacto: comparadas con el rito escocés, las logias del continente eran, según su visión, “escuelas de irreligión y libertinaje”. Sus miembros le parecieron dominados por el “entusiasmo y el fanatismo”, y sus ideas religiosas claramente alteradas por los caprichos místicos de Jacob Boehme y Swedenborg, así como por las doctrinas extremas y engañosas de los rosacruces modernos, además de magos, magnetizadores y exorcistas, entre otros. Treinta años más tarde, al recordar el ocultismo y el libre pensamiento a los que había estado brevemente pero intensamente expuesto, no tenía duda alguna sobre el origen de la destrucción que había envuelto al continente.

Aunque Pruebas de una conspiración se convirtió en un notable éxito editorial, la teoría sobre los Illuminati nunca atrajo tanto a la clase política británica como lo hizo en Europa continental. Una vez superado el momento álgido de la Revolución Francesa, algunas voces conservadoras atribuyeron esto al buen sentido tradicional británico; pero en realidad, Gran Bretaña enfrentaba en aquel momento amenazas y conspiraciones mucho más serias. Los derechos del hombre , de Tom Paine, fue una obra mucho más incendiaria y radical que cualquier texto secreto atribuido a los Illuminati bávaros. Vendió más de doscientas mil copias en una edición económica de seis peniques —una cifra muy superior al número total de lectores habituales de libros hasta ese momento—. Con la marina británica afectada por motines y el gobierno luchando por contener protestas y disturbios masivos, no era extraño que las actividades de una antigua logia bávara, ya disuelta hacía tiempo, parecieran menos urgentes. 

 


Detalle de “Washington como Maestro masón”, imagen que muestra al presidente estadounidense George Washington presidiendo una reunión de la Logia de la Masonería de Alexandria, Virginia, por James Fuller Queen (1870) .

Sin embargo, el libro de Robison tuvo un impacto profundo y duradero en los Estados Unidos. Allí, las fuerzas enfrentadas de revolución y reacción que habían sacudido Europa se manifestaban de una manera que amenazaba con dividir a los Padres Fundadores y destruir la joven constitución del país. Mientras figuras como Thomas Jefferson se veían a sí mismos como aliados cercanos de una república francesa que había roto las cadenas de la monarquía y con la cual comerciaban pese a los bloqueos navales británicos, otros fundadores, como Alexander Hamilton —cuyo partido federalista abogaba por un Estado fuerte encaminado a proteger los intereses de los ciudadanos más ricos— temían la infiltración de las ideas radicales provenientes de la Revolución francesa.

En un clima político cargado de tensiones, donde las acusaciones de traición volaban de un bando al otro, Pruebas de una conspiración fue rápidamente adoptado por los federalistas como prueba de una agenda oculta detrás de consignas poderosas pero ambiguas como democracia, abolición de la esclavitud y derechos del hombre. Las palabras de Robison se repetían sin cesar en los púlpitos y panfletos de Nueva Inglaterra durante 1798 y 1799, y Jefferson llegó a ser acusado públicamente de pertenecer a la Orden de Weishaupt.

Pero estas acusaciones nunca fueron comprobadas; el “pánico por los Illuminati” terminó desvaneciéndose y los federalistas perdieron influencia para no recuperarla jamás. No obstante, este episodio dejó una huella profunda en la mentalidad política estadounidense, convirtiéndose en parte de una larga tradición de paranoia política que se renovaría en distintas formas a lo largo del tiempo.

Las ideas de Robison siguieron siendo retomadas y reinterpretadas, influyendo de manera persistente en la política moderna. Una figura clave en la historia de las teorías conspirativas, Nesta Webster, aceptó completamente su teoría, aunque más tarde llegó a creer que los Illuminati eran solo una fachada: según ella, los verdaderos conspiradores eran el llamado “peligro judío”, cuya supuesta agenda había sido revelada en los Protocolos de los Sabios de Sion . Aunque Webster terminó marginada al afiliarse a la Unión británica de fascistas, en su momento contó con apoyo amplio e incluso recibió elogios en los escritos periodísticos de Winston Churchill.

La conspiración contra la civilización data de los días de Weishaupt”, escribió Churchill en el Sunday Herald en 1920; “como historiadora moderna, la señora Webster ha mostrado hábilmente que jugó un papel reconocible en la Revolución Francesa”. Hasta hoy, muchos dentro de la derecha aislacionista siguen creyendo en la teoría de Robison. Por ejemplo, la Sociedad John Birch mantiene oficialmente que los Illuminati fundados por Weishaupt “fueron el antecedente del movimiento comunista y el modelo para los movimientos conspirativos subversivos modernos”. 

 


Versión del reverso del Gran sello de los Estados Unidos impresa en un folleto gubernamental estadounidense de 1909 sobre el Gran sello. Según Henry A. Wallace, esta fue la versión del reverso del Gran sello que atrajo su atención, lo que lo llevó a sugerir al presidente Franklin Roosevelt que incluyera el diseño en una moneda; en ese momento, Roosevelt decidió incorporarlo en el reverso del billete de un dólar 

Tras la muerte de Robison, ocurrida tras una última crisis médica en 1805, su colega en Edimburgo, el geólogo pionero John Playfair, escribió un respetuoso memorial centrado en sus logros científicos, pero que no pudo evitar mencionar la obra por la cual sería mejor recordado. “La alarma provocada por la Revolución Francesa”, señaló Playfair con tacto, “produjo en el Sr. Robison un grado de credulidad que no era habitual en él”. Era una credulidad, insistió, compartida por muchos que no podían aceptar que la revolución hubiera sido un auténtico movimiento popular surgido como respuesta a la opresión de un régimen tiránico; se aferraron a la idea de que debió haber sido orquestada por una pequeña célula de fanáticos, y consideraron que la falta de evidencia de tal conspiración era, en sí misma, prueba de la habilidad de los conspiradores para ocultar sus actividades a la vista pública.

El análisis de Playfair contenía mucho sentido común, y podría aplicarse igualmente a muchos que más tarde llegaron a creer en las teorías de Robison, y que aún hoy las sostienen. Pero si el impacto del mundo moderno irrumpiendo ante sus ojos desequilibró el juicio de Robison, también le otorgó una perspectiva vívida, casi visionaria, sobre los nuevos peligros que podrían surgir al transferir el control político desde las manos de la iglesia y la monarquía hacia el pueblo. Forjada en el mismo crisol que cada ideología política moderna, desde el conservadurismo hasta el nihilismo, desde el anarquismo hasta la dictadura militar, la conspiración de los Illuminati se ha convertido en un mito moderno: no únicamente en el sentido despectivo de que su base factual se desvanece bajo el escrutinio, sino también como una narrativa flexible, capaz de adaptar su significado para ajustarse a escenarios nuevos e imprevistos. Desde la década de 1970 ha sido satirizada con entusiasmo como una locura barroca del pensamiento conservador por figuras contraculturales como Robert Anton Wilson, pero esto no ha hecho más que incrementar su fama y misterio: Ángeles y Demonios , de Dan Brown, muestra que los lectores contemporáneos aún consumen con fervor la versión original de Robison, sin modificaciones, por millones. En la cultura popular y la religión tradicional, en la sátira y la política nacionalista, la conspiración de los Illuminati sigue resonando con su advertencia de que la luz de la razón tiene sus sombras, y de que incluso la democracia más ilustrada puede ser manipulada por manos ocultas.


Sobre el autor: Mike Jay ha escrito extensamente sobre historia de la ciencia y de la medicina y contribuye regularmente a la London Review of Books y al Wall Street Journal . Su último libro es Psiconautas: drogas y la formación de la mente moderna, y sus obras previas sobre historia de las drogas incluyen Mezcalina , Alta sociedad y La atmósfera del cielo .